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Los errores de los partidos políticos al intentar atacar a Pedro Sánchez
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Los errores de los partidos políticos al intentar atacar a Pedro Sánchez

La polarización tiene consecuencias muy negativas, y una de las peores es la levedad con que se encaran los asuntos de fondo. La política internacional lo es hoy, pero casi nadie parece tomársela en serio

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en el Congreso. (Europa Press/Eduardo Parra)
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en el Congreso. (Europa Press/Eduardo Parra)
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Una de las peores consecuencias de la polarización, si no la más dañina, es lo poco en serio que se toman los asuntos de fondo. La levedad conceptual se apodera de los discursos, que se instrumentalizan a partir de personalizaciones y de la insistencia en aspectos parciales, y se pierden de vista el conjunto y la estructura. Ambos son importantes siempre, pero en un contexto internacional como el presente resultan cruciales. Los partidos no deberían permitirse perderlos de vista, como están haciendo.

La comparecencia en el Congreso del presidente, previa a la sesión de control, en la que fijó la posición geopolítica de España, demostró lo poco que importan las grandes cuestiones y el enorme énfasis que se pone en la batalla política cotidiana.

Defensa y competitividad europea, guerras y economía, fueron los centros del discurso de Sánchez. En él mostró una visión claramente alineada con la ortodoxia europea. El peligro que supone Putin, la necesidad de un programa de desarrollo militar, el fortalecimiento de la industria de defensa de cara a 2030, a través de compras conjuntas y de cierto desarrollo de la producción doméstica, tejieron su intervención. El presidente dejó caer la necesidad de “emitir bonos destinados a bienes comunes europeos”, como la defensa y el clima, e insistió que no se trata de entrar en una economía de guerra, ni tampoco de acometer una transformación sustancial del tejido productivo, sino de reforzar y aumentar las capacidades existentes. Ambos aspectos son relevantes.

El segundo eje fue el económico, en el que constató fortalezas europeas todavía vigentes: “Somos el primer receptor de inversión extranjera del mundo, el primer socio comercial para muchos países y lideramos los rankings medioambientales”. Pero esa posición privilegiada se está perdiendo por “el estancamiento de la inversión productiva, un mercado interior poco integrado, las tardías apuestas verdes y digitales, la falta de productividad, y la dependencia del resto del mundo para bienes esenciales, como los semiconductores”. Y todo eso en un contexto en el que la UE debe enfrentarse a proteccionismos crecientes y a los subsidios chinos y estadounidenses”. Hay que “cerrar las vías de agua”, estabilizar las cadenas de suministro y apostar por “la reindustrialización y la innovación, por el capital humano y por tecnologías que mejoren la vida de la gente”, entre otros factores.

A la Unión Europea le pasa lo mismo que a Estados Unidos: emite dos mensajes contradictorios al mismo tiempo

La posición de Sánchez está muy alineada con la ortodoxia europea, lo que no quiere decir que no existan diferentes visiones acerca de los ritmos y la intensidad, que no haya países con posturas diferentes, y a veces encontradas, y que no existan divergencias en la UE sobre la forma de llevar a cabo esta adaptación a los nuevos tiempos.

Las divergencias

Como telón de fondo de esas diferencias están las dos guerras en curso, la de Ucrania y la de Gaza. Si frente a Rusia hay una postura dominante con pocas excepciones, y las divergencias suelen tener que ver con la forma de contribución a la defensa ucraniana, con Gaza se están abriendo brechas mayores, entre países y entre poblaciones. Sin embargo, la postura de Sánchez dista de resultar extemporánea en el contexto internacional, donde hay una mayoría de países que tienen posturas semejantes a la española, pero también en el entorno occidental.

Se juega una partida crucial en Oriente Medio, y no caben allí actores que no estén conectados

A la UE le pasa lo mismo que a EEUU, que está emitiendo dos mensajes contradictorios al mismo tiempo. Alemania ofrece apoyo incondicional a Israel, venta de armas incluida, y el respaldo de Francia es muy elevado, mientras que otros países continentales insisten en el reconocimiento del Estado palestino y en la necesidad de parar ya la guerra. EEUU brinda apoyo incondicional al mismo tiempo que está presionando para que la escalada no tenga lugar y para que Netanyahu salga del poder. El gobierno israelí se está atrincherando y ha anunciado que va a entrar en Rafah, con el riesgo que ello conlleva de dirigir a la región hacia tensiones bélicas mayores. En ese entorno, Irlanda y España están jugando un papel que no es solitario ni aislado. Se está jugando una partida crucial en Oriente Medio, pero no caben allí actores que no estén conectados. Las relaciones del gobierno español con el de Biden son notables.

