Es noticia
Sánchez desgrana su plan geopolítico y señala cuál es el lugar de España en el mundo
  1. España
Momento clave

Sánchez desgrana su plan geopolítico y señala cuál es el lugar de España en el mundo

En una intervención que ha pasado desapercibida, el presidente del Gobierno ofreció esta semana una lectura sobre las tensiones que está viviendo el mundo y ofreció algunas buenas noticias. O no tanto

Foto: Pedro Sánchez en Bruselas. (Olivier Hoslet/Efe)
Pedro Sánchez en Bruselas. (Olivier Hoslet/Efe)

El presidente del Gobierno ofreció una buena noticia el pasado lunes desde el Ministerio de Asuntos Exteriores: “Vamos a reindustrializar España y Europa. Vamos a recuperar empleos y capacidades estratégicas que nunca debimos perder para reforzar la competitividad de nuestras empresas y asegurar el bienestar de nuestros ciudadanos y ciudadanas”. Pedro Sánchez sostuvo su afirmación a partir de un análisis de la situación internacional, de la posición de Europa dentro de ella y de un concepto clave, el de la “autonomía estratégica abierta”. Según el Consejo de la UE, la idea es “alcanzar la autonomía estratégica, al tiempo que se mantiene una economía abierta”.

Sánchez inició su intervención exhibiendo una mirada política que fue dominante en 2019, 2011 o 2005. La UE es la tercera economía del mundo y el mejor lugar para vivir. Nos hemos beneficiado de la libre circulación de bienes, personas y capitales, somos el principal receptor de inversión extranjera directa y de trabajadores y trabajadoras del mundo, y el bloque económico que más participa en el comercio internacional de bienes y de servicios. Esto, que fue una fortaleza europea, contiene ahora tantos problemas como soluciones.

La visión de futuro de Sánchez

Reconoció que ese escenario beneficioso ha tropezado con problemas serios tanto en la pandemia como a raíz de la guerra de Ucrania, porque nos ha hecho constatar las importantes dependencias estratégicas con terceros países, que son ahora “una amenaza para nuestras empresas y para la seguridad y el bienestar de nuestros ciudadanos”. Ocurrió durante el covid, ya que el 73% de los bienes sanitarios que se necesitaban se producían fuera, y ocurre ahora con otras áreas, como la energética. Y esa vulnerabilidad podría ser únicamente la punta del iceberg, ya que además de lo tecnológico y lo sanitario, “la UE produce menos del 20% de software, menos del 1% de los paneles solares para la transición ecológica, menos del 20% de los fertilizantes y menos del 20% de los materiales críticos que requieren de nuestras industrias".

A pesar del escenario oscuro, Sánchez cree que nada ha cambiado esencialmente. No habrá desglobalización

Para Sánchez, la economía abierta es el progreso y no es malo depender del exterior; sí lo es depender en exceso. La descripción que realizó del contexto internacional no fue muy positiva, ya que existe una competición abierta por materias primas y por tecnología de vanguardia, agravada por las consecuencias del cambio climático y del envejecimiento demográfico. Las principales potencias del mundo, EEUU y China, han variado su política comercial e industrial. Los dos mayores países, pero también otros Estados asiáticos, “están incrementando las barreras arancelarias, desplegando planes industriales y fiscales, prohibiendo la importación de materias primas y tecnológicas clave y desincentivando el uso de productos fabricados fuera de sus fronteras”. Al mismo tiempo, las instituciones comerciales internacionales están siendo cuestionadas y el orden geopolítico está transformándose.

A pesar de un escenario tan oscuro, Sánchez cree que nada ha cambiado esencialmente. No habrá desglobalización, sino una recomposición de los preceptos básicos de la globalización, porque los intercambios comerciales aguantan y, aunque el comercio de bienes esté descendiendo, el de servicios crece con fuerza. Las cadenas de valor se están reconfigurando con mayor seguridad, están reduciendo la huella medioambiental y se han vuelto más eficientes, resilientes y sostenibles. La fragmentación no va a ocurrir si Europa no quiere que así suceda, llegó a afirmar.

