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Todas las razones que han hundido el gas un 90% (y el invierno cálido no es la principal)
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EUROPA CONSUMIÓ 55 BCM MENOS

Todas las razones que han hundido el gas un 90% (y el invierno cálido no es la principal)

La Agencia Internacional de la Energía certifica que la reducción del consumo industrial y el ahorro de los hogares son las dos grandes causas de la histórica caída de la demanda

Foto: Regasificadora de El Musel (Asturias). (EFE/Eloy Alonso)
Regasificadora de El Musel (Asturias). (EFE/Eloy Alonso)
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El gas se ha desplomado un 89% desde los máximos del verano pasado. Los futuros a un mes del holandés TTF, de referencia en Europa, llegaron a superar los 300 euros el 26 de agosto de 2022; hoy se pagan a 34, una cifra inimaginable hasta hace muy poco, cuando todos preveían un invierno crítico marcado por los cortes generalizados en la industria y una profunda crisis en los países del euro. Pero la realidad es que, de los grandes, solo Alemania ha entrado en recesión técnica —dos trimestres consecutivos en negativo—, mientras que la eurozona sigue creciendo. A toro pasado, la mayoría de los expertos ha atribuido a un factor contingente la mayor parte del crédito de este éxito. Ese golpe de suerte se llama invierno suave.

No hace falta ser meteorólogo para avalar un hecho incontrovertible: las temperaturas no bajaron tanto como lo suelen hacer durante la estación fría. ¿Pero realmente ese ha sido el principal responsable de la caída de la demanda y, en última instancia, de la bajada de los precios que ha evitado el peor de los escenarios para Europa? La Agencia Internacional de la Energía (AIE) acaba de desmontar esta teoría en su último informe sobre el mercado gasístico, publicado este martes con datos actualizados sobre lo ocurrido durante el primer trimestre del año.

La realidad sepultó enseguida cualquier previsión catastrofista, y ahora los números desacreditan cualquier explicación simple. Según el organismo internacional, con sede en París, los países europeos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) redujeron su consumo de gas en 55 bcm (miles de millones de metros cúbicos, por sus siglas en inglés) durante el pasado invierno en relación con el mismo periodo del año anterior. Es mucho: casi tanto como el aumento de las importaciones anuales que, nada más comenzar la guerra, la Comisión Europea estimó necesario para independizarse del gas ruso en 2030 (60 bcm). Sin embargo, lo más destacado del dato no es la cantidad, sino el origen de ese ahorro que ha superado todas las expectativas.

Esta vez, los Veintisiete lo han hecho bien y, aunque nadie discute que el tiempo suave ha supuesto un inesperado aliado, no será la climatología la que quite el mérito a instituciones, particulares y empresas. De esos 55 bcm que se dejaron de consumir durante la temporada de calefacción —que se extiende desde el 1 de noviembre hasta el 31 de marzo—, solo 10 se deben a unas temperaturas más suaves de lo esperado. Pese a que el informe de la AIE reconoce que el pasado invierno los sistemas de climatización se pusieron en marcha incluso hasta un mes después de lo habitual y funcionaron un 7% menos días que el año anterior, el ahorro en este ámbito apenas supone el 40% de la reducción de la demanda en hogares y comercios.

Foto: Estación compresora de gas. (EFE/Filip Singer)

Los ciudadanos no solo se han aprovechado de la menor hostilidad climática, sino que también han emprendido sacrificios. Así, se dejaron de gastar unos 15 bcm gracias a los cambios de comportamiento y la mejora de la eficiencia energética en los edificios —ambos, promovidos a través de fondos públicos y nuevas regulaciones, como los controles de temperatura—, o debido a las dificultades para pagar las crecientes facturas de gas y su sustitución por otras alternativas más baratas, como los derivados del petróleo, la biomasa o los residuos. A falta de datos reales, el informe estima que la proporción de personas que no pudieron calentar su casa "ha empeorado significativamente" desde el 6,9% de 2021. En conjunto, los usos residenciales representaron el 45% de la reducción de la demanda.

