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Valencia busca el perdón de Nazaret, el pueblo marinero al que le quitó la playa
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EL GRAN PERDEDOR DEL DESARROLLISMO

Valencia busca el perdón de Nazaret, el pueblo marinero al que le quitó la playa

Cómo un pueblo marinero se quedó sin playa, separado de un muro, para hacer posible el avance del puerto. Una cicatriz que busca repararse

Foto: Vista del viejo balneario de Benimar, uno de los viejos reclamos de Nazaret. (Cedida)
Vista del viejo balneario de Benimar, uno de los viejos reclamos de Nazaret. (Cedida)

Nazaret, sensitivamente, es un pueblo de playa. Un barrio marinero de Valencia, encajado en cierto scalextric urbanístico, a merced del puerto, en la continuidad con el jardín del Túria. Cerca de todo, aunque en tierra de nadie. Y, sobre todo, un pueblo de playa sin playa. La tenía hasta 1985, cuando la decisión de expandir el puerto encontró como daño colateral un frente marítimo que bien podía caer. El fin justificaba los medios, la realpolitik se abría paso bulldozer mediante. Desaparecía la playa de Nazaret. Aunque ya se había ido desintegrando antes: desde hacía unos cuantos años la basura que el río iba posando hacía inviable el baño. Un plan perfecto para proyectar lo inevitable. El gran perdedor del desarrollismo ochentero.

Foto: El agua roza la duna de protección en la playa del Dosel de Cullera, a 30 kilómetros de Valencia. (Cedida)

Eixstía un cierto aviso en su propio origen genético. Nazaret nació como un lazareto donde se enclaustraban a quienes llegaban a Valencia desde el mar, con sospechas infecciosas. La tierra que debía purgar el avance del resto de ciudad. Una premonición marcada a fuego en la piel de su superficie.

El atractivo de su playa, su condición marinera, fue ordenando el resto. Sus calles nacieron casi montadas sobre la propia arena, las barquitas se ataban a la ventana; era un pueblo sirviendo a la entrada del mar. Ese rastro provoca hoy un efecto insólito: huele a playa, su arquitectura es de playa, luce como una playa… pero no es una playa. Los vecinos de Valencia llegaron a considerarla la más bonita junto con la de las Arenas. Centros de esparcimiento playero, como Benimar o Marazul, son iconos de la historia urbana de los cuarenta y cincuenta. El propio diseño de su retícula provoca cierta similitud con el Cabanyal.

placeholder La división de Nazaret. (Cedida)
La división de Nazaret. (Cedida)

Solo que, en lugar de playa, un muro atravesó la visión. Una cicatriz tan pesada que acompañó la degradación definitiva del barrio, convertido en el lugar donde nadie quiso mirar. Por olvido, pero también para no recordar las vergüenzas propias.

En ese muro, hasta hace poco tiempo, en las paredes de lo que fue Benimar, se podía leer una cita a Kavafis: “Aquí que me detenga. Que también yo contemple un poco la naturaleza. Azul esplendoroso de un mar de la mañana y de un cielo sin nubes, y una ribera amarilla: todo hermosamente y con plenitud iluminado". Aroma a barco varado, Ítaca pasada por la taxidermia.

Foto: Vista del Jardín del Túria. (EFE/Manuel Burque)

En 2019 el muro cayó, en un ejercicio de simbolismo por el que la separación entre el barrio y el puerto quedaba vencida, en apariencia. Estaba circunscrito dentro del convenio entre ciudad y puerto para la construcción del Parque de Desembocadura, la infraestructura que debe prolongar el jardín del Turia hasta el mar, ubicando su llegada justo donde el muro.

Comenzaba así un intento de desagravio cargado de lamentaciones. Valencia buscando conseguir el perdón de Nazaret, convertido en el barrio a la cola en la mayoría de índices sobre calidad de vida e integración, pura causa-efecto.

placeholder Vista del mural de Paco Roca para Nazaret. (Cedida)
Vista del mural de Paco Roca para Nazaret. (Cedida)

Desde entonces, en la visual del barrio, es otra pared la que ha cobrado protagonismo. Paco Roca junto al artista Martín Forés han levantado un mural en una de las medianeras que homenajea a ese pasado esplendoroso. Representa una de las escenas que aparece en el cómic de Roca Regreso al Edén, donde el tranvía llega a Benimar. Un ambiente de plena plenitud que, visto ahora, supone un chute de nostalgia.

Precisamente el tranvía volvió en 2022, a través de la nueva Línea 10 de Metrovalencia Alacant-Natzaret que conecta en poco más de quince minutos el centro con el barrio. En las primeras semanas de su inauguración tenía lugar un proceso de descubrimiento: la ciudadanía llegando por primera vez a Nazaret, una excursión urbana a un lugar que siempre estuvo allí, aunque quisimos evitar tener conciencia de ello.

Foto: Render del proyecto. (Cedida)

También ultima su llegada el Levante UD. El equipo de fútbol va a levantar su nueva ciudad deportiva en terrenos de la Autoridad Portuaria, después del acuerdo por el que el Ministerio de Transportes otorga la concesión por 35 años. La operación fue valorada por el Ayuntamiento como un paso para la “dinamización de Nazaret”, aunque también asomó el debate de por qué terrenos sin uso habían estado tanto tiempo sin ocupación.

Aunque el hito más decisivo en esa colección de desagravios pasa por el Parque de Desembocadura. Según proyecta el equipo vencedor del concurso —(Con)fluir— reparará paisajísticamente el barrio. Lo hará a través de un bosque urbano y una continuidad natural que sellará el Jardín del Turia con la antigua playa. Una misión, todavía en fase render, con la que Valencia espera que se admita a trámite su disculpa definitiva hacia un pueblo playero al que se le extirpó el alma. En Nazaret sigue oliendo a salitre.

Nazaret, sensitivamente, es un pueblo de playa. Un barrio marinero de Valencia, encajado en cierto scalextric urbanístico, a merced del puerto, en la continuidad con el jardín del Túria. Cerca de todo, aunque en tierra de nadie. Y, sobre todo, un pueblo de playa sin playa. La tenía hasta 1985, cuando la decisión de expandir el puerto encontró como daño colateral un frente marítimo que bien podía caer. El fin justificaba los medios, la realpolitik se abría paso bulldozer mediante. Desaparecía la playa de Nazaret. Aunque ya se había ido desintegrando antes: desde hacía unos cuantos años la basura que el río iba posando hacía inviable el baño. Un plan perfecto para proyectar lo inevitable. El gran perdedor del desarrollismo ochentero.

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