El Madrid le coge el gusto a darle repasos de fútbol al Barcelona en la Supercopa
A los cuatro minutos, Marco Asensio repitió su gol del Camp Nou para empezar una fiesta que después culminó Benzema tras una fantástica jugada coral. ¿Polémicas arbitrales? Quién se acuerda...
Al final en el Bernabéu mandó el fútbol. El del Real Madrid, para que esta crónica sea más precisa. El balompié patrio ha virado hacia la capital, la dinastía azulgrana cedió el cetro, nadie sabe por cuánto tiempo, pero es un hecho comprobable hoy en día. El campeón de Liga fue también supercampeón (2-0) barriendo del terreno de juego durante 45 minutos al Fútbol Club Barcelona, al enemigo histórico, ese que le ha hecho vivir una década de sufrimiento y penuria que hinca la rodilla ante la superioridad en todos los aspectos, no solo deportivos, de los que juegan de blanco. Es solo el inicio de la temporada, quedan nueve meses de aquí a que el Mundial eche el cierre a la temporada de clubes europea, pero ¿alguien reta a este Madrid?
Analicen un pequeño detalle que quizá pase desapercibido, pero que resulta determinante para entender cómo se encuentra ahora mismo el binomio de poder en este país. En la grada del Santiago Bernabéu, en su palco privado rodeado de sus seres queridos, estaba Cristiano Ronaldo. En el banquillo empezaron y acabaron Gareth Bale e Isco Alarcón. Entraron durante el partido Theo Hernández y Dani Ceballos para el Real Madrid. En el Barça faltaba Iniesta, lesionado, y para dar aire fresco se incorporaron al campo Semedo, Deulofeu y Digne. Ahí reside la diferencia. Un equipo con planificación a medio y largo plazo, organización deportiva, criterio y variedad. Otro con jugadores y directiva enfrentados, sin una de sus tres estrellas y con escasas opciones para mejorar lo que tiene ahora mismo.
Todo lo que pasó en el Bernabéu estaba previsto, como escrito en un libro premonitorio. Nada sorprendió. Ni siquiera el 3-5-2 de Valverde, tan útil en momentos de extrema necesidad para Luis Enrique y tan inútil ahora para el Txingurri, ahogado en una ciénaga que le atrapa, le hunde y en la que apenas le ha dado tiempo a poner un pie, ni siquiera ha metido aún el segundo. Los problemas le han birlado el sueño desde que abandonó la felicidad y los paseos por Bilbao por el desasosiego en el que está sumido en la ciudad condal. Solo él debe saber lo que sintió cuando supo que Iniesta, que tampoco es el que levantaba olés en todo el planeta, se quedaba en Barcelona y tenía que alinear a André Gomes, uno que parecía más fuera que dentro del equipo al término del curso pasado.
Y difícil de explicar debe ser también esa frustración cuando en el minuto 4, el chico que podría haber estado entrenando ahora si su directiva hubiera estado un poco más espabilada, Marco Asensio, se encontraba un balón a varios metros de la frontal del área y volvía a hacer lo que, por imposible que parezca, se ha convertido en su mejor especialidad: un disparo seco, ondulante e imparable a la esquina alta de la portería. Asensio repitió lo del Camp Nou nada más empezar, agradeciendo y justificando su titularidad. No dio tiempo ni a disfrutarle jugando al fútbol, él es de los que matan con florete, su arma es la rosa y su virtud, la elegancia.
Esta vez fue titular, también Kovacic, que va a salir al final mejor 'anti-Messi' que Pepe de pivote, Essien de lateral o Ramos de lateral izquierdo. Claro que no es lo mismo defender a Messi cuando juega totalmente solo que si lo hace acompañado de los mejores jugadores del mundo. Hubo un momento muy reciente en Can Barça en que si Messi no estaba como es él, es decir, el más grande, Xavi, Iniesta, Neymar o Suárez arreglaban una tarde de incertidumbre. ¿Adónde mirar cuando no hay quien le abrace, quien comprenda la tristeza de su deambular por el campo, quien pasee con él hacia la gloria divina del gol? Messi está solo, más si Suárez también siente un amargo desamparo. Y encima la carta de la conspiración se la quedan los madridistas (lamentable y reducida pañolada contra los árbitros en el minuto 7).
