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Mestalla llega a su centenario como un reflejo de la sociedad valenciana: pirotécnica, apasionada e irreflexiva
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100 años de escenario de la valencianidad

Mestalla llega a su centenario como un reflejo de la sociedad valenciana: pirotécnica, apasionada e irreflexiva

Casi el 70% de las peñas del club procede de las comarcas tanto de Valencia como de Alicante y de Castellón. El valenciano ha sido una lengua muy presente todas estas décadas, incluso en el Franquismo

Foto: Afición del Valencia en una imagen de archivo. (EFE/Kai Försterling)
Afición del Valencia en una imagen de archivo. (EFE/Kai Försterling)

Han pasado 100 años y Mestalla está más vivo que nunca: 43.634 personas acudieron al viejo estadio la semana pasada en el derbi contra el Villarreal. A pesar de que el equipo está rozando los puestos de descenso. A pesar de la sentencia de muerte que pende sobre él: el acuerdo entre el club y las instituciones es derribarlo, vender las parcelas y marcharse a otra parte de la ciudad, en la Avenida de Las Cortes Valencianas, donde espera un recinto a medio construir por falta de financiación desde 2009. El VCF se asoma al abismo de Segunda, pero Mestalla resiste ahora que se cumple, este 20 de mayo, su Centenario. Alentando al equipo desde todos los rincones de la Comunidad Valenciana. Hay peñas desde Callosa de Segura, en la Vega Baja, hasta el norte en Rosell, el último pueblo fronterizo con Tarragona. De las 330 peñas del Valencia CF, un total de 223 proceden de las comarcas, es decir, un 68%. Las más potentes son La Ribera (42 peñas) y La Safor (17), pero hay presencia en todas las demás, desde Utiel-Requena a la Canal de Navarrés, La Vall d’Albaida o el Alto Palancia, tantos en las comarcas valenciano-hablantes como en las castellanas. Si bien se debilita en el camino hacia el sur, sigue siendo fuerte en La Marina, el Comtat y el Vinalopó.

“Mestalla es el escenario donde queda más manifiesta la valencianidad”, dice el escritor Rafa Lahuerta, “hay una conexión muy visceral entre la gente y el equipo”. La pirotecnia de Mestalla, a la que tantas veces se ha referido Lahuerta, no es solo metafórica. “Durante muchos años, fue la manera de recibir al equipo (con una explosión de tracas que retronaba dentro y fuera del campo); era una expresión identitaria de alegría que empezó a prohibirse con la globalización”, explica el autor de ‘Noruega’. Ese carácter volcánico en Mestalla representaba el rabioso presente (“ací i ara”), una muestra de autenticidad, que se fue perdiendo en los últimos años por “querer ser como el Madrid y el Barça en vez de querer seguir siendo el Valencia”. Según Lahuerta, ha faltado realismo y prudencia cuando, en los éxitos deportivos de finales de milenio y comienzo del nuevo, la gente compró la idea de que llegara alguien de fuera para seguir pagándonos la fiesta: Peter Lim. La consecuencia es bien sabida: una entidad abandonada por el dueño y un equipo al borde de perder la categoría.

Foto: La afición valencianista se manifiesta contra Peter Lim. (EFE/Biel Aliño)

“El VCF es una de las tres instituciones con más implantación entre los valencianos junto con las fallas y las sociedades musicales”, afirma el historiador José Ricardo March. “Mestalla ha cultivado las relaciones con las comarcas desde los años 20 del siglo pasado cuando organizaba campeonatos regionales con Sagunt, Xàtiva o Burjassot”, añade. Cuando el equipo de Mestalla ha ganado algún título, basta recordar cómo ha sido el recibimiento en cualquier de las tres vías de entrada a València desde Madrid, Barcelona y Alicante. “La gente se tiraba a la calle desde todos los pueblos para recibir al equipo”.

Mestalla ha sido, durante décadas, el lugar de encuentro de miles de valencianos. A partir de los años 40, el estadio de la avenida de Aragón acoge a futbolistas de las comarcas y eso refuerza la vinculación con la entidad: Puchades en Sueca, Claramunt en Puçol, Saura en Onda, Tendillo en Moncada, Robert en Betxí (donde hay un museo valencianista fabuloso), Albelda en La Pobla Llarga, Gayà en Pedreguer y, el último en llegar, Javi Guerra en Gilet.

