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Alejandro Requeijo: "Vivir el fútbol en soledad por televisión es un exilio autoimpuesto"
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PUBLICA 'INVASIÓN DE CAMPO'

Alejandro Requeijo: "Vivir el fútbol en soledad por televisión es un exilio autoimpuesto"

El autor, periodista de El Confidencial y profesor de la Universidad Francisco de Vitoria, se estrena con su primer libro, un manifiesto contra el fútbol como negocio y en defensa del aficionado

Foto: Alejandro Requeijo posa con 'Invasión de Campo' en la redacción de El Confidencial. (S.B.)
Alejandro Requeijo posa con 'Invasión de Campo' en la redacción de El Confidencial. (S.B.)

Si has pasado varios veranos de tu vida en Buenos Aires y te gusta el fútbol, es sensato pensar que puedes defender el sentimentalismo de este deporte. Eso es lo que hace Alejandro Requeijo (Madrid, 1985) en Invasión de Campo (Pengüin Libros, 2023), un manifiesto contra el fútbol como negocio y en defensa del aficionado.

Hijo de marino mercante, Requeijo se adentra en aguas tenebrosas al criticar en el libro a los comisionistas, los patrocinadores o los jugadores actuales. En general, a todos aquellos que conciben el fútbol simple y exclusivamente con ánimo de lucro. Si usted no lo conoce, puede extrañarle estas opiniones sobre gente tan poderosa, pero el autor lo hace a diario en las páginas de El Confidencial.

Requeijo es profesor en la Universidad Francisco de Vitoria y periodista de investigación en El Confidencial. Antes pasó por Europa Press, El Español y Vozpópuli. Además de su interés por todo lo que acontece en Interior, es un acérrimo aficionado del Atlético de Madrid. Y un puritano del fútbol en el sentido más literal. El autor atiende a este diario para conversar sobre el libro, cuyo primer capítulo ya fue adelantado.

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PREGUNTA. ¿Cuándo y por qué decide escribir el libro?

RESPUESTA. He acumulado durante mucho tiempo textos sobre mis vivencias en torno al fútbol y a los estadios. Eran más diarios de viajes, de desplazamientos, de finales, de victorias, de derrotas… También cabían historias que me contaban otros compañeros de grada y que recopilaba. El detonante fue la publicación de los Supercopa Files. La editorial Pengüin se puso en contacto conmigo y me sugirieron que hiciera un libro sobre corrupción, concretamente sobre el papel de los comisionistas en el fútbol y en otros deportes.

P. ¿Por qué no lo hizo sobre este tema?

R. Tras esa primera cita con la editorial, pregunté por su experiencia a varios compañeros del entorno de la prensa que habían escrito libros. Todos coincidieron en que si iba escribir un libro tenía que hacerlo sobre algo que me apasionara mucho. El folio en blanco es muy pesado, porque no es lo mismo un libro que un reportaje. Aunque reconozco que investigar sobre corrupción me gusta, no me apasiona tanto como el fútbol.

Foto: Invasión en el estadio del Rayo Vallecano. (EFE/Chema Moya)

P. ¿Cómo fue esa segunda reunión en la que sugiere otro tema?

R. Hablé con mi editor, Gonzalo, y le propuse una cosa intermedia. La conversación giró y le dije que, en realidad, yo quería hacer un manifiesto de grada. "¿Un manifiesto de qué?", me preguntó. Entonces me relajé y empecé a contarle cómo entiendo yo el fútbol. Y le comenté que se podía combinar perfectamente.

P. Ahí nació Invasión de campo.

R. Sí, la clave era señalar a esas personas que están enturbiando esa relación entre el hincha y sus ídolos por intereses económicos y comerciales. Coincidió que me fui unos días de viaje y reflexioné sobre la estructura del libro. Y tuve claro que la foto tenía que resumir el espíritu del libro: una invasión de campo, con los aficionados en el centro de la escena.

placeholder 'Invasión de Campo', el primer libro de Alejandro Requeijo. (S.B.)
'Invasión de Campo', el primer libro de Alejandro Requeijo. (S.B.)

