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La carnicería de mayo de 1937: cuando las izquierdas se mataron entre sí en la guerra civil
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La carnicería de mayo de 1937: cuando las izquierdas se mataron entre sí en la guerra civil

Hace 85 años estalló a tiros en Barcelona una lucha interna en el bando republicano, pero la verdadera batalla estaba en Valencia cuando socialistas y comunistas 'sustituyeron' a Largo Caballero

Foto: Milicianos de la CNT-FAI durante la Guerra Civil Española
Milicianos de la CNT-FAI durante la Guerra Civil Española

"Largo Caballero llamó a los comunistas 'embusteros y calumniadores'. Y, en cosas tales, gastaron seis horas. Los socialistas, por boca de Negrín, habían apoyado la tesis de los comunistas y también los republicanos habían dicho algo. Cuando los comunistas abandonaron la sala del Consejo, los demás ministros [del PSOE y CNT] consideraron la conveniencia de hacerlos volver y algunos se ofrecieron y se encargaron de hablar con ellos para disipar la tormenta y que asistieran a otro consejo". La reflexión del presidente de la República, Manuel Azaña, en Manises, Valencia, -recogida en sus Diarios- se refiere al crucial y marrullero consejo del gobierno republicano del 13 de mayo de 1937 que habría de cambiarlo todo.

Hacía tan sólo una semana que el propio Azaña había conseguido salir in extremis de Barcelona, en donde quedó atrapado por una batalla campal entre anarquistas y comunistas, escoltado hasta el puerto por una compañía de guardias de asalto que habían llegado a tal efecto de Valencia. En realidad, cuando el presidente salió el jueves 4 de mayo ya apenas pasaba nada, pero su dramatismo obedecía al gran peligro vivido el día anterior:

"Hicieron las maletas, se avisaron los coches, mi mujer me esperaba ya con el sombrero puesto, y todavía andaba yo enredado en una conferencia telegráficade Prieto. Es posible que a su irresistible verbosidad le debamos la vida, porque retrasó nuestra salida quince minutos y cuando bajamos la escalera ya estaban los equipajes en los autos), se reprodujo el fuego de ametralladoras y bombas con más violencia que nunca. Los de la estación tiraban con saña".

Foto: El historiador e hispanista estadounidense, Stanley G. Payne. (EFE/María C. Martín)

Lo cierto es que Barcelona era una ciudad en donde las izquierdas se habían enzarzado a tiros entre sí, sin que hiciera falta la concurrencia de las tropas nacionales, muy lejos aún del frente catalán. Todo era el resultado de una auténtica guerra civil en el propio bando republicano en donde ni siquiera era fácil establecer dos bandos, ya que habría al menos tres en confuso tropel: socialistas, comunistas, anarquistas...

El límite frentepopulista

Representaba, en fin, el caos del Frente Popular, propiciado sin duda por el alzamiento nacional del 18 de julio, y evidenciaba, menos de un año después, las dificultades del proyecto de una coalición destinada al desastre, que escondía en según qué sectores de esa izquierda, una revolución en ciernes desleal con la propia República, al igual que lo había sido la del 34. En julio del 36 el Frente Popular no había descabezado al ejército por temor a una insurrección armada de los anarquistas y para mayo del 37 no sólo estaban en el gobierno, sino que gobernaban amplias regiones del país.

Los tiros en fin, no le cayeron al presidente de la República pero se llevaron por delante en Barcelona a 400 personas del mismo téorico bando. Lo más importante de esa confrontación política fue sin embargo que acabó, una semana después, con la dimisión forzada, -la sustitución- del presidente Francisco Largo Caballero, como fruto de una maniobra de los comunistas, que se aseguraron a partir de entonces el poder.

Ahora otra coalición de izquierdas: comunistas, socialistas e independentistas comienza a agotarse

Si en 1934, antes de la guerra, el propio Largo Caballero al frente de la UGT y con la aquiescencia del PSOE había intentado la revolución obrera rompiendo la legalidad de la II República dos años antes del 18 de julio, en mayo de 1937 se evidenció que la revolución anarquista, por encima del mismo Largo Caballero, sería aún más profunda. En medio del caos, apareció una "solución" comunista: la contrarrevolución según las tesis del hispanista Burnett Bolloten, un partido que en las elecciones de febrero de 1936 apenas había tenido representación y que se iba a convertir en el brazo fuerte de la resistencia republicana con un socialista al frente, Juan Negrín, una forma de enmascarar sus verdaderas intenciones.

Se cumplen 85 años de ese momento álgido de la crisis del originario proyecto del Frente Popular de 1936 que estalló en Barcelona. Ahora otra coalición de izquierdas anómala entre comunistas, socialistas e independentistas comienza a agotarse también en medio de luchas internas dentro de sus propias siglas. Algunas cosas nunca cambian.

placeholder Barricadas en Barcelona, mayo de 1937.
Barricadas en Barcelona, mayo de 1937.

