Asensio ya es un adalid del Real Madrid incluso en las noches más oscuras
En la segunda jornada, el Bernabéu ya ha vivido uno de los partidos del año, protagonizado por un Valencia totalmente renacido y por la personalidad aplastante del nuevo líder madridista
La Liga echaba de menos al Valencia, el Real Madrid no. No, porque en estos años de fracaso continuado a orillas de la acequia de Mestalla, si había un club que le robaba puntos a los blancos, era el che. Y si ahora además la misma ruina se ha reconstruido en un conato de panteón, las posibilidades de obtener los tres puntos contra ellos se antojan cada vez más complicadas. El Valencia tenía que volver más pronto que tarde a ser un equipo de verdad, no la vergüenza ajena y propia en que lo habían transformado unos ineptos dirigentes. Y ha regresado en el escenario de las grandes noches, en el Bernabéu, contra el mejor equipo del mundo, proclamando la reinstauración de un club en la élite, lo cual solo se hace con ruido. Con fútbol, sobre todo se hace con fútbol, que es de lo que se trata, aunque a veces se olvide.
No perder contra este Madrid se trata si no de una heroicidad, porque esto es deporte y nadie es imbatible, sí de una demostración de trabajo y conocimiento del juego. De todo ello le sobra a Marcelino García Toral, un obrero del balompié convertido en el ingeniero de la edificación de equipos sólidos y consistentes. No era tan difícil, Peter Lim. Solo había que contratar a un entrenador de verdad, no fichar al primero que te colara tu colega Mendes. Lo que le faltaba al Valencia era eso, un ideario de fútbol a partir del cual crecer, pues sin cerebro un cuerpo no puede más que sobrevivir.
Y el Valencia, que le ha sacado un punto al Madrid campeón de casi todo, mostró todas las cualidades de un conjunto hecho, sin las fisuras que la premura en su confección podía anunciar. Pese a que el hilo conductor viene a ser el mismo, es decir, Parejo es el que manda, el corazón por el que fluye toda la sangre del equipo, la idea es totalmente diversa. Hay una comunicación entre las líneas para presionar la salida del balón desde arriba, un dogma en los clubes que ha dirigido Marcelino, una basculación excelente en la defensa posicional y la más que aseada circulación de pelota una vez el balón está en su poder, siendo la velocidad el arma más utilizada, también una seña de identidad del técnico asturiano. Todo funciona. Por fin.
Más que eso: hace que deje de funcionar el adversario. El Real Madrid, tan sólido de este mes de agosto, no ha existido en su puesta de largo liguera en el Bernabéu. El día que recibieron una copa por un trofeo ganado más de tres meses atrás, no hubo una continuidad en la firme puesta en escena de este inicio de temporada oficial. Era, en cierta manera, normal que no funcionara todo igual, pues las piezas eran diferentes. Las bajas de Varane, Ramos y Vallejo ocasionaron numerosos problemas en la elaboración, ya que tres futbolistas indispensables en esa función, Casemiro, Kroos y Modric, se situaban en lugares diferentes a aquellos en los que brillan. Casemiro fue central, Kroos tenía la posición del brasileño como pivote y Modric, la del alemán, como segundo eslabón creativo. Hubo una desnaturalización del sistema y ni siquiera la reorganización con Kovacic de pivote (y el consiguiente sacrificio de Isco) arregló el brete.
Asensio es lo opuesto a Bale
Este partido no iba a ser tan fácil como los demás por todo lo expuesto con anterioridad; no podía serlo. Y empezó con algo que ya pasa casi siempre, con un golazo de Marco Asensio. El coliseo madridista se quejó ostensiblemente del rendimiento de Gareth Bale y se lo trasladó al extremo galés con varias sonoras pitadas, la más sonora cuando fue retirado del campo para dar entrada a Lucas. Lo que le exige Chamartín a Bale es precisamente lo que expone día tras día Asensio. Con 21 años, Asensio no tiene ni el más mínimo inconveniente en ser el líder del Real Madrid. Más que eso, exige serlo con su implicación en el juego. Siempre quiere el balón porque sabe en todo momento lo que hacer con él y, por lo general, lo que le pasa por la imaginación en milésimas de segundo lo transforma en realidad al instante.
