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¿Apocalipsis? 'Not now': el empleo y el consumo alejan de España la recesión
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La economía resiste mejor de lo esperado

¿Apocalipsis? 'Not now': el empleo y el consumo alejan de España la recesión

Los últimos indicadores sorprenden en positivo y apuntan a un cuarto trimestre de crecimiento. Los expertos ven cada vez más improbable el peor de los escenarios

Foto: Trabajadores en la planta de Seat de Martorell. (Reuters/Albert Gea)
Trabajadores en la planta de Seat de Martorell. (Reuters/Albert Gea)
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Dice Antón Costas que en España deberíamos aprender a celebrar lo bueno que tenemos antes que seguir lamentándonos de lo malo que nos deparará el futuro. "El pesimismo siempre tiene buena prensa", recuerda el presidente del Consejo Económico y Social (CES) cada vez que tiene oportunidad. Quizá por eso, los cantos de sirena de una recesión técnica —dos trimestres consecutivos de caída del PIB— se escucharon más de lo que lo están haciendo las sorpresas positivas en unos indicadores que, semana tras semana, van alejando el escenario más temido por todos.

Uno por uno, y sin apenas excepciones, los últimos datos espantan el fantasma de un nuevo apocalipsis económico que revierta la eterna senda de la recuperación tras el shock pandémico. La fortaleza del empleo y del consumo apuntan a un cuarto trimestre en positivo, y ya surgen las primeras voces que dudan de que la ralentización actual se acabe convirtiendo en algún momento en una caída del PIB.

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El primer instituto en revisar al alza sus previsiones para 2023 ha sido BBVA Research. El centro de estudios del segundo banco de España, que ya había sido precursor a la hora de hablar de una recesión técnica, tituló su último informe con un enfático La economía resiste mejor de lo esperado. Esa empieza a ser la percepción mayoritaria entre los expertos, con todas las cautelas que impone un escenario extremadamente volátil ante las consecuencias imprevisibles de una guerra a las puertas de Europa. Oriol Aspachs, director de Economía Española de CaixaBank, señala que la realidad está dejando en papel mojado las previsiones más catastrofistas: "Como mínimo, no estamos viendo una profundización en los indicadores de la desaceleración, tal y como se esperaba".

Esta vez, al optimismo del Gobierno se le ha ido sumando hasta Pablo Hernández de Cos, una voz que suscita gran credibilidad en el mundo económico por su realismo e independencia de criterio. El gobernador del Banco de España afirmó el martes en el Senado que prevé "un leve crecimiento positivo" entre octubre y diciembre, similar al del 0,2% que tuvo lugar en el tercer trimestre. Entonces los datos ya sorprendieron al alza, pues los expertos del regulador ni siquiera descartaban una caída del PIB a partir del verano. Después se empezó a hablar del otoño, y ahora la incógnita es si llegará alguna vez. Solo puede ser en un momento: entre enero y marzo, ya que a partir de primavera todos los organismos coinciden en que la economía recuperará la velocidad de crucero. Rafael Doménech, responsable de Análisis Económico de BBVA Research, aclara el marco actual: "No es que la recesión se retrase, sino que se ha reducido la posibilidad de una recesión".

Foto: Una terraza, en Pamplona. (EFE/Jesús Diges)

¿Qué ha ocurrido durante este tiempo para que el discurso de los economistas haya cambiado de esta manera? En realidad, no tantas cosas. Como contaba este periódico en su momento, una recesión técnica no supondría un vuelco en la tendencia de fondo, siempre que el presidente ruso, Vladímir Putin, no cometiese una locura y el Banco Central Europeo mantuviese la prudencia con las subidas de los tipos de interés.

Se trataba de un bache que no amenazaba la recuperación, a diferencia de las crisis que todos tenemos en nuestras mentes. Ahora, los últimos indicadores económicos apuntan que este paso atrás se retrasará al menos un trimestre y no durará tanto. "La catástrofe que algunos anunciaban probablemente no se produzca", respondía este miércoles el director de Coyuntura de la fundación de las antiguas cajas de ahorros (Funcas), Raymond Torres, a una pregunta de El Confidencial.