P. ¿Cuándo encuentra tiempo un periodista 24 horas como usted?

R. Por las noches (cuando menos suena el teléfono), los fines de semana y durante las vacaciones. Si bien es cierto que en algunos capítulos he tenido que hacer un arduo trabajo de investigación, en la inmensa mayoría son basados en mi experiencia vital en los estadios. Por tanto, este libro se parece mucho a las conversaciones que tenemos los aficionados de un campo; se trata de plasmar en páginas el estilo de vida que he consagrado durante toda mi vida.

P. En Líbero ha publicado textos similares. ¿Sirvieron de inspiración para el libro?

R. No tanto. En Líbero he hablado más de relaciones que se tejen entre aficionados que, en condiciones normales, jamás se hubieran conocido. Sin embargo, tienen una adhesión común a una causa, en este caso un equipo de fútbol. Es una cohesión muy profunda porque está sujeta a algo muy emocional.

P. ¿El dinero siempre ha imperado en el fútbol?

R. No siempre. Es cierto que el debate en torno al dinero siempre ha estado muy presente a lo largo de toda la historia. Quizá hace un siglo el debate era si el fútbol tenía que ser amateur o profesionalizarse. Ahí hubo discrepancias, escisiones y enfrentamientos. Hubo quienes defendieron que tenía que seguir siendo amateur para que fuese puro. Finalmente, se impuso la cuestión profesional y, por tanto, el dinero de las inversiones. Yo no soy contrario a darle la espalda al dinero y a la financiación, pero creo que todo es compatible. De hecho, hay muchos ejemplos en países de nuestro entorno en los que se ha combinado bien la viabilidad económica con el respeto a la identidad, a la tradición y al aficionado.

P. ¿Hay alguna Liga en la que se cumpla lo que defiende? En el libro habla del modelo 50+1 de la Bundesliga.

R. Todos los sistemas tienen cosas positivas y negativas. El modelo español no me gusta absolutamente nada, porque durante demasiado tiempo ha vivido de explotar una rivalidad que se reducía al Madrid y al Barcelona. Si analizas la Premier League, cualquiera puede decirte que también hay capital extranjero, e incluso árabes detrás de la financiación de algunos clubes, como el Manchester City o el Newcastle. Aunque eso es cierto, los ingleses nunca van a dejar de jugar sus competiciones en Wembley. La Federación Inglesa es la que más dinero factura en el mundo y lleva sin ganar un Mundial desde 1966. Por tanto, la explicación tiene que ser otra.

placeholder Los jugadores del Borussia Dortmund celebran una victoria con el público. (EFE/Yoan Valat)
Los jugadores del Borussia Dortmund celebran una victoria con el público. (EFE/Yoan Valat)

P. ¿En qué se diferencian los ingleses?

R. El escudo de su federación es un dibujo medieval con tres leones tendidos. Nadie, al menos de momento, ha planteado hacer un diseño infame de su escudo para ingresar más dinero o para que se vea mejor en las redes sociales. Incluso puede sorprender mucho que la Premier League prohíbe a sus participantes o equipos tomar decisiones que atenten contra la identidad de su historia o de sus clubes sin consultar antes de una manera seria y fiable a sus aficionados.

P. ¿Qué se hace mal en España?

R. Prácticamente todo. Fallan los precios de las entradas, los horarios, los arbitrajes, la gestión de los clubes, que a los socios se les privase de ser dueños de sus equipos en los 90… Los clubes pasaron a ser propiedad de empresarios sin escrúpulos que, en muchos casos, los llevaron a la ruina. También falla el respeto a las aficiones visitantes y el relato, porque todo gira en torno al Madrid y al Barcelona. Si me apuras, durante demasiado tiempo giró en exclusiva a Messi y a Cristiano. LaLiga es una competición cerrada en la que no hay alternativas a todo eso.

"Fallan los precios, los horarios, los arbitrajes, la gestión de los clubes, que a los socios se les privase de ser dueños de sus equipos..."

P. ¿El fútbol español se fue al garete con la conversión de los clubes en sociedades anónimas deportivas?

R. El fútbol español estaba mal antes porque acumulaba muchas deudas y porque la gestión no había sido precisamente ejemplar. Yo soy un demócrata convencido y creo que los equipos de fútbol no son empresas, puesto que no nacieron con esa vocación. El hecho de que nuestras instituciones públicas impulsaran la expulsión del hincha fue una traición al espíritu de los propios clubes. De hecho, así lo ha reconocido la nueva Ley del Deporte, que indica que la decisión que se tomó en 1992 fue un error porque no soluciona los problemas del fútbol. ¿Ahora quién nos devuelve nuestros clubes?

