El caos en el Barcelona ya es oficial: el equipo por un lado y la directiva... por otro
La fractura en el barcelonismo cada día que pasa es más grande. Jugadores y afición no aguantan a Bartomeu. Mientras, en el interior del vestuario se da por perdida la Supercopa de España
El partido de vuelta de la Supercopa de España se está viviendo en Barcelona desde la depresión absoluta. Nadie cree en la remontada, en el milagro. Es más, la idea es que no salgan del Bernabéu muy escaldados. El ambiente no puede ser más fatalista ni estar más enturbiado. La relación entre la directiva y los jugadores, entre la dirección deportiva y la plantilla, no es que sea inexistente, es que directamente es mala. Mala de enviarse mensajitos a través de la prensa, que ya es lo último porque significa que ni siquiera se hablan a la cara.
Sergio Busquets es uno de los capitanes del Barça. Un tipo cuyo discurso suele ser plano ante los medios de comunicación, pero de esos en que todos confían dentro de un terreno de juego. Un tipo legal. Este martes rompió su habitual tono soso en la sala de prensa para salir a defender a Piqué y atizar de paso a Pep Segura, recién nombrado mánager general del Barça. Segura, nada más terminar el partido de ida ante el Real Madrid, apuntó a Piqué, que se había marcado el primer gol en propia puerta: “El error en el primer gol ha sido determinante, ha condicionado el partido”, dijo. Busquets, siempre tan comedido, se saltó sus propias reglas para defender a su compañero y darle un aviso serio a Segura: “No estoy de acuerdo. Perdimos 1-3 porque ellos estuvieron bien y creo que no es la mejor manera de expresarse dentro del club y menos señalando a un jugador”.
Piqué empezó con Neymar
Es cierto que Piqué había empezado. El día antes del partido de ida ante el Real Madrid desveló que él y otros jugadores sabían desde la boda de Messi, que se celebró el 30 de junio, que Neymar se marchaba al PSG. Y que ninguno de ellos avisó a Bartomeu ni a los directivos. La brecha es del tamaño del Gran Cañón y Piqué no da puntada sin hilo. En esta nueva era del periodismo en que se nos ofrecen 15 minutos de entrenamiento y los jugadores están en la otra punta del campo, es curioso descifrar cómo funcionan las relaciones. Y las dos últimas veces que Bartomeu ha visitado a la plantilla en el entrenamiento, las imágenes ofrecidas por el club cantaban por sí solas. Messi ni le miraba a la cara, le daba la mano de refilón y se marchó a toda prisa. Igual sucedió con Luis Suárez. Búsquenlas. Hablan solitas.
La distancia entre los despachos y el vestuario es sideral. Y en el caso de Neymar, los pesos pesados Messi, Luis Suárez y Piqué han tenido palabras cariñosísimas para el brasileño en las redes sociales, mientras que Iniesta —que sigue sin aceptar la oferta de renovación del club—dijo que prefería a Neymar a 200 o 300 millones de euros. Por si fuera poco, Busquets incidió en la idea de que “hacen falta fichajes”, metiendo así presión a la dirección deportiva, cuyo jefe es Pep Segura, que por cierto no se habla con Robert Fernández, el responsable del fichaje de Paulinho que Busquets bendijo: “Es un gran jugador que nos puede aportar mucho”.
Vienen turbulencias
La única buena noticia es la normalidad y aparente tranquilidad con la que Ernesto Valverde se lo está tomando todo. Ha llegado al Barça en el peor momento posible, pero sigue imperturbable por el momento, aunque en la rueda de prensa anterior al partido de hoy solo dos preguntas tuvieran que ver directamente con el título. Valverde sale como puede de lo demás, como si no fuera con él. Y así es: se lo ha encontrado. Entre tanta crispación y cuentas pendientes, Valverde es un soplo de aire fresco. Ya veremos si se termina contaminando.
La plantilla por un lado, la directiva y la dirección deportiva por otro. Y ya ni disimulan. En cuanto hay un micrófono delante, se despachan a gusto. Este es el ambiente con el que el Barcelona afronta el 1-3 de la ida. Podría ser peor, pero ahora mismo no se me ocurre cómo. Si Pep Guardiola dijo aquella frase en su presentación en el Gamper, “abrochaos bien los cinturones, nos lo pasaremos bien”, ahora el lema de Valverde debería ser “abrochaos bien los cinturones, que vienen turbulencias”.
El partido de vuelta de la Supercopa de España se está viviendo en Barcelona desde la depresión absoluta. Nadie cree en la remontada, en el milagro. Es más, la idea es que no salgan del Bernabéu muy escaldados. El ambiente no puede ser más fatalista ni estar más enturbiado. La relación entre la directiva y los jugadores, entre la dirección deportiva y la plantilla, no es que sea inexistente, es que directamente es mala. Mala de enviarse mensajitos a través de la prensa, que ya es lo último porque significa que ni siquiera se hablan a la cara.
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