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Primeras voces en el PSOE señalan a Iván Redondo por la fallida estrategia del 10-N
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NUEVO MARCO NEGOCIADOR

Primeras voces en el PSOE señalan a Iván Redondo por la fallida estrategia del 10-N

No hay cuestionamiento alguno del líder, pero sí hay dirigentes que responsabilizan al director de Gabinete del presidente de la campaña del 10-N. Los que le defienden lo consideran "injusto"

Foto: Pedro Sánchez con su director de Gabinete, Iván Redondo, momentos antes del inicio del debate a cinco, el pasado 4 de noviembre. (EFE)
Pedro Sánchez con su director de Gabinete, Iván Redondo, momentos antes del inicio del debate a cinco, el pasado 4 de noviembre. (EFE)

La espuma de la celebración en un balcón improvisado en Ferraz, la alegría y los gritos de los militantes y los simpatizantes, va dejando paso a una realidad más dura tras la que asoma un horizonte nada halagüeño. Una investidura de Pedro Sánchez que quizá sea posible como único medio para evitar unas terceras elecciones, pero también una gobernabilidad endiablada que preludia un Ejecutivo y una legislatura cortas. Un panorama que no entraba en modo alguno en la estrategia de campaña del PSOE ni en los cálculos del candidato, que incansablemente demandó a los españoles que hablaran aún "más claro" y que posibilitaran un Gobierno "fuerte". Los objetivos, a la vista están los resultados del 10-N, no se cumplieron. Y ya en el partido hay dirigentes que señalan, en privado, al director de Gabinete del presidente, Iván Redondo, como el principal responsable de una victoria con las alas muy cortas. Todo ello mientras el líder socialista calibra los siguientes pasos a dar, y mientras la cúpula del partido va asumiendo que esta vez será muy difícil resistir la presión de Unidas Podemos a favor de una coalición.

Iván Redondo Bacaicoa (San Sebastián, 14 de abril de 1981) se ha convertido en la sombra de Sánchez, en su mano derecha, en su gurú, en su estratega jefe. Su hombre fuerte en la Moncloa desde que arribara al poder tras la moción de censura que derribó a Mariano Rajoy. Pero no es un dirigente del PSOE, de ahí que desde el principio, y de manera creciente, haya mandos en el partido que lo sienten como un cuerpo ajeno a las dinámicas de una formación centenaria y que ha digerido con dificultades los hiperliderazgos. Idolatrado por muchos y visto con recelos por otros tantos, ahora su papel en la campaña del 10-N se ha visto cuestionado. Quienes le defienden, señalan que es "injusto" que ahora se le responsabilice del resultado del partido, cuando se ha "dejado la piel", y achacan las críticas a "envidia" por su indudable cercanía al presidente, y su ascendencia sobre él.

El debate interno no se ha abierto. Este lunes, Sánchez reunió a la ejecutiva federal del PSOE y fue recibido con aplausos de los suyos puestos en pie. En la reunión toda la cúpula cerró filas con el secretario general, pese a que las elecciones se saldaron con una pérdida de 760.159 votos y tres escaños (de 123 a 120) y una gobernabilidad aún más compleja que la que arrojaron las urnas del 28 de abril. El presidente cuenta con el respaldo del partido, de eso no hay duda. Y más aún de su dirección, a la que él mismo eligió, sin imposiciones de nadie. Es más, los suyos le dieron carta libre para emprender las conversaciones con los demás partidos que conduzcan a la formación de un nuevo Gobierno.

El dirigente Andrés Perelló pide a Sánchez, en la reunión de la cúpula, "confiar más en el partido", porque a veces capta mejor la realidad


Sin embargo, como reconoció en rueda de prensa el secretario de Organización, José Luis Ábalos, sí hubo "opiniones" distintas, que no suponen, dijo, "ningún menoscabo" para la organización. Y es que, de entre todas las palabras de apoyo al líder, sí hubo unas cuantas que, indicaban cierto mar de fondo contra Redondo. Ninguno le citó. Ninguno hizo ninguna referencia explícita a él. Pero en sus intervenciones se podían entrever algunos 'disparos' hacia el director de Gabinete. Quizá el más directo fue el secretario de Justicia, el valenciano Andrés Perelló, quien demandó a Sánchez "confiar más en el partido", porque a veces los "cuadros y afiliados son mejores detectores de la realidad" que los asesores externos. Una reflexión que, con matices, y según miembros de la dirección consultados por este periódico, compartieron los dirigentes Alejandro Soler y María Jesús Castro. "Puede ser un asesor valioso, pero no tienes por qué tenerle como jefe de Gabinete", traducía un dirigente.

