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Putin lanza su órdago del gas: ¿está la UE preparada para lo que viene?
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La gran batalla energética llegó

Putin lanza su órdago del gas: ¿está la UE preparada para lo que viene?

La burbuja que mantenía con vida el suministro del gas ruso a Europa estaba destinada a estallar desde el momento en que comenzó la guerra de Ucrania

Foto: Ilustración con el logo de Gazprom y la bandera rusa. (Reuters/Dado Ruvic)
Ilustración con el logo de Gazprom y la bandera rusa. (Reuters/Dado Ruvic)
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Fue impactante, pero no debería sorprender. La “completa suspensión de las exportaciones de gas” a Polonia y Bulgaria anunciada por el monopolio gasístico ruso Gazprom este miércoles llevaba tiempo siendo adelantada por el Kremlin. Hace apenas un mes, el presidente ruso, Vladímir Putin, ya advirtió a todos los denominados “países hostiles” —incluida, claro está, la Unión Europea al completo— de que debían pagar el gas ruso con rublos, pese a que los contratos vigentes establecen el euro como la moneda a utilizar. El 31 de marzo, Putin firmó el decreto presidencial 172, que ponía negro sobre blanco su amenaza. De aquellos barros, estos lodos.

Durante la antesala de la invasión de Ucrania, medios y ‘think tanks’ de todo el mundo publicaron decenas de análisis y piezas de opinión en torno a la posibilidad de que Rusia cortara el grifo del gas a Europa. Sin embargo, una vez empezó el conflicto, el suministro ruso continuó con normalidad hacia los Estados miembros, una anomalía propia de la codependencia entre el principal vendedor y el principal cliente. Sin embargo, como bien preveía Bruselas, tal burbuja estaba destinada a estallar más temprano que tarde. A comienzos de marzo, la comisaria europea de Energía, Kadri Simon, aseguró que la UE había hecho los preparativos necesarios para esta circunstancia. "Estamos preparados para que las represalias de Rusia puedan abarcar el sector energético (...). Tenemos planes de contingencia en caso de interrupción parcial o total del suministro de gas natural", afirmó Simon.

El 40% del gas importado que consume la UE proviene de Rusia —además del 37% del petróleo y el 19% del carbón—, lo que convierte las exportaciones energéticas en la principal arma de Putin frente a las sanciones occidentales y el envío de armas a Ucrania. Apenas unos días después de las palabras de Simon, el 8 de marzo, la Comisión Europea presentó su propuesta para reducir un 65% las importaciones de gas ruso antes del final del año y lograr la independencia en 2027. Pero Putin ha tomado la iniciativa y la amenaza se ha hecho realidad. Polonia y Bulgaria pueden ser solo las primeras piezas del dominó. La próxima ronda de pagos que el Kremlin espera recibir en su moneda será en mayo, cuando podrían producirse nuevos cortes en el suministro. Ante esta rápida escalada del castigo ruso, ¿están los Veintisiete realmente preparados para lo que viene?

Un vistazo al mapa muestra que los Estados miembros afrontan un peligro desigual de cara al próximo invierno, cuando las reservas de gas volverán a ser necesarias para alimentar las calefacciones. De los 27 Estados miembros, 16 estarían en 'riesgo alto' o 'riesgo medio' hacia finales de año si cesan por completo las importaciones de gas natural ruso, según la última evaluación del Instituto Económico Polaco. Solo 11, incluida España, pueden afrontar la primavera y el verano con la tranquilidad de que tienen capacidad de almacenamiento suficiente y oportunidades para diversificar el suministro.

"Estamos instando a los Estados miembros a prepararse para la próxima temporada de calefacción, que podría ser muy, muy difícil para la economía europea", advirtió este martes Simon. No fue la única en lanzar el mensaje de alerta. “El invierno es el mejor aliado del señor Putin. La UE no puede llegar a octubre de 2022 sin estar preparada”, advertía el miércoles en un documento compartido en Twitter Simone Tagliapietra, investigador del ‘think tank’ Bruegel, especializado en energía. “Necesitamos una respuesta europea fuerte y coordinada en la compra de gas, el relleno de los depósitos, el diseño del mercado energético de la UE y, por supuesto, sanciones inteligentes a los flujos de gas y petróleo rusos a Europa”, sentenciaba.

