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Qué será del símbolo de la peatonalización de Valencia después de las elecciones del 28-M
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Qué será del símbolo de la peatonalización de Valencia después de las elecciones del 28-M

Cómo será la Plaza del Ayuntamiento de Valencia. Uno de los focos de mayor debate en los últimos cuatro años se encamina hacia su versión definitiva, como escenario peatonal. ¿Pero existe riesgo de reversión?

Foto: Render del proyecto. (Cedida)
Render del proyecto. (Cedida)

La fiebre del render que recorre las corporaciones municipales a lo largo y anchos de toda España, se adelantaba hace unos meses en Valencia cuando su ayuntamiento anunciaba el proyecto ganador encargado de reformar la Plaza del Ayuntamiento, la joya de la corona de un proceso de peatonalización -y de lavado urbano- que protagoniza sus últimos ocho años. La propuesta del arquitecto Miguel del Rey se imponía en el concurso de ideas gracias a su proyecto Re-natura, pivotando sobre la idea del bosque urbano, de carácter caducifolio para que permita la visión integral de la plaza en otoño e invierno y cubra en la primavera y verano.

Con un intenso verde render, el alcalde Joan Ribó y la responsable de urbanismo, Sandra Gómez, destacaron la combinación entre un río de árboles de norte a sur de la plaza, un espacio de aguas el flanco septentrional, y un espacio libre en el que las fachadas más destacadas puedan verse sin obstáculos (justo el sector donde en marzo se sitúa cada día la Mascletà).

Foto: Render de los áticos del edificio Bristol. (Coliseum Group)

Es el fin de un viaje, el principio de otro, que comenzó al tomar la gran plaza valenciana como plataforma de urbanismo táctico. De rotonda a plaza, en 2020 fue retirado provisionalmente el tráfico privado, con su primera peatonalización que encara ahora su planeamiento definitivo. La ejecución, que cuenta con 8,5 millones de presupuesto, debería desarrollarse en la próxima legislatura.

Mientras que los aspirantes a sustituir a los partidos en el gobierno evitan pronunciarse sobre su modelo de plaza, la posibilidad de revertir su peatonalización parece un globo sonda del pasado. La prueba de que su uso peatonal ya no entra en discusión es que los principales ataques han llegado a partir de razonamientos estéticos: por el color de la superficie proyectada, que llevaron a bautizarla como la plaza roja, y por unos maceteros para ordenar el tráfico aparentemente sacados del almacén del cuñado más cercano.

Foto: Varias personas recorren Valencia en bici. (EFE/Kai Försterling)

Esta misma semana, el barómetro con el que el propio ayuntamiento encuestó a sus vecinos a través de 2.358 entrevistas presenciales, concluía que cuatro de cada cinco ciudadanos apoyan los proyectos de conversión de plazas en áreas peatonales. Es una de las explicaciones de por qué la cuestión ha dejado de ser una de las principales municiones contra la gestión municipal, para convertirse en uno de aquellos cambios llegados para quedarse.

placeholder Cuatro de cada cinco ciudadanos apoyan los proyectos de conversión de plazas en áreas peatonales. (Cedida)
Cuatro de cada cinco ciudadanos apoyan los proyectos de conversión de plazas en áreas peatonales. (Cedida)

La plaza, paradigma de la centralidad de la ciudad, ha estado entre tanto sometida a un debate fértil, repleto de nostalgia y con abundante literatura sobre su hardware (sus componentes físicos), pero apenas sobre su software (su uso y contenido). Como otras muchas alrededor del mundo, su circunferencia ha sido ganada como circuito de franquicias, por lo general con bajo nivel cualitativo. Es este también uno de esos epicentros de tensión entre la inercia del monocultivo frente a la ciudad diversa.

Foto: Vista del Mercado de la Imprenta de Valencia. (Cedida)

En esa misma discusión se cuela, como un ruido permanente, la tentación a entregarse a los brazos de la nostalgia. Con intentos revisionistas por recuperar la forma que el arquitecto total de la ciudad, Goerlich, le dio en 1933 a la plaza: un triángulo en altura con un aspecto embellecido que casi un siglo después sigue siendo un hit entre los amantes del blanco y negro. En su momento, en cambio, los propietarios de los puestecitos de flores se levantaron en armas: no querían estar bajo tierra, en ese subterráneo al que se les había conducido.

La propia fundación del arquitecto Goerlich, gestionada por algunos de sus descendientes, editó en 2020. La plaza con el que reunió a un centenar de voces que enfocaban su visión sobre el futuro de esta superficie con cerca de 58.000 metros cuadrados. La candidata del PP a la alcaldía, María José Catalá, titulaba su pieza con un ‘València merece más’. “Los valencianos nos enfrentamos al reto (…) de que Valencia no se convierta en una ciudad franquicia’. Un reto de estas dimensiones requiere de la convocatoria de un concurso internacional, con la participación de los expertos más reconocidos”. La candidata del PSPV, Sandrá Gómez, hablaba de “un cambio de paradigma”: “No se volverá atrás como nadie se atrevió a deshacer el río verde para volver a proponer una autovía”.

Foto: En 2012 la falla Nou Campanar se hacía con el primer premio, era el séptimo que sumaba en un tiempo récord. (EFE/Juan Carlos Cárdenas)

El responsable de movilidad del Ayuntamiento, Giuseppe Grezzi (Compromís) señalaba en aquellas páginas que “miles de coches han dejado de transitar y echar humo (…) una plaza finalmente digna de su nombre, que proyecta València en el futuro”. El alcalde de la ciudad de 1979 a 1989, Ricard Pérez Casado, pedía entonces “recuperar la plaza para el uso cívico más allá de las efusiones festivas y de la contaminación (…) un espacio de relación y no de paso acelerado”.

Aquello que se dirime es también el futuro después de la nostalgia: no volverá a la plaza el Barrachina, ni el Noel, ni el Lauria, ni el Balanzá, ni el Gil, ni el Segarra… ni la ‘tortada’ de Goerlich. Resuelto inicialmente el qué (peatonal y boscosa), falta el para qué.

La fiebre del render que recorre las corporaciones municipales a lo largo y anchos de toda España, se adelantaba hace unos meses en Valencia cuando su ayuntamiento anunciaba el proyecto ganador encargado de reformar la Plaza del Ayuntamiento, la joya de la corona de un proceso de peatonalización -y de lavado urbano- que protagoniza sus últimos ocho años. La propuesta del arquitecto Miguel del Rey se imponía en el concurso de ideas gracias a su proyecto Re-natura, pivotando sobre la idea del bosque urbano, de carácter caducifolio para que permita la visión integral de la plaza en otoño e invierno y cubra en la primavera y verano.

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