El Cabanyal 1997-2022, cuando nos contaron que Valencia vivía de espaldas al mar
El emblemático barrio marítimo produce una oferta cultural de calidad y alejada, por ahora, del modelo de ocio turístico de otras áreas de la ciudad
A finales del siglo pasado se forjó una entente poco cordial contra los pobladores del marítimo valenciano. Un grupo de cargos públicos del gobierno local, especuladores urbanísticos y agencias de comunicación esparcieron entre la opinión pública que Valencia vivía de espaldas al mar. Un think tank auspiciado en los códigos postales del Ensanche y Pla del Real, que no conocía más playa capitalina que la de Xàbia (Jávea), introdujo un relato adecuado al dictado político.
En 1997, el Gobierno municipal de Rita Barberá proyectó el Plan Especial de Protección y Reforma Interior del Cabanyal-Canyamelar (PEPRI). Un pelotazo que contemplaba la ampliación de la avenida Blasco Ibáñez hasta el mar, mediante la destrucción de 1.600 casas de un conjunto histórico protegido, y que la oposición vecinal, la izquierda valenciana y el Ministerio de Cultura tumbarían años después.
En 2014, el Tribunal Supremo dictaminó contra el Ayuntamiento de Valencia por expolio. La salvación del histórico barrio marinero se confirmó un año más tarde, cuando el Partido Popular perdió el consistorio a manos de un tripartito progresista. Tiempo atrás, la política cultural hacia los poblados marítimos había sido inexistente o fraudulenta. La concejal de Cultura, Mayrén Beneyto, entregó la joya de la corona cabañalera, el Teatre El Musical, al productor José Luis Moreno. La empresa del madrileño, Crystal Forest, no presentó cuentas con Hacienda ni con la Seguridad Social, debía nóminas a los empleados y fue incapaz de dar voz a las compañías teatrales autóctonas.
En este contexto de destierro para la cultura valenciana desde sus propias instituciones, alrededor del año 2010 brotaron, en los márgenes, iniciativas privadas y autogestionadas que impulsaron la creación artística en los diferentes barrios de Valencia. Cabanyal Íntim, Russafa Escénica, Circuito Bucles, Distrito 008, Benimaclet ConFusión o Intramurs tejieron una red productiva que dinamizó la ciudad sin apoyo del Gobierno municipal. Hoy vertebran parte de la cultura de la capital del Turia, junto con otros proyectos fundados desde 2015, con la confianza de los gestores municipales y autonómicos.
Cabanyal Íntim es un festival urbano y de proximidad creado por la compañía teatral Francachela. En 2011, su directora, Isabel Caballero, decidió llevar las artes escénicas a las áreas más degradadas del distrito, tras dos décadas de inacción política: “Nuestra compañía estaba especializada en espectáculos teatrales en espacios no convencionales. En 2011, ensayábamos una obra llamada 'Pecatta minuta' en plena zona cero del Cabanyal y propusimos a los miembros de la plataforma cívica Salvem El Cabanyal llevar las artes escénicas al barrio, a semejanza de lo que Portes Obertes llevaba años realizando con las artes plásticas. Nos pusimos en marcha involucrando a otras compañías afines y en octubre lanzamos la primera edición”.
El proyecto fue creciendo y en la tercera edición de Cabanyal Íntim, en 2013, Javier Mariscal diseñó el logotipo, marca del festival desde entonces. “En 2015, los dueños del edificio La Colectiva nos cedieron su uso a cambio del pago de los gastos de la finca, y esta fue nuestra sede hasta que alguien compró el inmueble en 2019. Además, durante los últimos siete años, con el cambio de rumbo en la política cultural del Ayuntamiento, comenzamos a programar obras en el Teatre El Musical, que la concejalía de Acción Cultural encomendó a Olga Álvarez en la primera legislatura de María Oliver (València en Comú) y a Juanma Artigot bajo el actual mandato de Maite Ibáñez (PSPV-PSOE). Su apoyo ha sido fundamental”, incide Caballero.
El pasado 6 de octubre, la Conselleria de Cultura de la Generalitat Valenciana daba el visto bueno al Plan Cabanyal-Canyamelar de la concejalía de Urbanismo, comandada por Sandra Gómez, oriunda del barrio. Esta seguridad jurídica podría suponer el empujón definitivo para su aprobación a principios de 2023. El proyecto urbanístico del actual Gobierno municipal se fundamenta en la regeneración y la dotación de espacios de calidad para los vecinos. Amadeu Sanchis fue concejal del Ayuntamiento de Valencia entre 2011 y 2015 por Esquerra Unida, también nació en El Cabanyal y es miembro activo de su vida cultural. "En 1999 el consistorio dejó de invertir dinero, tanto en equipamientos como en servicios básicos. Tras catorce años, en 2015 con la llegada de Joan Ribó a la alcaldía, se pusieron en marcha los proyectos de intervención municipal, mediante fondos municipales, autonómicos y europeos para la rehabilitación de inmuebles, limpieza activa de calles y la ampliación de aceras. La concejal de Cultura, Gloria Tello, natural del distrito, aprobó el plan 'Cultura en los barrios', que permitió que, por primera vez en un largo periodo, la Banda Municipal de Valencia tocara aquí, y se rehabilitó el Casinet Sociedad Musical Unión de Pescadores, edificio construido en 1909, donde ensayan las dos bandas más relevantes del barrio, un lugar emblemático en el que Blasco Ibáñez daba mítines y en el que se fundó una de las peñas más antiguas del Levante UD", comenta Sanchis.