Pese a los recientes esfuerzos europeos por diversificar su suministro, una guerra energética total continuaría teniendo un efecto devastador sobre la economía de la mayoría de los Estados miembros. Las empresas europeas ya atraviesan de por sí momentos extraordinariamente complicados por los elevados costos de energía, lo que amenaza los márgenes de ganancias y reduce el poder adquisitivo de los consumidores. En caso de producirse un cierre total del grifo, advertía ayer en 'The New York Times' Jonathan Hackenbroich, investigador de ECFR, "las fábricas tendrían que frenar la producción o incluso cerrar; algunas industrias clave podrían perderse para siempre y es preciso evaluar la dimensión absoluta de las consecuencias".

La batalla por el rublo

Para sortear las sanciones que impiden a Rusia acceder a sus reservas de divisas, el Kremlin empezó a exigir a las compañías europeas un ejercicio de ingeniería financiera que le permitiría recibir rublos por sus exportaciones energéticas. Estas, de acuerdo con las exigencias rusas, deben abrir cuentas especiales en el banco Gazprombank —exento de sanciones pese a ser el brazo financiero de la gasística estatal— donde pueden pagar en euros o dólares, que la entidad cambiaría por rublos en el mercado de divisas de Moscú y que acto seguido emplearía para pagar por el gas en nombre de los europeos. La UE se niega en redondo a cumplir con esta exigencia, que no aparece estipulada en los contratos.

Foto: Tuberías de gas en Polonia. (Reuters/Wojciech Kardas)

¿Por qué esta obsesión por el pago en rublos? "Esto es una batalla a todos los niveles, tanto militar como económico y financiero. Rusia intenta usar sus armas lo mejor posible y pedir que se le pague en rublos tiene mucho sentido", analiza el economista Miguel Otero, investigador principal del Real Instituto Elcano, en conversación con El Confidencial. "Hace que el valor del rublo se mantenga, que el banco central ruso —y, por lo tanto, el Estado— tenga un mayor control de las divisas que entran y evite así posibles evasiones de capitales", continúa. Además, "es un mensaje geopolítico a países como China o India de que el rublo va a mantener su valor", remata el experto. A esto hay que añadir un último factor siempre importante para el Kremlin: el potencial de causar divisiones entre los Estados miembros de la UE.

Polonia y Bulgaria solo han sido los primeros países de la UE en dejar que venzan las fechas de pago sin haber obedecido los deseos de Putin. Solo la Hungría de Viktor Orbán se ha mostrado a favor de hacerlo. Sin embargo, según reveló ayer Bloomberg, hasta 10 empresas europeas sí han seguido las instrucciones rusas para seguir importando gas en los primeros días de la invasión de Ucrania. De entre ellas, cuatro compradores ya habrían pagado por el combustible en rublos, rompiendo con las indicaciones de Bruselas.

“Las empresas con este tipo de contratos no deberían acceder a las exigencias rusas. Esto sería un incumplimiento de las sanciones, por lo que supondría un alto riesgo para las empresas”, indicó el miércoles la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen. No obstante, la propia Comisión ha confirmado a las compañías europeas que pueden seguir pagando en euros a través de Gazprombank siempre y cuando no involucre el uso de reservas de divisas prohibidas por las sanciones. El diablo, como puede verse, está en los detalles y este tipo de equilibrios complejos puede llevar a fricciones explosivas. Para muestra, un botón. Donald Tusk, expresidente del Consejo Europeo, lanzó ayer una seria acusación. "He oído que no solo Hungría, sino también Austria y Alemania están dispuestos a pagar el gas ruso en rublos. ¿Siguen en la eurozona o en la rublozona?", tuiteó el polaco, actual presidente del Partido Popular Europeo. No hay prueba alguna de que Viena o Berlín hayan aceptado el plan de Putin, pero la polémica está servida.

Un choque inevitable

La decisión del miércoles fue ampliamente interpretada en Bruselas como una represalia por las sanciones económicas contra Rusia y por el reciente aumento de los envíos, junto a Estados Unidos, de armamento pesado a Ucrania. Sin embargo, este choque estaba destinado a suceder desde el momento en que la Unión Europea tomó su decisión más importante a raíz de esta guerra: deshacerse, a medio plazo, de su dependencia del gas ruso.

A pesar de la avalancha de críticas que muchos países europeos —especialmente Alemania— han recibido por no sancionar las exportaciones del combustible, la Unión Europea está moviéndose en esa dirección, solo que a cámara lenta. En lugar de cortar inmediatamente las importaciones de gas, el plan de los Veintisiete es reducirlas gradualmente a lo largo de los dos próximos años. Puede no tratarse del castigo inmediato que una Ucrania cuya población sufre la invasión rusa día tras día desearía, pero eso no significa que, para Moscú, no se trate de una amenaza de primer nivel.