El problema de la confianza

Además, aseguró que la interdependencia entre países es inevitable, porque a todos nos interesa que cada territorio se especialice en aquello que sabe hacer mejor; porque el comercio reduce las probabilidades de que estallen los conflictos. Y porque genera un sentimiento de comunidad internacional. El problema de fondo no es esa dependencia, sino que los actores principales ya no confían unos en otros. En esa tesitura, la UE no debería dinamitar puentes y buscar refugio en sí misma o en los Estados que la integran, lo que nos llevaría a la pobreza y a no poder lidiar con el cambio climático. Deberíamos, por el contrario, aprovechar esta coyuntura y abrirnos más al mundo, así como establecer alianzas diplomáticas con Asia, con África y América Latina. Por supuesto, afirmó su pleno alineamiento con la UE en estas y otras materias.

Si los países más importantes del mundo comienzan un proceso de cierre estratégico y Europa no, será una presa, y no un competidor

La visión de Sánchez tropieza con inconvenientes cada vez más presentes. Si cada país se especializa en aquello mejor que sabe hacer, lo que suele ser un eufemismo de costes más baratos, España seguirá basándose en el turismo y en los servicios; quizá las interdependencias sirvan para reducir conflictos, pero Alemania y Rusia estaban muy conectados y no parece haber valido de mucho; en Asia, África y América Latina la penetración china es grande y Rusia está tratando de aumentar su influencia, y la UE cada vez tiene menos peso. Además, si los países más importantes del mundo comienzan un proceso de cierre estratégico y Europa no, será una presa, y no un competidor. Y sobre la consideración que se tiene a Europa, basta contemplar todo tipo de desplantes, desde el de Erdogan a Von der Leyen o los de Putin a la UE. Una definición bastante aproximada de cómo nos ven fuera la ha realizado Lawrence Summers, exsecretario del Tesoro de EEUU, y uno de los hombres más importantes en el establishment económico estadounidense: “Europa es un museo, Japón un geriátrico y China una cárcel”.

El plan europeo

En este contexto, Sánchez afirma, como camino de salida, que vamos a reindustrializar. Y que lo haremos bajo un concepto de autonomía estratégica abierta que será clave para guiar el reposicionamiento de Europa a partir de la inversión digital, tecnológica, climática y alimentaria. Esa clase de autonomía estratégica será un gran objetivo durante la presidencia española de la Unión.

Sin embargo, esa visión optimista encuentra escollos en el mundo de 2023. Los planes europeos para reindustrializar, que son necesarios, adolecen de varios problemas. Hasta ahora, Alemania ha cedido en parte, ya que necesita reactivar su mercado interno, y ha facilitado la creación de los fondos para la recuperación. Pero es una iniciativa a la que le falta decisión: “La voluntad alemana de dotar a Europa de una verdadera política industrial común dotada de medios importantes también está por confirmar”. La realidad es que las medidas anunciadas siguen siendo muy limitadas por falta de recursos.

En ese escenario, el riesgo consiste en comprender mal el momento histórico, que Europa, y España con ella, se lancen a inversiones mal diseñadas y sin sentido estratégico, de modo que los fondos acaben siendo un Plan E a mucha mayor escala que no solucionen los problemas y generen más deuda. Por buscar un símil español, que la UE actúe como Zapatero al principio de la crisis, que se agarraba a los nubarrones pasajeros y a los brotes verdes.

El lugar al que Sánchez y Europa quieren ir es nostálgico, pero no imposible

El tercero proviene de la salida desigual. En la medida en que Francia y, sobre todo, Alemania, están invirtiendo mucho dinero para fortalecer a sus empresas, un capital del que nosotros carecemos, la diferencia entre países será incluso mayor. Con un efecto añadido, que señalaba Carlos Martín Urriza, Director Gabinete Económico de CCOO: “El gran desequilibrio en las ayudas de Estado entre países de la UE podría producir la deslocalización de producción industrial española a países con más ayudas. España debería llevar al TJUE estas ayudas si no se financian a través de un fondo mancomunado”. José Antonio Llorente, fundador de la consultora LLYC, contestaba concediendo que “debemos tener una fiscalidad europea y una política industrial europea. No es fácil, pero lo contrario es un tiro en el pie”. Y es cierto, pero no parece que la primera vaya a ponerse en marcha en mucho tiempo, por lo que las señales no son las mejores.