Foto: Vista del Mestalla con cientos de aficionados manifestándose contra el propietario del club, Peter Lim. (EFE/Biel Aliño)

En Mestalla se ha hablado valenciano durante estos 100 años de una manera natural. También durante las restricciones a la lengua autóctona por parte de la dictadura de Franco. Y en contra del abandono y la castellanización de la burguesía de la capital. “En los 50 y 60 fue una lengua estigmatizada, la lengua de los vencidos, de la gente de pueblo”, dice Rafa Lahuerta, “pero en Mestalla era mayoritaria, al menos en la grada Numerada donde yo estaba, y para mí era todo lo contrario: una lengua de prestigio. Fue una resistencia inconsciente”. El valenciano resistió en Mestalla y ahí sigue, mucho más vivo que en el resto de la ciudad.

El VCF desborda la propia provincia, cosa que no sucede por ejemplo con el Athletic Club, limitado a Vizcaya”, interviene el historiador Alex Amorós, que prepara una tesis sobre la entidad blanquinegra desde su fundación hasta los años 90. “Donde hay identidad valenciana, sea la que sea, ahí está el VCF. Es la sociedad deportiva que más aglutina a los valencianos”, abunda Amorós. El resto de equipos profesionales valencianos, en efecto, no traspasan las fronteras provinciales: ni el Villarreal; ni Levante UD, un club “de barrio”, según Amorós; ni el Castellón, local y provincial; ni el Elche, comarcal; ni el Hércules, también local. El VCF, por otro lado, es el club entre los grandes con menos seguidores fuera de su comunidad autónoma, apunta el historiador.

“El valenciano en Mestalla era mayoritario y para mí era todo lo contrario: una lengua de prestigio. Fue una resistencia inconsciente”

“La identidad valenciana interclasista está condensada en el VCF. Ha sido un tema de conversación de muchas familias durante generaciones”, corrobora el sociólogo Víctor Agulló, quien destaca el “empoderamiento” de la afición blanquinegra en la última década, como consecuencia al movimiento de oposición a los caprichos del máximo accionista, Peter Lim. “Antes era una afición algo aborregada y ahora se ha vuelto más crítica, resiliente a todo, más consciente de lo que debería ser un club. El VCF tiene una capacidad de regeneración brutal”, apunta Agulló. El sociólogo recuerda los logros europeos del VCF a finales del milenio pasado y comienzos de este cuando “todos nos conocían” por el club de fútbol. “Excepto por Tuzón y algún otro, el VCF no ha tenido suerte con los dirigentes. Las medidas de la afición deberían ser incluso más drásticas para echar a Lim. E incluso volver a comenzar de cero como el Glasgow Rangers en Escocia. Con Lim no hay futuro: o se baja este año o será al siguiente”, remata Agulló.

El VCF ha presumido siempre de una vocación interclasista. Desde sus fundadores, Milego (del Partido Republicano) y Medina (Derecha Regional Valenciana) hasta la entrada en la presidencia de Luis Casanova y Julio de Miguel, que cuentan con directivos afines al régimen de Franco, pero también recuperan a represaliados como Manuel Sala y José Cano Coloma, según expone José Ricardo March. Durante la Guerra Civil, el presidente, Josep Rodríguez Tortajada, fue un valencianista y republicano de izquierdas.

placeholder Exterior de Mestalla antes de un partido en una imagen de archivo. (EFE/Manuel Bruque)
Exterior de Mestalla antes de un partido en una imagen de archivo. (EFE/Manuel Bruque)

Mestalla se inaugura el 20 de mayo de 1923, en un partido amistoso contra el Levante. Estaba previsto estrenarlo una semana antes frente al Espanyol, pero se aplazó porque los obreros que estaban acabando las obras fueron reclamados para rematar la Coronación de la Mare de Déu, con la presencia del rey Alfonso XIII. El Valencia le compra los terrenos en 1922 al Baró de Vallvert, un aristócrata valenciano. Y la entidad se hipoteca para muchos años, hasta que, en los 30, los socios inyectan capital a través de una emisión de deuda con la que se paga al Barón de Vallvert. Eso le da una estabilidad y un crecimiento económico, social y deportivo.

En 1925, Mestalla acoge su primer partido internacional: un España-Italia (1-0, gol de Errazquia), con Cubells como estrella local, que muestra una Valencia moderna abierta a España y al mundo. En los años 30, Mestalla acoge tres mítines políticos muy relevantes. Sobre todo el de Manuel Azaña, que volvía a la política después de unos meses apartado de ella tras haber sido acusado de haber participado en la Revolución de Octubre. Ese 26 de mayo de 1935, Izquierda Republicana llena hasta la bandera el estadio valencianista con la presencia de Azaña, unos 25.000 espectadores en las gradas que llegaron a 35.000 porque el terreno de juego también estaba lleno de simpatizantes. Para contrarrestar el triunfo de Azaña, el 30 de junio, la CEDA y la Derecha Regional Valenciana, lideradas por José María Gil Robles y Luis Lucia, pueblan Mestalla y los aledaños, la Hípica y la Plaza de Toros de manera simultánea. Los historiadores hablan de 60.000 personas. Más recientemente, José María Aznar reúne a 45.000 simpatizantes del PP en 1995. En esa década de los 30, Mestalla también celebra el primer partido de fútbol femenino entre dos equipos de vedetes: las del teatro Apolo contra las del teatro Ruzafa.

