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Así ha 'hackeado' la UE la crisis migratoria desatada por Bielorrusia en la frontera polaca
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Luces verdes en la frontera

Así ha 'hackeado' la UE la crisis migratoria desatada por Bielorrusia en la frontera polaca

A diferencia que otras potencias, la UE no suele -ni puede- ser expeditiva. Pero en esta ocasión la amenaza de sanciones económicas a las aerolíneas está rebajando la tensión

Foto: Inmigrantes en los centros abiertos por Bielorrusia (Belta/Maxim Guchek vía Reuters)
Inmigrantes en los centros abiertos por Bielorrusia (Belta/Maxim Guchek vía Reuters)

El trasiego de controles policiales, camiones militares y sonido de sirenas es una constante en los pueblos de la frontera polaca. Los uniformados se han multiplicado a lo largo de los 400 kilómetros de frontera terrestre que separan Bielorrusia de Polonia. Todos los coches que surcan las carreteras próximas al bosque que mantiene varadas a miles de personas son inspeccionados para garantizar que no hay refugiados o migrantes a bordo. Un día a día que se replica desde el 2 de septiembre, cuando Varsovia declaró el estado de emergencia en 183 ciudades fronterizas.

La imagen de la caza al refugiado orquestada por el Gobierno contrasta con la otra cara de la Polonia 'verde'. Al caer la gélida noche, los vecinos de la localidad de Michalowo iluminan sus casas con una luz de este color. Es una señal velada que avisa a los refugiados de que son lugares seguros donde encontrar cobijo. Pueden llamar al timbre con garantía de ayuda. Una iniciativa que ya se ha extendido a otras urbes limítrofes.

Esta acción de solidaridad encubierta puede acarrear consecuencias para los que las llevan a cabo. Pueden ser acusados de tráfico ilegal de personas. Los vecinos de esta próspera localidad son conscientes del riesgo que corren. Y, por ello, no quieren hablar. Cierran la puerta con apremio. La herencia de Hungría, el gran aliado de Polonia en el tándem iliberal de la UE, no allana el camino para ser optimistas. El Gobierno de Víktor Orbán penaliza por ley la ayuda a los migrantes.

El miedo planea por todos los sectores de la sociedad polaca: migrantes, ciudadanos de a pie y miembros de la sociedad civil. Kasia, una activista que prefiere ser identificada solo con su nombre por miedo a represalias, explica que desde hace dos semanas los ultras han comenzado a adentrarse en los bosques buscando a activistas y migrantes. "Están tratando de intimidarnos, de atrapar a los migrantes e informar a las fuerzas de seguridad", explica.

placeholder Una casa con luces verdes en un pueblo de la frontera polaca (María Zornoza)
Una casa con luces verdes en un pueblo de la frontera polaca (María Zornoza)

La historia de esta Polonia cara a cara con una crisis humanitaria a pocos kilómetros de su cotidianidad es la historia de un país dividido. Blindaje total frente a resistencia. Una encuesta reciente elaborada por el portal rp.pl muestra que el 39% de los polacos ve con buenos ojos la gestión con mano de hierro ejercida por el Gobierno en esta disputa con Bielorrusia. El 36% cree que la actuación es negativa y el 25% dice no tener una opinión al respecto.

El Gobierno de Mateusz Morawiecki ha ayudado, de alguna forma, a exacerbar esta polarización. Las ruedas de prensa celebradas con la llegada de los primeros migrantes azuzados por el régimen de Alexander Lukashenko contra las fronteras europeas proyectaban a los refugiados como "pedófilos" y "zoófilos". A pesar de ello, las iniciativas para ayudar a los migrantes que conseguían alcanzar territorio comunitario no han dejado de multiplicarse: redes de acción conjunta, donaciones de víveres o un grupo de Signal donde se envían las coordenadas cuando alguien avista a un migrante en el bosque. Es la cara más amable de este drama humanitario.

