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Las mujeres no lloran, las mujeres marcan el paso en las procesiones
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Los vetos se han ido diluyendo

Las mujeres no lloran, las mujeres marcan el paso en las procesiones

Su fe y devoción no son menores que las del hombre. Ni mucho menos. Y ya no se resignan a ser únicamente las que bordan y hacen bulto, por más mantilla que lleven

Foto: Salida en procesión del paso de Nuestra Señora del Rosario en Logroño. (EFE/Raquel Manzanares)
Salida en procesión del paso de Nuestra Señora del Rosario en Logroño. (EFE/Raquel Manzanares)

Son médicas, abogadas, dependientas, autónomas, amas de casa, madres de familia que llevan la prisa adosada para llegar a todo —y llegar bien—, y que estos días ultiman los preparativos para la gran cita anual de la Semana Santa. Les ha costado que les dejaran dar (y llevar) el paso, en un país con una tradición secular masculina en el mundo de las cofradías y hermandades, la más antigua de las cuales se remonta nada menos que al siglo XI, mientras que las suyas empezaron a surgir en la década de los ochenta del siglo pasado, superados vetos, prejuicios y contando incluso con la aprobación de la Iglesia, que en algunas ocasiones ha tenido que imponer por decreto la igualdad. Queda todavía, en algunos casos, un vaho de paternalismo y condescendencia que se mezcla con el olor del incienso. También se percibe sin rascar demasiado ese temor a perder lo que les ha costado siglos conseguir: que les dejen arrimar el hombro y ser iguales al hombre en estas asociaciones de fieles, algunas de la cuales mantienen el veto a la mujer en sus estatutos. Su fe y devoción no son menores que las del hombre. Ni mucho menos. Y ya no se resignan a ser únicamente las que bordan y hacen bulto, por más mantilla que lleven.

“Claro que hay miedo a dar pasos atrás en estos logros, ya sucedió en el pasado, cuando avanzamos en algunos puntos, pero luego se dio marcha atrás”, señala a El Confidencial Núria Borraz, presidenta de la Asociación de Mujeres Cofrades de Barcelona y miembro de la Congregación de la Buena Muerte de Barcelona. En las conferencias y congresos que organizan en el ámbito de la Federación Nacional de Asociaciones de Mujeres Cofrades —a cuya junta directiva pertenece—, suelen bucear en las referencias históricas que revelan el papel que la mujer tenía, como que, en el siglo XVIII, en la Madrugá sevillana, la mitad de los nazarenos fuesen mujeres

Foto: Inmaculada, Adela, Adeli y Sole, en el salón de tronos de la Congregación de Mena de Málaga.

“La razón es que realmente no se está convencido de la entrada de la mujer en las cofradías. En algunos casos, esto se ha producido por las presiones sociales que ha habido y también por el hecho de que en algunas de ellas faltaban manos para ayudar. Incluso ha habido decretos desde la propia Iglesia para que se permitiera la admisión de las mujeres en las cofradías”, añade Borraz, quien, no obstante, reconoce que “prácticamente el 50% de las cofradías existentes en España cuenta ya con mujeres, aunque es verdad que este porcentaje es mucho menor en las juntas de gobierno de las mismas”. En todo caso, apunta que “en cualquier lugar de España te puedes encontrar con que aún hay cofradías que no nos admiten en ellas”, porque “la discriminación no es algo que haya pasado a la historia, las mujeres tenemos que seguir luchando para poder cubrir algunos de los estamentos que siguen siendo más complicados, como en las juntas de gobierno o ser pregonera de la Semana Santa…”.

"Estamos totalmente integradas"

“La Semana Santa es tan distinta en las diferentes zonas del país como lo es la situación de la mujer dentro de ella. En nuestra zona, la mujer está totalmente integrada, tiene puestos de responsabilidad en juntas de gobierno, presidiendo algunas de ellas, porta pasos, dirige secciones de instrumentos… Y hay zonas de España en donde todavía es noticia que una mujer sea presidenta de una junta de gobierno…”, apunta Silvia Peropadre, presidenta —en segundo mandato ya— de la Junta Coordinadora de Cofradías de Semana Santa de Barbastro y hermana mayor de la Hermandad del Santo Cristo de la Agonía y Nuestra Madre Dolorosa desde 2012.

Foto: Noelia Jiménez, mujer de trono del Cristo del Amor, entre los tronos de la cofradía, el pasado Viernes de Dolores (Toñi Guerrero).

Llama la atención de manera particular la pasión cofrade que se vive en esta ciudad oscense, de apenas 18.000 habitantes y donde el 14% de los mismos pertenece a alguna de las siete cofradías existentes (70 en toda la diócesis aragonesa). “Y la mujer ha sido muy importante para la continuidad de las cofradías y de la Semana Santa en Barbastro”, agrega Peropadre, quien recuerda que, tras la crisis posconciliar de los años setenta del siglo pasado, “las mujeres comenzaron a trabajar en las cofradías de forma anónima para que su actividad continuase”. “Todos sabían que eran ellas quienes tomaban las decisiones, pero sin tener una estructura creada. Cuando las cofradías volvieron a tener juntas de gobierno, ellas, de forma natural, pasaron a formar parte de su estructura con puestos de responsabilidad. Como bautizadas, es nuestro derecho y obligación estar presentes. Y como reflejo de la sociedad que somos las cofradías, la actividad de la mujer dentro de ellas está ampliamente aceptada y normalizada. En todo caso, podemos tener miedo, como cofrades, de quedarnos en lo superficial. Tenemos que ser campo de misión y agentes de evangelización”, subraya la presidenta de las cofradías barbastrenses.