Indicios preocupantes

El lugar al que Sánchez y Europa quieren ir es nostálgico, pero no imposible. Requeriría unos cuantos cambios en el orden internacional. Por ejemplo derrotar a Putin y que fuera sustituido por un dirigente más afín a Occidente, de manera que se pudieran establecer nuevas alianzas con Rusia y un acceso más seguro a su mercado energético. De momento no está ocurriendo. En esa guerra de desgaste que implica un frente bélico relativamente detenido, más de fijar posiciones que de avances de las fuerzas en conflicto, y otro económico. Si las sanciones estuvieran haciendo efecto, un frente paralizado sería una gran trampa para Rusia. De momento, hemos de enviar más armas y más contundentes, mientras la economía rusa resiste, como señalaban el New York Times o el FMI. Sin embargo, la nuestra está sufriendo.

En segundo lugar, para conservar parte del orden anterior tendría que rebajarse notablemente la tensión entre EEUU y China, y que esta guerra fría se disolviera a través de nuevos vínculos de confianza. Tampoco hay muchos indicios de que ese camino se esté transitando. E incluso con estos factores, habría que arreglar el aspecto desestructurante de la globalización, que también está dándose en esta desglobalización selectiva, y nada indica que exista demasiado interés.

¿Y si en esta época los únicos que siguen creyendo en los mercados abiertos son unos cuantos países europeos?

La posición de Sánchez y la lectura geopolítica que realizó es mayoritariamente aceptada en nuestro país. Incluso quienes desean que Sánchez deje de ser presidente del Gobierno tienen su misma perspectiva en los asuntos internacionales, continúan confiando en el mundo abierto como solución y creen que, pese a las tensiones, ni ha habido cambios sustanciales ni es probable que se produzcan en el futuro cercano. Nada similar a la desglobalización está teniendo lugar. Quizá deberíamos analizar la situación de otro modo y considerar la posibilidad, que los hechos ya señalan, de que las cosas puedan tomar un camino diferente del que esperan y desean. ¿Y si no ocurriera como piensan? ¿Y si hemos entrado en una época de cambios en la que los únicos que siguen creyendo en el orden liberal internacional, de mercados abiertos e interdependencias crecientes, son unos cuantos países europeos? ¿Y si no nos estamos preparando adecuadamente porque el idealismo de lo óptimo nos ciega? ¿Y si la autonomía estratégica abierta resulta ser una contradicción en los términos?

Una vía de salida

Dado que los procesos históricos son imprevisibles, contar con un camino de salida sería aconsejable. ¿No resultaría pertinente comenzar a pensar en un proyecto de país y un proyecto de Europa que de verdad proporcione fortalezas estratégicas, que refuerce el mercado interno, que aumente nuestro nivel de vida y pueda coser sociedades políticamente divididas? ¿No sería beneficioso trabajar en la solidez interior de España para que sea más fuerte fuera? El momento sistémico es especialmente complicado para nuestro país y para la UE, y existen riesgos fundados de que seamos los grandes perdedores de las transformaciones geopolíticas. ¿No es el momento de pensar cómo fortalecer nuestros valores a partir del refuerzo del bienestar económico de españoles y europeos?

Es una pregunta que va más allá de derechas e izquierdas, que supera esas dicotomías por arriba y que hace imprescindibles los acuerdos. Los ciudadanos europeos estamos soportando tres crisis seguidas (subprime, covid, Ucrania) y las recetas que se ofrecen y la idea que se tiene del mundo sigue siendo más o menos la misma, con salvedades ocasionales, como la reindustrialización limitada. No nos fue bien antes con esa perspectiva y es probable que tampoco funcione ahora. Es probable que el momento histórico exija otra mirada.

El presidente del Gobierno ofreció una buena noticia el pasado lunes desde el Ministerio de Asuntos Exteriores: “Vamos a reindustrializar España y Europa. Vamos a recuperar empleos y capacidades estratégicas que nunca debimos perder para reforzar la competitividad de nuestras empresas y asegurar el bienestar de nuestros ciudadanos y ciudadanas”. Pedro Sánchez sostuvo su afirmación a partir de un análisis de la situación internacional, de la posición de Europa dentro de ella y de un concepto clave, el de la “autonomía estratégica abierta”. Según el Consejo de la UE, la idea es “alcanzar la autonomía estratégica, al tiempo que se mantiene una economía abierta”.

Geopolítica Globalización
El redactor recomienda