La 'pinza' europea

Pese a la tensión que continúa en la frontera polaca, hay algunos signos de que la crisis está rebajándose. A diferencia que otras potencias, la UE no suele -ni puede- ser expeditiva. En este "ataque híbrido" de Lukashenko contra las fronteras de la UE, los países afectados han acusado a la Unión de la usual lentitud de reacción. Sin embargo, en el último mes se han activado los engranajes diplomáticos y de presión económica que esta semana han empezado a hacer efecto. El Alto Representante de la UE, Josep Borrell, ha viajado en el último mes a pácticamente todos los países de la zona. La canciller alemana Angela Merkel ha hablado en las últimas semanas hasta en dos ocasiones con el líder bielorruso Alexandr Lukashenko, normalmente ignorado en los círculos gubernamentales, y también se ha dirigido a Vladímir Putin, considerado el principal valedor del bielorruso.

Pero sobre todo en este caso, la diplomacia europea ha señalado quirúrgicamente a las aerolíneas. Al menos 600 aviones desde Líbano, Irak, Siria, Emiratos Árabes Unidos y Turquía han aterrizado en Minsk desde principios de julio, cargados de pasajeros con solo un billete de ida y un visado de paso bielorruso. El pasado fin de semana, en un encuentro de la presidenta de la Comisión Ursula von der Leyen con el presidente estadounidense Joe Biden, von der Leyen advirtió de que la Unión -incluso con apoyo de EEUU- estaba preparada para imponer sanciones económicas o incluso de prohibición de vuelos hacia el mercado europeo y limitaciones de acceso al espacio aéreo a las aerolíneas que contribuyeran a la crisis. "La UE explorará cómo sancionar, incluyendo a través de poner en la lista negra, a las aerolíneas de terceros países que son activas en el tráfico de seres humanos", afirmó Von der Leyen.

Foto: Migrantes se calientan frente a una hoguera en un campamento improvisado en la frontera entre Bielorrusia y Polonia. (EFE/Maxim Guchek)

La amenaza estaba bien enfocada. La UE es un gran mercado en un momento en el que muchos vuelos internacionales sufren limitaciones por la pandemia de coronavirus y las aerolíneas necesitan efectivo. En apenas tres días, la principal aerolínea que operaba rutas desde Oriente Medio a Minsk, Turkish Airlines, anunció que suspendía los pasajes de solo ida de iraquíes, sirios o yemeníes (las principales nacionalidades de los migrantes atrapados en la frontera bielorrusa) con destino Minsk. Los vuelos desde Estambul siguen operando, pero sensiblemente más vacíos y a menor ritmo.

Otras aerolíneas siguieron: Iraqi Airlines ha confirmado que no reanudará los vuelos a Minsk y Cham Wings, aerolínea siria con vínculos a la familia Asad, ha suspendido directamente todas las rutas con Bielorrusia. "Dado que la mayoría de los pasajeros de Cham Wings que vuelan a Minsk son sirios y es difícil identificar a los pasajeros que vuelan a Bielorrusia como su destino final y a los que son inmigrantes, los vuelos se suspenden de inmediato", ha afirmado en un comunicado. La última gran ruta migratoria, desde Dubái, también va camino de cerrarse: la aerolínea FlyDubai ha empezado a prohibir embarcar a iraquíes y sirios.

La amenaza ha forzado la marcha atrás incluso de la aerolínea estatal bielorrusa, Belavia. Pese a que tras el 'secuestro' aéreo de un opositor al régimen de Lukashenko que viajaba de Grecia a Lituania sobrevolando el espacio aéreo bielorruso la UE ya había bloqueado su espacio aéreo a las aerolíneas del país, esta renovada tanda de sanciones podrá afectar también al 'alquiler' (leasing) de aeronaves: nueve de las diez mayores empresas de arrendamiento financiero de aviones tienen sede en Irlanda, y la décima es danesa. Para limitar costes, muchas aerolíneas alquilan gran parte de su flota a estas empresas, en lugar de comprar los aviones. Belavia alquila 17 de sus 30 aviones a compañías irlandesas, según detalles de portales web especializados.

