La UE ensaya con China el rol de poder duro global
Von der Leyen marca el camino de la visita de Borrell con el anuncio de una investigación sobre 'dumping' con el coche eléctrico. Es la primera vez que Bruselas pasa a la ofensiva comercial
La presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen, "debería utilizar el Debate sobre el Estado de la Unión para reconocer la obsolescencia de su modelo de negocio". La frase es de Marco Buti, director general de Economía del Ejecutivo europeo durante una década (2008-2019) y hasta esta primavera alto cargo en el equipo del comisario de Asuntos Económicos, Paolo Gentiloni. El catedrático expresaba en un artículo publicado por el laboratorio de ideas Bruegel un sentir cada vez más extendido en la capital comunitaria, donde suenan con fuerza las voces de quienes dudan de que la apuesta por la globalización, el libre comercio y el multilateralismo que ha caracterizado a la UE desde su nacimiento pueda mantenerse en la situación actual.
Para sorpresa generalizada, Von der Leyen no solo repitió el miércoles, durante su último gran discurso anual ante el Parlamento Europeo —al menos en esta legislatura—, los conceptos de moda que se han ido generalizando desde la irrupción del covid y la invasión rusa de Ucrania (autonomía estratégica, reducción de riesgos o seguridad económica), sino que añadió un anuncio que, de alguna manera, equivale a asumir la defunción del modelo buenista reclamada por Buti: la Comisión investigará, motu proprio, las subvenciones chinas a los vehículos eléctricos por competencia desleal.
Es la primera vez que Bruselas pasa a la ofensiva y toma la iniciativa en unas disputas comerciales en las que hasta ahora siempre había ido a la zaga, como ocurrió con los paneles solares. La Comisión inició en 2012 una investigación similar a la que ahora propone para el coche eléctrico; un año después, concluiría que los fabricantes chinos vendían a precios irrisorios. Cuando decidió actuar, el dumping ejercido por Pekín a través de subvenciones estatales ya había inundado Europa de placas asiáticas y arruinado a los fabricantes comunitarios.
Durante su alocución de una hora ante los eurodiputados, la presidenta de la Comisión puso ese ejemplo para justificar el paso adelante que acaba de emprender el Ejecutivo comunitario. "No hemos olvidado la forma en que las desleales prácticas comerciales chinas afectaron a nuestra industria solar. La competencia solo es verdadera mientras sea justa. Con demasiada frecuencia, nuestras empresas quedan excluidas de los mercados extranjeros o son víctimas de prácticas predatorias. A menudo se ven socavadas por competidores que se benefician de enormes subsidios estatales", dijo, levantando uno de los mayores aplausos de su discurso ante la Cámara, reunida en la ciudad francesa de Estrasburgo.
Von der Leyen consolida el giro 'realista' de la Comisión, que comenzó la pasada primavera con la declaración de China como un rival sistémico
El Ejecutivo comunitario no quiere repetir los errores del pasado y coquetea por primera vez con el poder duro antes de que sea demasiado tarde. Ya no se trata de sancionar a Pekín por violaciones de los derechos humanos o connivencia con Rusia, ni tampoco de reaccionar a deshora ante los movimientos asertivos del gigante asiático, sino de dar el primer paso ante una situación que considera injusta, con todos los riesgos que eso conlleva. Y aun a coste de poner en entredicho ese modelo de negocio que, hasta ahora, abogaba por la defensa a ultranza del libre comercio y evitaba caer en los envites que planteaban terceros países.
La visita de Borrell a Pekín
Fuentes de la diplomacia comunitaria restan dramatismo al anuncio y aseguran que la investigación se llevará a cabo con todas las garantías propias de los procesos de este tipo, como ha ocurrido siempre, sin que suponga riesgo alguno para una eventual guerra comercial. Sin embargo, el discurso duro de Von der Leyen, plasmado en la noticia de la investigación —sin duda el gran anuncio de un debate descafeinado, debido al escaso margen de la presidenta para plantear nuevas medidas al final de su mandato—, consolida el giro realista del Ejecutivo europeo que comenzó la pasada primavera, con la declaración de China como un rival sistémico, y marca una posición dura en un momento clave para las relaciones con el gigante asiático.
