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Los suicidios que Francia no quiere afrontar: "Necesitamos psicólogos en el cuerpo de policía"
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La crisis más allá de Nahel

Los suicidios que Francia no quiere afrontar: "Necesitamos psicólogos en el cuerpo de policía"

Los disturbios de los últimos días han aumentado la hostilidad entre los jóvenes de los suburbios y los cuerpos policiales, que afrontan un alto índice de suicidios

Foto: Un grupo de policías, en las calles de París. (L.F.)
Un grupo de policías, en las calles de París. (L.F.)

Precariedad y presión en las comisarías. Desconfianza, violencia y tensión en las calles. Este es el caldo de cultivo perfecto para que la salud mental de los policías se haya convertido en una de las principales preocupaciones para el gremio en Francia, pero que el Gobierno de Emmanuel Macron no quiere afrontar. Los suicidios en el cuerpo policial galo se caracterizan por el silencio total que los envuelve, a pesar de considerarse ya un problema de Estado. "He perdido a más compañeros por suicidios que en intervenciones policiales peligrosas", comenta Christophe Girard, vicepresidente de la asociación SOS Policiers en Détresse.

En enero de 2022, 12 agentes se quitaron la vida, una cifra mensual récord que obligó al ministro del Interior, Gérald Darmanin, a reunirse con sindicatos y asociaciones para encontrar una solución. De aquella reunión salió la formación Sentinelles, un dispositivo parecido al que ya se había aplicado en Canadá con el objetivo de formar y ofrecer herramientas a los agentes para mejorar su salud mental y dotar las comisarías con más psicólogos. Además, dentro de este plan, el Gobierno solicitaba formar a agentes voluntarios para detectar posibles casos entre los compañeros. Sin embargo, según denuncian los sindicatos, el 80% de los voluntarios son comandantes o comisarios que no tienen contacto directo con los agentes base.

"Ahora mismo, lo que hace falta es reformular el plan actual y ofrecer más psicólogos de proximidad en las comisarías. También psicólogos formados en la cultura del policía", nos cuenta Yohan D., policía en París y creador de la asociación Pep's- SOS. La agrupación nació en 2018 para combatir los suicidios entre la policía y, según Yohan, desde su creación, cada día reciben llamadas de compañeros.

Foto: Un bombero francés intenta extinguir el fuego de un coche ardiendo. (Reuters/Pascal Rossignol)

El viernes pasado, el ministro del Interior volvió a reunirse con los sindicatos para tratar la última crisis por el caso Nahel, el joven fallecido por disparos de la policía el pasado junio. Los sindicatos afirmaron que se sintieron satisfechos tras la reunión con Darmanin y que escuchó las demandas para que "la presunción de inocencia no se convierta en una presunción de culpabilidad" cuando se trata de un policía, dijo uno de los portavoces, Olivier Varlet.

Más violencia, más suicidios

Francia cuenta con un total de 148.500 policías y 101.000 gendarmes —similar a la Guardia Civil española—, y según los datos de Mutuelle Générale de la Police (MGP), el 24% de los agentes ha reconocido haber manifestado pensamientos suicidas. En 1996 se registró el récord de cifras de policías que se suicidaron, con un total de 71 agentes. El año pasado, se registraron 46 muertos por suicidio, y aunque no hay cifras todavía de 2023, los primeros informes apuntan a que el número rondaría la decena. El último caso ocurrió el pasado mes de junio, cuando un comisario de unos 50 años se quitó la vida en la comisaría de Valence, en la región de Drôme.

La mayoría de los casos suelen producirse en las mismas comisarías, en los vestuarios y al acabar la jornada. El 60% lo hace con el arma de servicio y muchos de ellos son agentes que están sujetos a mucha presión y consideran que tienen trabajos precarios. "Los policías vivimos situaciones traumáticas. En estos momentos, tenemos un chaleco antibalas para protegernos físicamente, pero no tenemos nada para protegernos mentalmente de esas situaciones. No tenemos un chaleco psicológico", insiste Yohan.

Foto: Agentes antidisturbios durante los enfrentamientos tras una manifestación en memoria de Nahel, en Marsella. (EFE/Sebastien Nogier)

Además de la precariedad o las largas jornadas de trabajo, el aumento de la violencia en las calles se ha identificado como una de las principales causas que afectan a la salud mental de los policías. Los números hablan por sí solos y, si los analizamos, coinciden los picos de suicidios en la policía con las épocas de mayor trabajo para ellos o violencia en el país. En 1996, se registraron 71 suicidios en el cuerpo, según el gráfico de datos de Sicop publicado en Libération. Un año antes, en 1995, Francia sufrió uno de sus mayores períodos de huelgas contra el Plan Juppé. Una época de crisis económica y política en el país, que se alargaría hasta 1998, coincidiendo con otro de los picos.