A principios de esta semana, el ministro de Exteriores irlandés, Simon Coveney, anunció que suspendería esos 'alquileres' a Belavia. Y si esos 17 aviones no fueran devueltos voluntariamente, la regulación internacional recoge que podrían ser confiscados tan pronto como aterrizaran en un aeropuerto extranjero. Además de a Estambul y Rusia, Belavia opera numerosos vuelos a los países del Cáucaso y a ciudades costeras egipcias. Sin esos aviones cedidos por empresas irlandesas, Belavia podría enfrentarse al colapso total. Desde este viernes prohibirá el acceso a sus aviones a ciudadanos afganos, libios, sirios, iraquíes o yemeníes en la ruta Taskent (Uzbequistán) a Minsk, según ha anunciado la aerolínea.

Vuelos de repatriación

Este jueves partió desde Minsk el primer vuelo de evacuación de inmigrantes, organizado por Irak, con cerca de 430 personas, la mayoría kurdos iraquíes, a bordo. Lukashenko, en una llamada con Merkel, se ha ofrecido a asegurar la repatriación de al menos 5.000 migrantes y refugiados varados en Bielorrusia si la UE aceptaba acoger a unos 2.000, una propuesta que, según ha informado el gobierno alemán, ha sido rechazada por la canciller pero que refleja el intento bielorruso de rebajar la tensión.

"Estamos viendo los primeros resultados, los vuelos organizados por el régimen [de Lukashenko] desde Oriente Medio están parando, y los migrantes en Bielorrusia están volviendo a casa", ha afirmado el presidente lituano, Gitanas Nauseda. La parte polaca no está tan convencida. Aunque se cierren las rutas y se limite la llegada de nuevos migrantes, todavía quedan unos 7.000 en Bielorrusia (según las autoridades bielorrusas), que no van a desaparecer y que muchos seguirán intentando cruzar a alguna de las fronteras europeas, Polonia, Lituania o Estonia.

Frente a la dureza del Gobierno polaco y el acerado respaldo de la UE a la estrategia de Varsovia, la Bielorrusia de Lukashenko estaba intentando dibujarse como la más "humanitaria" en el drama de la frontera. Sin embargo, las crecientes imágenes de inmigrantes congelándose entre los bosques, los testimonios de golpes y robos por parte de las fuerzas de seguridad bielorrusas empujándolos a las duras condiciones de la gélida frontera y los crecientes casos de hombres, mujeres o incluso niños muriendo de frío en el lado bielorruso han podido empujar al propio Lukashenko a una nueva estrategia.

En los últimos días, autobuses fletados por el Gobierno bielorruso han comenzado a trasladar a los algo más de 1.000 migrantes varados en el mayor campamento junto a la frontera con Polonia, en los bosques bielorrusos. Han sido trasladados a varios centros organizados a toda prisa donde, -según las imágenes distribuidas por la agencia de noticias estatal Belta- se les ha proporcionado mantas, colchones y comida.

placeholder Uno de los centros organizados por Bielorrusia en la ciudad de Bruzgi (Belta/Maxim Guchek vía EFE)
Uno de los centros organizados por Bielorrusia en la ciudad de Bruzgi (Belta/Maxim Guchek vía EFE)

"Hay menos gente que hace tres semanas en el bosque. Las condiciones y las temperaturas gélidas son durísimas, los termómetros están bajo cero. Además, los refugiados también son más conscientes de que la policía y los soldados están por todos lados. Hay muchos soldados y mucha tecnología sobre la zona, lo que hace que la situación mucho más complicada para los refugiados y para nosotros los activistas", detalla Kasia.

Pese a la aparente desescalada de la crisis, como sucede en otras rutas migratorias, el crudo invierno las adormece y pone a hibernar. Pero por mucho que las frías temperaturas echen atrás a algunos migrantes, la ruta podrá reverdecer cuando llegue la primavera.

Los invisibles

Los refugiados son los grandes protagonistas y a la vez los principales desaparecidos. La crisis de los migrantes y refugiados en la frontera polaco-bielorrusa es la crisis de las historias anónimas. El miedo a ser interceptados provoca una sensación fantasma. Están en todos lados y en ninguno. Todo el mundo habla de ellos, pero muy pocos con ellos. Hay hastío. Pero sobre todo hay miedo. "Lo sentimos pero no aceptamos a periodistas. Los refugiados están cansados y necesitan tranquilidad". Es el cartel que cuelga la ONG Fundacja Dialog en Byalistok. Su centro acoge a varios de los pocos refugiados que han conseguido sortear el flanco polaco. Se encuentran en cuarentena. Sus instalaciones tocan puerta con puerta con otras que acogen a personas sin hogar y con problemas de alcoholemia. Todo ello transcurre ante la atenta mirada de la gran comisaría de policía que se encuentra al otro lado de la valla.

