Es noticia
Reconstruir 30 años de impunidad: la caída del DJ 'ochentero' acusado de abusar de 20 niños
  1. España
  2. Andalucía
EN MÁLAGA

Reconstruir 30 años de impunidad: la caída del DJ 'ochentero' acusado de abusar de 20 niños

M.F., pinchadiscos durante dos décadas en la discoteca más icónica de la Costa del Sol, vivía una doble vida que jamás pensó que afloraría. En julio fue arrestado tras una difícil investigación que partió de un anónimo. Así fue su captura

Foto: Los agentes del Grume en la casa del investigado. (Policía Nacional)
Los agentes del Grume en la casa del investigado. (Policía Nacional)

Los agentes del Grupo de Menores (Grume) de la Comisaría Provincial de Málaga estaban apostados en las proximidades del inmueble. Cuando se cercioraron de que su objetivo se encontraba en casa, actuaron como habían planificado. Con discreción, pero directos. El jefe de la unidad y una investigadora subieron hasta la planta del domicilio investigado, mientras que otros dos componentes del grupo permanecieron en el exterior del portal. Llamaron a la puerta y les abrió el propietario. Un hombre de 72 años, educado y físicamente en buen estado. "Solo tenía algún achaque propio de la edad", un detalle que sabían porque llevaban varios meses tras su pista. Días y días siguiendo sus pasos. Reconstruyendo tres décadas de su vida. Intentando conocer sus rincones más íntimos y oscuros.

La primera toma de contacto fue cordial, evidenciando cierta sorpresa porque dos policías estuviesen en su casa; pero cuando le explicaron el motivo de su presencia, mostró una comedida indignación que suavizaba con una sonrisa nerviosa. "¡Vamos, por Dios!", espetó cuando uno de los agentes le contó que estaba detenido por supuestamente corromper y abusar de al menos una veintena de menores durante los últimos 30 años. "¿Qué a mí me gustan los hombres?", fue lo único que se le ocurrió para interpelar la acusación. Nunca se había visto en esa situación y la confianza forjada tras tanto tiempo de impunidad comenzaba a resquebrajarse. Y eso que desconocía el cúmulo de pruebas e indicios que los responsables del caso llevaban tiempo acumulando en su contra.

Foto: Vista de la entrada de la Audiencia Provincial de Madrid. (EFE/Javier López)

El septuagenario era escoltado por los dos policías cuando en la entrada del edificio se topó con un adolescente. La escena no pasó desapercibida para los investigadores.

"¿Qué haces aquí?", preguntó el arrestado al chico.

"Quería preguntarte una cosa", contestó el menor, que intuyó lo que sucedía y se alejó del lugar.

Uno de los dos agentes que esperaban en la entrada del edificio, concretamente el que había llevado el peso de las indagaciones, observó segundos antes cómo el quinceañero llamaba a la vivienda del arrestado. El chico los miró y "se mosqueó". El investigador solo pudo pensar una cosa: no era uno de los chicos que había podido identificar.

M.F. se trasladó a la capital malagueña desde su pueblo de la comarca de Antequera y alcanzó la 'cima' poniendo vinilos en Torremolinos

Era mediados de julio cuando M.F. pisaba las dependencias policiales y las redes sociales en las que se movía con gran soltura mostraron una actitud disruptiva seguida del silencio absoluto. El 19 de julio hizo la última publicación en el perfil más convencional, ese en el que reverdecía sus aproximadamente 20 años como disyóquei en la discoteca más icónica de la Costa del Sol. Un local ubicado en Torremolinos que durante décadas formó parte del imaginario colectivo de varias generaciones que descubrían el ocio nocturno tras la dictadura franquista. La ingente cantidad de vinilos que los agentes observaron en su casa permanecían como huella de un pasado del que también hay un leve rastro en internet en forma de entrevista con sabor melancólico en una televisión local. Como alguna foto en blanco y negro en lo que parece un estudio de radio y otras con ese colorido singular que tienen las instantáneas de carretes que lo captaron entre platos de discos y auriculares profesionales.

