El aleteo de la ballena no provocará un tsunami: la economía española está a salvo de la crisis china
Las turbulencias en la segunda potencia mundial pueden contagiar a nuestro país por tres vías, pero lo más probable es que solo unos pocos sectores sufran un impacto relevante
Dice un viejo proverbio chino que el aleteo de una mariposa se puede dejar sentir en el otro extremo del mundo. De Pekín a Madrid hay 9.000 kilómetros en línea recta, los suficientes para evitar el temido efecto dominó procedente de la gran fábrica del planeta. La economía china no vuela: más bien es un cachalote descomunal que aletea para no hundirse, sumido en una crisis económica, demográfica e inmobiliaria sin precedentes desde la liberalización de los años 80. Pero sus espasmos no provocarán un tsunami, o al menos las olas no se llevarán por delante la recuperación de la economía española. El mejor dique de contención, una exposición relativamente reducida, se antoja robusto para solventar las tres vías de agua por las que se pueden trasmitir los problemas del lejano oriente. Lo más probable es que solo unos pocos sectores sufran un impacto relevante.
El primer canal de contagio, el directo, afecta, sobre todo, a la industria cárnica y la química, que acapararon la mitad de las exportaciones de España a China durante el primer semestre de este año, según la estadística de comercio exterior (Comex) del Ministerio de Industria. Como sucede en toda la Unión Europea —y la Comisión por fin se ha decidido a abordar con una política mucho más asertiva—, las relaciones comerciales entre ambos países están profundamente desequilibradas: España importó bienes y servicios chinos por valor de 22.375 millones de euros en ese período, mientras que las exportaciones solo sumaron 3.739 millones. Esto supone una tasa de cobertura del 16,7%. En otras palabras: por cada seis euros de mercancías que le compramos a China, solo le vendemos uno.
El déficit comercial ascendió el año pasado a casi 44.000 millones de euros, 12.000 millones más que en 2021, según el ICEX. Y, aunque se ha reducido ligeramente en lo que llevamos de 2023, presenta unas cifras muy superiores a las previas a la pandemia. La razón es muy sencilla: mientras las importaciones se dispararon tras lo peor del covid, espoleadas por la recuperación del consumo y la mejora de los cuellos de botella, las exportaciones han seguido una línea descendente desde el récord de 2021. Entonces, la guerra comercial entre China y Estados Unidos benefició la entrada de algunos productos españoles en sustitución de los norteamericanos. Ahora, la tendencia a la baja de los últimos dos años se puede ver agravada por la ralentización del crecimiento del gigante asiático.
El sector más beneficiado por la ampliación del mercado chino durante la última década, con unas crecientes clases medias y unos hábitos de consumo cada vez más occidentalizados, fue el cárnico, que llegó a multiplicar por cinco el valor de sus exportaciones entre 2016 y 2020, hasta superar los 3.000 millones de euros durante lo peor de la guerra comercial, con el republicano Donald Trump a punto de abandonar la Casa Blanca. Pese al retroceso, el año pasado todavía vendió por valor de más de 1.600 millones, unas cifras similares a las de la industria química —principalmente productos farmacéuticos y derivados del plástico—y a las de la extracción de minerales.
Sin embargo, a diferencia de estas últimas, China es el principal destino de las exportaciones de carne españolas, especialmente de porcino, el verdadero protagonista del récord de 2021 y que ya estaba perdiendo tracción por la recuperación de la cabaña nacional en el país asiático. Si un sector se puede ver afectado, es este: en 2022, el 23,9% del volumen y el 19,7% del valor de sus ventas en el extranjero acabaron en la segunda economía del mundo. Todos los demás tienen muy pocos huevos en la cesta de Pekín.