Recientemente, en 2019, tuvo lugar otro pico después del movimiento de los chalecos amarillos, así como después de la alerta terrorista. "Es un trabajo en el que hay que ser fuerte todo el tiempo, pero hay que ser capaz de aceptar que no siempre se puede estar al 100%. El ritmo de trabajo no permite a los agentes tener una vida social real durante meses", afirmaba en 2019 para Europe1 Philippe Capon, secretario general del sindicato UNSA.

Solo en 2021, la asociación SOS Policiers en Détresse recibió 6.000 llamadas de policías con estrés postraumático. Según el último estudio realizado por el Instituto Nacional de Salud de Francia, la tasa de suicidio en el cuerpo francés es un 36% superior a la media de la población. El Ministerio del Interior argumentó esta cifra por "el hecho de que los policías y los gendarmes tengan un arma de servicio, que lamentablemente contribuye más a pasar al acto".

Una reforma para frenar el descontento

"Estamos cada día cara a cara frente a la violencia, con jornadas largas, en situaciones límite. No todo el mundo aguanta de la misma manera", nos cuenta Paul (nombre ficticio), un agente de 35 años de París.

Foto: Agentes antidisturbios franceses caminan junto a un vehículo volcado durante el quinto día de protestas tras la muerte de Nahel. (Reuters / Juan Medina)

Después de la muerte de Nahel a manos de un policía y de las posteriores protestas, el debate sobre la reforma del cuerpo policial ha llenado programas de televisión, debates en la Asamblea Nacional y en el Senado. A pesar de que la ONU ha vuelto a pedir al Gobierno francés "abordar el problema de la violencia y el racismo dentro de los cuerpos policiales", y aunque el prefecto de París, Laurent Nuñez, niega la problemática, Macron sigue sin pronunciarse al respecto. Ninguna medida —o reforma— por el momento.

En la calle, en especial los jóvenes, piden un cambio y una reforma de la policía. El 60% de los jóvenes franceses no tiene una imagen positiva del cuerpo, y el 57% de la población cree que la policía trata distinto a las personas racializadas. "Se habla de descontento en las barriadas por las desigualdades económicas, pero lo que realmente ha hecho explotar los suburbios, en el caso Nahel, ha sido la violencia de la policía", cuenta Shahin, un joven de Argenteuil, la periferia de París.

Foto: Imágenes de la noche del 1 de julio en París. (EFE/Mohammed Badra)

Dentro de este cambio, también están los sindicatos policiales, quienes se quejan de que acumulan más de 24 millones de horas extra no pagadas, sobre todo por trabajar los sábados, cuando suelen producirse el mayor número de manifestaciones en el país. Los sindicatos apuntan a que esta situación ha provocado un estado de malestar en el cuerpo. "Partimos de una base en que los policías han perdido la confianza en el presidente de la República", afirmó el pasado mes de julio para FranceInter Grégory Joron, secretario general del sindicato Unité-SGP-Police-FO.

El presidente Macron insiste en la frase "¿quién había previsto lo que ha sucedido?" con relación a las últimas protestas, pero los sindicatos, los alcaldes de las zonas en los suburbios y distintas asociaciones llevan años levantando la mano, avisando de que esta bomba de relojería iba a volver a explotar, como ya pasó en 2005 con Zyed y Bouna, en 2020 con Adama Traoré y ahora con Nahel.

El cuerpo de policía francés es una olla a presión en la que, por un lado, los agentes mal pagados, cansados y sin el equipo suficiente deben afrontar el aumento de la violencia en el país. Por otro lado, un país en el que los jóvenes no están dispuestos a seguir tolerando los abusos y la violencia policial que, según ellos, sufren en las barriadas. Solo falta esperar a que alguien vuelva a abrir la caja de los truenos para que estalle, de nuevo, la guerra.

Precariedad y presión en las comisarías. Desconfianza, violencia y tensión en las calles. Este es el caldo de cultivo perfecto para que la salud mental de los policías se haya convertido en una de las principales preocupaciones para el gremio en Francia, pero que el Gobierno de Emmanuel Macron no quiere afrontar. Los suicidios en el cuerpo policial galo se caracterizan por el silencio total que los envuelve, a pesar de considerarse ya un problema de Estado. "He perdido a más compañeros por suicidios que en intervenciones policiales peligrosas", comenta Christophe Girard, vicepresidente de la asociación SOS Policiers en Détresse.

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