P. ¿Es reversible ese proceso?

R. No hay vuelta atrás en eso.

P. Ha citado antes las deudas. El debate económico está más presente que nunca.

R. Me sorprende ver que los niños saben explicarte qué es una palanca económica, pero no un sistema de juego. Es una relato basado en lo económico, porque es un fútbol en el que lo mercantil lo inunda todo. El balompié debería permanecer ajeno eso. En España está el fair-play financiero para evitar la ruina de los clubes, pero algo debe estar fallando cuando están más endeudados que nunca. Es evidente que el modelo no funciona.

P. Los jóvenes ahora apenas ven fútbol. ¿Es un problema que solo está presente en España?

R. Cuando me asomo a otras latitudes, incluso también a algunos campos de España, sí veo a mucha gente joven. Yo defiendo que no hay que vender el fútbol como un mero espectáculo, porque los más jóvenes siempre van a encontrar algo más espectacular y, por cierto, más barato. Eso es lo que creo que hay que fomentar: no maltratar a quienes defendemos que la supervivencia del fútbol pasa por fomentar la adhesión sentimental a un club.

placeholder El Santiago Bernabéu, repleto de aficionados durante un partido. (EFE/Rodrigo Jiménez)
El Santiago Bernabéu, repleto de aficionados durante un partido. (EFE/Rodrigo Jiménez)

P. En el libro cita el ejemplo de un amigo suyo que paga más de 1.000 euros del carné del Madrid por mantener la tradición de su padre y de su abuelo.

R. Y no solamente eso. Yo me trago un 0-0 muy aburrido en el estadio porque es mi equipo, no porque me lo esté pasando bien. La semana siguiente, voy a regresar al campo de nuevo por eso mismo. El día de mañana, yo me encargaré de que lo haga mi sobrino, igual que mi padre y mi abuelo lo hicieron conmigo. Yo le estoy garantizando la continuidad al negocio al conseguir generaciones de fidelidad.

P. ¿Cuántos puritanos como usted cree que quedan?

R. Somos más de los que nos dicen. Una de las cosas que tenemos en contra es que existe una especie de pesimismo disfrazado de realismo que siempre dice que no hay nada que hacer; que no vamos a cambiar nada. Y yo me rebelo contra eso. En este caso, el pesimismo no puede ser una opción. Tomar conciencia de lo que representamos en este negocio del fútbol nos haría más fuertes. Si te vas fuera de España, ves que las aficiones son capaces de lograr cosas. Sin ir más lejos, la de los aficionados ingleses tras el anuncio de la Superliga.

P. Valdano escribió que "esa guerra la ganaron los aficionados ingleses".

R. Coincido en muchos análisis de Valdano, como en este caso.

"Tomar conciencia de lo que representamos en este negocio nos haría más fuertes. Fuera ves que las aficiones son capaces de lograr cosas"

P. Sobre ese tema, Albert Ortega sostiene que la Premier League es una Superliga en sí y por eso no la necesitan.

R. Claro. Ellos no necesitan nada, pero también los propios británicos siempre han defendido las cosas de las islas. Son muy fieles a su idiosincrasia. La salida de la Unión Europea es un ejemplo. Hay cosas que en España nos cuesta entender, pero a un aficionado inglés hay que explicarle muy despacio eso de que es más importante ganar la Copa de Europa que la Premier. Por tanto, ningún Florentino les va a convencer de que es mejor renunciar a su Boxing Day, a sus tradiciones y a su manera de entender el fútbol. Entre otras cosas, porque lo inventaron ellos.

