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Prorrusa y sin ganas de meterse en Ucrania: ¿por qué golpea Rusia a Bulgaria?
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Rusia corta el gas a Bulgaria

Prorrusa y sin ganas de meterse en Ucrania: ¿por qué golpea Rusia a Bulgaria?

A diferencia de otros países excomunistas, Bulgaria había evitado comprometerse a enviar armas al Gobierno de Kiev, pero el golpe de Moscú deja sin argumentos a los prorrusos

Foto: La central térmica de Sofia Iztok. (Reuters/Stoyan Nenov)
La central térmica de Sofia Iztok. (Reuters/Stoyan Nenov)

El pasado jueves, mientras la Unión Europea seguía debatiendo sobre la posibilidad de declarar un embargo colectivo a la energía rusa, Gazprom cortaba el suministro de gas a Polonia y Bulgaria, después de que ambos gobiernos se negaran a pagar en rublos, como exige el presidente Vladímir Putin. La drástica decisión de Moscú no ha tenido grandes efectos sobre Polonia, que tiene una dependencia más reducida y ya había decidido renunciar a la importación de gas de Rusia, pero amenaza con provocar cambios sísmicos en Bulgaria, que importa de Rusia un 90% del gas que consume.

"Polonia y Bulgaria eran los países a los que les tocaba pagar en estos momentos, pero no cabe descartar que el Kremlin haya querido dar ejemplo a países que consideraba amigos y no están mostrando la lealtad esperada", dice el periodista búlgaro y experto en asuntos internacionales y militares Vladislav Púnchev a El Confidencial.

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Por motivos culturales e históricos, Bulgaria ha sido siempre el país más prorruso de la UE. Esta afinidad casi natural con Rusia explica en parte el perfil bajo que el Gobierno de Sofía venía adoptando respecto a la guerra de Putin contra Ucrania. A diferencia de otros países excomunistas, Bulgaria había evitado comprometerse a enviar armas al Gobierno de Kiev, y su implicación en la crisis se centraba en acoger y ayudar a los refugiados ucranianos. El cierre del grifo del gas por parte del Kremlin ha cambiado las cosas radicalmente.

Christo Grozev, investigador principal para Rusia del reputado medio Bellingcat y de nacionalidad búlgara, apunta a que el volantazo del Kremlin deja a los partidarios de la neutralidad sin su principal argumento, y ha envalentonado a un primer ministro búlgaro (de tendencia proeuropea) que hasta ahora matizaba su postura sobre la guerra en aras de sostener la coalición cuatripartita de Gobierno, en la que también están presentes partidos herederos del comunista.

"Bulgaria siempre ha sido el eslabón débil de la UE respecto a Rusia", explica Púnchev, "pero esta decisión podría cambiarlo todo y empujar al Gobierno a unirse al frente de los países más vocales en su condena de la invasión y en su apoyo a Ucrania".

Apenas 24 horas después de que Gazprom cerrara el grifo a Bulgaria, el primer ministro búlgaro, Kiril Petkov, visitaba Kiev con un mensaje de una contundencia sin precedentes. Además de dejar claro que no cedería ante el chantaje ruso para obligarle a pagar en rublos, Petkov proclamaba un cambio de postura que puede tener implicaciones históricas si se concreta.

Se rompe el tabú

El primer ministro reformista, que lidera el partido proeuropeo Continuemos el Cambio, dio por enterrado el anterior discurso del "no enviéis ayuda militar a Ucrania para que la paz llegue cuanto antes". "Si este es el precio de la paz, si Rusia sigue atacando y nadie tiene la oportunidad de defenderse, ¿queremos esta paz?", afirmó Petkov en la capital ucraniana. El cambio es notable, porque hasta ahora había templado su toma de posición sobre la guerra para evitar fricciones con el presidente del país, Rumen Radev, y con sus socios de coalición del Partido Socialista, ambos conocidos por sus simpatías hacia Rusia.

El viaje a Kiev de Petkov no solo le sirvió para afianzar su posición moral sobre la invasión de Ucrania. El primer ministro se comprometió también ante Zelenski a poner su país al servicio de la mejora de la interconectividad energética de Ucrania. Petkov ofreció asimismo el puerto búlgaro de Varna, en el mar Negro, como puerta de salida de la exportación de trigo ucraniano, y rompió lo que hasta ahora era para Bulgaria un tabú al acceder a reparar en Bulgaria equipamientos militares que Ucrania utiliza para repeler al invasor ruso.

