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España necesitará de la demanda interna para suplir el estancamiento europeo tras el verano
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LA SUBIDA DE LOS SALARIOS, CLAVE

España necesitará de la demanda interna para suplir el estancamiento europeo tras el verano

Los expertos auguran una desaceleración del crecimiento en el segundo semestre debido al lastre del sector exterior, que fue el motor de la recuperación económica tras la pandemia

Foto: Una tienda en la Gran Vía madrileña. (EFE/Mariscal)
Una tienda en la Gran Vía madrileña. (EFE/Mariscal)
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El dato de PIB del primer semestre conocido la semana pasada sorprendió a la baja, y la cascada de indicadores económicos que se han publicado esta semana no han hecho más que abonar las dudas bosquejadas por la contabilidad nacional. España se va de vacaciones siendo una de las economías de la moneda única que más ha crecido durante los últimos 12 meses, pero con el mismo temor que el verano pasado: el miedo a una fuerte desaceleración a la vuelta, provocada por la entrada de la eurozona en un periodo de decrecimiento. Entonces no se cumplieron los peores presagios: la cuarta potencia de la UE pudo aprovecharse de la inercia de un segundo trimestre excepcional para mantener el brío apoyada en el sector exterior. Esta vez, en cambio, el impulso de fondo es más débil, y el combustible que llega del otro lado de los Pirineos podría resultar insuficiente para mantener el ritmo de la moto.

Nadie sabe a ciencia cierta si la recesión que evitó la eurozona en el otoño de 2022 y el invierno de 2023 se hará realidad ahora, pero crecen las voces que apuntan la dificultad de que nuestros socios sigan sosteniendo —cuando no liderando— el ciclo expansivo que la economía española vive de forma ininterrumpida desde la primavera del año pasado, cuando la variante ómicron se disipó y las restricciones sanitarias decayeron para siempre.

El paradigma de crecimiento de los últimos años, que marcó la recuperación de las dos grandes crisis de nuestro siglo (la financiera y la pandémica), estuvo dominado por el sector exterior, y nada indica que esto vaya a cambiar en el medio y largo plazo: la balanza comercial lleva en positivo desde 2011, un cambio estructural de la economía española liderado por la notable expansión de las ventas hacia terceros países de servicios de alto valor añadido, como proyectos de ingeniería, programación informática o asesoría jurídica.

Sin embargo, la coyuntura actual lanza algunas alertas. Los récords de exportaciones que se conseguían cada mes desde el final del confinamiento han pasado a la historia. Si durante el primer trimestre las ventas al extranjero todavía se dispararon cerca de un 15% respecto al mismo periodo del año anterior, en abril y en mayo cayeron un 6% y un 3%, respectivamente, según el último Informe Mensual de Comercio Exterior que elabora el Ministerio de Industria. Es el primer retroceso interanual desde febrero de 2021, cuando las cifras se comparaban con las anteriores a la pandemia.

Manuel Hidalgo, senior fellow del laboratorio de ideas EsadeEcPol, considera que el sector exterior "está dando serias advertencias". "No podría ser de otra manera", añade, habida cuenta de la complicada situación que viven las grandes potencias europeas, principales destinos de nuestras exportaciones. En el segundo trimestre, la eurozona solo creció tres décimas, con Alemania estancada, Italia en negativo (-0,3%) y Francia y España como locomotoras (0,4%). Pero lo que es peor: el club de países de la moneda única ya venía del crecimiento cero en el trimestre anterior, y de un mínimo retroceso en el último de 2022.

Por primera vez desde el inicio de la crisis energética, esta situación de parálisis ha provocado una sorpresa a la baja en el dato de PIB español, que hasta ahora se había mostrado muy resiliente al escaso fuelle de sus socios comunitarios. Nadie esperaba que la economía nacional no se apuntase ni medio punto en un trimestre histórico para el empleo, según la Encuesta de Población Activa (EPA) que se había conocido justo en la víspera. La letra pequeña corrobora la apreciación de Hidalgo: las exportaciones de bienes restaron 1,7 puntos al crecimiento en el segundo trimestre, mientras que las de servicios, verdadero motor del cambio estructural que ha protagonizado la recuperación pospandémica, no aportaron nada.

Raymond Torres, director de Coyuntura de la fundación de las antiguas cajas de ahorros (Funcas), señala que este es un motivo para la esperanza: "Se está produciendo un aumento de la demanda continental hacia los servicios. Los europeos tienen cada vez una mayor propensión a consumir en servicios, y eso genera un efecto positivo en una economía más especializada en este ámbito, como la nuestra, y perjudica a las grandes potencias industriales, como Alemania e Italia". En otras palabras: aunque el crecimiento de la zona euro zozobre ante el enfriamiento propiciado por el Banco Central Europeo con sus subidas de tipos para frenar la inflación, España sufrirá, relativamente, menos que otros.

Eso no significa, en ningún caso, que nuestra economía no vaya a levantar el pie del acelerador, golpeada por las dudas en sus principales mercados. Pero prácticamente se puede descartar un escenario de recesión. En este aspecto los españoles pueden estar más tranquilos que el verano pasado, cuando surgieron todos los miedos que, finalmente, nunca se llegarían a consumar. "Hay indicios para pensar que no nos va a ir tan mal, pero es bastante probable que notemos una ralentización en el crecimiento. El ciclo europeo supone el 90% de nuestro ciclo. No hay tutía", sentencia Hidalgo.

