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"ChatGPT sacó un 7 en el caso práctico": la IA obliga a rediseñar la formación de los abogados
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"ChatGPT sacó un 7 en el caso práctico": la IA obliga a rediseñar la formación de los abogados

El quinto artículo del serial sobre el impacto de la inteligencia artificial en la abogacía aborda los retos que universidades y bufetes afrontan para enseñar esta tecnología y, además, adaptar el aprendizaje del derecho a las nuevas herramientas

Foto: La IA y la formación de abogados. (iStock/CSA-Printstock/EC Diseño)
La IA y la formación de abogados. (iStock/CSA-Printstock/EC Diseño)
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Un buen indicador del poder transformador que la inteligencia artificial (IA) generativa tendrá sobre la abogacía es el profundo cambio que ya se está cocinando en materia de formación en el ámbito jurídico. Con la dificultad añadida, según explican desde universidades y despachos, de que, al tratarse de una tecnología en plena eclosión, los formadores tienen que simultanear la condición de alumno y maestro. Sin embargo, las capacidades que están demostrando las nuevas herramientas son tales que están obligando a replantearse el aprendizaje de arriba a abajo. Desde la incorporación de conocimientos tecnológicos y habilidades de manejo de las soluciones de IA generativa para los letrados —o futuros letrados—, hasta la reformulación de los planes de estudio de materias jurídicas tradicionales cuya enseñanza va a verse condicionada por las capacidades de la máquina, pasando por la creación de novedosos programas para los nuevos perfiles que ya están demandando los bufetes.

El quinto artículo del serial que El Confidencial está publicando sobre el impacto de la IA generativa en la abogacía está dedicado a la revolución que esta tecnología exigirá en la formación de los abogados. El primer reportaje (que puede leer pinchando aquí) analizaba el cambio en las tareas de los abogados; en el segundo (al que puede acceder aquí), la revolución que operará en el mercado de los servicios legales; en el tercero (disponible en este enlace), la revisión de las demandas de las asesorías jurídicas, y, en el cuarto (que puede leer aquí), los desafíos que plantea para la estructura de los bufetes. En una profesión que exige aprendizaje continuo y actualización constante de conocimientos, competencias y habilidades, para comprender la dimensión del reto que se plantea en materia de formación hay que poner el foco tanto en los propios bufetes, como en las universidades y escuelas de negocio. Todos admiten haberse visto arrollados por un tsunami no previsto hace solo un año, pero que, una vez desatado, no podían ignorar. ChatGPT estaba al alcance de cualquiera, también de sus profesionales y estudiantes.

"A finales de 2022, cuando cerramos la cartera de proyectos para el ejercicio siguiente, no teníamos ninguna iniciativa de IA generativa", desvela Idoya Fernández, socia y directora del área de Conocimiento de Innovación de Cuatrecasas, "sin embargo, entre enero y febrero de 2023, nos tuvimos que sentar Fracesc Muñoz, nuestro CIO, y yo para abordar cómo afrontábamos el terremoto que estaban provocando las nuevas aplicaciones". La primera decisión del bufete, revela Fernández, fue diseñar una política interna de uso de ChatGPT "para evitar que nadie compartiera información confidencial". La segunda, "porque no se le pueden poner puertas al campo", iniciaron las pruebas y los pilotos con proveedores para evaluar cómo incorporar la tecnología a los sistemas de Cuatrecasas y explotar todo su potencial. Tras el estudio de mercado, se decidieron por la herramienta de IA jurídica Harvey, cuya implantación y programa de formación arrancó el pasado 1 de septiembre.

Un shock similar sintieron en la Facultad de Derecho de la Universidad de Deusto, tal y como describe su decana, Gema Tomás. "En los últimos meses del curso pasado, empezamos a detectar trabajos que habían sido realizados con ChatGPT, con lo cual vimos que no podíamos dilatar el debate sobre cómo actuar ante esta tecnología", asevera. Dicho y hecho. La institución creó una comisión que, entre otras decisiones, aprobó un cambio en la evaluación de los trabajos de fin de grado (TFG), pasando de un 70%-30% entre la calificación del trabajo escrito y su defensa oral, a un 30%-70%. "Así, la exposición oral también sirve para comprobar la autoría del texto escrito", indica Tomás. Además, se reforzó la tutorización de los estudiantes "para garantizar que el proceso de aprendizaje de los alumnos sea el correcto, evitando los intentos de fraude". No obstante, en Deusto no querían limitarse a una reacción únicamente defensiva, por lo que crearon, para el curso 2023-2024, una serie de laboratorios en los que se ha empezado a trabajar con las herramientas de IA generativa. "Los alumnos no tardarán en emplear la IA para todo", pronostica la decana.

