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¿Cómo navegar la implosión social en Francia? Macron quiere "recivilizar" a los jóvenes
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La 'lepenización' del presidente

¿Cómo navegar la implosión social en Francia? Macron quiere "recivilizar" a los jóvenes

Macron declaró recientemente su intención de "limitar severamente la inmigración" y llamó a "recivilizar a los jóvenes". ¿Se asemeja cada vez más su discurso al de la ultraderechista Le Pen?

Foto: Macron dirigiendo una reunión de su gabinete de crisis durante los disturbios por la muerte del joven Nahel Merzouk. (EFE/Yves Herman)
Macron dirigiendo una reunión de su gabinete de crisis durante los disturbios por la muerte del joven Nahel Merzouk. (EFE/Yves Herman)

"Probablemente, a aquellas personas que han vivido y prosperado en un sistema social dado, les es imposible imaginar el punto de vista de quienes, al no haber esperado nunca nada de ese sistema, contemplan su destrucción sin especial temor". Esta cita bien podría referirse a los miles de jóvenes que protestaron en las calles de Francia tras la muerte a manos de un policía del adolescente de 17 años Nahel Merzouk. Estos manifestantes llegaron a quemar escuelas y bibliotecas, ante un público general que no entendía como unos jóvenes, que a priori protestaban por una causa justa, podían terminar vandalizando instituciones clave del ascensor social francés.

Sin embargo, la cita pertenece a la polémica novela de 2015 Sumisión, de Michel Houellebecq, en la que se relata la situación de una Francia futura en la que un partido islamista llega al Elíseo. También una caída de los valores republicanos y su sistema social, que muchos jóvenes viven sin mayor estupor porque hace tiempo que perdieron la fe en convertirse en ciudadanos plenos de la République.

Como si de otra cita sacada de una novela de Houellebecq se tratara, el propio presidente francés, Emmanuel Macron, declaró recientemente que "es necesario trabajar en la recivilización de los jóvenes", en una controvertida entrevista al diario Le Point. No se detuvo ahí, y llamó a "reducir significativamente la inmigración, comenzando por la inmigración ilegal", pese a señalar que "las personas que más se han separado de nuestros valores a menudo nacieron aquí".

Foto: Un bombero francés intenta extinguir el fuego de un coche ardiendo. (Reuters/Pascal Rossignol)

El mandatario, que olvidó en sus declaraciones cualquier referencia a la pobreza que se vive en muchos de los barrios periféricos, terminó casi calcando el discurso de la líder ultraderechista Marine Le Pen, líder de Reagrupación Nacional (antes llamado Frente Nacional), quien, en plena oleada de disturbios, declaró que "no es la miseria lo que está en el origen de estos disturbios, sino la inmigración". Esto, unido a las controvertidas leyes sobre inmigración y penalización de la protesta que el Gobierno ha aprobado o pretende aprobar, abre la pregunta de si existe una lepenización de Macron, con la asimilación a su discurso de propuestas clásicas de la extrema derecha, como el veto a la inmigración y la restauración mediante la fuerza de la ley y orden, además de "los verdaderos valores" en la educación.

Construyendo la 'Francia fortaleza'

El Gobierno galo, abanderado por su ministro del Interior, Gérald Darmanin, presentó el pasado febrero un proyecto de ley para acelerar los procesos de expulsión de inmigrantes irregulares y restringir la nuevas llegadas. El texto, que debe ser aprobado este otoño por el Parlamento, pretende disminuir casi en su totalidad los recursos a los que poder apelar para retrasar o evitar la expulsión, a la vez que da más competencias a los tribunales locales. En un escenario en el que carece de mayoría absoluta en el Legislativo, no se descarta que el Gobierno deba recurrir al artículo 49.3 de la Constitución para aprobar la ley saltándose a la Cámara, como ya ocurrió con la reforma del sistema de pensiones o los últimos presupuestos.