"¿Alguien sabe si está bien? Hace mucho que no pone nada", preguntaba días atrás una mujer después de que M.F. dejara sin respuesta las numerosas felicitaciones de cumpleaños que un mes antes le trasladaban muchos de sus seguidores. "¿Te pasa algo?", insistía otra persona ante el prolongado silencio que se apoderó de él desde que los agentes del Grupo de Menores visitaron en su vivienda y que el Juzgado de Instrucción número 11 de Málaga le dejara en libertad con cargos por una compleja investigación cuyos entresijos ya conocerá tras levantarse el secreto del sumario.

"Estamos asustados..."

Fue una carta anónima remitida por un grupo de vecinos la que acabaría desdibujando la imagen de ese señor bien vestido y buenas formas al que su trabajo en Telefónica —que durante años compaginó con la cabina de disco— le había dejado una pensión alta. "Estamos asustados por nuestros niños y lo que allí pueda pasar", recogía la misiva, fechada el 30 de enero y escrita en una hoja cuadriculada tamaño folio. El texto acusaba a M.F. de llevar años abusando de chicos y describía su vivienda como un lugar de captación y corrupción de menores donde les facilitaba drogas, alcohol y todo tipo de dádivas a cambio de favores sexuales.

placeholder Los agentes del Grume estuvieron meses tras la pista del investigado. (Policía Nacional)
Los agentes del Grume estuvieron meses tras la pista del investigado. (Policía Nacional)

La carta llegó a la sede del Grume a principios de febrero, pero a pesar de la gravedad de las acusaciones, los policías adoptaron unas lógicas reservas. No sería la primera vez que un anónimo era utilizado para "putear a un vecino", por lo que había que hacer una serie de comprobaciones previas antes de dar un paso que pudiese echar abajo una hipotética investigación. Lo primero: saber quién es M.F.

El trabajo de prospección de los agentes mostraba a un septuagenario que vivía solo, empadronado en esa vivienda desde 1992 y natural de un municipio de la Comarca de Antequera, del que se trasladó a la capital malagueña buscando oportunidades laborales y —seguramente— para disfrutar de una atmósfera más cosmopolita y libre. Un ambiente lejos de las posibles miradas inquisidoras de los pueblos.

Foto: El papa Wojtyla, justo a los miembros de la familia Orlandi. (Netflix)

Jubilado, percibía una pensión elevada de la que podía disponer casi en su totalidad, ya que hacía mucho que había pagado su vivienda. El pelo teñido de color castaño para suavizar las canas revelaba un lado coqueto que cultivaba con una inscripción en un gimnasio que acabaría siendo una de las claves del caso. Reservado en sus relaciones sociales —"no se apreciaba un círculo cercano"—, su interacción en redes sociales como Instagram y TikTok generó sospechas entre los responsables del caso. No por su actividad, que se limitaba a alguna publicación esporádica, casi siempre, de imágenes de flores; sino porque su comunidad virtual la componían "muchísimos menores".

El hecho que acabó de centrar el interés de los agentes fue una denuncia que hallaron en sus bases de dato que establecía una extraña conexión entre el investigado, un móvil robado y un chico fugado de un centro de menores. Se activó entonces un dispositivo de localización del joven —en la actualidad, un veinteañero— que dio sus frutos un mes después, cuando una patrulla lo interceptó y comprobó que los efectivos del Grume estaban interesados en entrevistarlo. Una vez en el despacho del grupo, "declara bastante". "Cuenta que estuvo dos meses viviendo en casa de M.F., pero afirma que, aunque sabía que presuntamente practicaba sexo con niños, y que en alguna ocasión se le había insinuado, nunca hicieron nada", señalan fuentes cercanas al caso.

