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Ni los sociólogos de izquierdas entienden a José Félix Tezanos (CIS): "Nadie lo defiende"
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INCOMPRENSIÓN Y DESÁNIMO

Ni los sociólogos de izquierdas entienden a José Félix Tezanos (CIS): "Nadie lo defiende"

Aunque no todos se atreven a manifestarse en voz alta, la sensación en la academia es casi unánime: no es solo la devaluación del CIS, es que no se entienden determinadas decisiones

Foto: El presidente del CIS, José Félix Tezanos. (EFE/Chema Moya)
El presidente del CIS, José Félix Tezanos. (EFE/Chema Moya)
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Algunos compran El Jueves, unos cuantos disfrutan con John Kennedy O’Toole y otros se leen el CIS. La semana pasada, el catedrático de Ciencia Política en la Universitat Pompeu Fabra Mariano Torcal mantuvo una reunión con un grupo de académicos españoles. No tardaron mucho en zambullirse en uno de sus entretenimientos favoritos durante los últimos años: rajar de las últimas preguntas del CIS. “Salió el tema y nos dedicamos a comentar las nuevas ocurrencias de este señor”, explica el actual director del Research and Expertise Centre for Survey Methodology, que fuera el director español de la Encuesta Social Europea.

El runrún en el mundo académico es casi unánime, aunque no todo el mundo esté dispuesto a manifestarse en voz alta. El desprestigio del CIS es galopante, no solo por las recurrentes controversias por sus encuestas sino también por determinadas decisiones relacionadas con la participación en proyectos internacionales que han pasado más desapercibidas. Más que furia, los sentimientos más comunes son de incomprensión y desánimo. Los académicos no comprenden por qué se han tomado determinadas decisiones y el estado general es de desánimo, como el del propio Torcal. “Está todo el mundo esperando a que se vaya”, añade.

"La mayoría de mis colegas no son conservadores y no conozco quien lo defienda"

No se trata de una cuestión política, aunque haya quien lo utilice así. Gran parte de los académicos que se manifiestan abiertamente son progresistas. “En el sector académico que me merece más respeto y prestigio, la reputación es mala, muy mala”, añade Torcal. “Puede que haya sectores que lo apoyen por motivos más políticos que académicos, pero en el mundo académico de más impacto no conozco a nadie que lo defienda”. Alguno de sus detractores prefiere no manifestarse porque el mundo es pequeño; otros, porque ocupan puestos incompatibles con la crítica al director del Centro de Investigaciones Sociológicas.

“Creo que hay gente que aprovecha los errores de una institución pública como esta para criticar al gobierno, y otros lo criticamos para intentar que mejore”, añade Endika Núñez, analista de datos en el gabinete de estrategias de asuntos públicos Silván Miracles y autor de La Review, donde esta misma semana ha publicado un artículo en el que destaca las debilidades del CIS de Tezanos. Como añade Torcal, “no son razones ideológicas, porque hablo de académicos progresistas. La mayoría de mis colegas no son conservadores y el desprestigio es absoluto”.

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Foto: EFE/Sergio Barrenechea.

Las asociaciones de politólogos y sociólogos, como AECPA (Asociación Española de Ciencia Política y de la Administración) o FES (Federación Española de Sociología), cuya influencia cada vez es más limitada, no se han manifestado abiertamente ante la deriva del CIS. Como recuerdan los investigadores, son asociaciones controladas por figuras de la misma generación de Tezanos que prefieren evitar la controversia y el rifirrafe, especialmente en la medida en que puede señalarlos políticamente. Por eso, la mayoría de críticas han sido individuales.

“Necesitas mucha energía para una acción coordinada de ese tipo”, recuerda Marta Fraile, especialista en opinión pública del Instituto de Política y Bienes Públicos del CSIC. “Como puedes obtener datos de otras fuentes prefieres no meterte en líos y que te tachen de lo que no eres”.

Tezanos es percibido como un sociólogo de la vieja escuela de reputación hinchada

La brecha es casi más generacional que académica. Tezanos es percibido como un sociólogo de la vieja guardia con una reputación sobredimensionada, cuyos métodos han quedado anticuados y que ha dado la espalda a la novedad. Un sociólogo con carnet de partido. Un tipo “complicado” y personalista que ha despreciado proyectos internacionales clave para el posicionamiento español en la sociología global. El único director de CIS de la historia cuyo nombre es conocido por el gran público.

