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Un catedrático desmonta que el ascensor social esté averiado: lo que está roto son los salarios
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La movilidad laboral funciona

Un catedrático desmonta que el ascensor social esté averiado: lo que está roto son los salarios

Los datos de las últimas décadas muestran que los jóvenes tienen mejores empleos que sus padres, el problema es que se ha producido una devaluación general de las retribuciones

Foto: Manifestación de jóvenes en Valladolid por el aniversario del 15-M. (EFE/Nacho Gallego)
Manifestación de jóvenes en Valladolid por el aniversario del 15-M. (EFE/Nacho Gallego)
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En las últimas décadas, se ha estudiado en profundidad el deterioro de la situación económica de los jóvenes. En contra del signo de la historia, en España hay una generación completa que vive peor que sus padres, la llamada generación de las dos crisis, y la siguiente está entrando en el mercado laboral con la amenaza de seguir sus pasos. Este deterioro de las condiciones de vida también vino acompañado de desigualdad, ya que el paro golpea con dureza a las clases bajas, lo que extendió la sensación de ruptura del ascensor social. De pronto, las clases populares tenían grandes dificultades para acceder a las medias, y estas, a su vez, a las altas.

Sin embargo, un estudio recién publicado del catedrático en Sociología Julio Carabaña pone en cuestión esta idea muy arraigada socialmente, aunque dándole una vuelta. El experto en desigualdad y movilidad social defiende que el ascensor social no está roto, sino que existe un problema de percepción consecuencia de la devaluación total del factor trabajo en España. Para medir el funcionamiento del ascensor social, el catedrático analiza si existe movilidad laboral, esto es, si los hijos consiguen llegar a puestos de trabajo superiores a los de sus padres. Las conclusiones del estudio, publicado en el libro Tres aproximaciones a la desigualdad social en España, editado por Funcas, muestra que se sigue produciendo esa movilidad laboral y esta tiene especial intensidad en sentido ascendente. En otras palabras: los trabajos son mejores, pero los salarios, peores. El ascensor sigue subiendo, pero lo hace en un edificio que se ha hundido varias plantas.

Foto: (iStock)

"Los resultados desmienten todas las conjeturas sobre averías, de un tipo u otro, en el ascensor social", escribe el catedrático. En líneas generales, el trabajo que desempeñan los hijos está mejor situado en la escala laboral que el de sus padres. Eso significa que sí se estaría produciendo una movilidad entre grupos sociales y ocurre especialmente hacia arriba. Esto es, los hijos llegan a ocupar trabajos mejores que los de sus progenitores.

Para determinar el ranking del empleo, el catedrático utiliza una clasificación común en los estudios de movilidad social (el esquema EGP), que ordena los empleos según su prestigio profesional en: 1- profesionales altos, 2- directivos, técnicos y administrativos que no desempeñan tareas manuales, 3- autónomos y empresarios de la industria y el comercio, 4- trabajadores del comercio y los servicios bajos, 5- obreros de la industria y trabajadores manuales y 6- trabajadores agrarios. Con esta clasificación, se entiende que los hijos han pasado a un estrato superior o inferior cuando cambian de categoría respecto de sus progenitores. Se trata de una visión particular del ascensor social que no se fija en los niveles de renta, sino en los laborales.

Los datos

Aunque en España es complicado hacer series históricas largas por la escasez de estadísticas previas al año 2000, el autor explota la Encuesta de condiciones de vida del INE para contrastar la situación del inicio de siglo con la de 2019. Los que eran padres en el año 2005 tenían muchos empleos manuales (en torno a la mitad), mientras que en el año 2019 eran casi 20 puntos menos, con una caída especialmente intensa entre las mujeres (de 31 puntos).

Por el contrario, el empleo ha crecido entre las actividades profesionales (servicios de alto valor añadido) con ocho puntos más, en especial entre las mujeres, con 20 puntos más. Se ha producido, por tanto, un desplazamiento hacia ocupaciones con mayor prestigio laboral. Y, en definitiva, una mejoría que constata la existencia del ascensor social.

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La movilidad social se produjo principalmente al alza, esto es, trabajadores que pasan a tener un mejor empleo que sus padres. En concreto, en el año 2005 la movilidad social ascendente era del 46% y 2019 subió a casi el 52%. Por el contrario, el ascensor de bajada fue muy similar al de 2005, con un 17% del total. "En lo que respecta a la movilidad absoluta global, por tanto, los pronósticos sobre la disminución de los móviles ascendentes distan mucho de haberse cumplido", escribe Carabaña, "las noticias sobre averías en el ascensor social, ya exageradas para el periodo 1991-2005, siguen siéndolo para el periodo 2005-2019".