Foto: Una mujer con velo en una imagen de archivo. (EFE/Yahya Arhab)

Para Jean-Yves Camus, analista político en el Instituto de Relaciones Internacionales y Estratégicas de París y uno de los mayores expertos en la historia de la extrema derecha francesa, el gran problema de esta propuesta es que "Macron, para intentar mostrase fuerte frente a la extrema derecha de Le Pen, deja sin resolver algunos problemas externos que debería afrontar para hacer efectiva la expulsión de la población irregular de suelo francés". Como ejemplos, el experto cita dos: "El problema con Reino Unido, que desde el Brexit deja la carga de los migrantes que intentan cruzar el canal de la Mancha solo en manos de Francia; o el problema con Argelia, que no acepta el retorno de sus ciudadanos deportados".

"Detrás de las declaraciones y proyectos legislativos para limitar la inmigración en el Gobierno Macron hay una idea clara; solo las personas migrantes que lleguen a Francia y trabajen en condiciones regulares pueden optar a permanecer en territorio francés", apostilla Arsenio Cuenca, investigador especializado en la extrema derecha francesa en la École Pratique des Hautes Études.

"En el Gobierno hay una idea clara, solo los migrantes que lleguen y trabajen en condiciones regulares pueden quedarse"

Al priorizar el "trabajo regular" como forma de acceso a la ciudadanía plena, el Ejecutivo galo establece una barrera a las capas más pauperizadas de la sociedad, en gran parte de origen migrante. "Esto restringe enormemente la puerta de entrada de muchas personas que llegan de forma ilegal y que están obligadas a trabajar en negro al comienzo de su nueva vida en Francia, con un claro sesgo racista. Así, se ahonda en la lógica sarkozysta en la que está inmerso el macronismo desde hace unos años, basada en responder a todos los problemas con el valor del trabajo", añade Cuenca, en entrevista con este diario.

Consciente de las dificultades que conllevaría una restricción de la migración a gran escala, Macron pretende regularizar, sin llegar a conceder la ciudadanía, a todos aquellos migrantes que lleven más de tres años en suelo francés y se pongan en manos de las autoridades laborales para cubrir puestos en sectores especialmente necesitados de mano de obra. Pese a ello, y aún sin la ley aprobada, Francia expulsó a 15.396 inmigrantes ilegales de su territorio a lo largo de 2022, lo que supone un incremento del 15% respecto a 2021.

placeholder Militares franceses patrullan las calles de París durante los disturbios por la muerte de Nahel Merzouk. (Reuters/Nacho Doce)
Militares franceses patrullan las calles de París durante los disturbios por la muerte de Nahel Merzouk. (Reuters/Nacho Doce)

En 2017, cuando Macron fue elegido presidente frente a Le Pen, mantenía una promesa de progreso en temas como las libertades públicas, los derechos individuales y la gestión de la inmigración. Sin embargo, sus ya seis años en el Elíseo han dejado un endurecimiento de la política migratoria y un recorte en derechos civiles y políticos, como el derecho a la manifestación. "Ciertamente, el macronismo ha adoptado varios temas propios de la extrema derecha, fundamentalmente desde la llegada de Darmanin al Ministerio del Interior. A día de hoy, el wokismo, la inmigración, la seguridad y el orden son recurrentes en el discurso macronista", explica Cuenca.

Pero, en realidad, el problema va más allá de un supuesto enfrentamiento entre la población migrante y la de origen nacional. La idea francesa de ascensor social, por la que un ciudadano nacido en Francia con independencia de su origen o clase podía ascender en el escalafón social, ha quedado rota por la crisis económica de la que el país no ha conseguido salir desde hace más de una década. Tiempo en que se han sucedido distintas políticas de recorte en el gasto social y del sistema público, realizadas por gobiernos de distintos colores.

Los que 'tienen' vs. los que 'no tienen'

"En Francia, la brecha entre los que tienen y los que no tienen se ha ensanchado hasta el punto de que la justicia social parece inalcanzable, esto provoca mucho resentimiento y revueltas", dice Camus, en entrevista con El Confidencial. El experto añade que, de este deterioro social, surge el voto al partido de Le Pen: "Personas que no habrían votado a Le Pen hace 20 años dicen ahora 'Saltemos al vacío', probando con la derecha populista para volver a empezar".

