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El desánimo de la izquierda o cómo el crecimiento económico no llega a las clases bajas
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¿La economía no mueve votos?

El desánimo de la izquierda o cómo el crecimiento económico no llega a las clases bajas

El Gobierno ha asumido que el discurso de los datos macroeconómicos no moviliza a su electorado, pero lo que dicen los datos micro es que la recuperación no les ha llegado

Foto: El presidente del Gobierno y las vicepresidentas primera y tercera. (EFE)
El presidente del Gobierno y las vicepresidentas primera y tercera. (EFE)
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España es el país que más crecerá de entre las principales economías desarrolladas del mundo. Dejará atrás a Alemania, Francia, Italia, Reino Unido, Estados Unidos, Japón… El Gobierno de Pedro Sánchez no puede comprender cómo una situación macroeconómica tan favorable no aglutinó el voto en las elecciones del 28-M en torno a los partidos del Gobierno y cómo las encuestas siguen dándoles una posición perdedora de cara al 23-J. "La economía va como una moto", clamó el presidente tras conocer las nuevas previsiones de la OCDE, pero sus votantes tampoco reaccionaron.

España también es uno de los países que mejor ha controlado la escalada de los precios. La tasa de inflación del país, del 3,2%, es la segunda más baja de la eurozona, en buena medida gracias a las medidas que ha adoptado el Gobierno como la excepción ibérica o el tope al gas. Pero sus votantes siguen sin reaccionar. Lo que perciben es que el coste de la vida les ha subido casi un 13% en los dos últimos años y el precio de los alimentos, un 23%.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE/J. J. Guillén)

Ese tránsito desde lo macro hasta lo micro explica que el discurso sobre la recuperación económica y las previsiones de la OCDE no coincida con la situación que viven muchos hogares. Especialmente los situados en las clases medias y bajas, que es donde se concentra el caladero de votos de los partidos que conforman el Gobierno de coalición. Es ahí cuando el discurso de la recuperación económica choca con la realidad de las familias y, por tanto, deja de aportar votos.

Los hogares han perdido poder adquisitivo intensamente en los últimos dos años. La crisis inflacionista ha empequeñecido su capacidad de compra. Tres de cada cuatro ciudadanos de los que se sitúan en el 40% más pobre del país declara tener dificultades para llegar a final de mes. En el primer decil de renta, esto es, el 10% que menos gana, nada menos que el 25% llega con muchas dificultades hasta la siguiente nómina o pensión.

De hecho, hay un porcentaje elevado de las clases medias que también tienen dificultades en su día a día. Por ejemplo, es necesario subir en el nivel de renta hasta situarse en el 40% con más ingresos para encontrar a más familias que lleguen holgadas a fin de mes (con capacidad de ahorro) de las que llegan con dificultades.

Si se comparan los datos de la Encuesta de Condiciones de Vida del INE con los de 2020, se observa un cierto deterioro en todos los deciles, salvo en los del extremo (los más ricos y los más pobres). El efecto más marcado se observa en las clases medias: en el cuarto decil, por ejemplo, un 9% de los ciudadanos ha pasado de vivir holgadamente a llegar con dificultades a final de mes. Y en el sexto decil, ocurre lo mismo para el 5% de los ciudadanos.

La ECV muestra más datos sobre la delicada situación en la que se encuentran algunos hogares. Por ejemplo, el 17% de los ciudadanos declara no poder mantener su casa a una temperatura adecuada, mientras que en 2020 era el 11% y en 2019, menos del 8%. El 35% de los residentes declara no tener capacidad para afrontar gastos imprevistos, casi dos puntos más que antes de la pandemia.

El discurso del Gobierno sobre la mejora de las previsiones macroeconómicas no le llega a estos hogares situados en las clases populares. Esto es, allí donde están los principales votantes de la izquierda. De hecho, la desmovilización de esta parte del electorado podría venir explicada por su delicada situación económica.

España es uno de los países con mayor tasa de riesgo de pobreza de Europa (el segundo de la eurozona, solo mejor que Grecia). Para combatir este problema, el Gobierno desarrolló el Ingreso Mínimo Vital (IMV), sin embargo, sus graves problemas de implementación están dificultando la lucha contra la pobreza. Según la fiscalización externa elaborada por la Autoridad de Responsabilidad Fiscal (AIReF), la ayuda apenas llegaba a 274.000 familias a finales de 2022, lo que supone apenas un 18% de las potenciales beneficiarias.

Foto: El ministro de Seguridad Social, José Luis Escrivá. (EFE/Enric Fontcuberta)

Esta era la medida estrella del Gobierno para combatir la pobreza extrema, pero el discurso optimista del ministro responsable, José Luis Escrivá, contrasta con el pesimismo económico en el que viven estas familias. La subida del salario mínimo interprofesional ha sido una ayuda para estos hogares, como muestra la mejora de la renta de los hogares situados en el decil más bajo de renta. Sin embargo, si se compara el salario medio por sectores, todos han perdido poder adquisitivo en los dos últimos años y con una intensidad similar.