Foto: Pedro Sánchez, este 11 de noviembre en la reunión de la ejecutiva del PSOE, en Ferraz. (EFE)

"Victoria amarga"

Manu Escudero, responsable de Economía, señaló que en "momentos delicados" como los actuales es bueno "tirar del depósito de talento que existe en la ejecutiva", una consideración que quería remar "más a favor que en contra". Estaba demandando, pues, un empoderamiento mayor de la ejecutiva, de Ferraz. Y el diputado por Gipuzkoa Odón Elorza, secretario de Transparencia y Democracia Participativa, se reafirmó en que no celebraría una "victoria amarga" —en Twitter había señalado que "es "momento para analizar a fondo los resultados en un escenario peligroso para la democracia social en España ante el subidón ultra y el silencio cómplice de PP y Cs"— y se quejó de que el programa del 10-N se hubiera separado del espíritu del 39º Congreso Federal, el de junio de 2017, el que consagró la vuelta de Sánchez al poder. Este negó que se hubiera producido ninguna 'traición' al cónclave de hace más de dos años.

Hay dirigentes que hablan de "clamor" contra Redondo. Otros dicen que erró al "vender como una estrategia lo que no lo era, ir a segundos comicios"

Pero las críticas a la gestión de Redondo, más explícitas, se podían escuchar fuera de la reunión de la ejecutiva. "Es un clamor. Hay una sensación unánime en el partido de que erró en la estrategia. Pedro no cree eso, pero en el PSOE sí se ha instalado esa percepción", sentencia un miembro de la dirección federal. "Cariño nunca lo ha tenido en el partido —asegura otro mando de la cúpula—. Su problema fue vender como una estrategia lo que no lo era, ir a segundas elecciones. Hemos ido a una repetición de las generales porque no quedaba otra. Era la simple consecuencia de no tener Gobierno ".

A Redondo algunos le culpan por haber hecho jugar al PSOE en un terreno tradicionalmente muy complicado, Cataluña. Justo en un momento crítico, cuando se sabía antes de la disolución de las Cortes que la sentencia del 'procés' llegaría en octubre y provocaría una convulsión que difícilmente podría beneficiar a Sánchez en precampaña. El director de Gabinete confiaba en que, ante un "octubre muy político" —marcado por el fallo del Supremo, la exhumación de Francisco Franco y un potencial Brexit duro que no se llegó a consumar—, se manifestaría una "mayoría cautelosa" a favor del Gobierno, como en 2016 lo hizo en apoyo del Ejecutivo de Mariano Rajoy. Pero esa "mayoría cautelosa" nunca llegó a comparecer ni en las encuestas, que no sacaban al PSOE del estancamiento o de la ligera bajada, ni en las urnas. El resultado fue una campaña ajena a los usos del PSOE. Incluso tuteló desde la Moncloa la redacción última del programa, cosa que generó un choque con el PSC a cuenta de la reforma federal y hubo de ser rectificado. "Su error ha sido buscar un votante de Cs que no existía: un elector templado que podía volver a nosotros. Los que estaban ya con Albert Rivera se han marchado o al PP o a Vox", analizaba un integrante de la cúpula.

De hecho, que la estrategia no acaba de funcionar se vio en la última semana, cuando Sánchez regresó al discurso que le había funcionado en abril: agitar el miedo a la ultraderecha, regresar a la polarización izquierda-derecha que el PSOE ha solido necesitar para movilizar a sus fieles. Para entonces, quizá era tarde. En el crucial debate a cinco, el presidente no combatió los argumentos de Santiago Abascal, y este se encontró con una pista libre para colocar su mitin. Cuatro días más tarde, la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, sí entró en el cuerpo a cuerpo contra Vox, pero para entonces ya la campaña estaba consumiéndose.