Foto: Un manifestante de los chalecos amarillos ante el Arco del Triunfo, en París. (Reuters)

Francia terminó 2022 con una tasa de riesgo de pobreza del 15,6%, más de 10 millones de personas, según datos de Eurostat. Un número que no ha dejado de crecer desde que Macron llegó al Eliseo en 2017, cuando la cifra se situaba en el 13,2%. Según un estudio de la ONG francesa Secours Populaire, realizado a finales de 2022, uno de cada cuatro franceses dice estar en una situación precaria y un 42% suprimió incluso una de las comidas diarias a causa de la inflación. Por tanto, existen razones estructurales que afectan a toda la sociedad francesa y no solamente a la de carácter migrante.

En sus declaraciones a Le Point, Macron añadió que Francia "necesita menos pantallas y más escolarización", atribuyendo la extensión de los disturbios de principios de verano al tiempo que los adolescentes pasan en redes sociales. También agregó que debería obligarse a los alumnos con malas calificaciones a regresar a clase dos semanas antes que sus compañeros. Con todo, el sistema educativo público, clave en el proyecto de integración republicano, es uno de los sectores que más huelgas ha vivido en los años de la pospandemia. La ONG francesa Linkee, que lucha contra el desperdicio alimentario, publicó a inicios del curso 2022/23 que dos de cada tres estudiantes se encuentran en una situación "extremadamente precaria". Porque, una vez pagadas todas sus facturas (vivienda, abono de transporte, internet y telefonía), les quedan menos de 50 euros para cubrir el resto de sus necesidades. Evidenciando que existe una brecha generacional por la que parte de los jóvenes franceses no se sienten parte del sistema social.

placeholder Bombero apagando un coche en llamas durante los disturbios de finales de junio tras el asesinato policial del joven Nahel Merzouk. (Reuters/Pascal Rossignol)
Bombero apagando un coche en llamas durante los disturbios de finales de junio tras el asesinato policial del joven Nahel Merzouk. (Reuters/Pascal Rossignol)

Pero el control migratorio o la mano dura con los jóvenes no son los únicos escenarios donde el mandato de Macron ha adoptado narrativas de su rival política Le Pen.

Desde la llegada del joven político al Eliseo, se han sucedido distintas protestas sociales de alta intensidad, como el movimiento de los chalecos amarillos o las protestas contra la reforma de las pensiones. Frente a ello, se han aprobado ya dos leyes que limitan el derecho a la protesta. La primera, a finales de 2019, en respuesta directa a los chalecos amarillos, prohíbe la asistencia a una manifestación a alguien que, por sus comportamientos en manifestaciones pasadas, "constituya una amenaza para el orden público". La segunda se aprobó en abril de 2021, y penaliza la difusión de imágenes de la actuación de las fuerzas policiales durante las protestas, entre otras restricciones.

"Probablemente, a aquellas personas que han vivido y prosperado en un sistema social dado, les es imposible imaginar el punto de vista de quienes, al no haber esperado nunca nada de ese sistema, contemplan su destrucción sin especial temor", que decía Houellebecq. Las políticas de Macron están ahondando en la brecha entre los que están dentro y fuera del sistema sin tener en cuenta que sería la persistencia de la crisis económico-política que vive el Estado francés la que expulsa cada vez fuera a más parte de la población. Ante esta situación, el considerado como la alternativa liberal frente a la intolerancia de Le Pen, no tendría más alternativa que aplicar la mano dura. "Lo que busca el macronismo es disciplinar a estos sectores de la población francesa, ya sea a través del trabajo, condenando sus formas de protesta o estigmatizándolos. Para ello, busca apoyarse en instituciones como la familia y la enseñanza como una forma de autoritarismo por delegación", concluye Cuenca.

"Probablemente, a aquellas personas que han vivido y prosperado en un sistema social dado, les es imposible imaginar el punto de vista de quienes, al no haber esperado nunca nada de ese sistema, contemplan su destrucción sin especial temor". Esta cita bien podría referirse a los miles de jóvenes que protestaron en las calles de Francia tras la muerte a manos de un policía del adolescente de 17 años Nahel Merzouk. Estos manifestantes llegaron a quemar escuelas y bibliotecas, ante un público general que no entendía como unos jóvenes, que a priori protestaban por una causa justa, podían terminar vandalizando instituciones clave del ascensor social francés.

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