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¿La inflación más baja? Los precios suben lo mismo en España que en la eurozona en 2023
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EL IMPACTO DEL EFECTO BASE

¿La inflación más baja? Los precios suben lo mismo en España que en la eurozona en 2023

Nuestro país ya no es una excepción en el bloque de la moneda única, pero la comparación de los datos con los récords del año pasado arroja una imagen engañosa sobre el presente

Foto: Los presidentes de España y el BCE, Sánchez y Lagarde. (EFE/Fernando Calvo)
Los presidentes de España y el BCE, Sánchez y Lagarde. (EFE/Fernando Calvo)
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España tiene el IPC más bajo de la eurozona… si se compara el nivel de precios actual con el del mismo mes del año pasado. Ese siempre ha sido el método comúnmente aceptado para dar los datos de inflación: lo era antes de la actual espiral y lo seguirá siendo después. Sin embargo, la extraordinaria volatilidad del coste de la vida durante los últimos dos años —especialmente desde el estallido de la guerra de Ucrania, en febrero de 2022—, puede dar lugar a datos sorprendentes que, descontextualizados o presentados de manera oportunista en la refriega política, llevan al equívoco.

¿Cómo es posible que las cifras sean tan buenas cuando lo que compro en el supermercado cada día resulta más caro?, se preguntan millones de españoles desde hace algunos meses. El triunfalismo del Gobierno en funciones incluso ha dado lugar a posiciones divergentes dentro del Ejecutivo, encarnadas en la rivalidad entre dos vicepresidentas: una Nadia Calviño (ministra de Economía, PSOE) que saca pecho de los datos y una Yolanda Díaz (ministra de Trabajo, Unidas Podemos) que advierte contra la autocomplacencia y pide más medidas para frenar el impacto del encarecimiento de los precios en los hogares. ¿Quién tiene razón? La respuesta es que, probablemente, ambas. Todo depende del prisma con el que se mire.

Las teorías de la conspiración que difunden aquellos que no se creen las estadísticas oficiales —corroboradas no solo por el instituto español (INE), sino por su equivalente comunitario (Eurostat)— quedan en evidencia ante una explicación mucho más prosaica: la divergencia entre lo macro y lo micro, entre las portadas y el bolsillo, entre Calviño y Díaz... no es más que una forma de interpretar los mismos datos. Tanto que, si en vez de con hace 12 meses (interanual) se compara el nivel de precios actual con el del inicio de 2023 (anual), la imagen resulta muy distinta: la inflación se comporta prácticamente igual en nuestro país que en el conjunto de las 20 naciones de la moneda única.

España tiene el IPC más bajo de la eurozona, sí, pero el coste de la vida ha subido lo mismo en España que en la eurozona a lo largo del año. De hecho, lo ha hecho un poco más, si se tiene en cuenta el dato adelantado de julio, que en nuestro país se conoció este viernes y en el bloque del euro verá la luz el próximo lunes. Para hacer los cálculos, se ha dado por supuesto que la cifra real será la misma que la del consenso de los analistas de Bloomberg.

Como se puede apreciar en el gráfico, el IPC anual de España se sitúa tras los siete primeros meses en el 2,4%, mientras que en el conjunto de Estados de la moneda única alcanza el 2,3%. Esto significa que, desde diciembre de 2022, que se emplea como momento base, hasta julio de 2023, que es la actualización más reciente, una cesta de la compra de 100 euros ha pasado a valer algo más de 102 en ambos casos. Las curvas, que se obtienen añadiendo acumulativamente los datos de inflación mensual, son muy similares, pero con un matiz: al principio era la comunitaria la que estaba por encima, pero la brecha se ha ido reduciendo durante los últimos meses y en julio está previsto que se crucen, siempre a la espera de las cifras oficiales que se conocerán el lunes.

Si al final hay repetición electoral, el PSOE habrá pasado de presumir del IPC más bajo de la zona euro a lidiar con otro igual al de nuestros vecinos

Basta una sencilla proyección para comprobar cómo ambos IPC, que han estado creciendo a un ritmo aproximado de un tercio de punto cada 30 días, acabarán el año en el entorno del 4%, de seguir la dinámica que han llevado hasta ahora. En diciembre, el dato anual, que es el que se ha utilizado para este cálculo, coincide siempre con el interanual, que es el que acapara titulares y ha sido esgrimido por el ala socialista del Gobierno para reivindicar los resultados de su política económica. En otras palabras: si al final hay repetición electoral, el PSOE habrá pasado de presumir en la campaña del 23-J de la inflación más baja de la eurozona a lidiar con un IPC que se encontrará en línea con el de nuestros vecinos.