Tras haberse suspendido dos veces por causa del covid y de la destitución del ministro chino de Exteriores, el decisivo viaje del vicepresidente del Ejecutivo comunitario y Alto Representante para la Política Exterior y de Seguridad, Josep Borrell, a Pekín, supondrá la primera toma de contacto para las nuevas relaciones entre ambos bloques. El propio Borrell confirmó en un encuentro con periodistas españoles celebrado en el Parlamento Europeo que la visita tendrá lugar finalmente a mediados de octubre y durará varios días. El político catalán se reunirá con el nuevo jefe de la diplomacia china, Wang Yi, con el que mantiene una cordial relación personal desde hace tiempo, y aprovechará su estancia para salir de Pekín y "ver los centros de pensamiento, de decisiones económicas y tener los contactos necesarios para preparar la próxima cumbre", que debería tener lugar a finales de año.
El encuentro de máximo nivel marcará las nuevas relaciones entre la UE y la segunda economía mundial, en un contexto de guerra comercial entre Estados Unidos y China en la que, hasta ahora, Bruselas se había situado en un plano discreto. Sin embargo, el giro atlantista de Von der Leyen durante los últimos meses sitúa a las instituciones comunitarias en una posición mucho más beligerante, que contrasta con la docilidad mostrada hace las prácticas proteccionistas desarrolladas por el presidente norteamericano, Joe Biden. Un dato: durante su discurso de 20 páginas, la alemana pronunció hasta en siete ocasiones la palabra China, la mayoría de ellas para referirse a su deslealtad comercial, mientras que no hizo alusión alguna al Acta de Reducción de la Inflación de la Casa Blanca, que contempla subsidios multimillonarios a sectores como el propio automóvil, dificultando la competencia de las empresas europeas.
La divisa de la Comisión es reducir los riesgos ('de-risk'), pero sin desacoplarse económica, comercial y tecnológicamente ('decouple')
La divisa de la Comisión es reducir los riesgos (de-risk), pero sin desacoplar económica, comercial y tecnológicamente (decouple) la economía europea de la china, de la que depende en múltiples aspectos, como quedó patente durante la crisis pandémica. "Europa está abierta a la competencia, pero no para una carrera a la baja. Debemos defendernos de las prácticas desleales. Pero igualmente es vital mantener abiertas las líneas de comunicación y diálogo con China. Porque también hay temas en los que podemos y debemos cooperar", señaló la presidenta de la Comisión ante los eurodiputados.
Ese delicado equilibrio está muy influido por las posiciones de los Estados miembros, algunos de ellos con fortísimos lazos comerciales con China, como Alemania. Precisamente, la posición de la Comisión va en una línea muy similar a la establecida por Berlín este verano, basada en la progresiva reducción de la dependencia económica del gigante asiático para limitar, así, el riesgo geopolítico. En la mente de todas las capitales está el error cometido con Rusia durante las dos primeras décadas de este siglo, antes de una guerra que puso patas arriba la seguridad energética del continente. "Hay que mantener los vínculos abiertos, pero la dependencia excesiva es un riesgo, lo hemos visto con el gas ruso. Debemos reequilibrar la relación con China a través de una posición común", señaló Borrell, que reconoce la dificultad de concitar las voluntades de los Veintisiete en este sentido.
El Alto Representante sitúa este reequilibrio como uno de los objetivos prioritarios de la diplomacia europea —solo por detrás en orden de importancia de la victoria de Ucrania en la guerra—de aquí a diciembre de 2024, cuando finalizará su mandato y dejará definitivamente la vida pública, según ha confirmado a El Confidencial. El giro tiene una doble dimensión: económica y de seguridad. Sobre la primera, Borrell recordó que el déficit comercial con China ha pasado de 140.000 millones de euros en 2016 a 400.00 en la actualidad: "No podemos estar toda la vida lamentándonos y no hacer nada". Sobre la segunda, puso el ejemplo de la pandemia, cuando la Unión se dio cuenta de que no producía ni una sola marca de paracetamol en todo su territorio: "Hay que repensar el concepto de seguridad".