P. ¿Tiene relación la decadencia que ve en el fútbol con la del periodismo deportivo?

R. El periodismo de masas bebe mucho del relato que ha interesado a los clubes de este país, el Madrid y el Barcelona. No obstante, no culparía al periodismo de eso. Hay muchos factores. Por ejemplo, que haya que pagar 90 euros por una entrada. Además, los futbolistas han aceptado con gusto la posibilidad de no ponerse delante de un periodista para dirigir a sus aficionados. Eso provoca que la opinión gane cada vez más presencia en los medios en detrimento de la información. No soy partidario de culpar a la prensa.

placeholder Endrick, en una entrevista. Cada vez son menos las que conceden los jugadores. (EFE/Valeria Da Silva)
Endrick, en una entrevista. Cada vez son menos las que conceden los jugadores. (EFE/Valeria Da Silva)

P. ¿Se ha convertido el fútbol en una dictadura?

R. El fútbol se rige por parámetros que no le permitiríamos a ninguna institución pública, ni siquiera privada. Hemos aceptado con demasiada facilidad que eso no tiene límites y que, por tanto, un señor puede decidir por su cuenta que la Supercopa de España se juegue en una dictadura como Arabia Saudí. Si tenemos en cuenta que estamos en un sistema democrático de libre mercado, el fútbol no está sujeto absolutamente a ninguna relación. De hecho, lleva demasiado viviendo en una especie de burbuja que no se corresponde con los tiempos.

P. En uno de los capítulos cita una frase de Maradona en la que dice: "Yo me puedo quejar porque soy parte del espectáculo". ¿El jugador sigue siendo parte de ese espectáculo?

R. El jugador ha aceptado ser un florero en todo lo que representa. Alguien dirá que son los protagonistas, pero el protagonismo no se reduce en exclusiva a lo que sucede en el césped. Los futbolistas han tenido que jugar en Arabia Saudí y nadie les había preguntado; tienen que someterse a calendarios abusivos que ponen en riesgo sus carreras. Deberían reivindicar su poder, su papel protagonista. Más que defender sus contratos publicitarios, tienen que proteger a los hinchas que recorren kilómetros y sacrifican economía para apoyarlos.

P. Los jugadores están ahora mejor pagados que nunca. ¿No es eso morder la mano que les da de comer?

R. Son solo unos pocos, los de los clubes que todos conocemos, los que están cobrando auténticas barbaridades. En ese sentido son insolidarios incluso con sus propios compañeros. No te hablo ya de los que juegan en Segunda, sino incluso en Primera. Esas desigualdades en el fútbol también se traducen en el salario de los jugadores. Yo critico que un futbolista esté más preocupado por tener seis coches de alta gama que por sus condiciones de trabajo.

P. ¿No les interesa que haya un sindicato fuerte de jugadores a nivel internacional?

R. Un sindicato fuerte pasa porque las grandes figuras del fútbol, los que más dinero cobran, se planten. Eso es muy complicado. De nada serviría que hoy, por ejemplo, hubiera una huelga de jugadores de tercer o cuarto nivel porque su poder de presión es mucho más reducido. Si las principales figuras del fútbol Mundial se plantasen, tardarían minutos en conseguir lo que se propusieran.

placeholder Maradona, en su etapa como seleccionador de Argentina. (EFE/Javier Lizón)
Maradona, en su etapa como seleccionador de Argentina. (EFE/Javier Lizón)

P. Quizá ese poder de convocatoria lo tenía Maradona, al que mencionas en un capítulo del libro por su constante referencia a Villa Fiorito (el barrio en el que se crio).

R. Maradona es un tipo muy controvertido, polémico y contradictorio. Eso sí, como decía Víctor Hugo Morales, es un eterno batallador que siempre está en combate. Se peleó con todos: Havelange, Grondona, Blatter… De hecho, en algunos casos el tiempo le dio la razón. Por supuesto que su voz tenía mucho peso. Eso sí, luego acabó viviendo con los jeques árabes. Echo de menos esos personajes que tienen voz propia y que trasciendan de la imagen que quieren de ellos en su club o en su agencia de representación.

P. ¿Es Vallecas el paradigma de la invasión de campo o se inclina más por los estadios argentinos?

R. He estado en Vallecas varias veces y siempre me lo ha pasado bien. Tiene muchas cosas envidiables, como la absoluta identificación que el barrio tiene con su equipo y viceversa. Eso reconozco que me da mucha envidia, especialmente de los argentinos. Ellos han reivindicado en el Mundial una forma de entender este deporte; han sido capaces de llenar un torneo de cartón y piedra como el de Qatar. Es muy curiosa su forma de entender el fútbol a ojos de los europeos. A nosotros parece que nos interesa más las comodidades en el estadio, pero a ellos solo les importa una cosa, llevar en volandas a su equipo. Yo defiendo más esa manera de entender el fútbol.

