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La CUP desplaza a los comunes de la negociación y acorrala a Aragonès
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“última intentona”

La CUP desplaza a los comunes de la negociación y acorrala a Aragonès

Cuando parecía que el acuerdo entre ERC y los comunes estaba cerca, la entrada en escena de la CUP desvió el foco y puso los cimientos del pacto solo entre independentistas

Foto: La diputada de la CUP Dolors Sabater. (EFE)
La diputada de la CUP Dolors Sabater. (EFE)

La CUP ha adquirido un papel protagonista en este último trámite de negociaciones para intentar formar un nuevo Gobierno en Cataluña y ahorrarse la repetición electoral. Parecía que ERC y En Comù Podem se acercaban a un acuerdo y, de repente, irrumpieron los anticapitalistas para desviar el foco. La formación antisistema ha sido la que obligó al candidato a la investidura, Pere Aragonès, a alejarse de los comunes y a volver al redil independentista. Y de momento parece que ahí siguen: intentando un pacto de última hora solo entre soberanistas.

“Que la CUP se haya tenido que arremangar para salvar la legislatura demuestra que esto no era una simulación. Ninguna inteligencia artificial hubiera podido prever que sería la quinta fuerza política de Cataluña la que solucionaría el problema para evitar ir a unas nuevas elecciones”, opina para El Confidencial una fuente conocedora de las negociaciones. Esta semana, Pere Aragonès, ante la ruptura de conversaciones con JxCAT, había puesto en marcha el plan B, que consistía en un pacto con En Comú Podem basado en cinco ejes programáticos, que tras la reunión independentista de ayer vuelve a un segundo plano.

“La intención era que los comunes hiciesen a ERC renunciar a la independencia, al menos en esta legislatura. De ese modo, el PSC podría facilitar la investidura de Aragonès. Por lo que sabemos, una serie de independientes de las filas socialistas serían los encargados de abstenerse y no votar en contra para que el pacto pudiese salir adelante, bajo la excusa de que en el Govern estaría su socio del Gobierno español. Sería una estrategia similar a la que se aplicó en las filas de Ciudadanos para elegir a Ada Colau como alcaldesa”, explican estas fuentes.

En otras palabras, la misión de los comunes era, según afirman en el sector soberanista, “provocar una ruptura de ERC con las otras fuerzas independentistas y que este partido se abandonase en manos de comunes y PSC”. Así, los votos de JxCAT ya no serían necesarios y los posconvergentes perderían toda posibilidad de influencia en el Govern.

Foto: Pere Aragonès conversa con Laura Borràs y Roger Torrent tras un acto este miércoles de Òmnium Cultural. (EFE)

Desobediencia y referéndum

Pero el camino de rosas de Aragonès se truncó por una seria advertencia de la CUP: “Pusimos encima de la mesa la exigencia de que los comunes debían estar dispuestos a aceptar la estrategia independentista y de que, llegado el caso, deberían estar dispuestos a desobedecer. En caso contrario, la CUP votaría en contra de ese acuerdo”, admiten fuentes de la organización anticapitalista a El Confidencial. Aragonès se encontró, así, entre la CUP y la pared: lo que conseguía por un lado, los votos de los comunes, se le podría escapar por el otro, con la tocata y fuga de la CUP. Y no hubiese valido de nada su opción, porque el PSC no estaría dispuesto a apoyar en bloque un Govern presidido por Aragonès, entre otras cosas porque consideran en las filas socialistas que quien debería ser el ‘president’ es Salvador Illa, como ganador de los comicios. Así lo reiteró ayer el presidente, Pedro Sánchez, en el pleno del Congreso ante ERC.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE)

La iniciativa de la CUP de intentar lo que definieron como “última intentona”, convocando una reunión conjunta entre CUP, ERC y JxCAT este miércoles, salvó finalmente la situación: “La reunión ha ido muy bien. Hemos estado de acuerdo en una cosa fundamental: en no ir a elecciones, y la única opción que hay ahora encima de la mesa es la investidura de Pere Aragonès. Debemos formar un Govern, aunque sea de manera provisional, si se le quiere llamar así, y seguir negociando mientras tanto”, subrayan fuentes conocedoras de lo que se trató en ese cónclave. ¿Es eso cerrar en falso la legislatura? Para los independentistas, no. Se trata, simplemente, de superar el escollo de la división momentáneamente, porque luego, aseguran, tendrían margen para negociar.

El principal punto que se irá negociando es la posibilidad de un gran acto de desobediencia que la CUP quería que fuese un referéndum a dos años vista. De hecho, la exigencia de una declaración unilateral de independencia (DUI) fue una propuesta que JxCAT puso encima de la mesa a Esquerra, aunque no se llegó a definir cómo se materializaría: si a través de una consulta o del Parlament. Algunas fuentes de Junts apuntan a que el plazo para esa DUI sería de dos años, aunque otras fuentes matizan que lo que querían los de Puigdemont era “dar dos años de margen a Aragonès para que pudiera intentarlo y, durante los dos años siguientes, materializar una acción de desobediencia”.

Dos años de margen

“Un sector de JxCAT está de acuerdo en que se levante la suspensión de la independencia, proclamada en el Parlament en octubre de 2017. Otro sector, no obstante, apoya la idea de la CUP de convocar otro referéndum. Se haría coincidir, así, con el calendario de Escocia. Pero como es un tema que hay que negociar, hemos convenido que lo sacamos del acuerdo de investidura para que se negocie en la mesa de partidos con tiempo. Lo que hemos sacado en claro es que damos dos años de margen a ERC para que pueda decir que está negociando con el Gobierno español. Son dos años que sabemos que no van a arrojar nada positivo, pero nos permiten a todos alcanzar un acuerdo de mínimos en este momento”, explican las fuentes.

Foto: El secretario general de JxCAT, Jordi Sànchez. (EFE)

Los otros puntos de fricción del pacto que ya tenían ERC y la CUP, según opinan fuentes cercanas al pacto, “no representarían grandes problemas. Ni siquiera en materia de impuestos, en los que las fuerzas de izquierdas son pródigas”. La estrategia para forzar el entendimiento es sencilla: “Todo punto que es un estorbo, se saca del acuerdo y se mete en el listado que se ha de negociar en la mesa de partidos, en la que deben estar también la ANC y Òmnium Cultural. Centrémonos ahora todos en definir la investidura y luego ya iremos negociando sobre la marcha”, aducen las mismas fuentes.

La mesa de partidos se convertiría, así, en guardiana del nuevo ‘procés’, soslayando el problema de hacer que ese peso político recaiga en el Consell per la República, considerado por los republicanos un ‘chiringuito’ personal de Carles Puigdemont. Así pues, la CUP renuncia a su referéndum tal y como fue planteado inicialmente; JxCAT renuncia a sobreponer el Consell per la República al propio Govern, y ERC se ha de plegar a los intereses de sus compañeros de viaje y acatar la hoja de ruta de la mesa de partidos. Un endeble acuerdo, pero que, visto desde la distancia, es el único acuerdo de mínimos posible para no ir a unas nuevas elecciones.

La CUP ha adquirido un papel protagonista en este último trámite de negociaciones para intentar formar un nuevo Gobierno en Cataluña y ahorrarse la repetición electoral. Parecía que ERC y En Comù Podem se acercaban a un acuerdo y, de repente, irrumpieron los anticapitalistas para desviar el foco. La formación antisistema ha sido la que obligó al candidato a la investidura, Pere Aragonès, a alejarse de los comunes y a volver al redil independentista. Y de momento parece que ahí siguen: intentando un pacto de última hora solo entre soberanistas.

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