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El fin de la excepción ibérica: España vuelve a tener una luz más cara que la media europea
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TODO REGRESA A LA NORMALIDAD

El fin de la excepción ibérica: España vuelve a tener una luz más cara que la media europea

La bajada del gas iguala los precios peninsulares con los del continente, deja sin efecto el tope para la producción eléctrica y acaba con el saldo exportador a Francia tras un año sin precedentes

Foto: Los primeros ministros ibéricos, António Costa y Pedro Sánchez. (EFE/J. Warnand)
Los primeros ministros ibéricos, António Costa y Pedro Sánchez. (EFE/J. Warnand)
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La luz y el gas llevan meses muy lejos de los récords que marcaron al inicio de la guerra en Ucrania, pero los fenómenos anómalos que se precipitaron en estos mercados a raíz de la contienda se habían mantenido hasta ahora. La altísima dependencia de Rusia de muchos países europeos, entre los que no estaba España (ni Portugal), desencadenó una subida sin precedentes de este hidrocarburo en toda Europa, que tuvo su correlación en los precios de la electricidad, especialmente en aquellos Estados que tuvieron que tirar de las centrales de ciclo combinado para colmar la demanda. El diseño marginalista del mercado comunitario hace que la última tecnología que entre en el pool sea la que marque el precio, por lo que el gas acabó contagiando la casación de una luz que también batió récords históricos durante este tiempo, así en España como en el conjunto del bloque.

Sin embargo, la intensidad de la crisis energética, que durante sus primeros compases —el verano de 2021 se suele utilizar como punto de partida— incluso fue mayor en nuestro país que en muchos de sus vecinos, acabó resultando más liviana al sur que al norte de los Pirineos. Y no solo por la menor dependencia del gas ruso, que es el origen de todo, sino por la combinación de tres factores: varios hechos contingentes (el parón de las nucleares en Francia o los acontecimientos climáticos, en forma de sequía generalizada y gran radiación solar), un aislamiento secular respecto a la red continental, que evitó el contagio y limitó los esfuerzos de solidaridad de España, y la habilidad de Madrid y Lisboa a la hora de utilizar este hecho estructural para conseguir una legislación ad hoc conocida como excepción ibérica.

En definitiva: la cuarta economía del euro partía de una posición privilegiada para limitar el impacto de la crisis, que supo explotar bien gracias a una mezcla de audacia política y —para qué ocultarlo— un poco de suerte. El resultado: un largo periodo con precios de la luz en el mercado mayorista más baratos que los de nuestros vecinos, un diferencial negativo del gas que se negocia en la Península (Mibgas) respecto al que se emplea como referencia en el continente (el TTF de la Bolsa de Ámsterdam) e incluso masivas exportaciones netas de electricidad a Francia. Todos ellos hechos anómalos, si se comparan con lo que había sucedido los años previos al estallido de la guerra. Todos ellos fenómenos que se empiezan a agotar a medida que Europa regresa a algo parecido a la normalidad.

El principal titular que nos deja el proceso de estabilización que se está produciendo durante las últimas semanas es que España vuelve a tener una luz más cara que sus vecinos. No ya en los recibos que pagan los consumidores —eso nunca ha dejado de ser así—, sino en la propia casación marginalista. Así lo corroboran los técnicos del Grupo ASE, el mayor agregador energético del país. En su informe sobre la primera mitad de julio, constatan que el precio medio durante ese periodo se situó en 91,77 euros el megavatio hora (MWh), un 10,6% por encima de la media europea. La última vez que la luz resultó más cara en la Península que en el continente fue en febrero de 2022, justo el mes en que empezó la guerra.

Foto: Regasificadora de El Musel (Asturias). (EFE/Eloy Alonso)

Es cierto que en esta estadística han podido influir fenómenos coyunturales, como la merma de la eólica por la escasez de viento. Pero los contratos a un mes, que se usan habitualmente como referencia en los mercados energéticos, también sitúan España (89 euros/MWh) por encima de Francia (77) y Alemania (84), según el operador del mercado regulado OMIP. Una de dos: o los inversores ya saben qué tiempo va a hacer en agosto o algo está empezando a cambiar... para volver a los orígenes. No en vano, antes del fatídico 2022, era habitual que las casaciones del mercado ibérico estuviesen por encima de las de los principales mercados continentales, debido a su escasa interconexión, que limitaba la eficiencia del sistema de fijación de precios.

Algunas fuentes apuntan a que a lo largo de la década este diferencial puede cambiar, debido al intensísimo despliegue de renovables, cada vez más baratas, al sur de los Pirineos. De hecho, los futuros para el año que viene y los siguientes dibujan un escenario de mejores precios en la Península respecto al continente, con una brecha que incluso se va intensificando a medida que se amplía el plazo. Pero, de momento, lo que está ocurriendo es que los beneficios que, paradójicamente, aportó a España su aislamiento involuntario se están diluyendo.

Con un gas a un precio equivalente al peninsular y una luz incluso más barata, Francia ha dejado de tener apetito por la electricidad española

La celebrada excepción ibérica, que establece un tope al precio del gas para la producción de electricidad, no se aplica en nuestro país desde el pasado febrero. La explicación es muy sencilla: como el hidrocarburo ya está por debajo del techo que marcaba la medida, esta queda sin efecto. En consecuencia, esa ventaja que tenían España y Portugal respecto al resto de Europa ya no existe, lo que ha ayudado a que, aun con una red interconectada solo en un 3%, los precios peninsulares y continentales se hayan ido igualando. En otras palabras: el gas capado que usaba nuestro país para producir electricidad más barata ya cuesta lo mismo que el del resto del continente. Literalmente.

