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La paradoja de la inflación: el frenazo de los precios amenaza el 'boom' del empleo
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Los salarios reales empiezan a crecer

La paradoja de la inflación: el frenazo de los precios amenaza el 'boom' del empleo

Las empresas han podido acelerar la creación de empleo gracias a la caída de los salarios reales y el traslado a precios de los costes de producción, pero ahora llega el momento de reequilibrar los costes

Foto: Imagen de una oficina de empleo. (EFE/Luis Millán)
Imagen de una oficina de empleo. (EFE/Luis Millán)
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España, así como Europa, ha vivido en los dos últimos años un boom del empleo en un contexto económico muy complicado. España está a un paso de alcanzar la cota de los 21 millones de cotizantes a la Seguridad Social y en Europa, Alemania lleva meses en situación de pleno empleo efectivo, a pesar de la recesión que sufre. La escalada de los precios, lejos de haber dificultado la creación de empleo, la ha estimulado, contribuyendo de modo decisivo al boom del empleo que viven España y Europa. La paradoja es que la inflación, que ha causado un gran perjuicio económico a las familias, está en la base de la creación de empleo. Y, en paralelo, a medida que la escalada de los precios se ralentiza, el riesgo para la creación de empleo va en aumento.

Esta paradoja tiene su base en el reparto de los costes de la inflación. Las empresas han aprovechado la coyuntura para trasladar a sus precios finales el incremento de los costes de producción, protegiendo así sus márgenes de beneficio. Por el contrario, los salarios apenas han aumentado, soportando una gran pérdida de poder adquisitivo. Las empresas han tenido un gran incentivo para aumentar sus plantillas gracias a la caída de los salarios reales y la expectativa de beneficios crecientes por la inflación. En esta coyuntura, la mano de obra ha sido muy rentable para las empresas, tanto los trabajadores ya contratados como los nuevos empleados.

Foto: (iStock)

Las empresas no han dejado pasar esta oportunidad. Uno de los indicadores que mejor la reflejan es el reparto del PIB entre salarios y beneficios empresariales y del capital. El boom del empleo invitaría a pensar en un incremento del peso de la masa salarial sobre el PIB, pero esto no es lo que ha ocurrido. Los salarios se llevan el 46,4% del PIB, unas décimas por debajo de los niveles del año 2019 y tres puntos porcentuales por debajo del nivel que marcaban antes del inicio de la crisis inflacionista. Por el contrario, los beneficios brutos han pasado del 40% antes de la escalada de los precios a situarse cerca del 44% del PIB. Esto es, a pesar del boom del empleo, los beneficios han crecido más rápido que los salarios.

"Las empresas han estado muy cómodas en este entorno de inflación, que no les ha exigido muchos esfuerzos para mantener los márgenes", explica Manuel Hidalgo, profesor de Economía en la Universidad Pablo de Olavide e investigador de EsadeEcPol. Por el contrario, "los salarios reales han caído y contratar trabajadores se ha vuelto bastante rentable", explica Hidalgo. En la misma dirección apunta Raymond Torres, director de Coyuntura y Economía Internacional de Funcas: "Los salarios han perdido más poder adquisitivo en España que en otros países europeos. Los costes laborales unitarios de España han crecido el 3%, mientras que en Alemania superan el 6% y en Francia e Italia, el 5%. Esto significa que se ha abaratado el factor trabajo y, al ser más barata la producción, ha ayudado a estimular el empleo".

Según los cálculos del FMI, casi la mitad de la subida de los precios experimentada desde el año 2021 ha sido consecuencia del incremento de los beneficios empresariales. Una coyuntura muy particular que ha sido un motor para el empleo. Aunque, paradójicamente, este incremento del empleo se haya sufragado con una pérdida conjunta de poder adquisitivo del resto de hogares.

Raymond Torres señala otro elemento que ha jugado un papel muy relevante en el boom del empleo, los fenómenos de "retención de plantillas", en especial en Europa. Allí donde las tasas de paro son muy bajas y hay problemas con las vacantes, las empresas han optado por hacer acopio de trabajadores, para así tener recursos con los que elevar la producción cuando crezca la demanda. Este reforzamiento de las plantillas, fenómeno que ha señalado el Banco Central Europeo, es factible en un escenario inflacionista en el que el mero hecho de la subida de precios ya garantiza beneficios nominales crecientes para las empresas.