La peor remuneración, que se da en la hostelería con un salario medio de 10 euros por hora de trabajo, ha aumentado un 6% en los últimos dos años (desde el primer trimestre de 2021 hasta el primero de 2023), pero como la inflación en ese periodo fue del 15%, los trabajadores han perdido más de siete puntos de poder adquisitivo.

Si se compara con el año 2019, la situación es similar. De hecho, los tres únicos sectores en los que ha aumentado el salario medio son el de la energía (el mejor remunerado con casi 33 euros por hora trabajada), la administración pública y las actividades inmobiliarias. En la hostelería, el salario medio por hora trabajada ha perdido un 5% de su poder adquisitivo; cifra similar a las actividades de ocio y cultura o el transporte y la logística. También han perdido poder adquisitivo los trabajadores de limpieza y de servicios auxiliares, los del comercio o los de la construcción, sectores en los que el salario mínimo tiene una incidencia importante. En definitiva, el SMI ha supuesto una ayuda para muchos hogares, pero no está permitiendo una salida generalizada de la pobreza, como ya demostraba la literatura económica. Hay otras políticas que son más eficaces en esa misión, como son las rentas mínimas, cuando consiguen desplegarse para tener impacto.

La pérdida de poder adquisitivo ha sido generalizada en la mayor parte de los hogares, pero no todos estaban en la misma situación tras la pandemia. Unas familias pudieron acumular un gran ahorro durante los confinamientos, pero otras llegaron al final del estado de alarma con lo justo. Un informe reciente del Banco de España desagrega la evolución del consumo por hogares en función de sus ingresos y la conclusión es que solo las clases medias y altas pudieron aumentar su ahorro.

Lo que ocurrió fue que todos los hogares redujeron su nivel de gasto, aunque lo hicieron en mayor porcentaje aquellos situados en las rentas más elevadas, ya que son quienes gastan mucho en servicios que requieren de la interacción social, como es el turismo. Por el contrario, las clases populares, que gastan casi toda su renta en bienes de primera necesidad, apenas pudieron reducir su consumo. Así, las familias situadas en el 20% con más renta redujeron su consumo casi un 19%, mientras que las clases medias lo redujeron en un 13% y las clases bajas, menos de un 8%. Por el contrario, la renta disponible de las clases más populares se redujo un 7%, mientras que las clases medias perdieron un 1% y las clases más altas ganaron un 1% adicional.

En resumen, las rentas altas elevaron sus ingresos y redujeron su gasto, acumulando mucho ahorro embalsado que les permitió superar la crisis inflacionista tirando de esos recursos. Por el contrario, las rentas medias apenas pudieron ahorrar y las bajas no ahorraron nada. El escudo social que desplegó el Gobierno fue insuficiente para evitar una caída de su renta disponible, de modo que salieron de la pandemia sin ahorro embalsado. Y, por tanto, sin margen para soportar la crisis inflacionista que llegó en 2021.

Las familias situadas en estos niveles inferiores de renta, que además apenas tienen margen para tirar de crédito, se han visto obligadas a recortar su nivel de consumo, aunque ahora gasten más que antes del inicio de la guerra en Ucrania. Esto explica que, en términos agregados, el consumo privado de España siguiera al inicio del año un 3% por debajo de los niveles prepandemia.

Los hogares que han tenido que renunciar involuntariamente al consumo que hacían con normalidad hasta 2019, difícilmente podrán comprender que el PIB está ya a punto de completar su recuperación. O que la OCDE haya mejorado medio punto más sus previsiones. La combinación de la crisis del covid y la de la guerra de Ucrania ha vuelto a dejar a las clases populares como las perdedoras. Y, aunque sea en menor porcentaje que en crisis anteriores, no es extraño que la macroeconomía no movilice sus votos. Es más, es posible que quienes estén teniendo que renunciar a una parte de su consumo estén dispuestos a hacer un voto de castigo al Gobierno, lo que justificaría la mejora de los partidos de la derecha entre las clases populares en las últimas elecciones autonómicas.

España es el país que más crecerá de entre las principales economías desarrolladas del mundo. Dejará atrás a Alemania, Francia, Italia, Reino Unido, Estados Unidos, Japón… El Gobierno de Pedro Sánchez no puede comprender cómo una situación macroeconómica tan favorable no aglutinó el voto en las elecciones del 28-M en torno a los partidos del Gobierno y cómo las encuestas siguen dándoles una posición perdedora de cara al 23-J. "La economía va como una moto", clamó el presidente tras conocer las nuevas previsiones de la OCDE, pero sus votantes tampoco reaccionaron.

Inflación Salarios de los españoles Riesgo de pobreza
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