Más allá de las preguntas

Fraile diseñó junto a su equipo europeo un cuestionario sobre actitudes ante la desigualdad de género para la Encuesta social europea, el “Rolls-Royce de las encuestas comparadas”, como lo define. Cuando acudió a la página del International Social Survey Programme (ISSP), se encontró con que España no figuraba en las últimas oleadas, ni la de medio ambiente, ni la de roles de género, aunque sí lo había hecho en ocasiones anteriores. “Me puse a investigar y a mandar mensajes y no recibí respuesta”, explica.

Entonces escribió a la propia ISSP y la respuesta fue que “no sabían, que me escribirían más tarde”. Fraile empezó a sospechar que tal vez España no iba a formar parte del programa, así que empezó a movilizarse junto a otros investigadores para pedir cuentas al gobierno, lo que cristalizó en una pregunta que planteó Más País y que conminaba al CIS a participar en el proyecto internacional. “La respuesta que recibimos es que el CIS se compromete a participar tanto en la de medio ambiente como en las dos siguientes”.

La (no) participación en proyectos internacionales es otro de esos puntos de conflicto entre los investigadores españoles y el CIS. Uno de los momentos más críticos fue cuando pareció peligrar la participación de España en la Encuesta Social Europea, que llevó a que su director, Rory Fitzgerald, llegase a publicar un tuit en el que elogiaba la presión que estaban llevando a cabo los investigadores españoles para que saliese adelante la participación de nuestro país en la novena oleada. Un movimiento aglutinado bajo el hashtag #SaveESSSpain.

“Hay mucha gente del European Electoral Study o del Comparative System of Electoral Systems, un proyecto de comportamiento electoral con los mejores estándares, que han intentado contactarlo y es que ni siquiera responde cuando se le pregunta por qué no se incorpora España”, añade Torcal. No nos hemos incorporado a ningún proyecto adicional en todo este tiempo, añade.

También se han dejado de realizar estudios que estudien “las desigualdades sociales y económicas”, añade Fraile. “Antes se usaban los códigos CNO (Clasificación Nacional de Ocupaciones) de cuatro digitos con los cuales podías reconstruir la clase social del entrevistado, pero ha dejado de hacerse”. También las encuestas panel preelectorales y postelectorales que permitían “especular sobre el efecto de la campaña, el voto económico, el tirón de los candidatos…” y que resultaban muy útiles para el trabajo de los académicos.

"La manipulación de bajo nivel no sale de España, pero sí no participar en encuestas"

La sensación que desprenden estas decisiones es un desinterés enigmático, sobre todo porque tiene más importancia para la reputación española en el extranjero que las preguntas del CIS, que no dejan de ser de consumo interno. Una obsesión por el presente fugaz (electoral y periodístico) que relativiza la importancia del trabajo de fondo de sociólogos y politólogos.

“Esa manipulación de bajo nivel en algunas preguntas muy concretas en un barómetro que sirve para un titular no llegan más allá de las fronteras de España, pero lo que sí podría tocar nuestra reputación es si nos empezamos a caer de esas encuestas importantísimas donde participan estos países de forma recurrente”, recuerda Sebastián Lavezzolo, coordinador del máster universitario en Ciencias Sociales de la Universidad Carlos III de Madrid, un centro poco sospechoso de conservadurismo.

Encuestas ‘low cost’

La mayoría de críticas se centran en el diseño de las preguntas, hasta el punto que, como algunos académicos confiesan, las utilizan en sus clases como ejemplo de lo que no se debe hacer (o lo que sí se debe hacer para obtener una encuesta sesgada). Entre las más evidentes, la ruptura de series históricas o el sesgo de determinadas preguntas como aquella del Tribunal Constitucional, que dificultan el trabajo de hormiga de politólogos y sociólogos.

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Foto: EFE/Kiko Huesca.

Como explica Lavezzolo, la desaparición del CIS de preguntas acerca de la percepción de los españoles sobre el sector financiero ha sido un serio hándicap en su trabajo. Núñez, por su parte, ha tenido que desarrollar una metodología propia para sortear los problemas que generaban las distintas formulaciones sobre la intención de voto.