Cambio de ciclo

Pero este desequilibrio está tocando a su fin a medida que empiezan a subir los salarios y la inflación se repliega. En España, por ejemplo, los convenios colectivos recogen alzas salariales superiores al 4%, mientras que la inflación ha caído por debajo del 2%. Esto significa que los salarios reales están empezando a subir, encareciendo el factor trabajo para las empresas y eliminando el incentivo al boom del empleo.

Una de las mayores incertidumbres sobre la evolución futura del empleo gira en torno al comportamiento de las empresas en la fijación de precios. Esto es, si van a tener capacidad para seguir repercutiendo a sus clientes todo el aumento de los costes de producción o si tendrán que empezar a sacrificar márgenes de beneficio. Esto es, a reequilibrar el peso entre salarios y beneficios. Los organismos internacionales y los bancos centrales han comenzado una campaña para convencer a las empresas de que ha llegado el momento de recortar sus enormes beneficios para frenar la escalada de los precios.

La presidenta del Banco Central Europeo, Christine Lagarde, fue contundente el martes: "Necesitamos que las empresas absorban los crecientes costes laborales a través de sus márgenes". El FMI fue algo más sutil, pero apuntando en la misma dirección: "Las perspectivas de inflación en Europa dependerán de cómo los beneficios empresariales absorban las ganancias salariales".

Ha comenzado una campaña para que las empresas asuman en la cuenta de resultados la recuperación del poder adquisitivo de los trabajadores. Lagarde cifró este objetivo en un incremento de los salarios del 14% hasta finales de 2025. Esto supone un gran sacrificio para el tejido productivo en lo que se refiere a los beneficios que, en última instancia, supone una amenaza para la creación de empleo. Las contrataciones no serán tan baratas, sobre todo con la previsión de que los salarios vayan a subir rápidamente en los próximos años. En definitiva, si se consolida la desinflación (y las empresas absorben las subidas salariales en sus márgenes), se terminará la fase del empleo barato.

Foto: Mayores de 65 años. (iStock)

Este proceso supone un reparto diferente de la nueva masa salarial: en vez de destinarla a contratar a nuevos empleados, se destina a subir los salarios a quienes ya están trabajando. Las ganancias de poder adquisitivo son ahora la prioridad para el Banco Central Europeo, por delante de la creación de empleo. Sobre todo si se tiene en cuenta que la tasa de paro en la eurozona está en mínimos históricos. El incremento de los salarios reales obliga a cambiar el reparto de la masa salarial: las empresas tendrán que concentrar el margen de que dispongan para subir los salarios en los trabajadores ya contratados, lo que complicará la entrada de nuevos empleados.

"Los márgenes de beneficio todavía son superiores a los que había antes de la pandemia, lo que significa que sigue siendo rentable crear empleo. Por eso, no veo que se vayan a producir ajustes de plantillas, pero sí un crecimiento menor del empleo". Si el proceso desinflacionista se mantiene, significará que las empresas están absorbiendo en sus márgenes el incremento de los costes laborales y, por tanto, cada trabajador contratado será menos rentable. Un escenario que está impulsando el BCE y que sería el fin del boom del empleo de los dos últimos años.

España, así como Europa, ha vivido en los dos últimos años un boom del empleo en un contexto económico muy complicado. España está a un paso de alcanzar la cota de los 21 millones de cotizantes a la Seguridad Social y en Europa, Alemania lleva meses en situación de pleno empleo efectivo, a pesar de la recesión que sufre. La escalada de los precios, lejos de haber dificultado la creación de empleo, la ha estimulado, contribuyendo de modo decisivo al boom del empleo que viven España y Europa. La paradoja es que la inflación, que ha causado un gran perjuicio económico a las familias, está en la base de la creación de empleo. Y, en paralelo, a medida que la escalada de los precios se ralentiza, el riesgo para la creación de empleo va en aumento.

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