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El sencillo y útil sistema de seguridad del que prescinden cada vez más coches modernos
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El sencillo y útil sistema de seguridad del que prescinden cada vez más coches modernos

Los avances en aerodinámica y la irrupción de innovadores asistentes de conducción, con sensores y cámaras de todo tipo, empiezan a cuestionar el uso del tradicional limpialuneta trasero, pese a su practicidad

Foto: Muchos modelos de reciente aparición prescinden del limpialuneta trasero. (Kia)
Muchos modelos de reciente aparición prescinden del limpialuneta trasero. (Kia)

Viene dándose por bueno que la estadounidense Mary Andersson fue, en 1903, la inventora del limpiaparabrisas, cuya primera patente consistía en una palanca manual accionada periódicamente por el conductor, que así evitaba las frecuentes paradas que hasta entonces debían realizar los automovilistas para despejar el cristal de gotas de agua, nieve o suciedad. Y el sistema protagonizó su progreso definitivo de la mano de la compañía Farman, también norteamericana, que fabricó en los felices 20 los primeros limpiaparabrisas de accionamiento eléctrico, aunque la primera patente en ese sentido databa de 1917. Sin embargo, está menos claro cuál fue la primera aplicación de este dispositivo al cristal posterior de un vehículo.

Al parecer, durante los años 40 del pasado siglo ya se empleó este elemento en algún vehículo, pero la idea no pareció cuajar inicialmente, y durante los primeros años su uso quedó relegado a modelos muy exclusivos. De hecho, uno de los primeros ejemplos documentados es el Ferrari 250 GT Europa, diseñado por Pininfarina y que en 1955 no incorporó un limpialuneta trasero, sino dos. Y poco después, en 1957, el cotizado diseñador italiano volvió a recurrir a un limpialuneta posterior en el Lancia Flaminia Berlina. No obstante, su generalización resultó sorprendentemente lenta, y esta no comenzaría hasta finales de los 60, cuando dos coches entonces muy reputados, el Porsche 911 y el Volvo 145, recurrieron al sistema: en el cupé deportivo alemán, como una opción para su modelo de 1966, y en el caso del familiar sueco, como elemento de seguridad a partir de 1969 para barrer su gran cristal trasero rectangular, prácticamente vertical.

placeholder El Ferrari 250 Europa GT Coupé fue uno de los primeros coches con limpialuneta trasero.
El Ferrari 250 Europa GT Coupé fue uno de los primeros coches con limpialuneta trasero.

En adelante, los 'limpias' traseros empezaron a proliferar, incluso en vehículos más económicos, aunque su uso se circunscribió a modelos con carrocería de 'dos volúmenes', como los coches compactos (el primer Golf, de 1974, ya lo montaba en algunas versiones), algunos familiares o los vehículos todoterreno, en los que la luneta posterior tenía mayor tendencia a ensuciarse. Eran tiempos, además, en los que muchos vehículos contaban con un solo espejo exterior, en el lado del conductor, y resultaba clave ver bien a través del retrovisor interior, lo que se lograba manteniendo siempre limpio el cristal trasero.

placeholder Toda una curiosidad técnica la pareja de limpialunetas traseros montada por Ferrari.
Toda una curiosidad técnica la pareja de limpialunetas traseros montada por Ferrari.

El hecho de que los limpialunetas traseros se empleasen sobre todo en modelos dotados de portón grande, y no en los de maletero separado o 'tres volúmenes', tenía realmente una base científica. O, para ser más precisos, una base aerodinámica, ya que el remolino posterior que genera un vehículo al circular suele ensuciar mucho más el cristal de los primeros con el polvo levantado de la calzada, el humo del escape o las gotitas del 'spray' generado por los neumáticos, ya que su luneta está más cerca de esa zona de turbulencia. En un sedán, en cambio, el cristal trasero va adelantado respecto a ese torbellino, y la propia forma de la carrocería evita que se acumule tanta suciedad sobre la luna posterior al circular.

placeholder El Ford Orion, pese a ser sedán, montaba en sus versiones más lujosas un limpialuneta trasero.
El Ford Orion, pese a ser sedán, montaba en sus versiones más lujosas un limpialuneta trasero.

No obstante, algunos fabricantes dotaron también a sus berlinas de tres cuerpos de este sistema, con ejemplos como el Ford Orion o el Peugeot 306 Sedán, que permitían barrer con la escobilla eléctrica sus cristales posteriores, bastante verticales, para eliminar la suciedad o las gotas de agua acumuladas durante la marcha. La idea, sin embargo, no arraigó, y los coches de tipo sedán siguieron dando la espalda a un sistema que al arrancar el siglo XXI formaba parte del equipo de serie de casi todos los utilitarios, compactos, berlinas hatchback, familiares o todocamino. No ya como un sistema de lujo, sino como un dispositivo de seguridad más, por sus ventajas de cara a garantizar siempre la visibilidad en esa dirección.

placeholder El Peugeot 306 Sedán, otro de los coches de tres volúmenes con limpialuneta posterior.
El Peugeot 306 Sedán, otro de los coches de tres volúmenes con limpialuneta posterior.

Sin embargo, en los últimos años han ido surgiendo diferentes dispositivos destinados a mejorar el control de lo que ocurre por detrás, como los sensores de proximidad, montados normalmente en el paragolpes, o la cámara de visión trasera, que envía imágenes a la pantalla interior cada vez que accionamos la marcha atrás en una maniobra. En ambos casos son sistemas que no deben sustituir nunca al control visual directo por parte del conductor, y así suele recordarse en mensajes mostrados en la pantalla, pero lo cierto es que ese ha sido uno de los factores que parecen estar influyendo en la incipiente 'lucha' contra el limpialuneta trasero.