La vitalidad del empleo

La mejor muestra, coinciden Aspachs, Doménech y Torres, es la vitalidad del mercado laboral. España sigue creando empleo a un ritmo incuso superior al crecimiento del PIB, lo que se podría deber a un descenso de la productividad o un cómputo incorrecto de los contratos fijos discontinuos tras la aprobación de la reforma laboral, como denunciaba esta semana la Fundación de Estudios de Economía Aplicada (Fedea). Más allá de estas hipótesis, muy difíciles de contrastar en medio de una crisis que no es como las anteriores —se ha producido como consecuencia de un shock de oferta, no de demanda—, lo cierto es que, hasta ahora, España siempre ha destruido masivamente puestos de trabajo cada vez que la economía se resentía. La incorporación de 78.000 afiliados —en términos desestacionalizados— a la Seguridad Social en un mes de noviembre, el mejor desde la burbuja inmobiliaria, no casa con la idea de una recesión.

Y precisamente ahí, en la (no) burbuja, está una de las claves. Pese a que España sigue liderando el desempleo en una Europa que registra datos históricamente bajos de paro, ante el envejecimiento de la población y la falta de mano de obra extranjera —algunas economías incluso tienen problemas para cubrir vacantes—, nuestro país ha dejado atrás algunas peculiaridades que causaban la tormenta perfecta cada vez que venían mal dadas. Torres apunta que esta vez ningún sector está sobredimensionado, como ocurrió en 2007 con la construcción, y las empresas están abordando las curvas de una forma distinta, con ajustes internos como la reducción del número de horas trabajadas, que evitan que la desaceleración se traduzca en largas colas frente a las oficinas del paro.

Durante un briefing con periodistas en la sede del CES, Costas incluso apuntaba a un cambio de mentalidad de los empresarios a raíz de la reforma laboral: "Ahora ya nadie habla de temporalidad". El resultado es que los trabajadores conservan su puesto de trabajo, pero también la perspectiva de mantenerlo (no es lo mismo ser temporal que fijo discontinuo). Esto influye decisivamente en sus decisiones de consumo y, por tanto, en el devenir de la economía. Solo hay que ver las encuestas de confianza que se han publicado durante los últimos meses: en todas, sin excepción, los españoles piensan que a su familia le va mejor que al país.

De momento, el comportamiento individual está desmintiendo la psicosis colectiva

El especialista en economía del comportamiento Diego Valero, profesor del IE, explica esta disonancia con una palabra: miedo. El bombardeo de malas noticias y, sobre todo, las traumáticas experiencias recientes (Gran Recesión, pandemia), han generado el estado de opinión —incluso entre los propios expertos— de que la economía se va a pique, algo que no se corresponde con la realidad. El primer español miembro de la Academia Estadounidense de Seguridad Social apunta un dato: el FMI solo ha pronosticado el 3,5% de las recesiones de las últimas tres décadas. Y Costas tira de sorna: "La recesión es un fenómeno imprevisto por definición, y aquí se ha venido anunciando".

De momento, el comportamiento individual está desmintiendo la psicosis colectiva. El consumo privado sigue su tendencia de moderación, pero no se ha producido el desplome que aventuraban algunos como la principal causa de la recesión que se avecinaba. Las ventas del comercio minorista, por ejemplo, acumulan tres meses consecutivos al alza, después una racha similar de bajadas. Según adelanta Aspachs a El Confidencial, la caída en noviembre del gasto con tarjetas de CaixaBank en el sector retail prácticamente se compensó con el aumento en los bienes de primera necesidad. Y Doménech afirma que BBVA maneja unas cifras incluso más optimistas: el gasto en el cuarto trimestre crece respecto al tercero. ¿Cómo puede ser posible?

La clave, según todos los expertos, es el ahorro embalsado durante la pandemia. La tasa todavía se mantiene en el 8,5%, 1,8 puntos por encima de la media histórica. Hasta ahora, el colchón acumulado ha permitido que la demanda aguantase, pero esa hucha no durará para siempre. Torres advierte de un posible "momento escalón" cuando los hogares dejen de tener capacidad de ahorro para destinar al consumo. "Resulta muy difícil pensar que no haya una caída de la economía en algún momento. La dificultad es saber en qué momento se acabará el ahorro", afirma el director de Coyuntura de Funcas. De hecho, algunos ya están haciendo esfuerzos financieros para mantener su demanda.

