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La nueva zona muerta de la jornada laboral: por esto los jefes odian el trabajo híbrido
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Los problemas del teletrabajo

La nueva zona muerta de la jornada laboral: por esto los jefes odian el trabajo híbrido

La última hora de la tarde, cuando muchos compañeros desaparecen, es la causa de que tantos directivos odien el trabajo híbrido

Foto: (Unsplash/Yolk Coworking)
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La reunión de las cuatro de la tarde se cancela porque la mitad del equipo no puede asistir. Envías un correo electrónico con lo que habrían sido los principales puntos de debate, y las respuestas se suceden durante toda la tarde y hasta la mañana siguiente. Un consenso que podría haberse alcanzado antes de la cena ya no se alcanza hasta el día siguiente.

Las horas que preceden al cierre tradicional se han convertido en una zona muerta en muchas empresas, pero los empleados no se van del trabajo para relajarse el resto del día. Los trabajadores cuentan que aprovechar el horario flexible de cuatro a seis de la tarde para llevar en coche a los niños, ir al gimnasio o evitar el atasco suele hacer necesarias unas horas de trabajo por la noche para terminar las tareas del día. Les molesta que los jefes den por sentado que no trabajan ocho o más horas y se resisten a renunciar a la libertad de fijar sus propios horarios.

A pesar del regreso de los molestos desplazamientos a la oficina y de los almuerzos demasiado caros, muchos trabajadores mantienen el hábito de la era covid de salir temprano y recuperar las horas de trabajo más tarde. Según un estudio de la Universidad de Stanford, a las cuatro de la tarde de los días laborables los campos de golf están abarrotados, al igual que muchos restaurantes de Nueva York.

Foto: EC.
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Los investigadores de Microsoft han documentado lo que llaman un fenómeno de "triple pico", en el que la actividad de los trabajadores ante el ordenador aumenta por la mañana y por la tarde, y una tercera vez hacia las 10 de la noche.

En una muestra reciente de un mes de uso del software Microsoft Teams, el porcentaje de reuniones virtuales y en persona programadas entre las 16:00 y las 18:00 descendió un 7% respecto al año anterior, a pesar del regreso generalizado a las oficinas.

Los jefes pueden arrastrar a los empleados de vuelta a las oficinas, pero no será fácil conseguir que permanezcan allí hasta el final de la jornada laboral de nueve a cinco o más allá. La zona muerta de las cuatro a las seis de la tarde es una de las razones por las que tantos ejecutivos están descontentos con el trabajo híbrido. Dicen que es la hora más difícil para contactar con la gente, y que las cosas serían más fáciles si todo el mundo estuviera presente en persona, aunque parece que muchos trabajadores también abandonan las oficinas más temprano.

Foto: Foto: Pixabay. Opinión

El precio de la flexibilidad

Los horarios flexibles son estupendos para los que se divierten. Para directivos y compañeros, el descanso de una persona puede ser el dolor de cabeza de otra.

"Muchas empresas han adoptado un enfoque poco estricto, creyendo que todos somos adultos, por lo que cada uno debería poseer cierta autodisciplina y ser capaz de mantenerse motivado a cualquier hora que trabaje", explica Albert Fong, vicepresidente de Marketing de Producto de Kanarys, un fabricante de software de formación en diversidad. "Pero eso no es cierto".

La flexibilidad puede ser una trampa que alimente nuestra cultura del trabajo siempre activo, añade Fong. En lugar de terminar con energía una reunión a última hora de la tarde y dar por concluida la jornada, a menudo se encuentra refrescando la bandeja de entrada del móvil toda la noche o abriendo el portátil el domingo para ponerse al día con los mensajes de compañeros que trabajan a cualquier hora.

Foto: La Agencia Tributaria, atenta a los profesionales de alto nivel que llegan a España a teletrabajar. (Pixabay)

Colette Stallbaumer, directora general de la iniciativa Future of Work de Microsoft, lo resume así: "¿Cómo hacemos para que mi flexibilidad no constituya un reto para los demás?".