Diana García preside la Junta Mayor de Cofradías de León. Miembro de la Hermandad de María del Dulce Nombre, cree que el reconocimiento de la mujer en estas asociaciones de fieles no tiene marcha atrás. La dificultad para su mayor integración, en su opinión, está en otro lado. “Lo que falta es más implicación por parte de las mujeres, porque es más difícil conciliar la vida familiar de las mujeres paponas [cofrades] que de los hombres. Por eso, pocas mujeres dan el paso, y el discurso que les oigo siempre es el de ‘yo es que ahora no puedo’… Porque una vez que entras, no hay dificultades ni vetos. Por lo menos, eso es lo que yo percibo en León”.

A favor de la segregación por sexos

García recuerda como “un hito” la creación de su cofradía en 1991, la única exclusivamente femenina que hay en la ciudad. “Éramos las hijas, las hermanas, las mujeres, las madres de muchos papones, y nosotras queríamos ser paponas”. Al principio, recuerda, aquello “se vivió mucho con un cierto sentimiento paternalista, pero tres décadas después tenemos un peso y una trayectoria consolidada y ese sentimiento ya no existe. Y la prueba es que las cofradías han elegido ahora a una mujer para que sea presidenta”. A ella misma.

Foto: Una procesión recorre las calles de Granada. (EFE/Miguel Ángel Molina)

Y quien preside las 16 cofradías leonesas (una femenina, cuatro masculinas y el resto, mixtas) —en las que hay, en total, unas 4.000 mujeres, 1.300 solo en la femenina— reivindica esta separación por sexos. “Yo no lo veo tan mal, cada uno tiene su singularidad. Surgió en un momento dado como una reivindicación de la mujer papona, pero ¿y por qué no seguir manteniendo ser cofradías de un solo sexo? Aquí tenemos mixtas, de solo hombres o solo mujeres. Quien no encuentra su sitio es porque no quiere… No existe entre nosotros ese debate efervescente por una cuestión de igualdad para que sean todas mixtas. Quizá sí habría problemas, sin embargo, si la imposición de esa igualdad se pretendiese hacer por decreto”, matiza.

Incluso los vetos que existían hasta hace algún tiempo (y que persisten en otros lugares de España) se han ido diluyendo de una manera natural porque la realidad se iba imponiendo. Como en el caso de las mujeres costaleras, figura que generó ácidos y enconados debates debajo de los cuales, en no pocas ocasiones, era fácil detectar el rastro de un machismo inveterado. “Las mujeres costaleras han venido a salvar los trastos. O las incorporaban a muchos pasos, que eran portados por hombres, o esos pasos no podían salir a procesionar porque no había suficientes cofrades. Y al final, ellos han tenido que pasar por ahí y aceptarlo”, reconoce Diana García, que constata igualmente que “está habiendo un declive en el número de cofrades: suben las mujeres y bajan los hombres… Y ahí estamos nosotras para solventar esa situación, pero no de una manera forzada, sino natural: la cofradía ha visto el problema y se ha abierto el paso a las mujeres, en clave positiva, no reivindicativa”.

Coincide en la apreciación de que la mujer está arrimando como nunca el hombro en las cofradías Núria Borraz. “Aportamos algo muy claro al mundo cofrade: manos. Porque el número de hombres ha disminuido a lo largo de la historia y hoy hay menos”. Pero no solo eso. También, como añade, “la mujer aporta ideas que suponen un cambio y traen un aire fresco a las cofradías”.

Son médicas, abogadas, dependientas, autónomas, amas de casa, madres de familia que llevan la prisa adosada para llegar a todo —y llegar bien—, y que estos días ultiman los preparativos para la gran cita anual de la Semana Santa. Les ha costado que les dejaran dar (y llevar) el paso, en un país con una tradición secular masculina en el mundo de las cofradías y hermandades, la más antigua de las cuales se remonta nada menos que al siglo XI, mientras que las suyas empezaron a surgir en la década de los ochenta del siglo pasado, superados vetos, prejuicios y contando incluso con la aprobación de la Iglesia, que en algunas ocasiones ha tenido que imponer por decreto la igualdad. Queda todavía, en algunos casos, un vaho de paternalismo y condescendencia que se mezcla con el olor del incienso. También se percibe sin rascar demasiado ese temor a perder lo que les ha costado siglos conseguir: que les dejen arrimar el hombro y ser iguales al hombre en estas asociaciones de fieles, algunas de la cuales mantienen el veto a la mujer en sus estatutos. Su fe y devoción no son menores que las del hombre. Ni mucho menos. Y ya no se resignan a ser únicamente las que bordan y hacen bulto, por más mantilla que lleven.

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