Foto: La IA desafía la estructura de bufetes de élite. (iStock/CSA-Printstock/EC Diseño)

Sin embargo, la tarea de fijar qué contenidos son necesarios para aprender a manejar la IA generativa en el sector legal no es en absoluto sencilla, pues se trata de una formación poliédrica, compuesta de múltiples asignaturas, muchas de ellas, aún en fase de desarrollo. En un hipotético cursillo rápido para abogados, la primera clase consistiría en conocer las distintas tecnologías disponibles y sus capacidades, pues, como explica José Pérez García, director del área de Tecnología e Innovación de Uría Menéndez, "no existe una única IA generativa, sino varias". La segunda, y dado que las soluciones funcionan a través de preguntas o prompts, el usuario debe perfeccionar la calidad de las cuestiones que le plantea a la máquina. "Cuanto mejor sea la pregunta, más afinada y completa será la respuesta", agrega Eduardo Abad, socio responsable del comité de Innovación y Digitalización de Garrigues, bufete que ya trabaja con su propio modelo de IA generativa que integra, entre otras, la tecnología de Harvey.

A partir de ahí, el cursillo debería incluir otras materias de suma trascendencia para los abogados como las implicaciones éticas y deontológicas del uso de la IA generativa, así como los riesgos que plantea para aspectos tan sensibles de la profesión como la confidencialidad, la competencia, la protección de datos o los derechos de propiedad intelectual. También, de forma complementaria, tendría que incorporar el desarrollo de competencias y conocimientos tecnológicos que no solo mejorarían la interacción del letrado con el robot —una relación tradicionalmente tormentosa—, también la contribución de los primeros al desarrollo de nuevas herramientas y casos de uso, un universo todavía por explorar para las firmas y que en el medio plazo puede ser un factor de diferenciación.

Eduardo Abad (Garrigues): "Nunca puede trasladarse al cliente algo producido por la IA sin ser supervisado antes por un abogado"

Y, como asignatura de cierre, es imprescindible aleccionar sobre el gran riesgo que las soluciones de IA generativa tienen para la abogacía: las temidas alucinaciones; es decir, respuestas verosímiles y perfectamente expuestas, pero inventadas por la máquina. "Nunca, nunca puede trasladarse algo producido por la máquina directamente al cliente sin haber sido supervisado por un abogado", incide Abad. "Nuestros planes de formación ponen el acento en generar el criterio suficiente en los abogados para que sean capaces de discernir si el resultado de la herramienta es una alucinación o se trata de una respuesta aprovechable", indica en la misma dirección Eva García Morales, directora de Innovación Legal de Uría Menéndez, un trabajo para el que es esencial la "formación tradicional" que es lo que otorga "criterio jurídico" para saber si lo que propone la máquina tiene o no sentido.

Los planes de formación que tras el verano han activado grandes despachos como Cuatrecasas, Garrigues y Uría Menéndez abarcan todos estos asuntos, aunque se trata de programas vivos que irán enriqueciéndose, exponen. También el de KPMG Abogados, firma que en julio suscribió un acuerdo con Microsoft que le permitirá ser de los primeros bufetes que operen con Microsoft 365 Copilot y Azure OpenAI Service. "Optimizar las posibilidades de la IA generativa requiere, como paso previo, invertir en programas adaptados de divulgación, concienciación y de formación dirigidos a juristas en temas como prompt engineering, programación Python o ética digital, entre otros", reflexiona Noemí Brito, socia de las áreas de Legal Operations & Transformation Services (LOTS) e IP&IT de la big four, que encuentra imprescindible que los letrados comprendan qué es y cómo funciona esta tecnología para poder interactuar con ella.

Foto: iStock/CSA-Printstock/EC Diseño.

