El pasado 6 de diciembre, el Consejo de Ministros de España anunciaba la creación de la Agencia Espacial Española, cuya sede no estaría en Madrid sino en Sevilla. Un tímido experimento de descentralización que es cada vez más común entre las grandes capitales europeas. Los países bálticos son los más avanzados en este proceso. En Noruega, desde 2018, el Gobierno ya ha empezado el traslado de 1.200 empleados, y Dinamarca ha elegido ya más de 30 ciudades donde se reubicará un tercio de los dependientes públicos. Al otro lado del Atlántico, en México, una de las promesas del presidente Manuel López Obrador fue el desplazamiento de algunas secretarías hacia los estados más periféricos del país, para fomentar los lazos con la Administración central.
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La digitalización y la difusión del teletrabajo han quitado razones a los que sostenían la necesidad de mantener la Administración centralizada en las capitales. Expulsar oficinas, departamentos y ministerios de las capitales tendría, además, otros beneficios: reducir la presión medioambiental, los niveles de contaminación, los precios de la vivienda y —no último— la seguridad. Una capital policéntrica es más resistente a la amenaza terrorista o a los ciberataques. Pero también deja de suponer un problema de orden público.
En este vídeo explicativo examinaremos de cerca el caso de Egipto, donde se está construyendo una nueva capital a 40 km de El Cairo. Se debería estrenar en 2030, aunque algunas oficinas gubernamentales han empezado planes para mudarse en los próximos años. La peculiaridad de este desarrollo urbanístico es que está pensado para que solo la elite y los funcionarios administrativos de mayor rango se puedan trasladar a vivir ahí. Los precios de la vivienda son inaccesibles para el ciudadano egipcio corriente. La Nueva Capital Administrativa, de momento este es su nombre oficial, está diseñada para evitar aglomeraciones e impedir que se repitan las protestas populares masivas que llevaron a la caída del presidente Hosni Mubarak en 2011.
Algo parecido está ocurriendo en Indonesia. Jakarta, la capital, se está hundiendo bajo el mar y el Gobierno ha decidido desplazar la capital en la isla de Borneo, la más grande y central del archipiélago de las mil islas. Pero la operación comportará la tala de 260.000 hectáreas de jungla con un aumento de la presión sobre el delicado equilibrio ecológico. Para los cientos de miles de habitantes de Jakarta, de momento, no hay planes de futuro, aunque la cuenta atrás ya ha empezado: en 2050 un tercio de su superficie estará cubierta por el agua.
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