Si China desapareciese de repente, nuestro país apenas perdería el 2,7% de sus exportaciones
Miguel Otero, investigador principal del Real Instituto Elcano, lanza un mensaje de tranquilidad: "España no tiene una gran exposición a China. Por el lado de bienes y servicios, bajará un poco el consumo. Algunos que exportan carne de cerdo, quizá los de vino y maquinaria, van a sufrir, pero el impacto comercial no será tan fuerte". Al fin y al cabo, las ventas de estos sectores a la segunda economía del mundo representan una parte anecdótica del producto interior bruto, por lo que su incidencia en los datos macroeconómicos será prácticamente nula. Si China desapareciese de repente, nuestro país apenas perdería el 2,7% de sus exportaciones. Francia (seis veces más) y Alemania (cuatro) vapulean al país de Xi Jinping como principales mercados de los productos españoles.
Sin embargo, el experto en Asia advierte de una segunda vía de contagio, más indirecta, que sí podría tener un mayor impacto en la economía nacional. "China sigue siendo la segunda potencia mundial y por la vía del comercio la crisis puede afectar sobre todo a los países que exportan mucho a ese mercado, como Alemania y Holanda. A nosotros indirectamente nos va a afectar, sobre todo en el sector del automóvil". En otras palabras: el tsunami entra por el puerto de Hamburgo, pero al final acaba llegando, aunque atenuado, al Mediterráneo.
Jinyue Dong, economista sénior de BBVA Research, lo tiene claro: "La desaceleración del crecimiento en China reducirá las importaciones de maquinaria y productos finales tecnológicos procedentes de Europa". Las compras chinas de bienes alemanes han pasado de crecer a ritmo récord —hasta un 47% en mayo de 2021— a caer un 3,1%, y España ha ido detrás: del máximo del 52% en abril de 2021 al -23% del mes pasado. "Si España y Alemania tienen fuertes vínculos económicos, cuando la desaceleración de China lastre significativamente las exportaciones de Alemania y, en última instancia, su crecimiento, afectará a España a través del comercio, la inversión extranjera directa y el vínculo transfronterizo del sector servicios", señala el experto por correo electrónico desde Hong Kong.
Alemania es el 'portador'
El riesgo es real. Alemania, que desde hace tiempo afronta un debate intensísimo sobre su dependencia de China, exporta el 7% de sus bienes y servicios a ese país, que se ha convertido en su principal socio comercial, según la base de datos Comtrade de Naciones Unidas. Reino Unido alcanza un porcentaje similar y Francia, más del 4%. Solo en el caso germánico, estamos hablando de unos ingresos de más de 100.000 millones de euros al año, nada que ver con los 10.000 que, durante su máximo apogeo, llegaron a alcanzar las exportaciones españolas. Estos tres países son, precisamente, los tres principales emisores de turistas que llegan a España, y los dos primeros encabezan la lista de mercados de nuestras ventas al exterior.
"La recesión de Alemania se explica en parte en que China no está invirtiendo y consumiendo"
Desde todos los puntos de vista, la economía nacional está poco expuesta a China. También desde el de las inversiones, que alcanzaron unos modestos 95 millones de euros el año pasado, según la base de datos DataInvex del Ministerio de Industria. Sin embargo, sí existe una importante exposición a otras naciones que dependen en gran medida del gigante asiático. Y esta paradoja, en un momento en que el sector exterior ha dejado de tirar de la economía tras una recuperación pospandemia —y ya antes— basada en la mejora de la competitividad, supone una pésima noticia.
En un contexto de zozobra en la zona euro, donde Alemania cerrará 2023 en una recesión que, según Otero, "se explica en parte en que China no está invirtiendo y consumiendo tanto", España ha aguantado a la cabeza del crecimiento del bloque. Pero si la ralentización del gigante asiático se consuma, nuestros principales mercados volverán a ser los primeros afectados y, después, nosotros. Algunos organismos, como el laboratorio de ideas EsadeEcPol, ya pronostican un tercer trimestre —y no descartan un cuarto— en negativo, un escenario que la mayoría de expertos todavía desecha, pero que una profundización de la crisis china podría convertir en una realidad de cara a 2024.