Ese hipotético programa formativo, necesario para introducir a los abogados en el uso de las herramientas de la IA generativa, estaría sin embargo cojo si no se abordan otros dos desafíos que ya afrontan universidades y despachos. El primero, la propia enseñanza de las áreas tradicionales del derecho, condicionada por la cotidianidad de las soluciones que incorporan esta tecnología y que impacta en aspectos hasta ahora esenciales como la memorización o el acceso a recursos como la normativa y la jurisprudencia. Y, en segundo término, la propia carrera de los abogados, cuyas etapas formativas se van a ver alteradas por las tareas que las herramientas son capaces de hacer. "Muchos trabajos que antes servían para adquirir experiencia y conocimiento, ahora van a verse facilitadas por la IA, de manera que el aprendizaje del oficio de abogado y la adquisición de conocimiento, necesariamente, tienen que reenfocarse", se suma Mónica Represa, directora de Gestión del Conocimiento de Allen & Overy.

Prueba de que los despachos de todo el mundo han detectado que la formación supone un reto sustancial para sobrevivir al escenario que plantea la IA generativa es la conformación, por parte de una decena de firmas, junto a SkillBurst, un proveedor de recursos de formación para el sector legal, de un consorcio para cubrir la demanda de formación en relación con esta tecnología. Entre los bufetes participantes hay dos presentes en España, Hogan Lovells o Eversheds Sutherland, u otros de reconocido prestigio internacional como Norton Rose Fulbright. Este consorcio ha recopilado más de 10.000 datos para diseñar un programa denominado Fundamentos de la IA generativa para despachos de abogados.

Nuevas habilidades

Los primeros informes que han analizado las necesidades formativas que exigirá la IA generativa a bufetes y centros universitarios coinciden con el diagnóstico de que esta debe ser revisada de forma transversal. Así, nueve de cada diez abogados creen que necesitarán "entrenamiento básico" para saber utilizar las nuevas herramientas, misma proporción que pronostica que habrán de incorporar "otras habilidades" de forma obligatoria. Son menos, aunque también una amplia mayoría, casi el 70%, quienes creen que será inevitable revisar los planes formativos de los júniors y también la enseñanza universitaria.

Las cifras están contenidas en el informe Future of Professionals Report - How AI is the Catalyst for Transforming Every Aspect of Work, de Thomson Reuters, que anticipa dos grandes cambios en materia formativa. La primera es la exigencia de habilidades tecnológicas como un "requisito clave" para los abogados. La segunda es la reformulación del camino que deben andar los profesionales para alcanzar un elevado expertise y especialización pues, si la IA elimina la necesidad de invertir un número elevado de horas de tiempo y esfuerzo para acumular conocimientos técnicos, los letrados tendrán más tiempo disponible para desarrollar "un pensamiento de mayor nivel y una especialización más profunda" en materias concretas. A la vez, aunque esto no lo cite el estudio, esta puede ser una exigencia ineludible para diferenciarse de la competencia que se apoye en soluciones tecnológicas similares, que tenderán a la igualación del servicio, y ofrecer así un ámbito de mayor valor añadido.

"Se va a disparar el valor del pensamiento crítico y la creatividad", apunta a este respecto Sara Molina, senior manager de Legal Management Consulting de Deloitte Legal, quien, no obstante, ve necesario un "cambio de mentalidad" en muchos profesionales de la abogacía para explotar unas cualidades que no siempre han sido potenciadas por universidades y despachos. "Es necesaria la evolución en el perfil del abogado", complementa Manuel Fernández Condearena, socio del mismo equipo en la big four, que considera que se alterará el mix de conocimientos que conforman los que estos deben manejar. "No dejará de aprenderse derecho, pero quizás sí hay que saber un poco menos de aquello cuya aportación es menor, o aprenderlo de forma diferente, para dejar espacio a otras competencias y habilidades como la tecnología o la gestión de proyectos", prevé Fernández Condearena.

Sara Molina (Deloitte): "Se va a disparar el valor del pensamiento crítico y la creatividad, aunque hace falta un cambio de mentalidad"

Un proceso de transformación en el ámbito formativo, se suma Eugenia Navarro, socia de la consultora Lois, en el que es esencial el "compromiso" de la dirección del despacho. "Estamos ante una decisión estratégica, la de dotar a tus profesionales, no solo de nuevos conocimientos, sino también de competencias y habilidades novedosas, que debe ser impulsada desde lo más alto", asevera. Bajo esta misma premisa, en Cuatrecasas arrancaron su programa formativo sobre IA generativa por los profesionales más senior de la casa, explica Idoya Fernández. "No solo porque son quienes a priori pueden tener menos cercanía con la tecnología, que también, sino porque así lográbamos que fuera calando hacia las categorías más bajas el mensaje de que estamos ante un cambio muy trascendente en el que todos debían implicarse".

