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La Europa de los muros | ¿Cómo pasamos del 'Refugees Welcome' a ser una fortaleza?
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Orbán, de paria a pionero

La Europa de los muros | ¿Cómo pasamos del 'Refugees Welcome' a ser una fortaleza?

Este artículo forma parte del especial "La Europa de los muros", una investigación realizada por El Confidencial y otros cuatro medios europeos sobre las vallas que rodean la UE

Foto: La valla en la frontera entre Hungría y Serbia. (Thomas Devenyi)
La valla en la frontera entre Hungría y Serbia. (Thomas Devenyi)
Las claves
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La Europa de los muros
Lucas Proto Diseño: Emma Esser Formato: María Mateo Formato: Luis Rodríguez Datos: Marta Ley Datos: Ana Somavilla

Poco después del inicio de la crisis de los refugiados en 2015, Viktor Orbán, primer ministro de Hungría, tomó una decisión sin precedentes en un país que, hasta entonces, nunca había exhibido una especial aversión hacia los solicitantes de asilo. Caracterizando la llegada de migrantes como una “invasión” y una “amenaza” para Europa, anunció la construcción de una barrera a lo largo de toda la frontera con Serbia. En ese momento, el líder húngaro representaba una voz solitaria en los vestíbulos de Bruselas, mientras la Unión mostraba un compromiso con la provisión de refugio a las víctimas de la guerra civil de Siria.

Hoy, sabemos que Orbán no estaba destinado a convertirse en la voz discordante, sino en la voz cantante del discurso sobre la migración en Europa.

placeholder Puesto fronterizo entre Hungría y Serbia. (Thomas Devenyi)
Puesto fronterizo entre Hungría y Serbia. (Thomas Devenyi)

“Nadie lo admitirá en esta localidad, pero sí, la narrativa de Orbán está prevaleciendo”, confesó un alto cargo de Bruselas al portal Politico en 2017. Solo habían pasado dos años, pero la transformación ya era clamorosa. Prácticamente todos los líderes europeos que habían promovido el deber humanitario de acoger a los refugiados habían abandonado su retórica, recelosos de la creciente popularidad de los partidos de ultraderecha que replicaban los argumentos del líder húngaro. El concepto de “Fortaleza Europa” estaba dejando atrás sus orígenes académicos para consolidarse en el núcleo de la psique continental.

Lo que antaño fue un discurso solitario en los extremos políticos de la UE se ha convertido en la norma. Sea en los Gobiernos ultraderechistas de Polonia e Italia, los derechistas de Grecia y Austria, las administraciones liberales de Francia y de Holanda o las socialdemócratas de España y Alemania, uno sería incapaz de encontrar una política migratoria contraria al mantenimiento y la expansión de las vallas fronterizas. Incluso dentro del Gobierno alemán, que en su día representó el paladín de la solidaridad con los refugiados, el Partido Verde llama ahora a acelerar las deportaciones de inmigrantes.

placeholder Un lugareño camina frente a la valla de Melilla. (PorCausa)
Un lugareño camina frente a la valla de Melilla. (PorCausa)

Tal y como comprendió astutamente Donald Trump cuando lanzó su célebre campaña presidencial de 2016, los muros y las barreras acarrean un potente simbolismo. No hay una manera más visualmente persuasiva y directa de vender una solución a los desafíos migratorios de un país. Y todo pese a que décadas de políticas fracasadas han demostrado que ningún muro fronterizo, sea cual sea su escala y amplitud, puede detener el flujo inexorable de las dinámicas migratorias globales.

Los casos reportados a lo largo de los aparentemente interminables muros de la “Fortaleza Europa”, una vez más, subrayan una realidad que sigue siendo impermeable a las soluciones simplistas: las fronteras duras no disuaden a la migración; en lugar de eso, engendran dinámicas fronterizas más extremas. Redirigen a los migrantes y a los refugiados a rutas más peligrosas, elevando la incidencia de muertes, sea en las traicioneras aguas del mar Mediterráneo, los densos bosques a las afueras de Polonia y Hungría o los estrechos corredores entre los puestos fronterizos de Melilla.

Poco después del inicio de la crisis de los refugiados en 2015, Viktor Orbán, primer ministro de Hungría, tomó una decisión sin precedentes en un país que, hasta entonces, nunca había exhibido una especial aversión hacia los solicitantes de asilo. Caracterizando la llegada de migrantes como una “invasión” y una “amenaza” para Europa, anunció la construcción de una barrera a lo largo de toda la frontera con Serbia. En ese momento, el líder húngaro representaba una voz solitaria en los vestíbulos de Bruselas, mientras la Unión mostraba un compromiso con la provisión de refugio a las víctimas de la guerra civil de Siria.

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