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El mal dato de la EPA sitúa la economía al borde del estancamiento
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EL PIB AGOTA LA INERCIA POSCOVID

El mal dato de la EPA sitúa la economía al borde del estancamiento

La recuperación de la actividad económica que paralizó la pandemia se agota. La economía pierde fuelle, y eso explica que el empleo, hasta ahora poco sensible a la inflación, comience a resentirse

Foto: Un empleado descarga bebidas en Madrid. (EFE/Luis Millán)
Un empleado descarga bebidas en Madrid. (EFE/Luis Millán)
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La inflación ha comenzado a pasar factura al empleo de forma relevante. Si hasta ahora la reapertura de la economía española tras el covid había evitado que el número de ocupados se resintiera del aumento de los precios (8,9% interanual en septiembre), ese impulso pierde fuelle. El resultado se traduce en que, en términos desestacionalizados —eliminando la influencia del distinto calendario—, el ritmo de creación de empleo se haya estancado.

El descenso de la ocupación es irrelevante (-0,06%), pero lo que realmente revela la Encuesta de Población Activa (EPA) del tercer trimestre es un frenazo en seco del avance del empleo. En términos interanuales, se ha pasado de un crecimiento del 4% al 2,5%, lo que refleja la pérdida de poder adquisitivo de los salarios, algo que tiene un impacto considerable sobre el consumo y, por extensión, sobre la ocupación.

Foto: Unas terrazas en Madrid. (EFE/Luca Piergiovanni)

La cifra es relevante porque es la señal más clara de que, en el tercer trimestre de este año —el dato se conocerá este viernes—, la economía española rozará el estancamiento. O, lo que es lo mismo, un crecimiento del PIB muy cerca del 0%, aunque todavía positivo. La otra variable que influye en el avance del producto interior bruto es la productividad, pero no parece que se haya producido una mejora sólida a la luz de lo conseguido en los últimos trimestres. En términos anuales, está creciendo un 1,5%, muy por debajo del empleo.

Hay que tener en cuenta que el consumo, devorado por el incremento de los precios, es el componente que más pesa en el PIB, por lo que su evolución es determinante para el avance de la economía. Y lo que ha ocurrido, precisamente, es que en el tercer trimestre la actividad ya se ha recuperado de las consecuencias económicas de la pandemia, pero, a partir de ahí, no ha encontrado una nueva tracción que tire del crecimiento. O, expresado en otros términos, el efecto de la recuperación económica poscovid se ha difuminado, y ahora la economía sufre de forma contundente los efectos del alza de los precios, que frena la demanda interna (consumo público, privado e inversiones). Esto es justo lo que ha permitido que la economía española crezca por encima de la media de la Unión Europea (UE). Esa inercia, sin embargo, es la que se agota a marchas forzadas.

Sector exterior

Paradójicamente, el debilitamiento de la actividad es lo que permitirá una mayor aportación positiva del sector exterior. No porque se hayan disparado las exportaciones, sino por el peor comportamiento de las importaciones. Esto hace que sea muy probable que, gracias al sector exterior, la economía escape de la recesión, pero no de la pérdida en el ritmo de creación de puestos de trabajo.

Esto es lo que explica que, por primera vez desde la irrupción de la pandemia, la tasa de desempleo (12,78%) haya vuelto a subir, aunque sea ligeramente. Algo que no puede achacarse al aumento de la población activa (los ocupados más los parados), que está creciendo en términos anuales apenas un 0,33%. La tasa de actividad, de hecho, todavía se sitúa en el 58,86%, mientras que la de empleo (los ocupados respecto a quienes tienen entre 14 y 64 años) en el 65,93%.

Foto: Un comercio cerrado. (EFE/Miguel Calero)

El hecho de que la economía española no tenga ahora tracción de crecimiento es determinante para los próximos trimestres. La esperanza del Gobierno pasaba por que las familias y las empresas pudieran tirar del ahorro almacenado durante los trimestres más duros del covid, pero lo cierto es que dos factores juegan en contra de un nuevo estirón de la economía. Por un lado, por la propia inflación, que socava la capacidad de compra del ahorro, y, por otro, porque buena parte de esos depósitos están en poder de las rentas medias y altas, cuya propensión al ahorro es menor que en el caso de las rentas bajas.

Esto hace que la economía española, como sucede en el resto de países, sea muy dependiente de lo que sucede con la guerra en Ucrania, que es la que marca la evolución de los precios de la energía. Y, obviamente, si se confirma que Alemania e Italia entrarán en recesión en 2023, el sufrimiento será mayor. La inercia poscovid se ha agotado y ahora la economía busca una nueva tracción para seguir creciendo. Si no la encuentra, 2023 será incluso más difícil de lo previsto.

La inflación ha comenzado a pasar factura al empleo de forma relevante. Si hasta ahora la reapertura de la economía española tras el covid había evitado que el número de ocupados se resintiera del aumento de los precios (8,9% interanual en septiembre), ese impulso pierde fuelle. El resultado se traduce en que, en términos desestacionalizados —eliminando la influencia del distinto calendario—, el ritmo de creación de empleo se haya estancado.

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