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La metamorfosis de la economía blinda a España de la crisis energética
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El secreto está en los servicios

La metamorfosis de la economía blinda a España de la crisis energética

La factura de las importaciones energéticas se ha disparado en 50.000 millones de euros. Aun así, España consigue mantener el superávit de la balanza comercial de unos 15.000 millones

Foto: Planta de producción de VW en Navarra. (EFE)
Planta de producción de VW en Navarra. (EFE)
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En el año 1973 se produjo la primera crisis del petróleo a nivel global y, por ser la primera, probablemente fue la más dura de todas las registradas. El precio del barril de crudo, que cotizaba por debajo de 3 dólares, se multiplicó por cuatro hasta los 12 dólares. España, que estaba en la última fase del franquismo, sufrió un brusco parón económico, pasando de crecer a tasas del 8% a tan solo un 0,5% en 1975. La crisis energética mostró las costuras de un sistema económico aislado y deficitario en el que las exportaciones de bienes no llegaban al 7% del PIB y las importaciones superaban el 10%.

La crisis del petróleo disparó la factura energética y el déficit comercial del país superó el 5% del PIB en 1974 (los datos están obtenidos de la serie larga de la contabilidad nacional BDMACRO). El déficit se reprodujo al final de la década, con la crisis provocada por la guerra entre Irán e Irak (alcanzó el 3% del PIB). Lo mismo pasó a principios de los noventa tras la Guerra del Yom Kippur (superó el 4% del PIB). Y también durante los años de la burbuja inmobiliaria, cuando el precio del barril llegó a 140 dólares y el déficit comercial de España casi alcanzó el 6% del PIB.

En la crisis energética actual, provocada por la guerra en Ucrania, el coste de las importaciones ha vuelto a dispararse. En el año 2022, España habrá pagado algo más de 50.000 millones de euros por las importaciones de energía (dato neto, descontadas las exportaciones de energía), una factura que duplicará a la registrada en 2019. Y no solo subieron los precios energéticos, sino que el conjunto de materias primas se encareció rápidamente a lo largo del año, generando un déficit de más de 1.000 millones de euros.

Foto: Un empleado de una fábrica de casas prefabricadas. (EFE/Ismael Herrero)

Sin embargo, al contrario que en otras ocasiones, las exportaciones de bienes y servicios consiguieron dar la vuelta a la balanza comercial hasta el punto de que el año 2022 habrá cerrado con un saldo positivo próximo a los 15.000 millones de euros (al cierre del tercer trimestre eran ya 12.000 millones de superávit). Esta es la gran transformación estructural de la economía española, que suma ya una década completa de superávit comercial y que en esta crisis energética está teniendo su prueba definitiva.

Al margen de la crisis energética, la mayor parte de los sectores están contribuyendo a mejorar el saldo comercial con el exterior. En el apartado industrial hay dos que destacan por encima de los demás: el químico y el del automóvil. El sector químico es el que ha salido más fuerte de la pandemia, hasta el punto de que casi ha duplicado sus exportaciones con respecto a los niveles previos a la pandemia. En 2022 generó un superávit de unos 5.000 millones de euros, esto es, compensó en torno a una sexta parte del incremento del déficit energético.

El automóvil, que atravesó durante todo el año una grave crisis por la escasez de suministros, consiguió más de 40.000 millones de euros en exportaciones hasta el mes de noviembre, prácticamente la misma cifra que en 2019. Sin embargo, lo hizo con casi 2.000 millones menos de importaciones gracias al desarrollo de la industria auxiliar dentro del país, lo que elevó el saldo positivo del sector en más de 1.500 millones de euros respecto al año 2019.