Juristas y tecnología, una relación difícil

Sin embargo, la edad no es el único obstáculo a superar en la introducción de la IA generativa en el día a día de los abogados. Como inciden desde varios despachos y universidades, existe una suerte de barrera psicológica en los juristas respecto de la tecnología, que se empieza a apreciar ya desde el grado, como si fuera algo "que no va con ellos" o que "nunca van a poder comprender", indican, sin que nadie sepa explicar muy bien la razón o el origen. Y ello, curiosamente, a pesar del creciente atractivo que en el mundo profesional están adquiriendo los perfiles mixtos, que combinan la formación jurídica con conocimiento en materia de tecnología, datos o programación.

A este respecto, es interesante descubrir cómo, si bien los estudiantes de Derecho manifiestan un conocimiento y un uso superior al de los abogados de ChatGPT y otras soluciones de IA generativa, en cambio, no parece que adviertan en ellas muchas más oportunidades. De hecho, en algunos casos, evidencian mayores dudas y recelos sobre su capacidad de impulsarles profesionalmente.

Así, el informe Generative AI & The Legal Profession, de LexisNexis, certifica que el 90% de los alumnos de Derecho conoce ChatGPT y casi la mitad, el 44%, señala haberlo empleado; unas cifras levemente superiores a las de los letrados en ejercicio (86% y 36%), pero sustancialmente mayores que la de los consumidores en general (57% y 32%). Sin embargo, la proporción de estudiantes que considera que la IA generativa puede tener un impacto transformador y significativo es solo siete puntos superior a la de los abogados (46% vs 39%). Llama la atención que los nativos digitales no encuentren muchas más oportunidades en esta tecnología que los abogados analógicos. Quizás porque la sientan como una amenaza.

Porque uno de los factores que evidencia el informe de LexisNexis es que la facilidad para el uso de las herramientas digitales no se traduce, necesariamente, en una actitud sustancialmente más positiva hacia las mismas. De hecho, sorprendentemente, quienes están en la universidad manifiestan más recelos hacia esta tecnología que quienes se encuentran ya en el entorno profesional. En este sentido, son menos los estudiantes que afirman que la IA generativa tendrá un impacto "positivo", el 13%, que los abogados, el 15%. Y también son más entre los alumnos de Derecho, el 16%, quienes ven que esta tecnología será directamente "negativa", frente al 11% de los letrados.

Una desconfianza que también se manifiesta en las implicaciones éticas de las herramientas de inteligencia artificial generativa. El 36% de los estudiantes de Derecho expone que el uso de ese tipo de soluciones le plantea dudas "significativas" o "sustanciales", porcentaje que entre los profesionales se reduce hasta el 33%.

La explicación a estas cifras aparentemente contradictorias puede estar, como detectan ya en algunas universidades, en el temor que muchos estudiantes de Derecho tienen a que la IA generativa suprima o reduzca la necesidad de profesionales para aquellas tareas que ellos están llamados a realizar en sus primeros años de ejercicio. La preocupación que tiene fundamento, pues como afirmaron ayer los socios directores de Andersen y Pérez-Llorca, José Vicente Morote y Pedro Pérez-Llorca en un evento en Madrid, una de las consecuencias de la inteligencia artificial es que los grandes bufetes "necesitarán menos júniors". Eso sí, matizaron que los que contraten estarán "más preparados" y serán "mejor pagados". Es la primera vez que desde los despachos de élite en España se confirma públicamente lo que muchos ya barruntaban en privado: la generalización de las herramientas de IA puede reducir la contratación de abogados en la base de la pirámide.

Esa mayor perspectiva de conjunto y mejor conocimiento de las necesidades de las firmas de abogados explica que entre los profesionales (seis de cada diez) se tenga más claro que la formación académica de los futuros letrados debe ser revisada de arriba a abajo. Los alumnos, más apegados a un enfoque académico, de aprendizaje del Derecho, y aún alejados de la práctica, no lo ven tan claro (solo el 44%).