Ana Paula Calvo, socia asociada de McKinsey & Co, indica que tiene en cuenta cómo puede afectar a los demás el cambio de sus horarios. A veces trabaja por la noche o los fines de semana para compensar el hecho de ir a la guardería muchos días entre semana a las 17:30. Al comienzo de cualquier proyecto nuevo, celebra una sesión de establecimiento de normas para que su equipo sepa que no hay presión para que trabajen fuera de horario.

"La gente sabe que, si me pongo en contacto con ellos a las 11 de la noche, no significa que espere que respondan enseguida", señala.

Puede esperar, o quizá no

Acomodar las citas personales de los empleados —la hora del yoga, la clase de tuba de un hijo adolescente— puede ser necesario para reclutar y retener a los mejores talentos, según me dicen varios directivos. Pero añaden que, sin duda, dificulta el cuórum en las reuniones. Otros, sobre todo los trabajadores sin hijos, se quejan de que sus jornadas laborales se han vuelto más largas y menos predecibles desde que se ha generalizado la costumbre de tomarse descansos durante el horario laboral.

Foto: Foto: Israel Andrade/Unsplash.
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Maria Banach, directora de Operaciones Farmacéuticas en Oregón, cuenta que a veces quiere convocar una reunión para tratar un problema, pero se encuentra con que alguien del equipo lleva un par de horas desconectado. Puede que no parezca mucho tiempo, pero sus compañeros están repartidos por varias zonas horarias y sus horarios de trabajo son limitados. Los problemas pueden persistir toda la noche cuando una o dos personas se ausentan antes de tiempo, explica Banach, y cada día es valioso. Los medicamentos que fabrica su empresa caducan a los 17 días de su producción.

"Programar reuniones se ha vuelto difícil. Ya he aprendido que hay que convocarlas por la mañana y nunca el viernes", dice.

Algunos ejecutivos han llegado a aceptar que entre las 16:00 y las 18:00 se hace poco. Anthony Stephan, director de formación de Deloitte US, afirma que las sesiones grabadas son ahora una pieza central del programa de desarrollo profesional de la empresa. Reunir a los empleados para una sesión de formación al final de la jornada ya casi nunca es una opción, afirma. Perfeccionan sus habilidades cuando les apetece.

Foto: El profesor Ben Laker. (Cedida)

Stephan, padre de cinco hijos, se obliga a parar a las cinco de la tarde. Al principio le preocupaba que los demás siguieran trabajando después de que él diera por terminada su jornada, pero ahora se da cuenta de que los demás terminan antes o justo a tiempo. Para las emergencias, ha quedado con su equipo que pondrán "#criticalnow" en el asunto del correo electrónico. Piensa que la mayoría de las cosas pueden esperar hasta después de su sesión de ejercicio de las 5:15 del día siguiente.

En Komet USA, fabricante de equipos dentales con sede en Carolina del Sur, las reuniones después de las cuatro de la tarde o los viernes por la tarde van en contra de la política de la empresa, salvo en circunstancias especiales. Mercedes Aycinena, directora ejecutiva desde el año pasado, introdujo esos bloques en el calendario el otoño pasado tras sondear a la plantilla.

Aycinena, que tiene un centenar de empleados, suele salir de la oficina a las cinco de la tarde para pasar tiempo con sus tres hijos y reanudar el trabajo más tarde si es necesario. También deja que sus subordinados cambien de horario y atribuye a la flexibilidad la reducción de la rotación de personal del 50% al 15% en el último año.

"Odio las reuniones después de las cuatro", dice. "Mi cerebro ya se ha apagado".

*Contenido con licencia de The Wall Street Journal.

La reunión de las cuatro de la tarde se cancela porque la mitad del equipo no puede asistir. Envías un correo electrónico con lo que habrían sido los principales puntos de debate, y las respuestas se suceden durante toda la tarde y hasta la mañana siguiente. Un consenso que podría haberse alcanzado antes de la cena ya no se alcanza hasta el día siguiente.

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