La casa del septuagenario "estaba acondicionada para atraer a niños", según la investigación

El testigo facilitó "cuatro o cinco nombres" de víctimas potenciales y puso a los agentes sobre la pista de "un gimnasio al que acude y donde capta a chicos". Judicializado el caso, y declaradas secretas las actuaciones, los responsables del caso fueron al centro deportivo. En la recepción se encontraron a dos mujeres cuya reacción ante las preguntas de los agentes fue más que reveladora.

"¿Conocen a un socio llamado M.F.?", preguntaron los policías.

Las recepcionistas se miraron la una a la otra e iniciaron un breve diálogo que acrecentaría las sospechas:

"Es el que siempre trae a sus sobrinos", deslizó con intención una de ellas.

"Sí, tiene muchos sobrinos", replicó la otra para incidir en que se habían fijado en la juvenil compañía de un septuagenario que acudía de vez en cuando con su mochila y sus pantalones cortos deportivos.

Los investigadores solicitaron el acceso a su ficha y comprobaron que, a lo largo de distintas etapas, además de su cuota, abonó la de seis menores con los que aparentemente no tenían ningún parentesco. Seis jóvenes con nombre y apellidos que abrían nuevas líneas de trabajo.

Vigilancias de 24 horas

Las gestiones en torno a la decena de posibles víctimas identificadas hasta ese momento se combinaban con el necesario trabajo de calle. Durante cerca de un mes, los efectivos del Grume vigilaron la vivienda del antiguo Dj, "las 24 horas de los siete días de la semana", y pudieron constatar un "trasiego" habitual de adolescentes. Las pesquisas posteriores demostrarían que M.F. supuestamente "regalaba teléfonos móviles, perfumes, zapatillas, ropa de marca —Hugo Boss, Dolce & Gabbana...—, chucherías…" para ganarse la confianza de los chicos y que estuviesen a su lado. Su vivienda, un piso de unos 70 metros cuadrados, tres habitaciones y suelo de parqué, ubicado en el distrito Oeste, "estaba acondicionada para atraer a niños". Videoconsola, televisión de pago, alcohol, sustancias estupefacientes —hachís, gas de la risa...—, dinero y camas para dormir cuando lo necesitaran, ya que un buen número de los chicos procedían de familias desestructuradas.

Los seguimientos que los agentes realizaron a los menores que a distintas horas del día llegaban y salían de la casa revelaron casos increíbles. Especialmente el protagonizado por un adolescente al que los investigadores siguieron hasta su colegio y que "había dicho a sus profesores que vivía con su abuelo". No era el único que había residido en el inmueble una larga temporada. Otro joven de 16 años "convivía con él como si fuese un familiar". "Dormía en el piso, iba al instituto, regresaba…", y todo ello con el pleno conocimiento de su madre, que aseguró que su hijo "iba a cuidar al hombre".

Ninguno de los dos reconoció haber tenido contactos sexuales con M.F., aunque los responsables del caso consideran que son rehenes del "factor vergüenza". "Lo primero que había que hacer es que comprendieran que eran víctimas", explicaron fuentes cercanas a la investigación, que señalaron que en ocasiones hasta protegían a su presunto depredador: "Uno de los adolescentes, también de 16 años, declaró que había mantenido relaciones con el investigado, pero que fueron consentidas y que no era delito". "Lo que ocurre es que ese joven padece una discapacidad mental y entonces el consentimiento decae", por lo que esos hechos podrían calificarse como una agresión sexual.

Foto: Foto: EC.
TE PUEDE INTERESAR
Las adolescentes que hacen tiktoks sexualizados se juegan su salud mental
The Wall Street Journal. Julie Jargon

En este difícil contexto de actuación, los policías optaron por seleccionar muy bien a los chicos a los que llamarían a declarar en primer lugar. No podían permitirse "filtraciones" que tiraran por tierra tanto tiempo de trabajo y tocar una tecla equivocada que destapara la investigación. "Hicimos un cribado y elegimos a las víctimas que menos acudían a la casa", aquellas cuyo nexo con M.F. podía ser menos intenso. Los agentes finalmente se decantaron por tres de ellos. Tres adolescentes que adquirieron la categoría de "testigos protegidos" y que arrojaron luz sobre el modus operandi de ese septuagenario de buenas formas que alarmaba a los vecinos.