El crecimiento de las exportaciones de bienes llevó a marcar un nuevo hito en noviembre, con más de 37.000 millones de euros en ventas al exterior. Si se eliminan las exportaciones de energía (en muchos casos, España importa y exporta gas y petróleo refinado) las ventas al exterior superaron los 34.000 millones de euros y, además, consiguieron superar en 1.000 millones a las importaciones. Esto es muy importante, ya que desde el inicio de la crisis inflacionista, el saldo de la balanza de bienes no energéticos había sido deficitario y en noviembre España consiguió convertir el signo negativo en positivo. Este cambio es muy relevante, porque también es el reflejo de que las fábricas españolas van trasladando a sus precios de exportación el mayor coste de los insumos, de modo que se consigue reducir la factura de España con el exterior.

Pero el gran secreto de la metamorfosis española está en el espectacular desempeño de las exportaciones de servicios. Señal indudable de que los servicios de alto valor añadido están consolidándose en España tras la pandemia. Este dato encaja con el de la creación de empleo por sectores, ya que las actividades que más han crecido son las TIC (tecnologías de la información y la comunicación), los servicios profesionales, las actividades científicas y las empresas tecnológicas. Estas actividades suman juntas uno de cada cuatro empleos creados desde el año 2019. España está vendiendo al exterior proyectos de ingeniería, de programación informática, de servicios jurídicos, asesoría y consultoría, etc., lo que permite cambiar lentamente el tejido productivo del país. Aunque es evidente que queda mucho camino por recorrer, es importante que se produzcan estos primeros pasos y que se consoliden.

Las exportaciones de servicios no turísticos superaron el 7% del PIB en 2022 por primera vez en la historia. Su saldo positivo superó los 30.000 millones de euros, lo que significa que financiaron la totalidad del nuevo déficit energético provocado por la crisis de precios. Este es un cambio fundamental para la economía española, ya que engancharse a las actividades del sector servicios de alto valor añadido es el objetivo de todas las grandes economías avanzadas.

El turismo también volvió a hacer una gran aportación positiva a la balanza comercial gracias al fin de las restricciones. Las exportaciones acumuladas en cuatro trimestres hasta el final del verano de 2022 fueron de casi 55.000 millones de euros. Muy cerca de los 58.000 millones de 2019, cuando se registró récord de llegada de viajeros internacionales. Pero el saldo positivo fue superior, situándose en 40.000 millones de euros por primera vez en la serie histórica.

Este resultado tan positivo se debe también a la caída de las importaciones de servicios turísticos. En otras palabras: los españoles han viajado menos al extranjero. Al menos un 20% menos (el dato del cierre del año aún no está disponible). Esto también contribuyó a mejorar el saldo de la balanza de servicios turísticos hasta niveles récord.

Foto: El buen tiempo impulsa la recuperación del turismo. (EFE/Julio Muñoz)

La suma de todos los servicios aportó un superávit de más de 70.000 millones de euros, esto es, financiaron todo el déficit energético y les sobraron unos 20.000 millones. Esta fortaleza de los servicios ha permitido a España consolidarse como una gran potencia internacional en el sector exterior a pesar de la grave crisis de precios. Esta fortaleza es, al mismo tiempo, una debilidad, ya que España es muy dependiente de la demanda externa y las crisis europeas suponen un golpe muy duro para el país. Pero, al mismo tiempo, este superávit permite seguir reduciendo la deuda externa, mejorando así la fortaleza del país en su conjunto. De hecho, este saldo positivo del sector privado compensa el crecimiento de la deuda pública y hace que España esté en una posición más sólida como país pese a los desmanes de las administraciones públicas.

En el año 1973 se produjo la primera crisis del petróleo a nivel global y, por ser la primera, probablemente fue la más dura de todas las registradas. El precio del barril de crudo, que cotizaba por debajo de 3 dólares, se multiplicó por cuatro hasta los 12 dólares. España, que estaba en la última fase del franquismo, sufrió un brusco parón económico, pasando de crecer a tasas del 8% a tan solo un 0,5% en 1975. La crisis energética mostró las costuras de un sistema económico aislado y deficitario en el que las exportaciones de bienes no llegaban al 7% del PIB y las importaciones superaban el 10%.

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