Los argentinos han reivindicado en el Mundial una forma de entender el deporte; han llenado un torneo de cartón y piedra como el de Qatar

P. ¿Argentina es el único país que conserva esa esencia que defiende en el libro?

R. El fútbol argentino tiene una identidad histórica que me entusiasma. También me gusta ver a los aficionados de África, especialmente a los del norte, porque atraviesa un momento muy interesante en términos de gradas y estadios. Por cierto, los estadios japoneses también tienen mucha atmósfera y son muy ruidosos. Eso es lo que me gusta, porque ahora parece que todos los estadios tienen que ser homogéneos para así convertirlo en un paquete vendible en términos económicos.

P. ¿Dónde hay más trapos sucios, en la política o en el fútbol?

R. Las últimas exclusivas de El Confidencial ponen de relieve que el fútbol, como casi todo lo que genera poder y dinero, es un campo abierto para alguien que quiera saltarse las normal. En los últimos años, la cobertura habitual en torno al deporte ha estado demasiado centrada en el espectáculo, carente de un periodismo de investigación en torno al balompié. Hay casos muy contados, como Esteban Urreitzieta en El Mundo o El Confidencial. Eso se echa de menos de la época de José María García.

Foto: José María Caneda, en una imagen de archivo (Efe)

P. José María Caneda me dijo que "la gran lacra del fútbol son los intermediarios". ¿Coincide?

R. Han empezado a aparecer un montón de intrusos que sobran en el fútbol y que contribuyen a agrandar la tienda, porque hay que repartir más dinero y, por tanto, hay que generarlo. Eso deriva en esa inflación suicida en la que vive inmersa el fútbol desde hace muchos años. Además, contribuyen a separar al hincha de los jugadores.

P. ¿Qué jugador encajaría en esta definición del fútbol que hace? ¿Mágico González?

R. No, no. Mágico era un bohemio, una mente difusa, no era una militancia. Respeto y admiro mucho su figura, de la que hablo en el libro para decir que poca gente sabe que también pasó por el Valladolid. Es tal su impronta en Cádiz que sigue presente en las gradas 40 años después. A veces tengo la sensación de que una personalidad así solo podía encajar en Cádiz, igual que Maradona en Nápoles.

"Mágico era un bohemio, una mente difusa, no era una militancia"

P. ¿Quién cumpliría entonces con el perfil?

R. Yo soy más partidario de otro tipo de perfiles, más conscientes del desafío que entraña vestir una camiseta y representar a una afición. Hay gente, como Marcelo Bielsa o Raúl García, con la que me identificó perfectamente. Han dado la cara sobre cuestiones relevantes que afectan a los aficionados.

P. Habla también de la gente que paga por ver el fútbol por televisión, que en algunos casos es casi lo mismo que el abono de un equipo.

R. En eso estoy de acuerdo, porque el precio para ver el fútbol está completamente desorbitado. Por supuesto que hay otras formas de proximidad más allá del Bernabéu o el Camp Nou. Hay dos estadios repletos de gente joven, como son el Benito Villamarín y Anoeta. Además, vivir el fútbol solo, a través de la televisión, es una especie de exilio autoimpuesto. Eso elimina la posibilidad de que el aficionado se muestre tal y como es, en comunidad y en unión.

P. ¿Algún día se pinchará la burbuja del fútbol?

R. España es un ejemplo. Hace 20 años, éramos un locos, porque aquí se pagaban auténticas barbaridades y ahora no es así. Por tanto, tienen que ser conscientes de que después de los excesos llega la resaca. Lo que reivindico en el libro es la garantía de la supervivencia del fútbol. Porque los que más sufren este deporte son los que muestran adhesión inquebrantable a unos colores y a un equipo. Hay que fomentar esos relatos más que maltratarlos o ridiculizarlos.

Si has pasado varios veranos de tu vida en Buenos Aires y te gusta el fútbol, es sensato pensar que puedes defender el sentimentalismo de este deporte. Eso es lo que hace Alejandro Requeijo (Madrid, 1985) en Invasión de Campo (Pengüin Libros, 2023), un manifiesto contra el fútbol como negocio y en defensa del aficionado.

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