Lo que está por resolver, si la máquina es realmente capaz de absorber una parte tan importante de las tareas que hoy asumen los júniors, es cómo van a reemplazar los despachos la función formativa que tiene ese trabajo de menor valor añadido para el cliente. "No hay nada más formativo para un abogado que está empezando que hacer una due diligence o el borrador de una demanda", reflexiona Eduardo Abad, que no cree que las firmas deban ahorrarle estos trabajos más tediosos a los más jóvenes, al igual que se enseña a sumar y restar a quienes estudian matemáticas antes de permitirles usar la calculadora. "Que la IA generativa acelere la curva de aprendizaje no tiene nada que ver con saltarse etapas de la formación", comparte José Luis Pérez Benítez, socio de la consultora BlackSwan, para quien no tiene sentido perder tiempo buscando sentencias habiendo bases de datos que te las proporcionan en segundos, pero sí tiene todo el sentido invertir horas en leérselas y estudiárselas. "Los atajos en el aprendizaje son un riesgo a evitar", advierte el consultor.

El también socio de BlackSwan, Miguel Ángel Pérez de la Manga, augura, por su parte, que puede producirse una separación en la captación de talento. "Si yo fuera un joven abogado y veo que en mi futuro despacho me insisten mucho en que aprenda la parte tecnológica y los procesos, me plantearía si ese es el tipo de firma en la que quiero estar, porque será una organización en donde todo estará más estandarizado y podré explotar menos mi conocimiento y especialización jurídica", reflexiona. "Los abogados tienen que ser abogados, y cuantas más tareas sea capaz de hacer la IA generativa, más deberían profundizar los letrados en su conocimiento del Derecho para diferenciarse de las capacidades de la máquina", corrobora Pérez Benítez.

Foto: De izquierda a derecha: Carlos García-León, de Legal Reputation (moderador); José Vicente Morote, de Andersen; Rosa Vidal, de Broseta, y Pedro Pérez-Llorca, de Pérez-Llorca. (Cedida)

Las máquinas aprueban con nota

El temor por su propio futuro laboral, en cualquier caso, no es la única fuente de desconfianza de los estudiantes de Derecho respecto de la IA generativa. Una encuesta elaborada en EE.UU. por el proveedor de servicios educativos Kaplan reveló que el 66% de los alumnos está en contra de permitir el uso de ChatGPT y herramientas similares en los exámenes de acceso a las facultades. Solo el 14%, en cambio, se manifiesta a favor. Entre las razones de quienes dijeron oponerse, figura la preocupación por la igualación que puede provocar la tecnología entre los buenos y los malos estudiantes. Los mejores alumnos mostraron su incomprensión por que se premiaran textos "falsos" o "plagiados" y señalaron su preocupación por que la IA "restara valor" a quien sí sabía escribir, investigar o interrelacionar conocimientos, "equiparando injustamente de nivel" a quien no había desarrollado dichas aptitudes.

Foto: Foto: iStock/CSA-Archive/EC Diseño.

Para testar cuán real era el riesgo de que un trabajo elaborado por la máquina pasara el filtro de una evaluación normal, en la Universidad Carlos III de Madrid hicieron la prueba de poner nota a un caso práctico resuelto por ChatGPT. "Al trabajo le habríamos puesto un siete", asevera Juan Zornoza, director del Máster de Acceso a la Abogacía de la institución. Por ello, al igual que en la Universidad de Deusto, alteraron las calificaciones de los trabajos de fin de máster (TFM), pasando de una valoración "más o menos pareja", a otorgar un 30% a la parte escrita y un 70% a la defensa oral. "Pensamos que la redacción sigue teniendo valor, por eso hemos querido mantener cierta puntuación, pero sobreponderamos la parte oral porque en ella, quien no es el autor real del texto, tiene problemas", detalla un Zornoza que desvela que están teniendo "problemas" para que los despachos acepten mostrar sus herramientas de IA generativa a los alumnos. "Son muy celosos en este sentido", expone el docente, "pero es necesario para que los estudiantes entiendan de qué les hablamos cuando nos referimos del uso de la inteligencia artificial en la abogacía".