Hace pocos días, Kurt Campbell, un hombre de Blinken, adjunto al Secretario de Estado, afirmó que “estaba encantado de hablar con el Secretario de Estado español Martínez Belío sobre el trabajo conjunto para apoyar a Ucrania, evitar que se expanda el conflicto en Gaza y preparar la Cumbre de la OTAN en Washington. También prometimos intensificar nuestro compromiso en el Indo-Pacífico”. Cada cual juega un papel en esta complicada partida de ajedrez.

La paradoja española

Los crecientes riesgos, respecto del ámbito militar, del económico y del democrático exigen perspectivas y actores a la altura de la época. A juzgar por lo visto ayer en el Congreso, no hay muchos de ellos en España.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en la Moncloa. (Europa Press/Jesús Hellín)

Del mismo modo que el Athletic de Bilbao, radicado en territorio nacionalista, tiene como trofeo preferido la Copa de España, el PNV debe tener como lugar preferido la tribuna del Congreso, porque fue el único partido que ayer hizo una crítica al PSOE con una visión amplia, planteando más preguntas que respuestas, pero señalando algunos aspectos esenciales respecto de la acción española y europea. Aitor Esteban contestó en el plano que debía abordarse, el de una política internacional complicada, y eso que tenía incentivos para no hacerlo, ya que está en campaña electoral. Su discurso fue un tanto fragmentario, por la diversidad de temas que tocó, y quizá no fuese muy brillante en la expresión, pero ofreció la sensación de que pertenecía a un partido con sentido de Estado.

Feijóo aseguró que estaba a favor de la solución de los dos Estados, pero criticó a Sánchez porque va demasiado rápido y no tiene apoyos

Las limitaciones de tiempo hacen complicado que se aborden asuntos complejos con la extensión que merecen, y quizá con otro formato los partidos que ayer intervinieron en el Congreso habrían abordado el debate de fondo de otra manera, pero lo cierto es que ayer la mayoría de ellos dejó patente su falta de visión global. Feijóo se centró en desgastar al presidente, incluso dejando caer sospechas sobre contenido de teléfonos y cambios de posición en Marruecos, y despachó los asuntos de calado en apenas tres o cuatro minutos de los quince de los que disponía. Señaló que estaba a favor de la solución de los dos Estados, alejándose de la posición de Aznar, pero afeó a Sánchez que va demasiado rápido y sin apoyos sustanciales.

Abascal centró su discurso en la acción interna del gobierno de Sánchez y sacó a colación Cuelgamuros, lo que provocó que Errejón subiera a la tribuna llamándole fascista y mala persona a Abascal, para después insistir en que la estrategia de defensa europea debía ser autónoma y coordinada, y atacar la escalada belicista. Propuso una Europa que luche contra el cambio climático en lugar de dejarse llevar por impulsos belicistas. Rufián jugó la baza moral con la guerra de Gaza, Junts fue a lo suyo, y Bildu, con un tono más sosegado, lanzó críticas profundas al Israel de Netanyahu y al gobierno español en cuestiones económicas, pero parecía demasiado pendiente de introducir algunos nombres de izquierda en su discurso, como el de Naomi Klein o el de David Harvey, que de analizar los problemas en su conjunto.

La acción presentada ayer por Sánchez, que contiene la posición geopolítica estándar europea, puede merecer críticas. Quizá no sea suficiente, y su perspectiva resulte insuficiente en un mundo que está planteando nuevos y serios desafíos, en el que no va a ser nada fácil resistirse a las posiciones de EEUU y China (una confrontación con Irán, sin ir más lejos, llevaría a realineamientos sin matices), en el que las dificultades europeas para dar pasos hacia delante (o hacia atrás) son grandes, en el que la globalización se está convirtiendo en otra cosa y en el que las fórmulas utilizadas hasta ahora quizá necesiten mucho más que una simple puesta al día. Pero plantearse todos estos elementos implica un conocimiento de las relaciones internacionales y de su influencia actual, una conciencia de que lo de fuera va a ser decisivo dentro en los próximos años y una intención de salirse de la pelea cotidiana para buscar caminos de solución. Sánchez mostró su plan, mejor o peor, pero mostró uno. El resto se centró en aspectos concretos, como Gaza, o en la batalla española. Nos hacen falta en el terreno internacional varios partidos más con miradas de Estado, a derecha y a izquierda. Ayer, el único que la mostró fue el PNV, una formación nacionalista. Paradojas españolas.

Una de las peores consecuencias de la polarización, si no la más dañina, es lo poco en serio que se toman los asuntos de fondo. La levedad conceptual se apodera de los discursos, que se instrumentalizan a partir de personalizaciones y de la insistencia en aspectos parciales, y se pierden de vista el conjunto y la estructura. Ambos son importantes siempre, pero en un contexto internacional como el presente resultan cruciales. Los partidos no deberían permitirse perderlos de vista, como están haciendo.

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