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¿Que cuándo acaban las pandemias? Lo primero es que te olvides de las curvas
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¿Que cuándo acaban las pandemias? Lo primero es que te olvides de las curvas

Nadie puede poner fecha de caducidad a la peste, la gripe o el ébola, pero quizá precisamente por eso el final de la crisis del covid-19 está ya más cerca

Foto: Ilustración: Irene de Pablo.
Ilustración: Irene de Pablo.

Todos sabemos (y más a estas alturas) cuándo empieza una pandemia. Hace falta que el brote epidémico en cuestión afecte a más de un continente y que dentro de los países, la transmisión sea comunitaria y no importada. En ese momento, la OMS da por decretada la presencia de una nueva enfermedad a nivel internacional.

Sin embargo, no pasa lo mismo cuando se acaba. Nadie puede poner una única fecha de caducidad a la peste, la gripe o el ébola, ni tiene la fórmula para pasar la página de una catástrofe sanitaria y menos del tipo que ha mostrado el covid, con olas que suben y bajan de forma dispersa en el tiempo. Porque a medida que el virus se extiende, sus consecuencias dejan de ser sanitarias para impregnar toda la sociedad, como llevamos viendo desde hace dos años. Por eso, el fin del Sars-Cov-2 no coincidirá con el final de todo lo que implica el covid.

Empezando por el punto de vista epidemiológico, Pedro Gullón, epidemiólogo de la Universidad de Alcalá de Henares y coautor del libro 'Epidemocracia' es cauto, pues aún es pronto para hablar de un final, pero claro: el fin desde el punto de vista científico o médico dependerá del momento en el que el sistema sea capaz de asumir las olas, de digerirlas. Este virus no se acabará con la soñada inmunidad de grupo, pues en este caso el contagio no es muy difícil que se repita, por lo que la clave será otra, el poder asumir el virus como endémico.

Según Gullón, la sexta ola puede marcar el fin de la fase pandémica del covid

Para ello, la subida actual es un test perfecto: "Ya tenemos una gran inmunidad general, sumada a la vacunación y en países como el nuestro veremos el impacto de una alta transmisión es distintas facetas. Esto ya es mucho suponer, pero si esta ola deja un impacto bajísimo en hospitales y fallecimientos podría hacer que nos replanteásemos la estrategia a seguir y asumir cierta endemicidad".

Ese cambio acabaría en una serie de pasos hacia el desmantelamiento del sistema de vigilancia sobre el covid y hacia un modelo, pone de ejemplo el experto, centinela. Es decir contar con unos médicos que vigilen la situación mientras se hace vida normal y que den la voz de alarma si en un instante se descontrola en un lugar o en varios y hay que hacer algo más. Pero eso solo es un paso hacia el final, pues el covid traspasa ya muchas más fronteras, sobre todo sociales.

Para Pablo Santoro, profesor de Sociología en la Universidad Complutense, la pandemia cada vez se parece más a aquellas escenas del correcaminos donde el coyote seguía persiguiendo a su presa cuando el suelo bajo sus pies había desaparecido. "La gravedad del covid ha pasado, pero no nos lo creemos. Es un momento un poco fantasmagórico, porque la enfermedad recula en el plano biomédico y patológico, ya no es tan grave, pero aún no nos lo creemos, estamos con esa angustia".

"La enfermedad recula, ya no es tan grave, pero aún no nos lo creemos"

Además, la expansión del uso de las PCR y, especialmente, los antígenos ha cambiado nuestra relación con el virus. "Ahora mismo tener el covid o no es algo que te dice un test, aunque tú no estés sintiendo la enfermedad porque seas asintomático, lo cual hace más difícil olvidarte de ella. Son muy buenos para la capacidad de detección, pero también generan más angustia e incertidumbre continua, no sabemos dónde estamos. En el siglo XVII decían que se había acabado la peste negra porque bajaron los muertos, no por hacer test a todos para ver si el patógeno había desaparecido, no había esos datos ni ese conocimiento tan detallado y separado de la experiencia de la gente".

En esa relación con el virus han tenido mucho que ver las nuevas tecnologías y la vivencia que hemos hecho de esta pandemia, distinta a cualquier otra que se conozca. Por primera vez, el grueso de la población ha tenido acceso a la evolución en directo del virus. El número de casos, las incidencias a nivel nacional, regional o incluso por manzana, la evolución de la vacunación… estaban disponibles a cualquiera que tuviese acceso a una pantalla. Y eso ha tenido consecuencias ambivalentes: por un lado, la información ha sido fundamental para concienciar a la población, pero a su vez han generado cierto estado de paranoia o, en el otro extremo, hartazgo por la omnipresencia del virus.