La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) ya ha advertido de que la incertidumbre sobre la economía oriental amenaza el crecimiento mundial durante los próximos meses, aunque de momento le augura un rebote del 5,6% para este año y el 4,1% para el siguiente, más que cualquier otra economía avanzada, pero menos que en la anterior estimación y muy lejos de los ritmos de doble dígito a los que nos tenía acostumbrados. El país ya no es un joven delfín, sino una vieja ballena que, como recuerda Otero, sufre unos problemas similares al nuestro: envejecimiento, brecha campo-ciudad, paro juvenil, un sistema educativo obsoleto, muy basado en la memorización, y una crisis inmobiliaria rampante, que por suerte España dejó atrás hace tiempo. El gigante asiático, por ejemplo, cada vez aporta menos al crecimiento del comercio internacional, que ha liderado desde que entró en la Organización Mundial del Comercio (OMC) hace dos décadas.
La improbable tercera vía
Dong rechaza que China sea ya una economía posindustrial, con los mismos achaques que las de Europa occidental, y atribuye la desaceleración de su crecimiento a una situación coyuntural, principalmente como consecuencia de haber mantenido durante tres años una política de covid cero, más que a una crisis de modelo que haga temblar la economía del globo. Sin embargo, no hay que olvidar que uno de los factores que ha generado más dudas durante los últimos meses sí tiene un carácter sistémico: la situación en el mercado de vivienda, extremamente endeudado.
¿Existe el riesgo de que una crisis inmobiliaria se extienda más allá de las fronteras chinas y provoque un terremoto financiero internacional, como acabó ocurriendo en 2007 tras el contagio de las hipotecas subprime en Estados Unidos? Se trata, no hay duda, de la tercera vía de impacto en la economía española, pero los expertos consultados la consideran poco probable. Por dos razones: la exposición de los bancos españoles a China resulta irrelevante y la incidencia de una avalancha de insolvencias en el país tampoco se trasmitiría a Occidente de la misma manera que lo hizo la quiebra de Lehman Brothers, ya que su sistema financiero está relativamente aislado.
Pese a todo, Dong llama a la prudencia: "Aunque en comparación con el vínculo entre el comercio y la inversión extranjera directa los efectos financieros de la desaceleración de China son menos significativos, tampoco pueden ignorarse. Por ejemplo, la desaceleración de China afectará el desempeño del mercado de acciones y bonos del país, lo que tiene un efecto de contagio a los mercados financieros occidentales". Y Otero añade: "El mayor temor es la desestabilización que pueda sentirse en China internamente, más que los canales de transmisión de una crisis financiera".
Ambos expertos apuntan que la peor derivada sería la depreciación de su divisa, el renminbi, que obligaría a emprender movimientos similares en otras economías emergentes que compiten en exportaciones con el gigante asiático y, de descontrolarse, podría dar lugar a fugas de capitales. Un escenario, añade Otero, que en cualquier caso se antoja poco factible. "En resumen, creemos que el efecto colateral adverso de la desaceleración económica de China en la etapa actual está más dominado por los flujos comerciales que por una cuestión financiera", concluye el economista de BBVA Research. La gran incógnita es con qué fuerza esa ola —que no tsunami— llegará a España.
Dice un viejo proverbio chino que el aleteo de una mariposa se puede dejar sentir en el otro extremo del mundo. De Pekín a Madrid hay 9.000 kilómetros en línea recta, los suficientes para evitar el temido efecto dominó procedente de la gran fábrica del planeta. La economía china no vuela: más bien es un cachalote descomunal que aletea para no hundirse, sumido en una crisis económica, demográfica e inmobiliaria sin precedentes desde la liberalización de los años 80. Pero sus espasmos no provocarán un tsunami, o al menos las olas no se llevarán por delante la recuperación de la economía española. El mejor dique de contención, una exposición relativamente reducida, se antoja robusto para solventar las tres vías de agua por las que se pueden trasmitir los problemas del lejano oriente. Lo más probable es que solo unos pocos sectores sufran un impacto relevante.
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