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La debilidad sindical y la globalización frenan la inflación de segunda ronda
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ANÁLISIS DEL BCE

La debilidad sindical y la globalización frenan la inflación de segunda ronda

El siglo XXI no son los años setenta. Los cambios estructurales que se han producido en las economías avanzadas están contribuyendo a que no se materialicen los efectos dañinos de una inflación de segunda ronda

Foto: La sede del BCE en Fráncfort, Alemania. (Getty/Thomas Lohnes)
La sede del BCE en Fráncfort, Alemania. (Getty/Thomas Lohnes)
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Ninguna crisis económica derivada de un choque energético es igual a la anterior, pero la actual lleva en sus venas una característica propia que la hace singular. Frente a lo que sucedió en los años setenta, cuando los países productores restringieron la oferta de crudo y provocaron un alza de precios que llevó las principales economías del mundo a periodos de estanflación, la actual crisis no ha llevado aparejado un aumento de lo que en el argot económico se denominan efectos de segunda ronda en la inflación. Es decir, cuando los agentes económicos trasladan el impacto del aumento de costes de la energía a salarios y precios, lo que puede favorecer una espiral inflacionista que en los años ochenta se combatió con un endurecimiento de la política monetaria, desregulaciones y apertura de mercados.

En esta ocasión, como pone de relieve un reciente estudio del BCE, no se observa la existencia de inflación de segunda ronda, lo que se achaca a factores como la menor dependencia energética o la mayor integración en las cadenas globales de valor como consecuencia de la globalización. Pero también debido a los cambios estructurales que se han producido en los últimos 40 años en el mundo laboral. En particular, a causa de un intenso debilitamiento de la afiliación sindical, que hace que la presión para aumentar salarios sea menor, y a la progresiva pérdida de importancia de la indexación salarial, que evita que las nóminas suban de forma automática al ritmo que marca la inflación. Hoy en España poco más de la cuarta parte de los convenios ha incluido cláusulas de salvaguarda, y muchas de ellas son parciales.

Foto: Imagen de una frutería en Madrid. (EFE/Luis Millán)

El BCE llega a la conclusión en su estudio de que los efectos de segunda ronda, que desempeñaron un papel fundamental en la transmisión de las perturbaciones en la oferta de petróleo a la inflación en los años setenta y ochenta, han sido hoy “prácticamente inexistentes, en promedio, en el periodo transcurrido desde la introducción del euro”. Es decir, desde 1999. Por lo tanto, vienen a decir los técnicos del banco central, no se trata de un fenómeno actual, sino que los cambios estructurales que se han producido en las economías avanzadas desde entonces (China ingresó en la Organización Mundial de Comercio en 2001) están detrás de que no se haya producido inflación de segunda ronda.

Choque energético

Este análisis es extremadamente relevante por las implicaciones que tiene sobre la política monetaria, ya que los bancos centrales lo tendrán que tener en cuenta a la hora de diseñar su estrategia de subida de tipos de interés. El propio BCE recuerda que en los años setenta y ochenta el deflactor del PIB (una medida de inflación más amplia que el IPC) empezó a aumentar aproximadamente medio año después de la perturbación, es decir, desde el comienzo del choque energético. Y ahora ya ha pasado más de un año desde que la inflación comenzó a crecer con fuerza.

Aquel incremento estuvo impulsado, en un primer momento, por los salarios nominales (medidos por la remuneración por asalariado) y posteriormente, un año después, también por los beneficios de las empresas, lo que dio lugar a una espiral de salarios y precios. En cambio, desde que comenzó la unión monetaria, “ni los agentes que fijan los salarios ni los que fijan los precios han recuperado, en promedio, las pérdidas de renta real causadas por perturbaciones en la oferta de petróleo”. En definitiva, se está produciendo una pérdida de rentas que han asumido los agentes económicos sin que haya crecido la conflictividad social.

Foto: La vicepresidenta primera y ministra de Asuntos Económicos y Transformación Digital, Nadia Calviño. (EFE/Víctor Casado)

En la anterior crisis, por el contrario, como reconoce el propio BCE, las perturbaciones en la oferta de petróleo (un 'shock' parecido al actual) provocaron un ascenso de la participación de las rentas salariales en el PIB, “pero no durante el periodo transcurrido desde la introducción del euro”.

Si se traslada a España este análisis, el resultado es consistente con lo que ha observado el BCE. En 1999, al comenzar el euro, la remuneración de los asalariados representó el 48,6% de la ‘tarta’ nacional (renta nacional bruta), por encima del 46,8% registrado en el segundo trimestre de este año, según Estadística. El excedente bruto de explotación (los beneficios empresariales), igualmente, ha descendido hasta el 39,9% del PIB, por debajo del 41,8% registrado el primer año del euro. Por el contrario, la rúbrica que recoge la evolución de los impuestos es la única que ha crecido durante ese periodo. Ha pasado del 11,3% al 13,1%, lo que refleja en parte el esfuerzo que han tenido que hacer los gobiernos de los países avanzados para sostener la economía en plena era de la globalización.

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Si ese mismo análisis se hace sobre un periodo más cercano, también en el caso de España, el resultado es similar. Mientras que la remuneración de los asalariados (básicamente por la creación de empleo) creció un 7,1% entre el primer trimestre de 2021 y el mismo periodo de 2022, los beneficios empresariales aumentaron un 12,7%, en ambos casos por debajo del 19,6% que se han incrementado los impuestos netos de subvenciones.

Mano de obra

Hay que tener en cuenta que, junto a los argumentos citados, el menor peso de los salarios en la distribución de la renta nacional se suele achacar a factores como la deslocalización geográfica de los sectores más intensivos en empleo, principalmente con dirección a Asia, y al auge de las empresas tecnológicas, que por su propia naturaleza son muy intensivas en uso de capital, pero no necesitan tanta mano de obra como las manufactureras.

Foto: Imagen: EC.
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El análisis del BCE coincide básicamente con el que hacen los técnicos del Ministerio de Economía. "No hay inflación de segunda ronda, los precios están aumentando al ritmo que marcan los incrementos de costes, pero no a consecuencia de lo que están subiendo los salarios y los beneficios", dijeron recientemente altos cargos de la vicepresidenta Calviño a este diario.

Igualmente, BBVA Research ha estimado que las empresas no han trasladado a precios por el momento el incremento en costes durante la segunda parte del año anterior (cuando el IPC empezó a subir en vertical) al percibir que este podría ser temporal. Sin embargo, advirtieron sus economistas, “la caída en los márgenes se ha revertido a partir del primer trimestre de 2022”. Los salarios, como se sabe, están creciendo en torno al 2,5%, muy por debajo del 10,8% que crecieron los precios en julio en términos anuales.

Ninguna crisis económica derivada de un choque energético es igual a la anterior, pero la actual lleva en sus venas una característica propia que la hace singular. Frente a lo que sucedió en los años setenta, cuando los países productores restringieron la oferta de crudo y provocaron un alza de precios que llevó las principales economías del mundo a periodos de estanflación, la actual crisis no ha llevado aparejado un aumento de lo que en el argot económico se denominan efectos de segunda ronda en la inflación. Es decir, cuando los agentes económicos trasladan el impacto del aumento de costes de la energía a salarios y precios, lo que puede favorecer una espiral inflacionista que en los años ochenta se combatió con un endurecimiento de la política monetaria, desregulaciones y apertura de mercados.

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