En EE.UU., GPT4 superó los tres exámenes que componen el Uniform Bar Examination con una nota de 297 sobre 400 puntos

Pruebas como la de la Carlos III se han replicado en muchas jurisdicciones para comprobar la capacidad de la IA generativa de manejar conocimientos jurídicos. Y en muchas de ellas la máquina se ha demostrado capaz de superar los exámenes con nota, lo cual obliga a reforzar la protección ante los intentos de fraude, pues este es un peligro real. En el Reino Unido, el asistente legal Lawrence obtuvo un 74% en el SQE (Solicitors Qualifying Examination), frente al 53% obtenido por la media de los aspirantes. En EE.UU, por su parte, los investigadores Daniel Martin Katz, Michael James Bommarito, Shang Gao y Pablo David Arredondo sometieron a GPT4, de OpenAI, a los tres exámenes que componen el Uniform Bar Examination, que incluye un test de opciones cerradas pero también dos pruebas de respuesta abierta. La máquina calificó con un 297 sobre 400 puntos, por encima de la media que obtienen los aspirantes humanos, que oscila entre 260 y 273 puntos, y muy por encima de los resultados de su predecesor ChatGPT, que sacó 213. La IA generativa aprende a un ritmo vertiginoso.

En Esade, como explica Natalia Font, su directora del Grado en Derecho y Dobles Grados, también han tenido que revisar el diseño de algunas asignaturas y su metodología. "Antes encargábamos más trabajos por escrito; ahora, si bien mantenemos muchas tareas para hacer en casa, hemos reforzado la exposición oral y la comprensión de conceptos. En clase se profundiza, se analiza y se entra al detalle, para comprobar si los estudiantes han comprendido la materia que se está estudiando o se ha limitado a hacer un copy-paste", revela Font. La posición de la dirección académica de Esade es la de enseñar a los estudiantes a emplear ChatGPT y similares "con responsabilidad, conociendo sus límites y limitaciones", pero incidiendo en que las características diferenciales de los abogados son "el análisis, el pensamiento crítico, la creatividad, la expresión oral y escrita, y todas esas cualidades humanas que la máquina no va a reemplazar", concluye Font.

Ahora bien, algunos informes ponen en duda que los límites entre las cualidades de las personas y las capacidades de la máquina estén tan claros. En una materia intrínseca de los humanos, como es la ética, unos investigadores demostraron que ya hay aplicaciones de IA generativa capaces de sacar mejores notas en los test de deontología que los aspirantes a abogados en EEUU. El estudio, elaborado por LegalOn Technologies, planteó hasta 100 modelos de MPRE (los Multistate Professional Responsibility Exam) a cuatro soluciones de esta tecnología: GPT4 y GPT3.5, de OpenAI; Claude2, de Anthropic's y PaLM 2 Bison, de Google. Pues bien, dos de ellas, GPT4 y Claude2 aprobaron los exámenes y la primera, incluso, sacó mejor nota promedio que el conjunto de los futuros letrados.

Unas calificaciones que, según los autores del estudio, demuestran que la IA generativa también puede "aplicar reglas éticas" con la misma "eficacia" que los profesionales de la abogacía. Eso sí, aunque en este ámbito las soluciones también han funcionado "bien", aclaraban, no lo hicieron "perfectamente". Así que, como ante decisiones legales y éticas de "alto riesgo, lo bueno a menudo no es suficiente", la conclusión es que seguirá siendo necesaria la supervisión de los humanos. Pero ¿y cuando no se esté ante decisiones de alto riesgo?

Un buen indicador del poder transformador que la inteligencia artificial (IA) generativa tendrá sobre la abogacía es el profundo cambio que ya se está cocinando en materia de formación en el ámbito jurídico. Con la dificultad añadida, según explican desde universidades y despachos, de que, al tratarse de una tecnología en plena eclosión, los formadores tienen que simultanear la condición de alumno y maestro. Sin embargo, las capacidades que están demostrando las nuevas herramientas son tales que están obligando a replantearse el aprendizaje de arriba a abajo. Desde la incorporación de conocimientos tecnológicos y habilidades de manejo de las soluciones de IA generativa para los letrados —o futuros letrados—, hasta la reformulación de los planes de estudio de materias jurídicas tradicionales cuya enseñanza va a verse condicionada por las capacidades de la máquina, pasando por la creación de novedosos programas para los nuevos perfiles que ya están demandando los bufetes.

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