Foto: Imagen de un trabajador de la construcción. (Efe)

De momento, los indicadores adelantados de actividad (PMI) conocidos esta semana certifican la crisis industrial. Las manufacturas de la zona euro están en territorio negativo (42,7), al situarse por debajo de 50, que es la barrera que separa el crecimiento y la contracción. Son mínimos desde hace tres años, cuando el Viejo Continente atravesaba la primera ola de la pandemia. Los servicios aguantan (50,9), aunque con una progresiva desaceleración, pero eso no es suficiente para evitar un retroceso de la actividad en el conjunto del bloque (48,6), tras la peor lectura en ocho meses. España es la única de las grandes economías que continúa por encima del umbral del estancamiento.

Sin embargo, los expertos consultados consideran que lo más probable es que nuestro país no sea capaz de escapar de la tendencia general. Otro dato de esta semana: el índice de producción industrial registró en junio su mayor caída interanual (-3%) desde el inicio de la crisis energética. Ni siquiera durante los momentos críticos en los mercados de la electricidad y el gas, que dispararon costes y obligaron a emprender parones en algunas factorías, el sector secundario español se había retraído tanto. El dato mensual también muestra un retroceso (-1%). En cambio, el comercio minorista sigue entre los más dinámicos del bloque de la moneda única, con ganancias del 7,5% en los últimos 12 meses y del 0,4% en los últimos 30 días, según las cifras de junio difundidas este viernes por Eurostat.

España está mejor que sus socios porque a los servicios les va mejor que a la industria, pero, si las barbas del vecino ves pelar..., más vale que vayas a la peluquería. Mientras la demanda externa decepciona, la interna no solo ha aportado 1,5 de los 1,8 puntos de crecimiento en los últimos 12 meses, sino que se antoja una palanca clave para mantener el ritmo. Para ello, apunta Torres, es necesario que se cumpla una condición indispensable: la fortaleza del empleo. Los datos de afiliación de julio, que también se conocieron esta semana, han dejado un sabor agridulce: España sigue creando puestos de trabajo (16.000 en términos desestacionalizados durante los últimos 30 días), pero el ritmo se está ralentizando y, según Hidalgo, "marca una clara tendencia hacia el debilitamiento de la economía" en el segundo semestre.

La clave del empleo

De momento, el mercado laboral aguanta. Mientras sea así, la recuperación de la demanda interna debería consolidarse, hasta convertirse en uno de los motores que ayuden a compensar la debilidad del sector exterior. La clave es que la economía española comienza a tener de su parte el factor que le ha faltado durante los últimos dos años, marcados por una crisis inflacionista sin precedentes desde hace medio siglo, que no ha tenido su traducción en un incremento proporcional de los sueldos. Los trabajadores por fin están recuperando poder adquisitivo, como se puede comprobar si se compara el índice de precios de consumo (IPC) con la evolución interanual de las remuneraciones, que se puede consultar en el portal de economía en tiempo real de CaixaBank Research.

En ese contexto, no resulta extraño que el consumo de los hogares haya repuntado un 1,6% en el segundo trimestre, tras un último tramo de 2022 y primero de 2023 en negativo que lastraron el crecimiento del PIB. La bolsa de ahorro que todavía quedaba de la pandemia se había esfumado y las familias se adaptaron a la nueva situación, según recuerda Torres. Es probable —dicen ambos expertos— que, ahora que algunos hogares empiezan a ganar poder de compra, la renovada fortaleza del consumo logre amortiguar la desaceleración de la economía. El incremento de la inversión, especialmente pública, ante la llegada de los fondos europeos es la otra palanca con la que cuenta España para no desfallecer.

En cualquier caso, nada será suficiente para compensar el lastre del sector exterior, agravado por la tendencia hacia una progresiva desglobalización. Funcas, por ejemplo, augura un exiguo crecimiento del 0,2% en el tercer trimestre, que conducirá al estancamiento en el cuarto. "El otoño será más oscuro que el verano", concluye Hidalgo. Europa fue la solución de España durante estos meses de devaluación salarial, pero ahora tendrán que ser los españoles quienes vuelvan a mover la economía.

El dato de PIB del primer semestre conocido la semana pasada sorprendió a la baja, y la cascada de indicadores económicos que se han publicado esta semana no han hecho más que abonar las dudas bosquejadas por la contabilidad nacional. España se va de vacaciones siendo una de las economías de la moneda única que más ha crecido durante los últimos 12 meses, pero con el mismo temor que el verano pasado: el miedo a una fuerte desaceleración a la vuelta, provocada por la entrada de la eurozona en un periodo de decrecimiento. Entonces no se cumplieron los peores presagios: la cuarta potencia de la UE pudo aprovecharse de la inercia de un segundo trimestre excepcional para mantener el brío apoyada en el sector exterior. Esta vez, en cambio, el impulso de fondo es más débil, y el combustible que llega del otro lado de los Pirineos podría resultar insuficiente para mantener el ritmo de la moto.

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