Foto: Iván Redondo, director de Gabinete del presidente, e Iñaki Ortega, director del Deusto Business School, este 26 de septiembre en Madrid. (Iñaki Martínez Bilbao)

"Se ha dejado la piel"

Desde el entorno de Redondo, no quieren "contribuir a ese debate" sobre él. "Pero se han ganado tres elecciones en un año. Y en menos de dos años los resultados están ahí", reivindicaban. Sus colaboradores señalaban, en ese sentido, las encuestas previas a la moción de censura, que pintaban a Cs y a Rivera como potencial ganador en unas elecciones. Esa tendencia se revirtió y el PSOE, recordaban, pasó de los 84 diputados de 2016 a 123 el 28-A y ahora a 120. "En la reunión de la ejecutiva no hubo ni una palabra ni alusión directa o indirecta a Iván. Y sí hubo muchas intervenciones que alabaron la gran campaña que se ha hecho. El propio Pedro dijo que la campaña y la estrategia de campaña no tiene ni un pero. Con Iván se ganó la moción, se gobernó con 84 diputados, y se saltó de 84 a 123. Algo de mérito tendrá, ¿no? Habrá quienes le cuestionen, pero hay también quienes le respaldamos y estamos muy agradecidos a su aportación y contribución. Y no se pueden dejar en saco roto grandes y difíciles logros. Iván es repetado y valorado", contrapone un miembro de la ejecutiva.

Quienes defienden a Redondo indican que sí es "valorado" por haber hecho que Sánchez gobierne, ganara tres elecciones y saltara de 84 a 120 actas

Otros cargos del Gobierno que conocen bien el trabajo del director de Gabinete del presidente afirmaban, en la misma línea, que es "absolutamente injusto" que le echen a la espalda el resultado del 10-N. "Se ha dejado la piel, currando todos los días un montón. Le estaban esperando porque hay gente sectaria, que si no eres del partido pareces de peor condición. Sucede eso y que envidian su cercanía a Pedro. No habrán venido votos por Cataluña, pero hemos gestionado la crisis de diez. Y sí, si Iván es es el responsable del 10-N, también lo será de que gobernemos y de que ganemos elecciones como nunca en los últimos diez años", explicaba un alto cargo, que remarca que en la Moncloa sí "defienden" y apoyan la labor de Redondo, y aplauden que se capte "talento" de fuera del PSOE. Porque él es consultor, un 'spin doctor' que ahora trabaja para Sánchez pero que antes asesoró a otros "clientes" y "amigos", como los populares José Antonio Monago y Xavier García Albiol. Un miembro monclovita advertía de que las decisiones parten del presidente y son suyas, y que su director de Gabinete se limita a darles forma y a diseñar la estrategia más pertinente

Ábalos: "Un Gobierno progresista no es de coalición con las derechas"

Lo cierto es que el director de Gabinete del presidente es el señalado. El poder de la Moncloa frente al poder de Ferraz. El terreno de Redondo frente a la parcela dominada por Adriana Lastra y José Luis Ábalos, los números dos y tres de la nomenclatura socialista cuyo liderazgo sí que no es cuestionado internamente. En el fondo, la división entre los dos espacios no es tan clara, porque las decisiones estratégicas son compartidas, el engranaje funciona y el jefe del Ejecutivo escucha y atiende las opiniones de su restringido núcleo duro, en el que además de ellos tres figura la vicepresidenta, Carmen Calvo, y el secretario general de la Presidencia, Félix Bolaños. Ambos son parte de la Moncloa, aunque con un pie en el partido.

Además, aunque en el círculo monclovita había más convicción al principio de que sería muy complicado montar una coalición con Unidas Podemos —Sánchez siempre fue muy refractario y ha reconocido que tuvo dudas desde el primer minuto acerca de la pertinencia de un Ejecutivo bicolor—, una vez pasó la investidura fallida, se disiparon las dudas. Lastra y Ábalos, que habían empujado a favor de al menos intentar esa fórmula, comprobaron que no tenía salida, que Pablo Iglesias no quería negociar, sino "chantajear" al PSOE. La cúpula y el Gobierno caminaron totalmente unidos y vieron la conveniencia de no aceptar un trágala. La seguridad entre los cercanos al jefe de que unas elecciones podrían reforzar al PSOE era total, seguridad que, sin embargo, no se percibía en los territorios, siempre más fríos y conscientes de las dificultades de movilización.

En este último viaje del 10-N las expectativas en el cuartel general solían ser un punto más templadas que en la Moncloa. El propio secretario de Organización recordaba este lunes que él nunca dijo que aspirase a ganar más escaños: insistió en que las elecciones no habían sido una elección de Sánchez, sino un automatismo.