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"La sociedad se cansa de mantener la atención y de llevar cuidado en una situación de pandemia como la actual, que dura tanto tiempo. Además, los medios de comunicación son reiterativos y tan 'educativos' en toda la información y opiniones que nos transmiten que este 'adoctrinamiento' al que nos someten lo acabamos rechazando", señala Antón Erkoreka, historiador, etnógrafo y director del Museo Vasco de Historia de la Medicina y la Ciencia.

El estudio 'El fin de la pandemia no será televisado', de la universidad de Princeton, también apunta en este sentido: "La ubicuidad de los paneles ha ayudado a crear la sensación de que la pandemia terminará cuando todos los indicadores del panel lleguen a cero (infecciones, casos, muertes) o 100 (porcentaje de vacunados). Sin embargo, las pandemias respiratorias del siglo pasado muestran que las terminaciones no son claras y que el cierre de la pandemia se entiende mejor como si se produjera con la reanudación de la vida social, no con el logro de objetivos epidemiológicos específicos".

Además, con cada nueva ola, el hartazgo se multiplica y la desconexión entre la curva de contagios y vida cotidiana se distancia. "Estamos un poco como el gato y el ratón: la reacción social y las consecuencias médicas están desencajadas y eso va a seguir siendo así, sobre todo si salen a estas alturas a decirnos que hay que ponerse la mascarilla en exteriores, cuando sabemos que lo importante es reforzar el sistema sanitario", considera Santoro.

En esto incide también Gullón y reflexiona sobre la vigilancia que hacemos aún a día de hoy de la situación del virus. "Cambiar de estrategia es una decisión muy difícil de tomar, pero es obvio que para pasar de fase pandémica el cambio en la vigilancia puede ser clave. Sin esa vigilancia exhaustiva, diaria, que seguimos llevando no sé si la sensación de caos surgida en esta ola habría existido. Quizá sí porque es pronto y ha sido muy grande, pero podría haber pasado más desapercibida sin tantos problemas con las bajas, las cuarentenas, las noticias y demás, como ha ocurrido en otras temporadas de gripe".

Con la llegada de las vacunas, pensamos que ya estaba todo hecho, pero lo cierto es que rara vez una enfermedad endémica ha desaparecido de manera repentina, como explica Erkoreka. "No hay dos pandemias iguales, las de peste que se iniciaron en el siglo XIV se fueron repitiendo hasta desaparecer bruscamente a inicios del siglo XVIII. Pero, las de cólera del siglo XIX condicionaron todo ese siglo con continuas pandemias cada 20 años más o menos, hasta que ha quedado como una enfermedad crónica vinculada con la pobreza y el hambre".

"El cólera del siglo XIX condicionó todo ese siglo con continuas pandemias cada 20 años"

Más que esperar a que desaparezca para dar el covid por acabado, tendremos que aprender a convivir con sus idas y venidas y, también, con los cambios irreversibles que ha traído. "A nivel social, cuando una enfermedad deja de mutar y la gente ve que en su entorno no hay casos nuevos, baja la guardia y vuelve a la normalidad", apunta Erkoreka. "Con un poco de suerte, en mi opinión, tras otro pico leve en primavera deberíamos de tener un verano tranquilo con un virus más sosegado con el que podremos convivir como lo hemos hecho en la historia con otros muchos microorganismos".

Gullón también cree que todo se irá cerrando con alguna ola más que demuestre ser más leve. Pero hay un detalle a tener muy en cuenta: la movilidad. "Si no hay vacunación a nivel global es muy posible que aparezcan otras variantes en zonas poco protegidas y que nos obliguen a seguir en una situación parecida. Esto también es un punto diferencial frente a pandemias del pasado, y es que la movilidad general y global hace que cualquier variante salte de un país a todo el mundo en días y no sirva de nada cerrarse, por mucho que nos empeñemos". Por eso, los expertos miran a un futuro del coronavirus que puede ser similar al de la gripe.