"Las Ramblas ascienden en suave y gradual pendiente durante más de kilómetro y medio hacia la Plaza de Cataluña. Desde el extremo opuesto se puede ver una interminable masa de cabezas humanas. Hoy nadie lleva sombrero, ni cuello duro ni corbata; los símbolos sartoriales de la burguesía han desaparecido; la libertad proletaria ha invadido la calle del Hospital y la calle del Carmen desde el Paralelo. O como sugiere Puig, la burguesía, a fin de disfrutar de mayor seguridad se ha disfrazado de proletaria, dejando sombrero, cuello y corbata en casa". Era necesario, tal y como relata Burnett Bolloten en 'El Gran engaño' -más tarde renombrado como 'Revolución y contrarrevolución'-, abandonar toda clase de imagen burguesa en Barcelona en un clima de revolución proletaria anarquista.

Hundimiento de la legalidad

No en vano, tras el estallido de la Guerra Civil y el hundimiento de los gobiernos republicanos de Casares-Quiroga, Martínez-Barrio y José Giral, el orden legal republicano como tal se había desintegrado en todas partes y de forma muy notoria en zonas como Cataluña, Aragón y parte de Valencia, lo que justificaba precisamente las razones aducidas por los propios militares rebeldes, que en realidad iban más lejos aún de las propuestas por Largo Caballero en octubre de 1934.

El Partido Comunista acudió en auxilio de pequeños propietarios y campesinos ante la colectivización

En Cataluña, el impacto de la revolución anarquista era descomunal, porque además gobernaban de facto con la complicidad de los independentistas de la Generalitat y siempre de forma desleal con el gobierno de la República. En ese contexto, aunque resulte complicado de entender, era el partido comunista, según las tesis de Burnett Bolloten, quien acudió en auxilio de esos pequeños propietarios y comerciantes ante la colectivización: "Como medio de proteger los intereses de la clase media urbana en esta región, los comunistas organizaron a dieciocho mil comerciantes, artesanos y pequeños fabricantes en la Federación Catalana de Gremios y Entidades de Pequeños Comerciantes e Industriales (conocida como GEPCI) algunos de cuyos miembros eran, según frase de Solidaridad Obrera, órgano de la CNT «… patronos intransigentes, feroces antiobreristas…".

Básicamente, al igual que en el campo valenciano, en donde también se afiliaron millares de campesinos al PCE para evitar la colectivización, los comunistas aprovecharon el caos anarquista para situarse al frente de la gran masa, que había quedado huérfana de representación por parte de la izquierda republicana moderada. Los socialistas, divididos en dos facciones históricas, la de Largo Caballero y la de Indalecio Prieto, aguardaron para acabar de situarse en el bando ganador de la izquierda.

placeholder Largo Caballero, segundo por la izquierda e Indalecio Prieto, cuarto.
Largo Caballero, segundo por la izquierda e Indalecio Prieto, cuarto.

En fin, la mejor idea para comprender lo que había ocurrido en el bando republicano en los pocos de meses de guerra la ha proporcionado Julio Aróstegui: "tras el golpe del 18 de julio quedaron tres propuestas en el bando republicano, una revolución social de matriz sindicalista/libertaria; una de alianza interclasista con hegemonismo proletario; y una en fin, de "democracia de nuevo tipo", con contenidos estatalistas y de hegemonía de partido, que si bien nunca quedó claramente definida fue una propuesta reiterada por el comunismo oficial" -Julio Aróstegui, 'Francisco Largo Caballero y su proyecto político en la Guerra Civil española, (1936-1937)- .

Tres opciones: una revolución libertaria; una de alianza proletaria y una de "nueva democracia"

Pues bien, en Cataluña, en vísperas de las llamadas jornadas de mayo de 1937 regía la primera, en el gobierno de la II República, la segunda -la de Largo Caballero- y en la oposición frontal -socialistas de Prieto, izquierda republicana y por supuesto comunistas-, la tercera. Son las claves del drama republicano al que habría que añadir la guerra claro, que se estaba perdiendo por esta misma razón: la incapacidad para concretar una unión política y acabar con las guerras internas tal y como ha apuntado también el historiador Julián Casanova.

Insurrección de Miaja

El antecedente más inmediato a la crisis de mayo -y casi al margen de lo que ocurriría en Barcelona- resultó ser una operación militar ideada por Largo Caballero. Recordemos que mientras ocurrían todas estas luchas internas, había una guerra contra el bando nacional del general Francisco Franco. Largo había planeado una operación de largo alcance en la zona centro que tenía que servir para romper en dos el territorio nacional separando sur y norte a la altura de Extremadura, más una insurrección en el protectorado de Marruecos, controlado por los rebeldes desde el inicio de la guerra, con el objeto de aislar Andalucía y al general Queipo de Llano. La operación fue diseñada nada menos que por el coronel de Estado Mayor Segismundo Casado, que protagonizaría precisamente la última trifulca entre anarquistas y comunistas en marzo de 1939 justo antes de rendir Madrid al general Francisco Franco.

