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La UE y la gestión migratoria con sus vecinos: "Es el Banco Mundial de Dictadores"
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La UE y la gestión migratoria con sus vecinos: "Es el Banco Mundial de Dictadores"

Desde 2015, la estrategia europea a la hora de lidiar con su vecindad pasa por establecer acuerdos que tienen como máxima mantener a los inmigrantes fuera de sus fronteras

Foto: Un barco con migrantes llega a la costa de Lampedusa, en octubre de 2023. (EFE / Ciro Fusco)
Un barco con migrantes llega a la costa de Lampedusa, en octubre de 2023. (EFE / Ciro Fusco)

Hay un fenómeno que genera más temor en la Unión Europea que un eventual aterrizaje de Donald Trump o una reducción de los objetivos climáticos. Es la llegada de nuevos flujos de refugiados. La crisis migratoria de 2015 supuso una sacudida brutal en el bloque comunitario. Pocos momentos han dejado unas tensiones y unas divisiones tan longevas, crecientes e insalvables entre los 27 Estados miembro. El pacto con Turquía fue el laboratorio de cómo los europeos iban a impedir en el futuro que un millón de personas llegaran a sus costas durante un verano.

Desde entonces, la fórmula de pagar a regímenes con un historial oscuro sobre los derechos humanos, se ha replicado con Libia, Túnez, Marruecos y Mauritania. El último en cerrar el círculo ha sido Líbano, al que la UE ayudará con 1.000 millones de euros durante los próximos tres años para estabilizar la economía y, especialmente, para que evite que los refugiados sirios crucen al Viejo Continente.

Desde el sur, con Marruecos, hasta el Este, con Bielorrusia, los vecinos de la Unión Europea son conscientes de esta debilidad que perdura en Bruselas. El marroquí Mohamed VI, el bielorruso Alexander Lukashenko o el turco Recep Tayyip Erdogan no han dudado en abrir las puertas y empujar a miles de migrantes hacia suelo comunitario como herramienta de chantaje, presión o advertencia cuando algo no les ha gustado. Y este es uno de los grandes retos que los europeos están llamados a abordar a la hora de lidiar con sus vecinos en los próximos años y en un mundo crecientemente volátil.

La UE creó en 2004 su Política Europea de Vecindad (PEV), que incluye a 16 países: Argelia, Armenia, Azerbaiyán, Bielorrusia, Egipto, Georgia, Israel, Jordania, Líbano, Libia, Marruecos, Moldavia, Siria, Palestina, Túnez y Ucrania. Su base pasa por establecer acuerdos bilaterales y privilegiados que den lugar a una mayor integración y cohesión de la región a cambio de que los partícipes fomenten los principios democráticos y la estabilidad económica. "Uno de los principales retos a los que se enfrenta la UE en los próximos años es el avance coherente en la senda de los Objetivos de Desarrollo Sostenible para 2030. Al mismo tiempo, necesitamos incorporar a más socios internacionales. Al acercarnos a los países vecinos, el enfoque principal debe ponerse sobre el desarrollo sostenible y el respeto de los derechos humanos", apunta el eurodiputado alemán Udo Bullmann, de la familia socialdemócrata.

Foto: Un cayuco con más de 170 migrantes llega al puerto de la Restinga de la isla de El Hierro. (Europa Press/Archivo/H.Bilbao)

Lo cierto es que en los últimos años la estrategia europea a la hora de lidiar con los vecinos ha estado eclipsada por la prioridad y la obsesión de establecer acuerdos que tienen como máxima mantener a los solicitantes de asilo, migrantes y refugiados fuera de sus fronteras. "En lugar de adoptar una política de vecindad cooperativa, la UE está construyendo relaciones desiguales con sus vecinos, cerrándose en sí misma y financiando a los países vecinos para impedir el acceso de personas a la UE", apunta Mounir Satouri, eurodiputado francés de Los Verdes, en entrevista con El Confidencial.

Esta semana, Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, ha visitado Beirut junto al presidente chipriota, Nikos Christodoulides, que ha solicitado declarar algunas zonas de Siria como lugares seguros para poder, así, deportar a los refugiados de esta nacionalidad. La alemana, más ambigua, ha pedido una nueva estrategia de "retornos voluntarios" junto a la ONU y ha comprometido ayudas para dotar con equipamiento y asesoramiento al Ejército libanés bajo la misión de que detenga a las barcazas que se disponen a cruzar el Mediterráneo.

"Regar con dinero a los dictadores no conducirá a los resultados esperados por la señora Von der Leyen. Los acuerdos con los países vecinos solo son razonables si existe una condicionalidad para el respeto y la defensa de los derechos humanos. Además, se necesitan urgentemente vías legales para la migración regular, con el fin de evitar los dramáticos desastres en nuestras fronteras europeas", afea Bullmann.