El reconocido pinchadiscos captaba a sus víctimas a través del boca a boca —"entre los chavales se corrió la voz de los regalos que hacía"— y utilizando las redes sociales. Cuando entablaba contacto con un joven, observaba sus seguidores y, si había alguno que llamara su atención, enviaba una solicitud de amistad. Una de las cosas que despertó mayor curiosidad en los agentes era la facilidad para desenvolverse en los entornos digitales a pesar de su edad, por eso siempre tuvieron el presentimiento de que su móvil era fundamental para terminar de armar el caso. Y no se equivocaban.

Macarrones y calzoncillos

Una vez detenido, y con una orden de entrada y registro, los investigadores inspeccionaron a conciencia la vivienda. No dejó de sorprenderles la gran cantidad de botellas de alcohol que había escondidas en recónditos sitios, así como la multitud de cajas de calzoncillos —"se los regalaba a los jóvenes"— y paquetes de macarrones y tetrabrik de tomate frito. La comida que solía preparar a los chicos que iban a la casa. Pero lo verdaderamente valioso fueron los 11 pendrives, el ordenador y el teléfono móvil. Un iPhone de alta gama, adquirido el pasado mes de enero y en el que los responsables del caso presuntamente hallaron material pedófilo y conversaciones reveladoras fechadas hasta en 2016. La hipótesis es que "anteriormente tenía otro terminal de la misma marca y realizó un volcado cuando adquirió el nuevo". "Probablemente en ese pudiese haber más", pero no han podido localizarlo, de momento.

placeholder Calzoncillos y alcohol para regalar a los menores. (EC)
Calzoncillos y alcohol para regalar a los menores. (EC)

El análisis de los mensajes de WhatsApp que el investigado mantenía con los menores ponían de relieve ese lado depredador que ocultaba en su día a día con una imagen discreta e impoluta. Como cuando "daba largas a los chicos de los que no obtenía lo que quería", señalaron fuentes próximas a la investigación, que destacaron la conversación que el investigado supuestamente mantenía con un menor que quería ir a la vivienda con otros adolescentes.

"No vengáis porque no os enrolláis. Como vosotros tengo muchos", le espetó.

"Eso no lo quiero hablar por aquí", respondió el joven con cierto agobio.

El dinero era la vía perfecta para lograr sus fines y los investigadores saben que uno de los chicos recibió unos 600 euros en un periodo de seis meses. "Hay plenamente confirmados los casos de dos a los que supuestamente pagó 50 euros para que le enviaran una foto del pene", mientras que también descubrieron que estaba en posesión de "un video de un chico completamente desnudo". A pesar de que a éste se le veía perfectamente el rostro, negó que era la persona de la grabación. Otra vez el factor vergüenza.

"Como insistas, voy a ser yo quien te denuncie a ti, pederasta", supuestamente le espetó un menor

Estos impedimentos no han evitado que los investigadores estableciesen una horquilla temporal de tres décadas en los que M.F. habría estado actuando. Primero, por las declaraciones de los vecinos; segundo, por los indicios encontrados en las bases de datos policiales. En éstas hallaron indicios que reflejarían que el cazador pudo convertirse en víctima en más de una ocasión. "Más de un niño pensó en robarle" y uno confesó que acompañaba a otro "por si había que pegarle". Los agentes sospechan que a uno de los adolescentes le expulsó de la casa porque le propinó un guantazo. Intuyen el motivo, pero trabajan para confirmarlo.

Los archivos revelaron denuncias de los 90 por pérdidas de documentación, robos… que no se resolvían porque no aportaba datos de los autores. "¿Denunciaba y nunca detenían a nadie? Es muy raro", apuntan las citadas fuentes, que piensan que los autores de estos pequeños delitos podían ser los menores con los que presuntamente se relacionaba en aquella época.