El propio presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, esbozó unas ideas similares este viernes, durante la presentación de la propuesta económica de la presidencia española del Consejo Europeo de cara a la cumbre de Granada de principios de octubre. España, en suma, demanda un equilibrio entre la preservación del marco económico global y las necesidades de la nueva situación geopolítica.
El Alto Representante sitúa este reequilibrio como uno de los objetivos prioritarios de la diplomacia europea
Hacia la autonomía estratégica
De momento, la UE ya ha dado pasos significativos para avanzar en la llamada autonomía estratégica abierta, como las inversiones de los fondos Next Generation para reindustrializar el continente en sectores estratégicos, que en España se concreta en los llamado Pertes —el del vehículo eléctrico o del chip son los más representativos—, o el RePowerEU, que promueve un nuevo modelo energético como alternativa a la dependencia Rusia. En lo que queda de legislatura se cerrará la norma más determinante en las relaciones con China: la llamada Critical Raw Materials Act, que esta semana ha avalado el Parlamento Europeo por una amplísima mayoría. La nueva regulación busca reducir la dependencia europea de los minerales raros —fundamentales en las tecnologías punteras—, que actualmente se acerca al 100%, a través de un incremento de la producción interna, pero también de acuerdos con Chile o Australia.
Como ocurre con Rusia en el caso de la ampliación hacia el este, otro de los objetivos es limitar la influencia china en terceros países, evitando que caigan en un eventual bloque liderado por el gigante asiático y opuesto a los valores e intereses comunitarios. En ese sentido, la Unión Europea, la India y Estados Unidos anunciaron en la reciente cumbre del G-20 un nuevo corredor de infraestructuras que conectará Oriente Medio y el sureste asiático, región prioritaria para Bruselas para medir la disputa por la hegemonía entre las democracias occidentales y Pekín.
El anuncio, que sitúa a la India como un actor clave, llegó en un momento muy significativo, cuando se cumplía una década de la puesta en marcha de la Nueva Ruta de la Seda, la red con la que China ha expandido su influencia en decenas de países, principalmente de Asia, África y Latinoamérica, a cambio de fuertes inversiones. La propia UE ha desarrollado recientemente un proyecto similar, conocido como Global Gateway. Italia, única gran potencia europea que participaba en la iniciativa china, ha reiterado en los últimos días su intención de retirarse, en otro desplante que marca una posición cada vez más cercana a los intereses de Washington.
Mientras algunos países europeos y la Comisión marcan terreno frente a China, Estados Unidos aparece como el gran beneficiado del seísmo geopolítico provocado por la guerra de Ucrania. Con Biden en la Casa Blanca, las políticas proteccionistas de Trump no han cambiado demasiado, pero las preocupaciones de Bruselas se han orientado hacia el este. La relación con el gigante asiático es ya la gran piedra de toque para determinar si el giro realista va en serio.
Borrell, que se encuentra en una complicada posición entre los intereses de los Estados miembros y las directrices del Ejecutivo comunitario, concluye: "La visión pacífica del comercio ha dado paso a una necesidad mas acuciante de entrar en políticas confrontacionales, desgraciadamente, porque no lo queremos". El modelo de negocio de la competencia ya ha cambiado, y, muy a su pesar, la UE cada vez parece más decidida a adaptar el suyo para sobrevivir en un mundo que, en palabras del político catalán, "cada vez es más descarnado".
La presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen, "debería utilizar el Debate sobre el Estado de la Unión para reconocer la obsolescencia de su modelo de negocio". La frase es de Marco Buti, director general de Economía del Ejecutivo europeo durante una década (2008-2019) y hasta esta primavera alto cargo en el equipo del comisario de Asuntos Económicos, Paolo Gentiloni. El catedrático expresaba en un artículo publicado por el laboratorio de ideas Bruegel un sentir cada vez más extendido en la capital comunitaria, donde suenan con fuerza las voces de quienes dudan de que la apuesta por la globalización, el libre comercio y el multilateralismo que ha caracterizado a la UE desde su nacimiento pueda mantenerse en la situación actual.