Foto: Decenas de migrantes, a su llegada al puerto de La Restinga, en Santa Cruz de Tenerife. (Europa Press/H. Bilbao) Opinión

Queda poco más de un mes para las elecciones al Parlamento Europeo, que se celebrarán entre el 6 y el 9 de junio, y el migratorio es de nuevo uno de los temas candentes de la campaña junto a la recuperación económica o la agenda verde. "Se suponía que el Memorando de Entendimiento con Túnez era una excepción. Europa está dando fondos al tesoro tunecino sin condiciones unos meses antes de las elecciones, en lugar de ayudar a promover programas específicos sobre cuestiones sociales o económicas. Lamentablemente, esta forma de desembolsar el dinero se convirtió en un precedente y ahora es un modelo. La Comisión Europea ya utilizó este modelo para firmar un acuerdo estratégico con Egipto para ayudar financieramente a su política migratoria, cuando el país ni siquiera es un país de salida para los migrantes", analiza el francés.

"Desgraciadamente, el plan de acción que está llevando a cabo la Comisión Europea parece bastante claro: transformar la UE en el Banco Mundial de las Dictaduras y los regímenes autoritarios para externalizar su política migratoria y evitar que los inmigrantes entren en la Fortaleza Europa que está construyendo, por todos los medios necesarios. Sin embargo, la UE lo experimentó con Turquía, la UE no limitó la inmigración regando a los autócratas con miles de millones. Por el contrario, la financiación de regímenes autoritarios y autocráticos alimenta la inestabilidad política, social y económica en los países vecinos, especialmente cuando los fondos se desembolsan sin condiciones previas", continúa.

Una política reactiva e ¿interesada?

La UE se enfrenta en los próximos años a un cocktail molotov que se agita con una mezcla de efectos colaterales del cambio climático como hambrunas o sequías, desigualdad, la región del Sahel en ebullición, dos guerras, la de Ucrania y la de Gaza, cerca de sus fronteras y una creciente inestabilidad política a sus puertas, desde Kosovo hasta Armenia. "Es de esperar que estos desafíos se intensifiquen y sean el origen de más flujos migratorios. También es previsible una mayor inestabilidad en su entorno, especialmente en vista del contexto electoral que se avecina en todo el mundo. La posible reelección de Donald Trump puede causar más inestabilidad en el Este, así como en Oriente Próximo, y las elecciones presidenciales en Túnez están alimentando la agitación en el país y en la región", advierte Satouri.

A menudo se confunde la política de vecindad con la de ampliación. Si bien ambas beben de la máxima "Más es Más", es decir, mayores relaciones e incentivos de inversión cuanto más avances democráticos y reformas existan, la finalidad de la primera es fomentar una mejor integración y la de la segunda tiene la meta en la membresía. Ucrania, Georgia y Moldavia son ya países candidatos, un escenario impulsado por la amenaza de Rusia sobre el partenariado oriental. "Ucrania, así como otros países democráticos de la región de Europa del Este, merecen una perspectiva europea. La UE tiene que estar a la altura de sus promesas. Europa tiene que convertirse en un actor más influyente en Oriente Medio y en el Norte de África. Nuestra relevancia económica tiene que ir acompañada de una estrategia para la paz y el bienestar humano", augura Bullmann.

Foto: La valla en la frontera entre Hungría y Serbia. (Thomas Devenyi)

"La política de vecindad no se puede mezclar con la política de ampliación. Son, y deben seguir siendo, dos asignaturas distintas. Las reglas para la membresía son bastante claras y enumeran muchos criterios diferentes, como la lucha contra la corrupción o el respeto de los derechos humanos. En cuanto a los terceros países y las posibilidades de ampliación, el proceso es muy largo", apunta Satouri.

La Unión Europea actúa cuando no hay más remedio. Por lo general es más reactiva que proactiva. Y ha prestado mayor atención a su vecindad cuando se ha visto amenazada. "La UE necesita llevar a cabo una verdadera política de codesarrollo con sus vecinos. Ahora lleva a cabo su política de vecindad para servir a sus propios intereses. Hasta este momento, la UE ha estado ignorando los intereses de terceros países para alcanzar sus propios objetivos: la inmigración y la búsqueda de fuentes energéticas son ejemplos de ello", afea el ecologista galo.

Hay un fenómeno que genera más temor en la Unión Europea que un eventual aterrizaje de Donald Trump o una reducción de los objetivos climáticos. Es la llegada de nuevos flujos de refugiados. La crisis migratoria de 2015 supuso una sacudida brutal en el bloque comunitario. Pocos momentos han dejado unas tensiones y unas divisiones tan longevas, crecientes e insalvables entre los 27 Estados miembro. El pacto con Turquía fue el laboratorio de cómo los europeos iban a impedir en el futuro que un millón de personas llegaran a sus costas durante un verano.

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