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"Los tiros, a la barriga": Azaña y la masacre de Casas Viejas o el prólogo de la Guerra Civil
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"Los tiros, a la barriga": Azaña y la masacre de Casas Viejas o el prólogo de la Guerra Civil

El 10 de enero de 1933, una revuelta anarquista en Benalup-Casas Viejas (Cádiz) contra la reforma agraria sepultó al Gobierno de Azaña. La amenaza de más ataques atenazó también al Frente Popular

Foto: Los cuerpos de los anarquistas masacrados por la Guardia Civil en enero de 1933 en Casas Viejas. (Cedida)
Los cuerpos de los anarquistas masacrados por la Guardia Civil en enero de 1933 en Casas Viejas. (Cedida)

"Están todos tranquilos, seguros de su fuerza. Seisdedos habla con los más próximos:

—Sabréis que ayer tuve carta como que se va a implantá hoy el comunismo libertario en toda España. Nosotros estamos hartos de pasá hambre y de resibí la limosna y de no hasé ná. Vamos a seguí el ejemplo de los compañeros de otras partes, pero sin derramá sangre.

Gruñían los odios de una miseria secular aquí y allá. Una voz de mujer se alzó para blasfemar y clamar por sus viejos rencores. El Seisdedos respondió:

Foto: Celebración de la victoria electoral del Frente Popular en febrero de 1936.

—Vamos a haserlo sin derramá sangre, pero poniendo er corasón por delante. Y si arguno quiere estorbar, la voluntá de tó el pueblo, que ponga er suyo también".

Al final, sí se derramó sangre. A borbotones. Así relataba Ramon J. Sender los preparativos de la batalla campal acaecida en la localidad de Casas Viejas entre el 11 y el 12 de enero de 1933 que acabó en masacre. Sender había sido enviado apenas unos días después a la localidad en la provincia de Cádiz para escribir una extensa crónica ante la gravedad de los hechos —Ramon J. Sender, Viaje a la aldea del crimen. Documental de Casas Viejas. (Asteroide)—.

Seisdedos y otros 24 anarcosindicalistas, además de tres guardias de asalto, morirían acribillados por las fuerzas de seguridad según órdenes del Gobierno de Azaña de sofocar la revuelta "sin prisioneros". El suceso tendría sus implicaciones en el contexto de las revoluciones anarquistas y sus consecuencias llegarían hasta julio de 1936. Mucho tiempo después, cuando pasadas las cuatro de la tarde del 17 de julio de 1936, el presidente del Gobierno, Santiago Casares Quiroga, reunió a sus ministros para informarles de la incipiente rebelión de una parte del ejército en el protectorado de Marruecos, aún mantenía la vana ilusión de que la Marina impidiera su traslado a la península y que el ejército de África retornara a la legalidad republicana. No ocurrió nada parecido, sino más bien lo contrario: al día siguiente, la insurrección se generalizó por toda España, completándose el golpe de Estado del 18 de julio de 1936 que daría comienzo a la Guerra Civil.

Azaña no temía al ejército en el 36, sino a los anarquistas, por las insurrecciones del 32 y el 33

¿Por qué no se había actuado con más firmeza frente a un ejército del que se tenían ya datos suficientes de que podía rebelarse en cualquier momento? Tanto el presidente de la república, Manuel Azaña, como el mismo Casares habían sido informados y advertidos del ruido de sables hasta el punto de haber apartado de cargos importantes a los generales Franco, Mola y Goded, —que acabarían protagonizando el golpe—, pero lo cierto es que nunca temieron que la conspiración tuviera tal alcance, y lo que es más importante aún, lo que les preocupaba verdaderamente a ambos era una nueva y potente insurrección anarquista, como las del 32 y el 33 en la que se enmarcó el levantamiento campesino de Casas Viejas, un nuevo golpe a la II República desde la extrema izquierda, para lo que debían contar nada menos que con los mandos del ejército que pudieran contenerla, muchos de los que se acabarían rebelando.

República "burguesa"​

No era ninguna estupidez. Tres años antes, el 1 de enero de 1933, cuando comenzó la huelga general promovida por la CNT con bombas en Madrid y Sevilla, que tendría su último eco en Casas Viejas, de la que se cumplen ahora 90 años, Santiago Casares Quiroga era el ministro de Interior y Manuel Azaña el presidente del Gobierno. La huelga general era la segunda de lo que constituiría una ristra de revoluciones anarquistas, sumando la del 32, y más adelante la de diciembre de 1933, —la peor de todas ellas—, y a la que habría que añadir también la Revolución de Octubre de 1934, planteada por el PSOE, pero secundada por algunos anarquistas.