Las familias han tirado de depósitos para sostener el incremento de gastos como consecuencia de la inflación, por lo que su dinero en cuentas cayó en octubre por tercer mes consecutivo: 10.000 millones menos en ese periodo, un 0,8%. En el caso de las compañías, este recurso fue menor entre julio y octubre —casi 1.400 millones—, pero en lo que va de año la cifra sube hasta los 6.000 millones, un 1,9% del total. Los hogares y las empresas han acompañado este movimiento con una mayor demanda de créditos: los bancos prestaron 152.000 millones entre julio y octubre, un 25% más que hace un año y en un nivel al que no llegaban desde 2015, informa Jorge Zuloaga.

Foto: Un hombre coge dinero de su cartera antes de pagar en un bar. (Getty Images/Oli Scarff)

No se trata de un endeudamiento rampante: esta vez la crisis económica no vendrá acompañada de una crisis financiera. Es cierto que la economía desacelera, pero está mucho más sana que en las últimas recesiones. No habrá apocalipsis: tampoco en forma de una crisis soberana. La elevada deuda pública, que se mueve en máximos históricos y obligará a una senda de consolidación durante los últimos años, no ha generado graves riesgos gracias a una política monetaria que, según Doménech, sigue beneficiando a España, pese al endurecimiento de los últimos meses. Torres resume: "Afrontamos esta crisis en mejores condiciones que otras anteriores".

Las reformas emprendidas tras la Gran Recesión —algunas matizadas por el Gobierno actual, como la laboral— han aumentado la resiliencia de la economía española. Ya lo demostró durante la crisis del covid, cuando mantuvo el superávit por cuenta corriente pese al parón del turismo y mitigó el impacto del confinamiento en la destrucción de empresas y puestos de trabajo gracias al apoyo del Estado, con instrumentos como los avales del Instituto de Crédito Oficial (ICO) o los expedientes de regulación temporal de empleo (ERTE). Esas bases sólidas han estado dopadas por la intervención pública, tras varios años de dinero barato y suspensión de las reglas fiscales que ya tocan a su fin. Ahí está, precisamente, uno de los principales desafíos para 2023.

Foto: Lagarde, junto a Sánchez y Macron. (EFE/Olivier Hoslet)
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El inicio de la consolidación fiscal conllevará la retirada de algunas de las medidas para combatir la inflación, como la subvención de 20 céntimos por cada litro de combustible. Esto, unido al posible regreso de las tensiones en los mercados energéticos ante la llegada del invierno, supone el gran riesgo que, según todos los economistas consultados, sigue amenazando la recuperación: una inflación alta y persistente. Para Doménech, las subidas de tipos demasiado agresivas y continuadas en el tiempo constituirán en todo caso una consecuencia, pero nunca la causa, de una situación económica preocupante. Más bien serían el precio a pagar para controlar la espiral precios, en vez del causante de una recesión inducida.

Las últimas noticias restan argumentos para una sobrerreacción de la política monetaria: otra buena noticia para la economía. El índice de precios de consumo (IPC) lleva cuatro meses consecutivos de descensos en España, que ya se sitúa a la cola entre los países de su entorno. La inflación subyacente —que elimina la incidencia de los elementos más volátiles, como la energía— sigue ligeramente al alza y va estrechando su diferencial con el índice general, pero todas las previsiones dicen que ambas caerán el año que viene. En la eurozona, los precios cerraron noviembre con su mejor dato en año y medio.

La estabilización del coste de la vida afecta a todos los ámbitos. El índice de los precios industriales en los países de la moneda única ha caído a mínimos desde mayo de 2020, el de los alimentos —que elabora la FAO a escala internacional— se asoma al negativo por primera vez en más de dos años y el del nivel de existencias de mercaderías del Instituto Nacional de Estadística lleva 12 meses consecutivos al alza, lo que indica que los problemas de suministro que se hallan en la génesis de la crisis se están resolviendo. Además, la última Central de Balances del Banco de España, conocida esta misma semana, corrobora que los márgenes empresariales, además de los salarios, siguen contenidos, por lo que de momento no se aprecian los temidos efectos de segunda ronda.

