Bañuelos fuerza la quiebra de la lanzadera de su gran proyecto para el coche eléctrico
El inversor valenciano presenta la solicitud de concurso voluntario de acreedores para Inzile, la compañía sueca cotizada desde la que pretendía crear un 'hub' para el vehículo ecológico
Los coches le han dado una de cal y otra de arena a Enrique Bañuelos, el conocido inversor inmobiliario español. Si hace una semana recibió una buena noticia, al ser el único finalista en el proceso de venta de las antiguas instalaciones de Nissan en Barcelona a través de QEV Techologies, este lunes anunció la solicitud de quiebra voluntaria de Inzile, la empresa escandinava cotizada en el Nasdaq que controlaba a través de QEV Hodling tras una operación que generó dudas en PWC, el auditor del grupo.
Según un comunicado oficial a la bolsa estadounidense, el consejo de administración de Inzile, presidido por Bañuelos, decidió "solicitar la declaración de quiebra de la compañía ante el Tribunal de Distrito de Estocolmo". El motivo de esta medida tan drástica es que Inzile no ha podido resolver su tensa situación financiera ante el vencimiento inminente de un préstamo de financiación puente de aproximadamente 50 millones de coronas suecas (4,6 millones de euros).
Bañuelos y su equipo directivo han mantenido conversaciones en los últimos meses con múltiples inversores para realizar posibles ampliaciones de capital. Pero la situación de los mercados internacionales y la continua caída de las acciones de Inzile finalmente han impedido que estos esfuerzos llegaran a buen puerto. Por esta razón, Inzile no ha podido finalmente firmar el contrato para los coches eFC, su gran proyecto, al carecer de las garantías financieras necesarias para el pedido.
Inzile, que llegó a ser valorada en 100 millones de euros, no contaba con los fondos disponibles para pagar el préstamo y las facturas de proveedores acumuladas. Por ese motivo, Bañuelos ha optado por dejar caer esta sociedad, que tenía una deuda total de 80 millones de coronas suecas y 20 trabajadores. Se trata de una cabecera desde la que el inversor valenciano había estructurado varios proyectos enfocados en el desarrollo del coche eléctrico.
Bañuelos, que acaba de trasladar su domicilio fiscal a San Marino por motivos fiscales, le había puesto mucho empeño a esta iniciativa ante la tendencia mundial en apostar por los vehículos no contaminantes en detrimento de los de combustión fósil. Una idea que, hasta la guerra de Ucrania, estaba en la mesa de todos los grandes fabricantes mundiales, algunos de los cuales llegaron a anunciar que ya no ensamblarían coches diésel ni gasolina a partir de 2030.
Por ello, Bañuelos diseñó una operación en dos pasos. En una primera etapa, Inzile adquiriría el 50% de QEV Tech Holding, que, posteriormente, y a través de una ampliación de capital, se quedaría con el 63% de la suma de ambas compañías a través de eFashion Championship PTE LTD, propiedad del inversor valenciano. Desde esta última quería crear un centro europeo líder para vehículos eléctricos, parte del cual se ensamblaría en Cataluña, y asegurar los recursos necesarios para una expansión global, principalmente por Estados Unidos. Esa estructura generó recelos en PWC, auditor de Inzile, al no explicarse con detalle las valoraciones de ambas compañías.
Pero el problema para la declaración voluntaria de quiebra ha sido que la tecnológica sueca no ha conseguido los fondos necesarios para continuar con su plan de crecimiento. Las dudas sobre su viabilidad ya aparecieron el pasado mes de julio, cuando las acciones se desplomaron un 15% en el Nasdaq First Growth Market después de presentar un plan estratégico a tres años y un acuerdo con el grupo hotelero murciano Piñero para electrificar sus coches en sus instalaciones en el Caribe. El derrumbe se amplificó en septiembre, ante las dudas para hacer frente a sus deudas. El descalabro en el año ha sido del 85% hasta la suspensión de la cotización este lunes.
Nissan, a salvo
La quiebra de Inzile no afecta al proyecto de QEV Tech en Nissan. Bañuelos solo tiene el 19% de esta sociedad, a través de QEV Holding. Pero en ningún caso es el máximo accionista de esta compañía, fundada por Joan Orús y Juan Fernández. Estos dos ingenieros tienen el 30% de un capital en el que también están Inveready, el fondo de capital riesgo que hizo plusvalías millonarias con MásMóvil, y la valenciana Power Electronics.
Bañuelos, de 56 años, fue la imagen del éxito y del pinchazo del boom inmobiliario que gobernó España entre 2000 y 2007 a través de Astroc. Unas inversiones en el ladrillo que le generaron una fortuna de más de 1.000 millones de euros, dinero que le sirvió para tomar participaciones destacadas en bancos como BBVA y Sabadell. Tras ganarse la confianza de inversores como la familia Godia, accionistas relevantes de Naturgy o Abertis, y hasta de Amancio Ortega, propietario de Inditex.
Bañuelos vendió sus acciones antes de que se derrumbara el castillo de Astroc y de la mayoría de las inmobiliarias cotizadas, como Fadesa y Parquesol. Más tarde, Bañuelos se desplazó a Brasil, donde compró y sacó a bolsa varias empresas del sector agrícola, antes de volver a Europa e instalarse en Londres y ahora en San Marino.
Los coches le han dado una de cal y otra de arena a Enrique Bañuelos, el conocido inversor inmobiliario español. Si hace una semana recibió una buena noticia, al ser el único finalista en el proceso de venta de las antiguas instalaciones de Nissan en Barcelona a través de QEV Techologies, este lunes anunció la solicitud de quiebra voluntaria de Inzile, la empresa escandinava cotizada en el Nasdaq que controlaba a través de QEV Hodling tras una operación que generó dudas en PWC, el auditor del grupo.