En comparación, la sanjurjada de 1932, el fallido intento del general José Sanjurjo de rebelar al ejército, había sido totalmente ridículo, lo que también ayudó a que el Gobierno republicano estuviera desprevenido el 17 de julio de 1936, en un contexto en el que el orden y la legalidad de la república se habían deteriorado rápidamente tras la victoria del Frente Popular de febrero. Así, la constante del peligro anarquista había sido más preocupante para la II República hasta ese momento, —una república tachada de "burguesa" tanto por socialistas como por anarquistas y comunistas— que el ejército, exactamente como pensaban Azaña y Casares Quiroga en julio del 36.

placeholder La Guardia Civil, asaltando casas de campesinos en los años treinta.
La Guardia Civil, asaltando casas de campesinos en los años treinta.

El presidente de la República y el primer ministro tenían sus motivos. La insurrrección anarquista de Casas Viejas y la posterior represión de la Guardia Civil que acabó en franca masacre fue uno de los hitos indiscutibles de todo el periodo de la II República (1931-1936) y determinante en los sucesos posteriores, además de costarle a Azaña su primer Gobierno de ese año, el mismo año en el que el partido de derechas de la CEDA consiguió una clara victoria en las elecciones, lo que supuso un giro en la idea que tenía la izquierda de la República, que consistió en todo momento en gobernar en solitario para ejecutar su programa revolucionario de reformas, sin contar nunca con los conservadores.

La matanza se convirtió en la gota que desbordó el agua de la desilusión social

Casas Viejas se originó precisamente en el marco de la segunda insurrección anarquista y de una de las reformas de mayor calado y significado de todo el periodo republicano, motor de rencillas, odios, confrontación y polarización política: la Reforma Agraria de 1931, reformulada por el Gobierno de centro derecha en 1933 y de nuevo por el Frente Popular en 1936. Uno de los mayores ejemplos de lo que fue la II República. El problema del campo se mostró con toda crudeza y de forma trágica ese enero de 1933 en la localidad de Casas Viejas-Benalup —Cádiz—, con una rebelión y una posterior masacre que impactó a toda la sociedad y que perviviría en la mente de los españoles durante mucho tiempo. Tal y como escribió Gutiérrez Molina:

"El nombre de Casas Viejas ha quedado marcado a fuego en la piel del republicanismo español. La matanza se convirtió en la gota que desbordó el agua de la desilusión social. No solo la de aquellos que llevaban meses mostrando su desconfianza en el reformismo del nuevo régimen, sino también en el conjunto de la sociedad española. Casas Viejas no era la primera matanza contemporánea, ni siquiera del Gobierno republicano. Pero en ella confluyeron una serie de circunstancias que la elevaron, primero, a la categoría de asunto público y, después, a la de mito del siglo XX español" —José Luis Gutiérrez Medina, Casas Viejas, (Almuzara)—.

Comunismo libertario

Desde muy pronto, los hechos acaecidos en Casas Viejas entre el 10 y el 14 de enero de 1933 dejaron de ser importantes en favor del relato de los mismos. Según resumió Antonio G. Maldonado, lo que ocurrió en la localidad fue lo siguiente: "Durante la madrugada del 10, un grupo de anarcosindicalistas, creyendo formar parte de un levantamiento anarquista en todo el país, asaltó el cuartel de la Guardia Civil y declaró el comunismo después de herir a dos guardias, a uno de ellos de muerte. Los asaltantes esperaban recibir el apoyo de unos refuerzos anarcosindicalistas de Jerez, pero los que llegaron fueron un grupo de guardias civiles y de asalto enviados por Azaña, con las órdenes terminantes de sofocar el estallido "sin prisioneros ni heridos", como declararían después algunos de ellos". —Antonio G. Maldonado, prólogo de Viaje a la aldea del crimen. Documental de Casas Viejas (Asteroide)—.

placeholder Los cadáveres de los vecinos anarquistas de Casas Viejas.
Los cadáveres de los vecinos anarquistas de Casas Viejas.

