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Guindos saca los trapos sucios de Restoy tras cuatro años de guerra subterránea
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EL SUBGOBERNADOR DEL BDE, EN LA PICOTA

Guindos saca los trapos sucios de Restoy tras cuatro años de guerra subterránea

La difícil convivencia de Luis de Guindos en Economía y Fernando Restoy en el Banco de España ha terminado por estallar. La continuidad del subgobernador está en el alero

Foto: Fernando Restoy, subgobernador del Banco de España (Efe).
Fernando Restoy, subgobernador del Banco de España (Efe).

Cuando Luis de Guindos fue nombrado ministro de Economía por Mariano Rajoy en 2012 con el objetivo de reflotar la banca española tras su hundimiento, tuvo claro que esa titánica tarea requería necesariamente la colaboración del Banco de España. Por eso, cuando se repartieron los dos principales cargos del supervisor entre los dos grandes partidos (siguiendo la tradición de la casa), vetó la intención del PSOE de colocar como subgobernadora a Soledad Núñez, exdirectora general del Tesoro en los Gobiernos de Zapatero. Los socialistas propusieron como alternativa a Fernando Restoy, el hombre que había regido de facto la CNMV desde su vicepresidencia en los últimos años, que ya era consejero del Banco de España con Fernández Ordóñez y cuyo perfil era mucho más técnico. Guindos aceptó.

Y no ha dejado de arrepentirse desde entonces. Porque Restoy ha sido el verdadero factótum del supervisor (el gobernador Linde, nombrado por el ministro, se ha limitado a una labor institucional y de representación) y, lejos de colaborar para la reestructuración del sistema financiero, ambos han mantenido una continua guerra subterránea -y a veces pública- de un calibre incluso mayor a la que el ministro ha protagonizado con su colega de gabinete Cristóbal Montoro. Una guerra que ahora está viviendo su último capítulo a cuenta de la sentencia del Tribunal Supremo sobre la salida a bolsa de Bankia, que ha puesto a Restoy en la picota -hasta los inspectores del Banco de España han pedido su cabeza esta semana- y que Economía no ha dudado en aprovechar para airear los trapos sucios del subgobernador.

Ante la rebeldía -o independencia, según el lado del que se vea- demostrada por Restoy desde el principio, Guindos optó por ponerle un comisario político en el FROB, el fondo público de rescate bancario, instrumento clave para el saneamiento del sector: Antonio Carrascosa, inicialmente director general de Política Económica y compañero de Guindos en su etapa de PricewaterhouseCoopers.

Afrentas, puñaladas y venganzas

Ahí surgieron los primeros enfrentamientos que trascendieron a la luz pública, referidos a los procesos de venta de las nacionalizadas CatalunyaCaixa y Novacaixagalicia. En el primer caso, Economía decidió suspender la subasta en marcha en marzo de 2013 ante las bajas ofertas recibidas, en contra del criterio de Restoy, fundamentado en un informe de McKinsey y Nomura que aseguraba que la franquicia se deterioraría con el tiempo si seguía independiente. El subgobernador se cobró la venganza con las cajas gallegas, cuando vetó la oferta del fondo norteamericano Guggenheim que promovía el Gobierno para exhibir la confianza de los grandes inversores internacionales en la banca española. Finalmente, la subasta se resolvió con la polémica adjudicación al venezolano Banesco, apadrinado en este caso por el presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo.

Estos procesos de venta abrieron un cisma entre Economía y Banco de España que ha resultado insalvable. Otro momento estelar de esta guerra fue el nombramiento en julio de 2014 de José María Roldán, hasta entonces director general del BdE, como presidente de la AEB, la patronal bancaria. Una 'puerta giratoria' bendecida por Restoy, que puenteó a Guindos y negoció directamente con Moncloa. El ministro montó en cólera al enterarse y criticó la decisión públicamente, aunque tuvo que tragarse el sapo. A cambio, exigió ampliar el período de incompatibilidad de los directivos del supervisor de seis meses a dos años.