Una parte de este cambio en el tipo de empleo que realizan los hijos respecto a los padres es consecuencia del tipo de trabajo demandado, así como de los avances en la formación de los jóvenes. El catedrático también aborda este punto corrigiendo la movilidad social de los estudios. La conclusión a la que llega es que el tipo de empleo ha cambiado poco desde el año 1990 hasta la actualidad. Esto es, el nivel de estudios determina básicamente el empleo que realizará cada persona: "No parece haber habido en las tres décadas que van de 1990 a 2019 una devaluación de los títulos en términos profesionales".

Este resultado también es importante, ya que significa que el ascensor social se mueve principalmente gracias a la reducción del fracaso escolar. A medida que las generaciones van mejorando su cualificación, van avanzando posiciones en la escala laboral respecto de sus padres. De ahí la importancia de la educación pública como motor de la ascensión social para las clases populares.

De este modo, el catedrático concluye que si se ha producido una mejora en los puestos de trabajo ocupados por los jóvenes respecto de sus progenitores, no se puede considerar que el ascensor social esté averiado, sino que el problema reside en la devaluación que ha sufrido el mercado laboral en las últimas décadas. En esta devaluación entran en juego muchos factores, como por ejemplo, la globalización (los jóvenes españoles ahora tienen que competir con los de China, India o Vietnam). "Si los ingresos laborales de los jóvenes están más o menos estancados desde principios de los noventa, lo devaluado no son los títulos académicos, sino los puestos de trabajo", explica el catedrático, "o, lo que es lo mismo, el estancamiento de la productividad no se debería a los estudios, sino a la organización de la producción".

El autor también analiza en detalle la evolución de los ingresos de los jóvenes a lo largo de las últimas décadas y se confirma la sensación de que los de ahora viven peor que sus padres. Los ingresos reales están en torno a un 20% por debajo de los que había en los años noventa, con una caída especialmente grave para los jóvenes con estudios superiores. Esto significa que los jóvenes que llegan a empleos de más valor añadido reciben una retribución muy inferior a la que había hace tres décadas, en concreto, casi un 23% inferior.

Las conclusiones

En líneas generales, los datos confirman que los jóvenes viven peor que sus padres, especialmente aquellos que llegan a niveles superiores de cualificación. Pero esta conclusión no resuelve la duda de si existe movilidad entre grupos por nivel de ingresos. Esto es, si jóvenes procedentes de las clases altas llegan a caer a las bajas o viceversa. En realidad es compatible que se produzca al mismo tiempo movilidad laboral, pero no movilidad social. Por ejemplo, no se descarta que los salarios sean más bajos para los trabajadores que procedan de las clases populares que para los que vengan de las clases altas.

Foto: Una familia pasea por la Ciudadela de Pamplona. (EFE/Jesús Diges)

Una posible hipótesis que se abre a partir del estudio es que la caída de la retribución media de las profesiones más elevadas puede estar relacionada con el acceso de los hijos de las clases populares. Es decir, si hay trabajadores jóvenes que se conforman con un sueldo inferior al de otros compañeros a cambio de conseguir el ascenso laboral. De esta forma, sería compatible que los hijos de las clases populares mejoraran su prestigio laboral respecto de sus padres sin que se produzca el mismo salto en la escala de ingresos.

En cualquier caso, la movilidad laboral ascendente es imprescindible para el funcionamiento del ascensor social. O lo que es lo mismo, el ascensor no puede trabajar sin movilidad laboral: si los hijos de las clases populares no pueden llegar a puestos altos, es imposible que puedan saltar a un grupo social superior. De ahí que el estudio presente una visión novedosa sobre los motores del ascensor.

En las últimas décadas, se ha estudiado en profundidad el deterioro de la situación económica de los jóvenes. En contra del signo de la historia, en España hay una generación completa que vive peor que sus padres, la llamada generación de las dos crisis, y la siguiente está entrando en el mercado laboral con la amenaza de seguir sus pasos. Este deterioro de las condiciones de vida también vino acompañado de desigualdad, ya que el paro golpea con dureza a las clases bajas, lo que extendió la sensación de ruptura del ascensor social. De pronto, las clases populares tenían grandes dificultades para acceder a las medias, y estas, a su vez, a las altas.

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