Los primeros 45 minutos del Real Madrid ilusionaron al madridismo con una de esas tardes que el Barça ha disfrutado en esta década. Pero hay algo que les frena. No son ya pocas las veces que el Madrid ha tenido al Barcelona acorralado, sintiéndose inferior y esperando la ejecución más dolorosa, y los merengues se han conformado con lo que tenían, no buscaban drenar la mayor cantidad de sangre posible del rival. El Barça de Guardiola y sus herederos aprendió que si se podía hacer daño, se haría, sin miramientos. Cuanto mayor era la victoria, mayor la alegría propia y la vergüenza contraria. El Madrid no ha buscado aplastar al Barça. Un poco más de acierto en ese primer tiempo habría originado un tercer o cuarto gol al descanso que sí habría obligado a los jugadores a seguir a su estadio, que sin duda les hubiera reclamado el 5-0. No entraron más y hasta ahí llegó el hambre.
No perdió la compostura en ningún momento, eso sí, el equipo de Zidane. Quizá sea la característica a través de la cual más y mejor se puede reconocer al Madrid de Zidane: la consistencia. Nunca se rompe, ni se descompone, no pierde el rumbo. Aprecia momentos durante los partidos en los que tiene que recular, agruparse en torno al área y esperar a que capee el temporal, y otros en los que el cuchillo está tan afilado que da pena no usarlo. Los dos estilos aparecen en cada encuentro. Juegan a ganar y a no perder cada vez que toca y esa combinación suele resultar vencedora. En pleno proceso de asalto, marcó Benzema para finalizar una jugada coral excepcional, una de tantas.
El Barça cayó con honor. Dentro de la mediocridad y el caos reinante, se marchó del Bernabéu escapando de la humillación por sus propios medios. Nadie en el vestuario azulgrana debe dudar que si el Madrid hubiera necesitado más goles, los habría conseguido, y que si el global solo fue de 5-1, fue por decisión madridista. Pero acabó el partido atacando a Keylor Navas, rematando dos veces a los palos y obligando a la defensa titular blanca a esforzarse hasta el último minuto para acabar los 90 imbatida. Pero no hacer el ridículo no significa ser competitivo. Faltan muchas cosas. Muchísimas. Y no solo del mercado. Siempre hay que mirar la nevera y la despensa antes de ir a hacer la compra.
Ficha técnica
2 - Real Madrid: Keylor Navas; Carvajal, Varane, Sergio Ramos, Marcelo; Kovacic (Casemiro, m.62), Kroos (Ceballos, m.79), Modric, Lucas Vázquez; Marco Asensio (Theo, m.74) y Benzema.
0 - Barcelona: Ter Stegen; Mascherano, Piqué (Semedo, m.50), Umtiti; Sergi Roberto, Busquets, André Gomes (Deulofeu, m.71), Rakitic, Jordi Alba (Digne, m.77); Messi y Luis Suárez.
Goles: 1-0, m.4. Marco Asensio. 2-0, m.39: Benzema.
Árbitro: José María Sánchez Martínez (colegio murciano). Amonestó a Luis Suárez (89) y a Mascherano (92) por el Barcelona.
Incidencias: partido de vuelta de la final de la Supercopa de España, disputado en el estadio Santiago Bernabéu ante 79.400 espectadores.
Al final en el Bernabéu mandó el fútbol. El del Real Madrid, para que esta crónica sea más precisa. El balompié patrio ha virado hacia la capital, la dinastía azulgrana cedió el cetro, nadie sabe por cuánto tiempo, pero es un hecho comprobable hoy en día. El campeón de Liga fue también supercampeón (2-0) barriendo del terreno de juego durante 45 minutos al Fútbol Club Barcelona, al enemigo histórico, ese que le ha hecho vivir una década de sufrimiento y penuria que hinca la rodilla ante la superioridad en todos los aspectos, no solo deportivos, de los que juegan de blanco. Es solo el inicio de la temporada, quedan nueve meses de aquí a que el Mundial eche el cierre a la temporada de clubes europea, pero ¿alguien reta a este Madrid?