Fantasmas fuera: las siete plagas que anunciaban los más catastrofistas (cortes de gas y luz, inflación desbocada, desplome del consumo, recesión, aumento del desempleo, restricción del crédito y crisis de deuda) no se han producido, y el consenso dominante considera que no se van a producir durante los próximos meses. Al menos no todas al mismo tiempo. Hasta el principal partido de la oposición ha virado su discurso hacia otro tipo de asuntos, consciente de que la economía no van tan mal como se preveía a la vuelta del verano.

Pese a la incertidumbre, la tendencia de fondo de la economía sigue siendo positiva

La tendencia de fondo, corroboran todas las fuentes consultadas, sigue siendo positiva. Y el responsable de Análisis Económico de BBVA Research incluso constata que se está acelerando, en lugar de ralentizarse. No solo sucede en España: Alemania acaba de revisar al alza su crecimiento del tercer trimestre, mientras los datos de confianza empiezan a recuperarse. Aunque todos los organismos auguran que caerá en recesión, ya nadie se atreve a aventurar una pérdida de PIB de doble dígito para el año que viene, que hasta hace muy poco se consideraba plausible en un escenario de bajas temperaturas durante este invierno.

Ese es el principal cisne negro, pero de momento la resiliencia europea durante la crisis energética constituye otra grata sorpresa. La política de llenado de los almacenes de gas ha sido un éxito y el vaciado avanza a un ritmo más lento que otros años: las reservas todavía superan el 90% de su capacidad. Las empresas han sabido adaptarse a la situación, con un menor consumo que, de momento, no se está notando en una menor producción. En otras palabras: eficiencia energética y un poco de petróleo barato —ya está en torno a los 80 dólares—, una noticia que le viene muy bien a España.

Foto: Un manómetro y unas válvulas de gas. (Reuters/Christian Hartmann)

La manera más sencilla de traducir todo lo que está pasando —y, sobre todo, lo que no está pasando ni va a pasar— es acudir a los PMI, una encuesta entre los gestores de compras de las empresas que actúa como el indicador adelantado más fiable de la actividad económica. El índice industrial, conocido esta semana, subió un punto en el último mes, mientras que el del sector servicios hizo lo propio en octubre. Ambos siguen en territorio contractivo, pero el repunte supera las previsiones de los analistas y refleja el alivio que está empezando a sentirse en el conjunto del continente: el PMI compuesto de la eurozona mejoró en noviembre por primera vez desde el pasado abril.

Si, como todo parece indicar, el cuarto trimestre es mejor de lo esperado, no tardará en producirse un aluvión de revisiones al alza de las previsiones de crecimiento del año que viene. Las principales instituciones la sitúan en el entorno del 1%, muy lejos del 2,1% pronosticado por el Gobierno, pero el llamado efecto carry over hace que el arrastre del buen cierre de 2022 permita sostener mucho mejor el conjunto de 2023.

Las estimaciones alcanzan la mayor dispersión de la historia, y la cautela debe ser máxima a la hora de hacer cualquier vaticinio

Todo esto no son más que números, cuentas de la vieja que se pueden ir al traste en cualquier momento. Las estimaciones alcanzan la mayor dispersión de la historia, y la cautela debe ser máxima a la hora de hacer cualquier vaticinio, sostienen los expertos consultados. Lo importante es la idea que subyace a todos estos cálculos, que Costas resume con un símil automovilístico: "La economía ha levantado el pie del acelerador, pero no ha pisado el freno".

El centro de estudios del segundo banco de España prevé que las matriculaciones de vehículos, el indicador adelantado por antonomasia, crecerán entre un 10% y un 25% en 2023. Nunca ha ocurrido algo similar si no es acompañado de un robusto crecimiento económico. Con permiso de Putin, la próxima recesión tendrá que esperar.

Dice Antón Costas que en España deberíamos aprender a celebrar lo bueno que tenemos antes que seguir lamentándonos de lo malo que nos deparará el futuro. "El pesimismo siempre tiene buena prensa", recuerda el presidente del Consejo Económico y Social (CES) cada vez que tiene oportunidad. Quizá por eso, los cantos de sirena de una recesión técnica —dos trimestres consecutivos de caída del PIB— se escucharon más de lo que lo están haciendo las sorpresas positivas en unos indicadores que, semana tras semana, van alejando el escenario más temido por todos.

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