El precio de este hidrocarburo constituye otra de las anomalías que habían beneficiado a España hasta ahora. Los futuros a un mes del Mibgas llegaron a valer la mitad que los del TTF durante la segunda mitad de 2022, con un diferencial de decenas de euros. Un hecho inaudito. Tanto, que la primera vez que cayeron por debajo de sus equivalentes holandeses había sido en marzo de ese año, apenas un mes después del comienzo de la guerra. Pero la buena marcha del llenado de las reservas de los Veintisiete, tras un invierno excepcionalmente suave, ha abaratado enormemente la commodity que se negocia en la Bolsa de Ámsterdam, hasta dar lugar a una situación de paridad total con la del mercado ibérico: los futuros para agosto se pagan a 28,9 euros en ambos casos.

Foto: Gasoducto Medgaz, a su paso por Almería. (Reuters/Jon Nazca)

Con un gas a un precio equivalente al de la Península y una luz incluso más barata, Francia ha dejado de tener apetito por la electricidad española. El parque nuclear del país vecino, que representa el 70% de su generación, se ha ido recuperando de los parones sufridos en el último año, y durante la primera quincena de julio produjo un 27% más que hace 12 meses, según el informe del Grupo ASE. París necesita menos la luz ibérica, pero tampoco le resulta atractiva: al no estar activado el tope al gas, esa ventaja de la que nunca gozaron al norte de los Pirineos ha dejado de existir al sur.

Ya entra electricidad por los Pirineos

El resultado salta a la vista, como corroboran los expertos del agregador: "En los primeros 16 días de julio, las importaciones desde Francia se han incrementado en 800 TWh [teravatios hora], cuando el año pasado en estas fechas apenas eran de 51 TWh. Por su parte, las exportaciones se han reducido a 291 TWh, frente a los 796 TWh del año pasado". Una sencilla resta entre lo que entra y lo que sale arroja el segundo gran titular de la normalización que se está produciendo: España vuelve a tener un saldo importador neto con Francia.

Foto: Estación compresora de gas. (EFE/Filip Singer)

De hecho, ya lo tuvo en junio, según el boletín mensual de Red Eléctrica, el operador del sistema. Es la primera vez que ocurría desde la puesta en marcha de la excepción ibérica, en el mismo mes de 2022. Pero no se trata de un hecho aislado: hasta el año pasado, cuando se revirtió el flujo ante el estallido de la guerra, el saldo a través de las interconexiones con Francia había sido positivo durante 11 años seguidos. El debate de si París se ha estado beneficiando o no de la electricidad subvencionada por los consumidores españoles a través del mecanismo pactado por el Gobierno con Bruselas pertenece a los políticos, pero los analistas de ASE no dudan de que el fin del tope al gas en nuestro país ha incidido en el regreso de los flujos habituales.

La excepción ibérica se ha evaporado —salvo sorpresa, por una intensa subida del gas en otoño, no se volverá a activar de aquí a diciembre, cuando expira la medida— y, con ella, el espejismo que situaba a la cuarta economía del euro en una situación privilegiada frente a los padecimientos de sus socios. El precio del hidrocarburo vuelve a niveles razonables, las reservas comunitarias están al 82% de su capacidad —según el gestor GIE-AGSI—, la nuclear en Francia empieza a funcionar y las alteraciones del mercado pactadas por los políticos ya no operan. Sin dopaje, España va camino de regresar a la situación de siempre: la de un país importador de electricidad con un suministro más caro que el de sus vecinos.

Sánchez ha logrado uno de los IPC más bajos de la UE a costa de incumplir los objetivos de ahorro de gas y disparar las importaciones de Rusia

Por el camino, el Gobierno ha conseguido una de las inflaciones más bajas de la Unión Europea, con un diferencial favorable que se explica casi en exclusiva por los precios energéticos. Pero también ha incumplido los objetivos de ahorro de gas a los que se había comprometido ante Bruselas y ha convertido España en el mayor dependiente del hidrocarburo licuado (GNL) ruso entre los Veintisiete, tras disparar sus importaciones por barco. Lo dicen Eurostat y Bruegel, la oficina estadística y el laboratorio de ideas de referencia en la capital comunitaria, respectivamente. Son las cicatrices de unos meses locos que ya no volverán... y los retos para el inquilino de la Moncloa tras las elecciones generales de este domingo.

La luz y el gas llevan meses muy lejos de los récords que marcaron al inicio de la guerra en Ucrania, pero los fenómenos anómalos que se precipitaron en estos mercados a raíz de la contienda se habían mantenido hasta ahora. La altísima dependencia de Rusia de muchos países europeos, entre los que no estaba España (ni Portugal), desencadenó una subida sin precedentes de este hidrocarburo en toda Europa, que tuvo su correlación en los precios de la electricidad, especialmente en aquellos Estados que tuvieron que tirar de las centrales de ciclo combinado para colmar la demanda. El diseño marginalista del mercado comunitario hace que la última tecnología que entre en el pool sea la que marque el precio, por lo que el gas acabó contagiando la casación de una luz que también batió récords históricos durante este tiempo, así en España como en el conjunto del bloque.

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