El día 16 de noviembre, la Nasa intentará, por tercera vez, arrancar su misión para volver a la Luna. Los primeros dos intentos fallaron estrepitosamente, a finales de agosto y a primeros de septiembre, por problemas en el suministro de combustible en los motores. Alto 98 metros, el cohete SLS, es una evolución mejorada de la tecnología que se utilizó en los cohetes del transbordador espacial Space Shuttle. Su papel es fundamental en el desarrollo de la misión de la vuelta a la Luna, pero hasta ahora está siendo uno de los puntos débiles del programa.

Adaptar una tecnología de los años 80 no ha sido tan fácil. De hecho, la NASA ha tardado más de 10 años e invertido más de 23.000 millones de dólares para adaptar los antiguos cohetes del transbordador espacial. A pesar de los numerosos éxitos, el programa Space Shuttle ha sufrido una serie infinita de fallos y se cerró definitivamente en 2011. Entonces, ¿por qué la NASA ha decidido reutilizar esta tecnología para su misión más importante?

Una de las ventajas es que se trata de un cohete mejorado y experimentado. Estrenar un nuevo diseño es siempre más peligroso y arriesgado que reutilizar una tecnología que ya se conoce bien. Además, es mucho más barato que el Saturn V, el cohete de la misión Apolo. Pero también hay un factor político que ha pesado en la elección de este sistema con respecto a otros, como el Falcon X de Musk. Su principal valedor ha sido el Senado de Estados Unidos, que ha decidido financiar el proyecto para salvar la industria aeroespacial.