Esta puya formó parte de una ofensiva del subgobernador contra su archienemigo, que incluyó también la imposición a Sareb, el banco malo, de la obligación de provisionar sus inmuebles por debajo del valor de traspaso desde las cajas rescatadas (Guindos también había cometido el error de conceder al BdE esa facultad), que provocó enormes pérdidas al proyecto estrella del Ejecutivo para el rescate bancario.

Crecido como estaba, Restoy se lanzó a reconquistar el FROB aprovechando la llegada de la Unión Bancaria y la necesidad de crear autoridades de resolución bancaria nacionales, que él solicitó que fuera independiente del Gobierno en el caso español. Ahí el ministro le devolvió las afrentas e hizo todo lo contrario: aprovechó este cambio europeo para tomar el control absoluto del fondo y expulsar a Restoy de su presidencia. La última enganchada hasta ahora había sido la del misterio del informe del Sepblac sobre Banco Madrid, que oficialmente determina su intervención: Economía dijo que lo había mandado al BdE el 25 de febrero de 2015 y el supervisor respondió que no lo recibió hasta el 12 de marzo.

Bankia da a Guindos la mano definitiva

La gota que ha colmado el vaso de la paciencia de Guindos ha sido una conferencia de Restoy en la que solicitaba un cambio de modelo de supervisión que devolviera poderes al Banco de España, que ha perdido la inmensa mayoría a manos del BCE (en el sector le llaman con sorna el Banco Rural de España porque prácticamente ya sólo tiene competencias en las cajas rurales). Una petición que ha coincidido en el tiempo con la publicación del libro del exgobernador MAFO -con el que Restoy era consejero- en el que echa toda la culpa de la crisis bancaria a Guindos, que ya no ha aguantado más. Se acabaron las contemplaciones con el hombre que más poder ha tenido en el control de los mercados financieros en España y todo ello desde una posición de teórico segundo nivel (cuando era vicepresidente de la CNMV era consejero nato del BdE, y ahora como subgobernador del BdE también es consejero de CNMV, amén de haber presidido el FROB).

La oportunidad de oro para acabar con él ha llegado la sentencia del Supremo sobre Bankia, que cuestiona la actuación de Restoy tanto en la CNMV -donde autorizó el folleto de Bankia que presentaba unas cuentas falseadas según el Alto Tribunal- como en el BdE -estaba en el consejo que dio el visto bueno a esas cuentas- y el FROB, donde ha pilotado su rescate. Para embarrar el terreno, Economía ha resucitado el famoso contrainforme del supervisor que rebatía a sus propios peritos en el sumario por las cuentas de Bankia abierto en la Audiencia Nacional y del que dio cuenta El Confidencial hace un año. Y el BdE ha acusado el golpe: después de todo este tiempo, ha respondido al Ministerio negando la existencia del mismo, aunque añade que "no pueden considerarse “informes del Banco de España” las opiniones o análisis" emitidos por directivos o técnicos.

Sea como fuere, la situación de Restoy es cada vez más insostenible. La carta de los inspectores evidencia que la tensión en Cibeles se corta con cuchillo y, de hecho, el consejo de gobierno del BdE se ha reunido ya dos veces este mes, algo absolutamente insólito. La próxima semana celebrará una tercera reunión que, según algunas fuentes, puede ser la última para el subgobernador. Es poco probable que Guindos siga en el cargo dada la situación política actual, pero no parece dispuesto a dejar el despacho sin abatir a su gran adversario.

Cuando Luis de Guindos fue nombrado ministro de Economía por Mariano Rajoy en 2012 con el objetivo de reflotar la banca española tras su hundimiento, tuvo claro que esa titánica tarea requería necesariamente la colaboración del Banco de España. Por eso, cuando se repartieron los dos principales cargos del supervisor entre los dos grandes partidos (siguiendo la tradición de la casa), vetó la intención del PSOE de colocar como subgobernadora a Soledad Núñez, exdirectora general del Tesoro en los Gobiernos de Zapatero. Los socialistas propusieron como alternativa a Fernando Restoy, el hombre que había regido de facto la CNMV desde su vicepresidencia en los últimos años, que ya era consejero del Banco de España con Fernández Ordóñez y cuyo perfil era mucho más técnico. Guindos aceptó.

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