Pero el estadio valencianista de los 40 se queda pequeño y su presidente, Luis Casanova, decide acometer la reforma del Gran Mestalla en los años 50. Hasta entonces, el aspecto de Mestalla había sido una muestra de Art Deco pero, al rehabilitarlo, ya ofrecerá el enorme bloque de cemento, con la verticalidad en las gradas, que lo convierten en un campo único en el mundo (el segundo mejor de Europa, según lo calificó el periódico británico The Telegraph en 2016). Los socios vuelven a ayudar a pagar la hipoteca con abonos a 15 años, pero los bancos cierran las puertas al VCF hasta la intervención de Santiago Bernabéu, presidente del Real Madrid, para abrir otra vez las fuentes de financiación. “Fue un gesto de caballerosidad”, dice March. El VCF pierde competitividad deportiva porque se lo gasta todo en el estadio. Surgen jugadores de la cantera (Manolo Mestrel, Quincoces y Ricardo Alós). Se alcanzan las 56.000 localidades. La reforma se atribuye a los arquitectos hermanos Salvador y Manuel Pascual Gimeno. Acabada la rehabilitación, la ‘riuà’ del 57 destruye parte de lo remozado. El club debe reparar todo lo dañado. Y esperar con expectación la llegada de un potente sistema de alumbrado del campo, en 1959, que desata la pasión de los valencianos por el horario nocturno de los partidos y provoca un cambio en los hábitos de ocio.

Las noches europeas del Valencia CF forman parte de la liturgia del seguidor valencianista. Los dirigentes Julio de Miguel y Vicente Peris llevan al club a la Copa de Ferias, segunda competición continental, conquistada por el VCF en sus dos primeras participaciones (1962 y 63). Después se suman más títulos, la Recopa y la Supercopa de Europa (1980), además de las dos finales de Champions perdidas en París (2000) y Milán (2001) consecutivamente. De 1998 a 2004, Mestalla presenta las mejores entradas de su centenaria historia. Son los años dorados de su equipo de fútbol. Alcanza la cima al ser designado el mejor conjunto del mundo en 2004, según la Federación Internacional de Historia y Estadística de Fútbol (IFFHS). Muchos de esos futbolistas se reúnen, años después, en el que, para March, es otro de los hitos de Mestalla: el Partido de las Estrellas de 2019, año del Centenario de la entidad, con el estadio puesto en pie para agradecer a sus ídolos, algunos ya muy envejecidos, los servicios prestados, tantas tardes y noches de placer. Fue una comunión perfecta entre el público y sus celebridades, pero sobre todo una en representación de todas: Mario Alberto Kempes. Con el futuro más incierto que nunca, Mestalla ha firmado 100 años de valencianidad.

Han pasado 100 años y Mestalla está más vivo que nunca: 43.634 personas acudieron al viejo estadio la semana pasada en el derbi contra el Villarreal. A pesar de que el equipo está rozando los puestos de descenso. A pesar de la sentencia de muerte que pende sobre él: el acuerdo entre el club y las instituciones es derribarlo, vender las parcelas y marcharse a otra parte de la ciudad, en la Avenida de Las Cortes Valencianas, donde espera un recinto a medio construir por falta de financiación desde 2009. El VCF se asoma al abismo de Segunda, pero Mestalla resiste ahora que se cumple, este 20 de mayo, su Centenario. Alentando al equipo desde todos los rincones de la Comunidad Valenciana. Hay peñas desde Callosa de Segura, en la Vega Baja, hasta el norte en Rosell, el último pueblo fronterizo con Tarragona. De las 330 peñas del Valencia CF, un total de 223 proceden de las comarcas, es decir, un 68%. Las más potentes son La Ribera (42 peñas) y La Safor (17), pero hay presencia en todas las demás, desde Utiel-Requena a la Canal de Navarrés, La Vall d’Albaida o el Alto Palancia, tantos en las comarcas valenciano-hablantes como en las castellanas. Si bien se debilita en el camino hacia el sur, sigue siendo fuerte en La Marina, el Comtat y el Vinalopó.

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