El sesgo se alía con los méritos

Esto no quiere decir que el Gobierno no haya tenido ningún mérito en el combate contra la espiral de precios; más bien, los aciertos del Ejecutivo se han aliado con los sesgos de la estadística para ofrecer una imagen engañosa de la realidad. Como es sabido, el principal componente de la crisis inflacionista durante estos dos años ha sido el extraordinario encarecimiento de la energía, primero como factor autónomo y más tarde a través de un efecto contagio sobre los costes de producción de los otros bienes y servicios. Es lo que se conoce como una crisis de oferta.

En ese contexto, España es el único país europeo en el que se abarató la electricidad durante el bienio —los últimos datos disponibles en Eurostat son de junio—, y uno de los que menos vio subir el gas y los carburantes. Como resultado, la inflación acumulada en el período es la segunda más baja del continente.

Foto: Los carburantes han subido un 12,5% en estos dos años. (EFE/Ismael Herrero)

Ahí están medidas como la excepción ibérica, que establece un tope al precio del gas para la producción eléctrica, las rebajas de impuestos a la energía o la polémica subvención de 20 céntimos por cada litro de combustible, que finalizó el pasado diciembre. Todas ellas han sido iniciativas del Gobierno, que ha aprovechado las fortalezas —e incluso ha dado la vuelta a ciertas debilidades— estructurales de la economía nacional para llevarlas a cabo. Y todas ellas han contribuido de forma decisiva a contener la espiral de precios en el país, como demuestran los datos energéticos, especialmente buenos respecto a Europa si se comparan con los de otros componentes del IPC, como los alimentos.

España logró embridar la inflación de una forma excepcional durante el otoño del año pasado: la subida interanual de los precios, desbocada durante la primavera y el verano, se moderó prácticamente a la mitad entre agosto (10,5%) y diciembre (5,7%), mientras en el resto de la eurozona seguían disparándose. Un dato: el pico del IPC en el conjunto de los 20 países del euro se produjo en noviembre, mientras que en la cuarta economía del bloque ya había tenido lugar en julio.

Foto: Gasoducto Medgaz, a su paso por Almería. (Reuters/Jon Nazca)

La vida siguió encareciéndose mes a mes a partir de entonces —con muy pocas excepciones—, pero el dato que todos usamos empezó a mejorar a una gran velocidad, porque se comparaba con los récords del año anterior. Más allá de los Pirineos, en plena urgencia de llenado de las reservas de gas y sin excepción ibérica, este sesgo estadístico no tuvo lugar, porque los precios seguían encareciéndose, incluso si se ponían en relación con los de los máximos previos.

El bumerán regresa

El fenómeno, conocido como efecto base, ha hecho que la inflación de la eurozona duplicase, triplicase y hasta llegase a cuadriplicar —en junio— la de España durante la primera mitad de este año, cuando en realidad los precios estaban aumentando prácticamente lo mismo. No hay que olvidar que el gas, principal factor diferencial entre el IPC de los Estados del centro y el este de Europa y el español —nuestro país dependía mucho menos que ellos del suministro ruso cuando empezó la guerra—, se ha abaratado hasta un 90% desde los máximos del verano pasado. Precisamente por eso, la excepción ibérica —otro de los elementos que explicaba la brecha de precios a uno y otro lado de los Pirineos— lleva sin aplicarse desde el pasado febrero.

Foto: Unos huevos. (iStock)

La carambola estadística que ha servido a la Moncloa en bandeja de plata unos datos exageradamente positivos durante la campaña electoral del 23 de julio toca a su fin. De hecho, a partir de ahora se le volverá en contra, ya que se empezarán a comparar las nuevas cifras con los registros del otoño pasado, cuando se produjo esa gran moderación en los precios. En el conjunto del bloque del euro sucederá todo lo contrario: las tasas interanuales se irán poniendo en relación con los récords del segundo semestre de 2022, por lo que el efecto base impulsará un alivio de la inflación.

El sesgo que hasta ahora benefició a España regresará como un bumerán, mientras ayuda a la eurozona. Como resultado, y siempre que se mantenga la tendencia actual, ambas curvas se irán acercando, hasta cruzarse hacia final de año. Entonces la imagen no tendrá trampa ni cartón: quedará patente cómo la inflación española es, simplemente, muy parecida a la de sus socios.

España tiene el IPC más bajo de la eurozona… si se compara el nivel de precios actual con el del mismo mes del año pasado. Ese siempre ha sido el método comúnmente aceptado para dar los datos de inflación: lo era antes de la actual espiral y lo seguirá siendo después. Sin embargo, la extraordinaria volatilidad del coste de la vida durante los últimos dos años —especialmente desde el estallido de la guerra de Ucrania, en febrero de 2022—, puede dar lugar a datos sorprendentes que, descontextualizados o presentados de manera oportunista en la refriega política, llevan al equívoco.

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