Bale es justo lo contrario. A veces parece que se esconde de la circulación, no toca la pelota en varios minutos y no se obsesiona por ello, no se incorpora al desarrollo de sus compañeros más que en contadas ocasiones, en las que parece obligado a participar. Su posición como delantero le impide acercarse a la medular para recibir y organizar tanto como Asensio, pero tampoco es determinante arriba, ya que tampoco transforma su poca influencia en ocasiones claras ni goles, no con la regularidad que su estatus dentro de la plantilla le demanda. A Benzema le pasa a rachas. Unos días es increíblemente bueno, otros, como hoy, tiene mal de ojo. Solo con un acierto entre tantas ocasiones, esta crónica estaría contando otra victoria merengue.
La magia de la juventud
Asensio rompió el partido por su propio deseo y voluntad. Bueno, y porque Kondogbia cometió en el décimo minuto su único error del partido (luego completaría un encuentro propio del jugador que se fue del Sevilla, con un tanto incluido). Marco nunca duda, acelera con la pelota pegada al pie y al abrirse el más mínimo hueco, coloca la pelota en la portería sin que los porteros tengan la más mínima opción de detener sus disparos. Neto no pudo ni siquiera lanzarse a por ninguno de sus dos tantos (el segundo, de libre directo, compitiendo desde ya con Cristiano por esa faceta). Pero un líder en esto del fútbol lo es por muchísimo más que los goles. Asensio se la pedía a todo el mundo y sus colegas se la dan a él porque saben que de sus botas brotará magia. Si no habilita a un compañero con un pase o una asistencia, lanzará una potentísima carrera hacia la portería. Seguirán diciendo que cuándo será el momento de Asensio. Ya lo es, y durará todo lo que él quiera.
Para que el Valencia tuviera algo más de dos dedos de frente y un poco de identidad propia, no había más que mirar hacia dentro, no tanto hacia afuera, mucho menos a la agenda de contactos del agente portugués (que, pese a todo, sigue moviendo muchos hilos por Mestalla). El gol que puso el empate lo crearon tres criados en Paterna. La inició Gayà, la continuó Lato y la definió Soler, la evolución futbolística del mejor Gerard López de la era de Cúper. Como suele ocurrir, la cantera salva a los clubes en los momentos de carestía. Sin más remedio que buscar para comer debajo de las piedras después de infinitos ridículos, el Valencia ha descubierto que ya tenía jugadores de calidad en casa. A eso ha unido fichajes con algo más de sentido, como los de Murillo y Kondogbia, desaprovechados en el Inter. Aún hay un trecho que recorrer para volver a aspirar a puestos de Champions, pero las vías ya están puestas y la locomotora de Marcelino ha echado a andar.
Ficha técnica
2 - Keylor Navas: Carvajal, Nacho, Casemiro, Marcelo; Kroos (Borja Mayora, m.82), Modric, Marco Asensio, Isco (Kovacic, m.46); Bale (Lucas Vázquez, m.74) y Benzema.
2 - Valencia: Neto; Montoya (Nacho Vidal, m.75), Murillo, Vezo, Lato (Nacho Gil, m.83); Carlos Soler, Kondogbia, Parejo, Gayá; Rodrigo (Santi Mina, m.88) y Zaza.
Goles: 1-0, m.10: Asensio. 1-1, m.18: Soler. 1-2, m.77: Kondogbia. 2-2, m.83: Asensio.
Árbitro: Fernández Borbalán (colegio andaluz). Amonestó a Nacho (54), Casemiro (60) y Carvajal (71) por el Real Madrid; Montoya (49), Parejo (66), Lato (81), Carlos Soler (83) y Zaza (93) por el Valencia.
Incidencias: encuentro correspondiente a la segunda jornada de LaLiga Santander, disputado en el estadio Santiago Bernabéu ante la presencia de 65.107 espectadores. En los prolegómenos del partido, el Real Madrid recibió la copa de campeón de la pasada Liga, que ofreció a su afición junto a las dos Supercopas conquistadas este verano.
La Liga echaba de menos al Valencia, el Real Madrid no. No, porque en estos años de fracaso continuado a orillas de la acequia de Mestalla, si había un club que le robaba puntos a los blancos, era el che. Y si ahora además la misma ruina se ha reconstruido en un conato de panteón, las posibilidades de obtener los tres puntos contra ellos se antojan cada vez más complicadas. El Valencia tenía que volver más pronto que tarde a ser un equipo de verdad, no la vergüenza ajena y propia en que lo habían transformado unos ineptos dirigentes. Y ha regresado en el escenario de las grandes noches, en el Bernabéu, contra el mejor equipo del mundo, proclamando la reinstauración de un club en la élite, lo cual solo se hace con ruido. Con fútbol, sobre todo se hace con fútbol, que es de lo que se trata, aunque a veces se olvide.
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