En el caso de ese virus nunca desapareció: se convirtió en estacional y cada 25 años aproximadamente surge una variante muy virulenta, como la rusa de 1889, la española de 1918 o la asiática de 1957, que duraron entre dos y tres años con distintas olas y millones de muertos. "Y la gente, al final, le quita hierro, considerando la gripe como una enfermedad benigna", explica Erkoreka. "Este es el escenario que yo veo: el coronavirus se va a cronificar, va a tomar un ritmo de aparición como la gripe, y vamos a tener que vivir con él los próximos años".

placeholder Volverán los abrazos pero se quedarán las mascarillas. (EFE/Biel Aliño)
Volverán los abrazos pero se quedarán las mascarillas. (EFE/Biel Aliño)

Mientras el virus se normaliza, habrá miedos instaurados que tardarán tiempo en irse, independientemente de la eficacia de las vacunas, como ver toser al de al lado o estar en aglomeraciones sin mascarilla. Pero es más difícil que se generen estigmas culturales como ha pasado con otras epidemias. "Con el covid no pasa igual que con el VIH o la peste porque lo tiene todo el mundo, pero sí genera una marca, como si fueras peligroso, el tener que avisar a tus contactos... que se irá yendo cuando no sea tan grave y se trate una infección más", dice Santoro.

Además, igual que el cólera influyó en el urbanismo de las ciudades, también el covid trae cambios que hacen que la sociedad ya no vaya a ser la misma. "A nivel laboral, económico, social... son cosas que no podemos olvidar porque puede haber otro SARS-CoV más adelante. La mascarilla, por ejemplo, es algo que ha venido para quedarse y que integraremos, no se irá, igual que antes pasaba en los países orientales y nos parecía exótico y hasta nos hacía gracia. Es una nueva era".

"El VIH desapareció porque hubo cambios sociales, actitudinales, movilizaciones, unidades de prevención… cuando una enfermedad acaba, también es porque se modifica el tejido social, que se hace capaz de contenerla", añade el sociólogo.

"Cuando una enfermedad acaba, también es porque se modifica el tejido social"

Hay que tener en cuenta que no todos integramos los efectos del covid, y por tanto, el fin de la pandemia a la vez. La capacidad de resiliencia o adaptación de cada uno harán que acabemos la pandemia de formas desiguales: "No es lo mismo la gente mayor, que además se ha visto que es más vulnerables, que los niños o la gente joven, que tienen más sensación de omnipotencia por su edad y ven la muerte lejana. Además, al vivirlo a una edad más temprana se acostumbran mejor a nuevas condiciones", dice José Antonio Tamayo, psicólogo sanitario de Activa Psicología.

El estatus social también influye a la hora de adaptarse mejor o peor: "Al principio había un efecto sociológico que era parecer todos un único cuerpo, de ir todos a una. Y lo ha parecido otra vez con las vacunas: salvo los antivacunas íbamos todos a una. Pero no ha sido así en ningún momento, porque las vivencias han sido distintas y la desigualdad social está ahí. Por eso va a haber diferencias en la salida, según como realmente lo vivas: ¿puedes cogerte una baja por tener covid?, ¿puedes teletrabajar?, ¿puedes quedarte con tu hijo si confinan su clase?", apunta Santoro.

"Si se mantiene indefinidamente, la adaptación social ocurrirá antes que el final"

La extensión en el tiempo de una catástrofe también influye psicológicamente en su normalización, según explica Tamaro: "Cuando ocurre un acontecimiento de forma aguda, transitoria, la adaptación social sucede posteriormente. La catástrofe finaliza, y a las semanas volvemos a la normalidad. Pero si se mantiene indefinidamente, la adaptación social ocurrirá antes que el final de la situación por mera supervivencia, nos acostumbraremos al nuevo estilo de vida".

Durante la desescalada, si recuerdan, hubo un momento en el que se hablaba de la "nueva normalidad", como si a partir de un día D, todos fuésemos a salir a la calle a celebrar que habíamos derrotado al virus, fundiéndonos en abrazos. Ese día nunca llegó, tampoco con las vacunas y lo cierto, es que nunca llegará. "El mismo anuncio de Campofrío de esta Navidad iba por ahí, que ya estaba hecho, y mira cómo estamos dos semanas después", reflexiona Santoro. "Eso no va a pasar, no va a haber un día del armisticio, nunca acaban así las pandemias. Son más bien pequeños pasitos".

Todos sabemos (y más a estas alturas) cuándo empieza una pandemia. Hace falta que el brote epidémico en cuestión afecte a más de un continente y que dentro de los países, la transmisión sea comunitaria y no importada. En ese momento, la OMS da por decretada la presencia de una nueva enfermedad a nivel internacional.

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