Esa misma falta de colaboración se repitió cuando acabó en el hospital Regional Universitario de Málaga —antiguo Carlos Haya— por una paliza. Los facultativos, como establece el protocolo, realizaron un oficio al juzgado con el parte de lesiones, pero lo curioso es que M.F. no informó de los hechos a la Policía Nacional.

placeholder Vinilos almacenados, en la parte inferior de la imagen, junto a videojuegos para los chicos que iban a la casa. (EC)
Vinilos almacenados, en la parte inferior de la imagen, junto a videojuegos para los chicos que iban a la casa. (EC)

La creencia de los agentes no se basa en meras sospechas. El estudio de los dispositivos electrónicos avala esta hipótesis, ya que de ellos se extrajo una charla con uno de los jóvenes identificados que parece girar en torno a un posible robo de tarjetas bancarias. "O me devolvéis la pasta u os denuncio a los tres", presuntamente escribe el investigado en un momento de la conversación. Pero al no leer la contestación que esperaba, intenta marcarse un órdago.

"He llamado a la Policía y a mi abogado", amenazó, sin esperar la contundente respuesta que iba a dejarle en silencio.

"¡Te he dicho que te voy a pagar! Como insistas, voy a ser yo quien te denuncie a ti, pederasta", amenazó el chico.

Como pueden imaginar, estos hechos tampoco fueron denunciados.

Una llamada surrealista

M.F. se mostró "supernervioso" mientras estaba en las dependencias del Grupo de Menores. "No paraba de hablar tonterías", recuerda una de las fuentes consultadas, que confirmó que cuando llegó el momento de prestar declaración, y a pesar de que negaba los cargos por los que había sido arrestado, prefirió guardar silencio y "solicitó un letrado de pago". Hasta el momento de realizar este trámite fue surrealista. "Los detenidos tienen derecho a hacer dos llamadas. Dan los números y los agentes las efectúan para recibir asistencia legal e informar de su situación a la persona que desee". La primera fue para buscar abogado y pidió que se llamara a un amigo. "Al hombre que descolgó el teléfono se le explicó que M.F. estaba detenido y la primera respuesta que dio fue: '¿Quién es ese?'. Finalmente, refrescó la memoria y cayó en quién pedía su ayuda: ‘Hace mucho tiempo que lo veo’, reconoció". La segunda llamada se realizó a una sobrina.

Foto: Una menor utilizando un 'smartphone'. (Pixabay).

El antiguo Dj que atraía a las jóvenes a la pista de baile con vinilos de Michael Jackson, Erath Wind & Fire o Kool & The Gang, que ponía sintonía ochentera a las noches de Torremolinos, se encuentra actualmente en libertad con cargos. Las fuentes consultadas intuyen que las últimas reformas legislativas pueden favorecer su horizonte judicial y las esperanzas están puestas en el delito de agresión sexual por las presuntas relaciones con el menor discapacitado. Hasta ahora han identificado y localizado a una veintena de víctimas, pero el trabajo continúa.

Los agentes del Grupo de Menores (Grume) de la Comisaría Provincial de Málaga estaban apostados en las proximidades del inmueble. Cuando se cercioraron de que su objetivo se encontraba en casa, actuaron como habían planificado. Con discreción, pero directos. El jefe de la unidad y una investigadora subieron hasta la planta del domicilio investigado, mientras que otros dos componentes del grupo permanecieron en el exterior del portal. Llamaron a la puerta y les abrió el propietario. Un hombre de 72 años, educado y físicamente en buen estado. "Solo tenía algún achaque propio de la edad", un detalle que sabían porque llevaban varios meses tras su pista. Días y días siguiendo sus pasos. Reconstruyendo tres décadas de su vida. Intentando conocer sus rincones más íntimos y oscuros.

Pederastia Policía Nacional Niños Noticias de Andalucía Investigación Málaga
El redactor recomienda