Los comunistas no querían ejecutar la ofensiva de Extremadura por si tenía precisamente éxito

Largo Caballero se quejaba constantemente de que el general José Miaja se negaba a tomar las medidas necesarias para la preparación de la ofensiva, lo cual era cierto porque ya para esas fechas el deterioro del gobierno era patente y las conspiraciones de los comunistas y los socialistas de Prieto para socavarle estaban avanzadas. Miaja se había hecho comunista poco antes de la ofensiva nacional y había quedado como el héroe de Madrid, lo que aislaba aún más a Largo Caballero en sus pretensiones por sustituirlo al frente de los Ejércitos del Centro. Según Bolloten, los comunistas no querían ejecutar la ofensiva -que habría sido un golpe duro para los nacionales que comenzaban la campaña del norte- sencillamente porque habría resultado una gran victoria de Largo Caballero y un impedimento para poder quitárselo de encima. La política por encima de la guerra.

En esas disquisiciones, estalló lo de Barcelona, que era un polvorín, como en media España, porque la revolución anarco sindicalista se había llevado por delante cualquier pretensión de revolución proletaria del propio Largo Caballero -dentro de unos límites- y había sumido a una buena parte de la zona republicana en un caos sin igual: en algunas localidades se abolió directamente el dinero, por poner un ejemplo. Para entonces, Largo Caballero enarbolaba de hecho un discurso puertas afuera alejado de su propia revolución de octubre de 1934, apelando a la democracia y a la legalidad, para atraerse a las potencias extranjeras, exactamente igual que hacían los comunistas con el apoyo de un socialista moderado como era el propio Prieto: la pinza más extraña de la historia.

placeholder Dolores Ibárruri, la Pasionaria durante un mitin.
Dolores Ibárruri, la Pasionaria durante un mitin.

Dolores Ibárruri por ejemplo declamaba: "Es la revolución democrática burguesa que en otros países, como Francia, se desarrolló hace más de un siglo, lo que se está realizando en nuestro país, y nosotros, comunistas, somos los luchadores de vanguardia en esta lucha contra las tuerzas que representan el oscurantismo de tiempos pasados (...) Nosotros, comunistas, defendemos un régimen de libertad y democracia; nosotros al lado de los republicanos, de los socialistas impediremos cueste lo que cueste que España camine hacia atrás, que marche de espaldas al progreso..."

La caída de Largo

Los sucesos de mayo de Barcelona y la pinza comunista aprovechando la revolución anarquista hicieron el resto para acabar de facto con el poder de Largo Caballero y acabar dominando la política del gobierno, cuando en febrero del 36 habían sido una fuerza insignificante. Lo explicaba Manuel Azaña en sus memorias apenas unos días después de que las fuerzas gubernamentales, pero especialmente los comunistas, hubieran liquidado la resistencia anarquista en Barcelona:

"Giral me visitó en representación de los partidos republicanos. Me dijo que tanto los republicanos como los socialistas y comunistas estaban persuadidos de que la situación no podía prologarse. Los comunistas estaban decididos a darle la batalla a Largo Caballero (...) Por los comunistas vinieron José Díaz y la Pasionaria. En el fondo, todos dijeron lo mismo: ineptitud de Largo, desorden público, entrega de Largo a la CNT, influencia perniciosa del cortejo personal de Largo, falta de autoridad, de iniciativa etc Los sucesos de Barcelona, sobre los que les dí algunos detalles impresionantes, habían colmado la indignación y la alarma de estos partidos". La suerte estaba echada. Con prácticamente todos los partidos en contra Largo Caballero acaba presentando una dimisión forzada que Azaña acepta y se forma un nuevo gobierno con un socialista al frente, Juan Negrín, y un poder de fondo esencialmente comunista, que era el objetivo y la ofensiva de Extremadura por parte del ejército centro no se llevaría a cabo nunca.

"Largo Caballero llamó a los comunistas 'embusteros y calumniadores'. Y, en cosas tales, gastaron seis horas. Los socialistas, por boca de Negrín, habían apoyado la tesis de los comunistas y también los republicanos habían dicho algo. Cuando los comunistas abandonaron la sala del Consejo, los demás ministros [del PSOE y CNT] consideraron la conveniencia de hacerlos volver y algunos se ofrecieron y se encargaron de hablar con ellos para disipar la tormenta y que asistieran a otro consejo". La reflexión del presidente de la República, Manuel Azaña, en Manises, Valencia, -recogida en sus Diarios- se refiere al crucial y marrullero consejo del gobierno republicano del 13 de mayo de 1937 que habría de cambiarlo todo.

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