El capitán Rojas, al mando de la Guardia de Asalto, plasmaría para la posteridad el suceso cuando declaró que las órdenes que había recibido de la Dirección General de Seguridad fueron, según sus palabras, "los tiros, a la barriga", versión que se negó después, y que sin embargo acabaría costándole a Azaña el gobierno. ¿El resultado? Los guardias civiles y los de asalto tomaron Casas Viejas y consiguieron arrancarles a los vecinos los nombres de los simpatizantes anarquistas revoltosos, que se refugiaron en la choza de Francisco Cruz Gutiérrez, Seisdedos, referente sindical de la localidad.

A lo Sam Peckinpah

A partir de ahí, según los testimonios, la secuencia podría ser la escena final de Grupo salvaje (1968), de Sam Peckinpah. Un tiroteo bestial con fusiles, granadas y una ametralladora hasta que llegó por la noche el capitán Rojas con 50 guardias de asalto y decidió incendiar la choza. Murieron un guardia de asalto y ocho de los parapetados dentro, más otros trece a los que se ejecutó después a sangre fría. En total, 26.

La tragedia abrió una crisis política en todo el país y puso de manifiesto el drama del campo

La tragedia hizo saltar por los aires la política de todo el país, puso de manifiesto el drama del campo y la desilusión social sobre los teóricos avances para los campesinos con la Reforma Agraria del Gobierno de Azaña y de paso la sensación, entre otro sector, del peligro de las insurrecciones anarquistas y la colectivización del campo. En definitiva, el suceso espantó a todo el mundo. Ramon J. Sender, entonces un joven novelista que había publicado la exitosa Imán (1930) sobre el ejército de África, se trasladó al lugar de los hechos para hacer una crónica novelada de lo acontecido 33 años antes de A sangre fría de Truman Capote: "En Casas Viejas no hay casas viejas ni nuevas. Centenares de obreros —y el pueblo es muy pequeño—, cuando llegaron a la mayor edad y se separaron de sus padres, construyeron cerca de la de ellos su choza, con la mujer" —Ramon J. Sender, Viaje a la aldea del crimen. Documental de Casas Viejas (Asteroide)—.

Insurrecciones anarquistas

Cuando la opinión pública tuvo datos más precisos de lo que había acontecido en Casas Viejas estalló una crisis política. "Tuvo lugar una aparente contradicción, que consistió en que el mismo Estado que había llevado a cabo una acción sistemática de represión contra los campesinos que atentaron contra él y proclamaron el comunismo libertario, inmediatamente después dirigió una campaña de caridad y solidaridad en beneficio de las familias damnificadas como pocas se han conocido en España. Otra paradoja consistió en que tras los sucesos, al mismo tiempo que el Gobierno de la Segunda República intentaba resolver el viejo problema agrario (es decir, el contexto en el que habían tenido lugar), se desarrollara en torno a los hechos una monumental batalla mediática, política y judicial de ámbito nacional y que hubiera ocurrido con un Gobierno de izquierdas", —Salustiano Gutiérrez Baena, Los sucesos de Casas Viejas: crónica de una derrota (Beceuve)—.

placeholder Guardias civiles y campesinos, en Casas Viejas.
Guardias civiles y campesinos, en Casas Viejas.

Lo cierto es que, según Ángel Herrerín, "el inicio de la insurrección de enero de 1933 se encuentra, al igual que en el movimiento anterior, en el intento de hacer derivar una huelga en un hecho revolucionario. Aunque, ahora sí, era la organización en pleno quien intentaba planificar esta iniciativa. El origen estuvo en las reivindicaciones que los ferroviarios hicieron llegar al Gobierno, y que el socialista Indalecio Prieto se había negado a aceptar" —A. H. El insurreccionalismo anarquista durante la II República—.

En ese contexto se sucedieron levantamientos anarquistas en el campo, como el de Casas Viejas, cuya represión dejó tocado de muerte al Gobierno de Azaña y puso de manifiesto el peligro de nuevas insurrecciones que la reforma agraria no logró evitar. En diciembre de 1933, un año después de Casas Viejas, se producirían la última y más sangrienta de todas ellas, aunque en la primavera del 36 la conflictividad en el campo no hizo sino aumentar de la mano de la CNT y FAI, lo que llevó al convencimiento del Gobierno de que era casi más factible una nueva revuelta anarquista que un posible levantamiento militar, que es en cambio lo que ocurrió el 17 de julio de 1936 en Marruecos.

"Están todos tranquilos, seguros de su fuerza. Seisdedos habla con los más próximos:

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