En 2021, el Centre del Carme de Cultura Contemporánea presentó la exposición '1998-2015: Cabanyal Portes Obertes. Cultura i ciutadania'. La muestra reivindicaba el primer proyecto de intervención artística nacido desde el movimiento vecinal para visibilizar el conflicto. Alfonso Moreira fue uno de los pioneros de aquel activismo en 1998: “Portes Obertes fue el ejemplo de festival urbano haciendo de la necesidad virtud, antes de que se pusieran de moda estos eventos. Fuimos precursores en el arte político haciendo algo tan sencillo como abrir nuestras puertas al público. Los autores exponían en nuestros hogares particulares, yo me tiré dos fines de semana recibiendo a doscientas personas en mi casa para que disfrutaran la obra. Ahora lo pienso y me da un poco de vértigo”.
El editor conoció la época en la que la policía no dejaba pasar a los escasos turistas a ciertas zonas, advirtiéndoles del peligro. “Como primer gentrificador que fui en 1998, no voy a ser yo quien se oponga al turismo, pero todavía existen diferencias entre los poblados marítimos y otras zonas más concentradas como Russafa o el centro histórico. Esto es enorme, entre una sala de conciertos como La Casa del Mar y el complejo cultural de Las Naves hay más de cuatro kilómetros de distancia, no hay grupos de borrachos cantando por las calles y los locales de ocio están dispersos. Lo que ha pasado aquí desde 2014 es lo mismo que ha sucedido en otros puntos de la ciudad: Valencia se ha vuelto multicéntrica, los barrios poseen actividad cultural propia y eso es bueno. Si hace quince años me dicen que tendría a cinco minutos de casa un teatro con la programación del Musical, firmo donde sea. O lo que se hizo en Las Naves en la etapa de programador de Guillermo Arazo, arriesgando desde los márgenes, era un lujo por el tipo de propuestas. Son focos municipales que colaboran con unas iniciativas privadas excitantes”, expone Moreira.
En diciembre de 2008, los toscanos Lorenzo y Carlo, junto con el siciliano Riccardo, crearon el café literario Ubik, en Russafa. En 2015, consumaron su intención de iniciar el Circuito de Músicas Urbanas de Valencia por su barrio, que en 2016 trasladaron al Cabanyal. “Tras la experiencia del festival MUV nos gustó el aire que se respiraba aquí”, explica Lorenzo, “pensamos en abrir un local y estuvimos dos años dando vueltas buscando un bajo adecuado para La Batisfera, hasta que encontramos un espacio entre La Reina y la calle Carlos Ros. Derribamos todo y conservamos la madera original del altillo para fabricar la barra y las mesas. La idea fue abrir un espacio cultural con cafetería y cocina, además de una librería que gestiona otro responsable, pero con quien compartimos eventos y programación”.
La Batisfera nació en 2018 y desde su origen se convirtió en un punto de encuentro para los inquietos de la zona. “Desde que llegamos a la ciudad conocimos la fuerza de este barrio por sus iniciativas culturales. Disfrutamos del rollo de Portes Obertes, y ahora existe una buena dinámica entre nuestro espacio y el Teatre El Musical o Cabanyal Íntim con quienes colaboramos habitualmente”, concluye Lorenzo.
Los músicos Ela Vin y Txema Mendizábal toman una cerveza en la terraza del bar. Han quedado con el fotógrafo Antonio Madrid Souto para realizar una sesión de retratos promocionales. Tras doblar la esquina de La Reina, un residente se ajusta las chanclas, mete el tabaco en sus bermudas y ata al perro a la silla de la cantante: “Vígílamelo un momento. Es un chucho muy bueno. Me tomo una caña y salgo”. Es probable que el proceso de gentrificación empezara hace años, que los pisos turísticos sigan en aumento los próximos veranos y que el nuevo plan urbanístico no solucione todas las reivindicaciones comunitarias, pero los vecinos del Cabanyal siguen siendo, por ahora, los amos del barrio.
A finales del siglo pasado se forjó una entente poco cordial contra los pobladores del marítimo valenciano. Un grupo de cargos públicos del gobierno local, especuladores urbanísticos y agencias de comunicación esparcieron entre la opinión pública que Valencia vivía de espaldas al mar. Un think tank auspiciado en los códigos postales del Ensanche y Pla del Real, que no conocía más playa capitalina que la de Xàbia (Jávea), introdujo un relato adecuado al dictado político.