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A la espera de que el fragmentado Parlamento búlgaro vote esta semana sobre la asistencia militar a Ucrania, el paso adelante de Petkov ya ha sido criticado por la líder socialista, la ministra de Economía, Kornelia Ninova. La ministra se opone a la ruptura con Gazprom por negarse a pagar por el gas en rublos, y amenazó el viernes con abandonar la coalición de gobierno si se envía ayuda militar a Kiev. Una espantada de los 26 diputados socialistas dejaría al Gobierno sin mayoría.

Muchos en Bulgaria dudan, sin embargo, de que Ninova se oponga de verdad al envío de armas a Ucrania. Como ministra de Economía, la líder socialista está al cargo de la supervisión de los envíos de armamento. En los primeros dos meses de guerra en Ucrania, la industria armamentística búlgara ha multiplicado por tres sus exportaciones de armas y munición. Aunque entre los países de destino no está Ucrania, en la lista de receptores figuran países que sí están rearmando a Kiev, como Dinamarca, República Checa, España, Polonia, Lituania o Estonia. Esto hace pensar a muchos observadores que Ucrania ya está luchando contra el ocupante ruso con material búlgaro, lo que le ha valido a Ninova los reproches del presidente Radev.

Foto: Tuberías de gas en Polonia. (Reuters/Wojciech Kardas)

El principal reto de Bulgaria tras la interrupción del flujo de gas ruso será encontrar nuevos proveedores de energía, para lo que Sofía recurrirá a gas de Azerbaiyán que llegará al país a través de gasoductos turcos vía Grecia. Bulgaria deberá, asimismo, redoblar sus importaciones de gas natural licuado.

Además de modificar el mapa energético de Europa, la nueva política de Gazprom podría tener, a largo plazo, importantes efectos geopolíticos en la región. El vuelco hacia Ucrania del Gobierno de Bulgaria podría suponer el ingreso del país en el club europeo de Estados excomunistas a la vanguardia de la movilización contra Rusia.

Antes del 'affaire' del gas, Bulgaria expulsó a varios diplomáticos rusos, poniendo así fin a la tradicional obsequiosidad con que Sofía ha respondido a las impertinencias de los representantes del Kremlin. Las encuestas muestran que la guerra también ha provocado un desplome repentino de la popularidad de Putin entre los búlgaros. "Lo que hemos visto en los últimos días demuestra que solo la sumisión total consigue aplacar al Kremlin", dice Púnchev, el experto en asuntos militares e internacionales.

Presión sobre Rumanía

Una Bulgaria más activa en su apoyo a Ucrania pondría inmediatamente presión sobre la vecina Rumanía, que se muestra reticente a enviar armamento y mantiene con Kiev una relación tensa y fría debido, en parte, a desconfianzas históricas. Bulgaria es el único país de la UE al que Rumanía mira por encima del hombro, y no querrá permitirse quedar rezagado también con su vecino del sur en la carrera de la relevancia internacional en la cuestión.

Quien mejor ha articulado la importancia de la nitidez con que ha empezado a posicionarse Bulgaria es el vicepresidente del Gobierno y colíder, junto al primer ministro, del partido Continuemos el Cambio, Asen Vasilev: "Vemos aquí una disyuntiva muy clara entre el concepto de que los Estados pueden decidir cómo vivir, organizar sus economías, gobernarse y ser parte de los bloques que ellos decidan frente al concepto de las grandes potencias, las esferas de influencia y los pequeños Estados vasallos apéndices de estas esferas de influencia".

"Bulgaria no es ni será un vasallo apéndice de nadie", remachó el viceprimer ministro, en lo que podría ser la carta de presentación de Sofía como parte de la Europa del Este orgullosa que se niega a subordinarse al interés de los más grandes.

El pasado jueves, mientras la Unión Europea seguía debatiendo sobre la posibilidad de declarar un embargo colectivo a la energía rusa, Gazprom cortaba el suministro de gas a Polonia y Bulgaria, después de que ambos gobiernos se negaran a pagar en rublos, como exige el presidente Vladímir Putin. La drástica decisión de Moscú no ha tenido grandes efectos sobre Polonia, que tiene una dependencia más reducida y ya había decidido renunciar a la importación de gas de Rusia, pero amenaza con provocar cambios sísmicos en Bulgaria, que importa de Rusia un 90% del gas que consume.

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