El otro gran vector de racionalización fue la industria, donde el consumo cayó un 20%, mucho más que la producción. Esto demuestra que, más allá de algunos parones esporádicos en sectores muy intensivos —como el químico, por ejemplo—, el sector secundario europeo se ha sabido acomodar a la nueva situación. Y lo ha hecho de varias formas, como la sustitución del gas por otros combustibles o la mejora de la eficiencia. Gracias a estas medidas, Europa pudo ahorrar 20 bcm durante el pasado invierno, un 36% de la reducción total respecto al anterior.

Sin embargo, el abaratamiento del gas durante los últimos meses ya se empezó a notar a principios de año: su uso industrial aumentó un 20% en el primer trimestre de 2023 respecto al cuarto de 2022. En definitiva: las factorías se están adaptando mucho más rápido de lo que se podía pensar para ajustar sus costes y seguir siendo competitivas pese a las turbulencias en los mercados de materias primas.

Las cifras corroboran que la eficiencia y la flexibilidad están siendo un vector más importante que la destrucción irreversible de la demanda a la hora de cumplir los objetivos de Bruselas, que exigió a los Estados disminuir el consumo un 15% entre agosto y marzo respecto a la media de los últimos cinco años. España es uno de los pocos países que no cumplieron, debido a una peculiaridad nacional: el incremento de la quema de gas para la producción de luz, necesaria para satisfacer la demanda interna ante la sequía, y, sobre todo, las exportaciones de una Francia necesitada por los parones en su parque nuclear. Por si fuera poco, el tope al gas alteró la señal de precios que desincentivaba su empleo.

Foto: Una torre eléctrica. (EFE/Sergio Pérez)

En cambio, en el conjunto de los países europeos de la OCDE pasó justo lo contrario. El uso del hidrocarburo para la generación de luz se desplomó un 12% el pasado invierno, gracias sobre todo a la caída del 7% en la demanda eléctrica, la mayor desde que hay registros. A diferencia de lo que ocurrió en España, el mejor estado de los embalses respecto al año anterior ayudó a las centrales hidráulicas, por lo que resultó menos necesario tirar de ciclos combinados para abastecer el mercado. En total, el uso del gas para este fin se redujo en 10 bcm: casi la quinta parte del ahorro total procedió de ahí.

Fue la combinación de todos estos factores, en la que las temperaturas jugaron un papel testimonial, la que condujo a un desplome sin precedentes del consumo. La Europa rica gastó un 16% menos de gas el pasado invierno que el anterior, lo que lleva a la AIE a prever una caída del 5% durante 2023, gracias al efecto arrastre del primer trimestre. La rápida expansión de las renovables, promovidas por la Comisión Europea para independizarse del gas ruso y avanzar en la descarbonización, reducirá un 15% el empleo del hidrocarburo para la producción eléctrica, pero su uso en la industria repuntará un 5% en el conjunto del periodo. "Los precios más bajos impulsarán la recuperación de la demanda en la segunda mitad del año", concluye el organismo.

Los futuros del gas europeo para el próximo invierno se pagan a unos razonables 51 euros

Parecen malas noticias, pero no lo son tanto. Al fin y al cabo, en la caída de los precios no solo ha influido el repliegue de la demanda europea, sino el de su principal competidor, que es Asia. La Agencia Internacional de la Energía estima que la recuperación del mercado oriental será "modesta", pese a la reapertura de China tras el fin de la política de covid cero. De momento, los futuros del TTF para el próximo invierno se pagan a unos razonables 51 euros, mientras el llenado de las reservas, que los disparó el pasado verano, avanza a buen ritmo.

El gas se ha desplomado un 89% desde los máximos del verano pasado. Los futuros a un mes del holandés TTF, de referencia en Europa, llegaron a superar los 300 euros el 26 de agosto de 2022; hoy se pagan a 34, una cifra inimaginable hasta hace muy poco, cuando todos preveían un invierno crítico marcado por los cortes generalizados en la industria y una profunda crisis en los países del euro. Pero la realidad es que, de los grandes, solo Alemania ha entrado en recesión técnica —dos trimestres consecutivos en negativo—, mientras que la eurozona sigue creciendo. A toro pasado, la mayoría de los expertos ha atribuido a un factor contingente la mayor parte del crédito de este éxito. Ese golpe de suerte se llama invierno suave.

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