La búsqueda constante de los refugiados en Polonia va más allá de las fuerzas de seguridad, que tienen la consigna del Ejecutivo liderado por el Partido Ley y Justicia (PiS) de detener a cualquier persona que cruce de forma irregular a través de Bielorrusia. Los centenares de periodistas procedentes de todo los rincones del mundo que se agolpan en la zona se dan codazos para poder encontrar y hablar con ellos. En la jerga de la profesión para encontrar "historias". Tal es así que el entierro de un migrante se convierte es una especia de círculo mediático. Es la segunda víctima que encuentra sepulcro en la villa tártara de Bohoniki en la misma semana. La inscripción de su tumba marca un "NN (del latín nombre desconocido), 22-10-2021". Los focos inundan la ceremonia oficializada por el imán Alekasander Ali. Además de los flashes de las cámaras, a NN le acompañan miembros de la comunidad musulmana. Nadie sabe quién es. Solo ha trascendido que murió de frío y agotamiento y que su edad rondaba los 30 años.

placeholder Momento del entierro del inmigrante no identificado fallecido en la frontera Bielorrusia-Polonia. (Reuters/Marko Djurica)
Momento del entierro del inmigrante no identificado fallecido en la frontera Bielorrusia-Polonia. (Reuters/Marko Djurica)

Las restricciones y el blindaje a los accesos al lugar donde transcurre esta tragedia humana no son exclusivos de Polonia. La situación se extiende hasta Lituania, el otro afectado por esta batalla geopolítica. La policía impide el acceso a este periódico a la frontera, a pesar de que el país no cuenta con una zona de exclusión. La Europa de los muros y las alambradas quiere evitar las miradas incómodas. En el otro lado, Bielorrusia aprovecha el momentum mediático para hacer 'tours' que proyecten al mundo una imagen negativa de Europa, frenando a personas vulnerables bajo condiciones y temperaturas límite.

Un bosque 'maldito'

El grito silencioso de los migrantes -2.000 según el Gobierno bielorruso; 4.000 en cifras proporcionadas por el polaco- queda diluido en la inmensidad del bosque de Bialowieza, que conecta a ambos países enfrentados.

Esta semana, una mujer siria relató, al ser encontrada, que había perdido a su bebé de un año un mes atrás tras deambular por su sinfín de árboles salvajes. Lo que comenzó como una crisis política ha desatado una crisis humanitaria que se cobra así su víctima mortal más joven. Al menos una decena más de personas habrían muerto en las entrañas de este infierno gélido a causa del agotamiento y la hipotermia.

Las raíces de Bialowieza rebosan historia y tragedia. Ha sido ocupado por las tropas de Stalin y de Hiter, que aspiraba a convertirlo en el coto de caza más grande del mundo. Ha visto caer congelados a oficiales comunistas y nazis. Y hasta ha sido lugar de arresto de personas posteriormente enviadas a los gulag de Siberia o a los campos de concentración.

Durante los últimos años ha sido incluso protagonista directo de la tensión entre Polonia y la UE. Bruselas denunció al país ante el Tribunal de Justicia de la UE (TJUE) por una tala masiva de árboles en la que es una de las últimas reservas vírgenes del continente. Pasado, presente y futuro se entrelazan en este rincón de la última frontera europea en la que miles de personas aguardan un destino incierto.

El trasiego de controles policiales, camiones militares y sonido de sirenas es una constante en los pueblos de la frontera polaca. Los uniformados se han multiplicado a lo largo de los 400 kilómetros de frontera terrestre que separan Bielorrusia de Polonia. Todos los coches que surcan las carreteras próximas al bosque que mantiene varadas a miles de personas son inspeccionados para garantizar que no hay refugiados o migrantes a bordo. Un día a día que se replica desde el 2 de septiembre, cuando Varsovia declaró el estado de emergencia en 183 ciudades fronterizas.

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