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Un punto de inflexión para EEUU: la salida para Gaza que se está dibujando
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El dilema de Biden

Un punto de inflexión para EEUU: la salida para Gaza que se está dibujando

La decisión de la Corte Internacional de Justicia no solo tiene efectos morales y legales, también contribuye a que las piezas en el orden internacional se muevan. Con consecuencias profundas para el conflicto

Foto: Biden y Netanyahu. (Avi Ohayon/GPO/dpa)
Biden y Netanyahu. (Avi Ohayon/GPO/dpa)
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Las piezas de un tablero tan complejo como es el actual orden internacional siguen moviéndose y la decisión de la Corte Internacional de Justicia, que establece que Israel debe tomar medidas cautelares de urgencia para prevenir la comisión de crímenes de genocidio, tendrá efectos más allá de sus repercusiones morales y legales.

Sus efectos a corto plazo no parece que vayan a ser profundos, en la medida en que la guerra en Gaza seguirá adelante. Nada más conocerse la resolución del Tribunal, el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, afirmó que "Israel continuará adelante hasta la victoria absoluta, hasta que todos los rehenes sean devueltos y Gaza ya no sea una amenaza para Israel". Subrayó, además, que "la mera afirmación de que Israel está cometiendo genocidio contra los palestinos no solo es falsa, sino escandalosa".

Sin embargo, a pesar de la negativa de Netanyahu y de que las recomendaciones carecen de fuerza ejecutiva real, eso no significa que no posean validez ni que dejen de generar movimientos de calado.

La brecha en el orden internacional

Uno de ellos, quizá al que menos relevancia se le atribuye en los países occidentales, es la repercusión que tendrá esta resolución en el llamado Sur global. Recordemos que la denuncia de Sudáfrica, un país encuadrado en los BRICS, contenía una suerte de trampa: si el Tribunal no imponía medidas cautelares, las instituciones internacionales quedaban deslegitimadas, porque podían ser acusadas de utilizar un doble rasero. Y si las imponía e Israel no las aceptaba (con el respaldo de EEUU), se visualizaría la inutilidad del orden internacional liberal.

Este hecho es relevante. Si Israel no cumple con las recomendaciones, el CIJ puede remitir el asunto al Consejo de Seguridad de la ONU. Es esperable que EEUU vete allí cualquier resolución desfavorable para Israel, pero el coste simbólico que pagaría sería muy elevado. Y si se lleva a la Asamblea, la soledad de Israel y de Washington será palpable.

En un contexto de brecha abierta en el orden internacional, con potencias emergentes cuya lealtad a Occidente es fluctuante y otras que están claramente enfrentadas a esa esfera, una situación de esta clase será inevitablemente aprovechada por Rusia y China para atraer más países a su esfera de influencia.

El momento israelí

La segunda pieza del tablero es Israel, ya que la soledad internacional que provocará no cumplir las recomendaciones del CIJ es peligrosa internamente. Si el Gobierno israelí, y su sociedad con él, perciben que están enfrentándose no ya a Hamás, sino a la comunidad internacional, se sentirán todavía más amenazados, con lo que las tentaciones de incrementar el esfuerzo bélico serán mayores. La idea de que solo una victoria contundente mediante el uso de la fuerza les permitirá subsistir ahora y en el futuro, algo que Netanyahu ha transmitido en diferentes ocasiones, puede conducir a que la guerra se amplíe, de momento, hacia Líbano, y quizá más allá.

El tiempo juega en contra de Netanyahu, porque cuanto más se prolongue la guerra sin resultados, más animadversión interna concitará

Pero, al mismo tiempo, la resolución del CIJ también sirve para subrayar las contradicciones internas de la sociedad israelí. Antes del 7 de octubre, la posición de Netanyahu al frente del Gobierno era muy discutida y los fallos de seguridad no ayudaron a que su respaldo aumentase. El primer ministro tenía a buena parte de los israelíes en contra. La situación excepcional que la masacre de Hamás provocó ha permitido a Netanyahu afirmarse en el Gobierno, ya que el foco se situó en un lugar mucho más urgente: el país se unió de nuevo frente a la amenaza.

Sin embargo, conforme pasa el tiempo, los líderes de Hamás siguen sin ser capturados y los rehenes no regresan, la posición de Netanyahu está volviéndose más débil. Vuelven las manifestaciones contra su persona y aumentan las voces internas disidentes. Y cuantas más semanas transcurran sin que se perciban avances sustanciales ni soluciones definitivas en el horizonte, no solo se pondrá en tela de juicio la figura de Netanyahu, sino la utilidad última de la ocupación de Gaza. Ambas preguntas irán formulándose a la vez y el actual Gobierno israelí se verá en dificultades. El tiempo juega en su contra, porque cuanto más se prolongue la guerra sin resultados palpables, más animadversión interna concitará.

El dilema estadounidense

El tercer ámbito en el que esta resolución tendrá consecuencias es en EEUU. La posición de Washington es muy complicada, ya que si respalda al Gobierno de Netanyahu se enfrenta a la ONU y al mismo orden internacional basado en reglas que promulgaba, pero tampoco va a dejar de prestar apoyo a los israelíes. Si lo hiciera, perjudicaría sus objetivos en la zona, ya que Israel constituye la contención frente a Irán y sus proxys.

Además, está la cuestión interna. De cara a las elecciones de noviembre, Biden va por detrás de Trump en las encuestas y tiene difícil su reelección. Hay parte del electorado demócrata, principalmente (pero no solo) el joven, que no entiende la posición de su Gobierno sobre Gaza. Biden va a necesitar todos los votos posibles, y la guerra está haciendo que pierda más respaldo de los suyos.

Foto: Soldados israelíes operan en la Franja de Gaza. (Reuters)

Algo, no obstante, se ha movido en las últimas fechas en el Gobierno estadounidense. No se trata solo de que Antony Blinken esté recorriendo Oriente Medio para evitar que la guerra alcance a otros territorios, lo que no es sencillo, sino de que el Gobierno estadounidense es cada vez es más consciente de que, mientras Netanyahu esté en el poder, el conflicto no se acabará.

La decisión del CIJ es una piedra seria en el camino del primer ministro, ya que puede debilitar su menguante apoyo interno, y porque, en ese contexto, EEUU puede presionar para que salga del Gobierno. Si eso se produjera en un plazo razonable, Washington podría compatibilizar su apoyo a Israel con las reglas del orden internacional, promoviendo una conferencia de paz que diera una salida real a un conflicto enquistado.

Cada vez más voces del entorno occidental, incluyendo a la alemana, comienzan a hablar de la solución de los dos Estados. Si ese escenario se alcanza, España jugará un papel importante en la conferencia, según fuentes gubernamentales. Hay otra posibilidad, pero implicaría que la guerra se extendiese por la zona.

Las piezas de un tablero tan complejo como es el actual orden internacional siguen moviéndose y la decisión de la Corte Internacional de Justicia, que establece que Israel debe tomar medidas cautelares de urgencia para prevenir la comisión de crímenes de genocidio, tendrá efectos más allá de sus repercusiones morales y legales.

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