El otro, sin duda, tiene que ver con la aerodinámica, pues los desarrollos virtuales mediante potentes ordenadores y los túneles de viento cada vez más avanzados han permitido depurar al máximo las líneas de los vehículos modernos, optimizando su coeficiente de penetración pero también eliminando muchas de esas turbulencias que generaban hasta hoy los coches, y que contribuían a ensuciarlos por detrás.

placeholder El Hyundai Ioniq 5 es uno de los modelos de 'dos volúmenes' que prescinden de limpialuneta.
El Hyundai Ioniq 5 es uno de los modelos de 'dos volúmenes' que prescinden de limpialuneta.

Así las cosas, algunos de los vehículos lanzados recientemente han empezado a prescindir de este elemento, y el proceso parece haberse acelerado con la llegada de modelos totalmente eléctricos en los que la aerodinámica se ha convertido casi en obsesión para maximizar la eficiencia y, por ende, los valores de autonomía entre recargas. Hablamos de coches con carrocería de dos volúmenes y portón trasero que hasta hace poco equipaban casi siempre el 'limpia' posterior, pero que ahora no lo llevan: Jaguar I-Pace, Hyundai Ioniq 5, Kia EV6... Y no solo coches eléctricos, pues el Citroën C5 X reniega también de esta práctica solución. Sin embargo, otros fabricantes siguen siendo fieles a la fórmula tradicional, incluso en sus más innovadores eléctricos con carrocería SUV o crossover. Sería el caso del Ford Mustang Mach-E, el BMW iX o los Mercedes-Benz EQA, EQB y EQC, entre otros; y encontramos casos como el de los Audi e-tron y Q4 e-tron, que sí equipan limpialuneta posterior en las variantes de perfil SUV pero no en las Sportback, más deportivas. Probablemente porque, por aerodinámica, los últimos 'no necesiten' tanto la escobilla.

placeholder El futuro BMW i7, en el túnel de viento donde se optimiza su aerodinámica.
El futuro BMW i7, en el túnel de viento donde se optimiza su aerodinámica.

No obstante, que las mejoras en aerodinámica permitan prescindir cada vez más de este elemento, incluso en modelos con carrocería de dos volúmenes, no significa que el limpialuneta trasero tenga los días contados. Durante la marcha, los flujos del aire mejor estudiados sí ayudan a mantener limpio el cristal posterior, pero la suciedad y el 'spray' de agua levantado en días de lluvia acaba fijándose al cristal, y no tener un método para limpiarlo resulta especialmente chocante. Además, en un coche estacionado o que circula a muy baja velocidad, la lluvia o la nieve, o incluso fenómenos tan curiosos como el polvo de la reciente calima sahariana, acaban restando visibilidad a través del espejo interior, y en ese caso un sencillo limpialuneta parece un sistema sin rival para ver bien lo que ocurre por detrás.

placeholder En parado o a baja velocidad, el cristal puede cubrirse de nieve, y ahí el limpialuneta trasero es muy efectivo.
En parado o a baja velocidad, el cristal puede cubrirse de nieve, y ahí el limpialuneta trasero es muy efectivo.

De hecho, incluso en modelos recientes en los que sus diseñadores defienden la ausencia del limpialuneta posterior, la visibilidad puede no ser la mejor ante determinadas situaciones, como una nevada o ese fino y tupido rocío que se fija a los cristales al amanecer. Una maniobra marcha atrás en esas circunstancias siempre será menos segura, incluso si el coche equipa asistentes tan prácticos como la cámara de visión posterior, los sensores de aparcamiento o el control de tráfico trasero cruzado, uno de los mejores ADAS existentes porque alerta de vehículos que llegan transversalmente cuando, por ejemplo, salimos hacia atrás sin visibilidad lateral alguna. Un rápido barrido del cristal posterior ayudaría, sin duda, a que nuestra visibilidad mejorase, y en ese momento la eficiencia aerodinámica o la pureza estética parecen pasar a un segundo plano.

El limpialuneta trasero sigue teniendo muchos adeptos entre los fabricantes de automóviles, y especialmente entre los encargados de la seguridad o la ergonomía, pero también empieza a ser más cuestionado cada vez por los responsables del diseño, que llegan a verlo como un elemento discordante y sustituible por las ayudas de conducción electrónicas, o los expertos en aerodinámica, que tratan de conseguir las formas más limpias, fluidas y eficientes, o los coeficientes Cx más bajos. ¿Quién ganará finalmente esa 'batalla'?

Viene dándose por bueno que la estadounidense Mary Andersson fue, en 1903, la inventora del limpiaparabrisas, cuya primera patente consistía en una palanca manual accionada periódicamente por el conductor, que así evitaba las frecuentes paradas que hasta entonces debían realizar los automovilistas para despejar el cristal de gotas de agua, nieve o suciedad. Y el sistema protagonizó su progreso definitivo de la mano de la compañía Farman, también norteamericana, que fabricó en los felices 20 los primeros limpiaparabrisas de accionamiento eléctrico, aunque la primera patente en ese sentido databa de 1917. Sin embargo, está menos claro cuál fue la primera aplicación de este dispositivo al cristal posterior de un vehículo.

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