Foto: Foto: Reuters/Maxim Shemetov.

El presidente ruso es consciente de que, cada día que pasa, su capacidad de infligir presión económica sobre la Unión Europea se reduce. “Putin considera que Europa es un cliente que tiene los días contados. Entonces se hace, necesariamente, la pregunta: ‘¿Qué tiene más valor para mí, aprovechar hasta el último céntimo del pago de ese cliente o acelerar la inestabilidad y el dolor económico mientras todavía me necesitan y puedo hacer más daño?”, indica Miguel Otero. Si Moscú quiere hacer que los Estados miembros paguen por sus sanciones y por el apoyo material a Ucrania en esta guerra, el momento de cortar los suministros es ahora y no dentro de unos meses, cuando los tanques de almacenamiento estén más llenos y Europa haya tenido tiempo de diversificar sus compras de gas. “El Kremlin sabe que la carta de crear inestabilidad en Europa tiene una fecha de caducidad”, agrega el experto.

El órdago ruso del gas, por lo tanto, ha comenzado. Una guerra económica contrarreloj mientras Europa intenta escapar del laberinto de la dependencia energética. Eso no significa, necesariamente, que el Kremlin vaya a cerrar el grifo inmediatamente. Como si de una batalla de erizos se tratase, ninguna de las partes puede hacer un movimiento muy drástico sin sufrir un daño considerable en el proceso. Lo más probable es que los cortes de suministro sean progresivos, intermitentes y, sobre todo, proporcionales al involucramiento de las potencias europeas en el conflicto ucraniano y a las nuevas sanciones económicas contra Moscú.

Bruselas está haciendo todo lo posible por proyectar su capacidad de responder unida a estas maniobras rusas dirigidas a fragmentar a los Veintisiete. En paralelo, trabaja por sacar adelante un sexto paquete de sanciones que incluya, por primera vez, las exportaciones petroleras de Rusia. Este mismo miércoles, Bloomberg reportó que Alemania está preparada para respaldar un veto gradual al crudo ruso similar al que ya se ha aplicado anteriormente al carbón procedente del gigante euroasiático. De acuerdo con este mismo medio, propuestas formales al respecto podrían presentarse para su aprobación la próxima semana.

Berlín, precisamente, juega un papel clave en esta carrera entre Rusia y la UE por dañar los intereses del otro bando sin pagar un daño económico insostenible en el proceso. El Gobierno de Alemania, el país que más gas ruso importa de toda Europa, está trabajando día y noche para reducir su dependencia, una tarea titánica que implica la construcción de infraestructuras para recibir una cantidad de gas natural licuado que pueda sustituir al que llega por los gasoductos rusos. Esto lleva tiempo. Robert Habeck, el ministro de Economía alemán, fue cuestionado ayer sobre si sería posible prescindir de las importaciones del combustible desde Moscú a partir del próximo año. "No, por supuesto, eso no es realista. Pero de todos modos tenemos que intentar lo poco realista", aseveró.

Mientras tanto, el baile continúa. Cuanto más ayuden los países europeos a Ucrania en el apartado militar, mayor será el incentivo de Rusia de responder con daño económico en la forma de cortes de suministro. “Visto que ahora va a producirse una importante ofensiva militar rusa [de cara al Día de la Victoria ruso del próximo 9 de mayo], es probable que venga de la mano de una escalada en todos los frentes. El corte del suministro energético de Rusia, por lo tanto, podría aumentar”, vaticina Otero. En definitiva, vienen curvas y está por ver quién ha logrado agarrarse mejor a tiempo.

Fue impactante, pero no debería sorprender. La “completa suspensión de las exportaciones de gas” a Polonia y Bulgaria anunciada por el monopolio gasístico ruso Gazprom este miércoles llevaba tiempo siendo adelantada por el Kremlin. Hace apenas un mes, el presidente ruso, Vladímir Putin, ya advirtió a todos los denominados “países hostiles” —incluida, claro está, la Unión Europea al completo— de que debían pagar el gas ruso con rublos, pese a que los contratos vigentes establecen el euro como la moneda a utilizar. El 31 de marzo, Putin firmó el decreto presidencial 172, que ponía negro sobre blanco su amenaza. De aquellos barros, estos lodos.

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