Más allá de las preguntas discutibles también se han producido bajo la dirección de Tezanos otros cambios que la comunidad científica no ha entendido. Uno de los que más preocupan a los investigadores es el cambio en los modos de administración de las encuestas, que han pasado de ser presenciales a telefónicos, algo que impacta significativamente en los resultados. “Esto provoca que si antes una entrevista duraba entre veinte y treinta minutos, ahora dure diez, porque la gente es mucho más reticente a explicarse por teléfono”, explica Núñez.

"Se ha desmantelado la red de campo de profesionales que tenía buena fama"

Fraile no entiende que no se haya permitido un período de convivencia de ambos métodos para poder conocer el impacto del cambio de criterio. “El CIS tenía una red de campo que no era fija pero sí bastante estable y tenía buena fama porque eran buenos profesionales, pero en muy poco tiempo y aprovechando el contexto de la pandemia se ha desmantelado”, recuerda la investigadora del CSIC. “Cualquier institución con un poco de seriedad tendría un período de transición para comparar resultados en los dos modos, pero ha sido algo radical que no se ha explicado”.

El Califa en lugar del Califa

Los académicos coinciden en que el contexto de polarización, paradójicamente, ha favorecido a Tezanos. Un ataque a su CIS es situarse en un bando determinado de la batalla política. “No me extraña que más allá de este tipo de cuestiones que los investigadores consideramos más importantes como la participación en proyectos internacionales no entremos a reaccionar a cada pregunta con sesgo partidista, porque estamos en un contexto raro por lo polarizado que está”, valora Lavezzolo. “Si hubiese una discusión sana y el ambiente no fuese tan tenso, una pregunta como la del Tribunal Constitucional del otro día podría haber levantado más voces, pero el actual rifirrafe político significa que hacerlo es entrar en ese juego”.

Otro de los motivos por el que es preferible para los investigadores soslayar la crítica es que el CIS ya no es la única fuente de producción de datos. Hoy, gracias a los métodos online, resulta mucho más fácil y barato producir sus propios datos, lo que relativiza la importancia del que durante décadas ha sido el centro más importante de datos sociológicos.

Núñez matiza que en algunos casos la crítica se confunde con el interés personal. “Más allá de las críticas constructivas, creo que mucha gente aprovecha un mal momento del CIS para cambiar la forma en la que se trabaja, vinculándolo más con la empresa y el sector privado”, valora. “Todo está basado en el CIS porque es el único que ofrece datos abiertos y transparencia en las formas, no podemos hacer la misma crítica de otras empresas privadas que hacen las mismas preguntas tendenciosas pero no publican sus métodos. Tengo la sensación de que directores de otras encuestadoras se han posicionado casi como alternativa desde el primer minuto”.

Torcal considera que su sucesor, de haberlo, "será alguien de su cuerda"

Los días de Tezanos están contados. Concretamente, hasta las próximas elecciones generales, y tal vez, un poco más allá. Nadie duda que concluirá la legislatura como director del CIS, y tampoco es improbable que se alargue más allá si el PSOE vuelve a ganar las elecciones. El problema, recuerdan los académicos, es la dependencia del Centro de Investigaciones Sociológicas del Ministerio de la Presidencia. Si no es Tezanos, Torcal considera que su sucesor será “alguien de su cuerda”. O cabe también la posibilidad de que las urnas le den la razón, el sociólogo ría el último y, mientras se recuesta en su asiento en la sede de la calle Montalbán, piense “yo ya os lo dije”.

Algunos compran El Jueves, unos cuantos disfrutan con John Kennedy O’Toole y otros se leen el CIS. La semana pasada, el catedrático de Ciencia Política en la Universitat Pompeu Fabra Mariano Torcal mantuvo una reunión con un grupo de académicos españoles. No tardaron mucho en zambullirse en uno de sus entretenimientos favoritos durante los últimos años: rajar de las últimas preguntas del CIS. “Salió el tema y nos dedicamos a comentar las nuevas ocurrencias de este señor”, explica el actual director del Research and Expertise Centre for Survey Methodology, que fuera el director español de la Encuesta Social Europea.

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