Foto: El presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez (i), recibe al líder de Unidas Podemos, Pablo Iglesias (d), en el Palacio de la Moncloa el pasado 16 de octubre. (EFE)

Una legislatura complejísima

En Ferraz hay miembros que opinan que Sánchez se equivocó al fiarse tanto de Redondo o "de las encuestas de José Félix Tezanos", presidente del CIS que falló por completo su pronóstico para el 10-N. En la ejecutiva algunos tienen la sensación de que el papel de Redondo "se está reajustando" y que ganarán más peso figuras como Ábalos o Lastra. Pero es prematuro aventurar escenarios (¿puede caer?). Por lo pronto, lo más inmediato es que comience la ronda de contactos del presidente con los líderes, de la que quedará fuera Vox, y que él asumirá en primera persona. El escenario ideal sería esa "abstención generalizada" que pidió el presidente extremeño, el socialista Guillermo Fernández Vara.

La principal novedad en esta nueva etapa es que el PSOE ya no se cierra a un Gobierno de coalición con Podemos: "Todos seremos más flexibles"

La principal novedad es que ahora el PSOE no descarta una coalición con Iglesias. La dirección sigue viéndole problemas a esa fórmula, porque sigue sin sumar mayoría absoluta, pero el líder de UP lo sigue poniendo como condición 'sine qua non'. En la cúpula, por eso, se va afianzando la idea de que quizá ya no quede más remedio que aceptar un Gabinete bicolor, aunque prefieran uno en solitario y jugar con distintas mayorías (a derecha e izquierda) según las medidas. Las negociaciones arrancarán, pues, "sin apriorismos", sin líneas rojas". Con "disposición" a entenderse con los morados y llegar a acuerdos con ellos. "Todos seremos más flexibles", insisten en la Moncloa. Sánchez reiteró a su ejecutiva lo que había asegurado en la noche electoral: "Sí o sí" habrá nuevo Ejecutivo (y no terceras elecciones) y ese Gobierno será progresista, no de gran coalición con el PP. Pero no dijo cómo. Esa es la gran incógnita.

Vara pide "abstención generalizada" para que Pedro Sánchez forme gobierno

Ábalos apuntó un camino muy difícil. Casi la cuadratura del círculo. Sumar a UP, Más País, PNV, y alguna formación regionalista más (el PRC, el BNG, Teruel Existe, Coalición Canaria) y el sí de los naranjas. Una fórmula que conseguiría que el Ejecutivo no dependiera de las fuerzas secesionistas. Pero es complicado pensar, al menos por ahora, que Cs, aun en ruinas y descabezado, apoye un Ejecutivo de coalición de socialistas y morados. Sánchez podría buscar esa fórmula para, si fracasara, pertrecharse de argumentos en caso de que al final no le quede más remedio que aceptar la abstención de ERC.

Foto: El líder del PP, Pablo Casado, tras los resultados electorales. (EFE)

En el PSOE se percibe que el escenario no será fácil de gestionar. Que las urnas del 10-N abocan a una costosa investidura y una gobernabilidad complejísima. Porque tras la reelección de Sánchez habrá que aprobar un Presupuesto, y la mayoría absoluta está lejos. Así que puede que no haya elecciones en pocos meses, pero es probable que la legislatura no dure cuatro años. En ese tiempo, el PSOE intentará reforzarse desde el poder, aunque enfrente tendrá un Congreso muy fragmentado, con una ultraderecha muy potente que dispone de los escaños suficientes para llevar cada iniciativa al Tribunal Constitucional. Y ya no disfruta de mayoría absoluta en el Senado. Ábalos señalaba este lunes que la atomización, paradójicamente, puede ayudar a rebajar las pretensiones estratégicas de cada formación, pero en el fondo no pocos en el PSOE piensan que la repetición electoral fue un error y que "para este viaje...". El refrán ya se sabe cómo acaba.

La espuma de la celebración en un balcón improvisado en Ferraz, la alegría y los gritos de los militantes y los simpatizantes, va dejando paso a una realidad más dura tras la que asoma un horizonte nada halagüeño. Una investidura de Pedro Sánchez que quizá sea posible como único medio para evitar unas terceras elecciones, pero también una gobernabilidad endiablada que preludia un Ejecutivo y una legislatura cortas. Un panorama que no entraba en modo alguno en la estrategia de campaña del PSOE ni en los cálculos del candidato, que incansablemente demandó a los españoles que hablaran aún "más claro" y que posibilitaran un Gobierno "fuerte". Los objetivos, a la vista están los resultados del 10-N, no se cumplieron. Y ya en el partido hay dirigentes que señalan, en privado, al director de Gabinete del presidente, Iván Redondo, como el principal responsable de una victoria con las alas muy cortas. Todo ello mientras el líder socialista calibra los siguientes pasos a dar, y mientras la cúpula del partido va asumiendo que esta vez será muy difícil resistir la presión de Unidas Podemos a favor de una coalición.

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