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La depresión de Messi es más profunda que la que sufre con Argentina
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señala un problema para competir

La depresión de Messi es más profunda que la que sufre con Argentina

Lo que tiene que haber llorado Messi en los últimos 18 días para manifestar que es más exagerada la derrota contra el Liverpool que perder una final del Mundial con la Selección argentina

Foto: Leo Messi con gesto serio en la rueda de prensa antes de la final de Copa del Rey contra el Valencia. (Efe)
Leo Messi con gesto serio en la rueda de prensa antes de la final de Copa del Rey contra el Valencia. (Efe)

Messi está más acostumbrado a ganar que a perder. A dar exhibiciones y dejar por los suelos a sus rivales que a que le saquen los colores. A soñar a lo grande que a llevarse un tortazo de realidad. Lo que sufrió en Anfield fue una humillación y por la que se le sigue viendo destrozado. Con el corazón roto hasta que llegue la siguiente Champions. Está en ese largo proceso de reflexión que le lleve a olvidar lo malo y motivarse con nuevos retos. Parece un atrevimiento decir que Messi está desmotivado, pero es así como acaba una temporada en la que puede conseguir Liga y Copa del Rey, toda vez que el Pichichi y la Bota de Oro ya las tiene. El drama de Messi es que la felicidad estaba en la Champions y al Barcelona le dieron un baño de humildad.

Lo que tiene que haber llorado Messi en los últimos 18 días, el tiempo que ha pasado desde el batacazo en Anfield hasta la final de Copa del Rey contra el Valencia, para manifestar que es más exagerada la derrota contra el Liverpool que perder una final del Mundial con la Selección argentina. Está hundido. Abatido. La depresión de Messi es tan profunda que no le importa reconocer que hicieron un partido lamentable y enviar un dardo al grupo. “No competimos”, es el diagnóstico que hace público el capitán del Barça dos semanas y media después de la eliminación. Es un dardo a los compañeros porque a nadie se le ocurre cuestionar a Messi. Si no hubiera sido por él, en el Camp Nou –en la ida– ya se habrían llevado un susto. Si no hubiera metido 36 goles en la Liga, probablemente les habría pisado los talones el Atleti.

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Messi no encuentra respuestas a las dos tragedias que ha sufrido el Barcelona en la Champions y se maldice por no haber aprendido la lección de Roma. Un año después se produce la de Liverpool. Algo falla en el Barcelona y no es, precisamente, Messi. El capitán lo achaca a un problema de actitud y mentalidad. Es la única manera de encontrar una explicación a la falta de competitividad. “Nos estábamos jugando una final y nos dejamos pasar por arriba”, es el lamento de Leo Messi. Más claro, agua.

placeholder Messi y Piqué, antes de la final de la Copa del Rey. (Efe)
Messi y Piqué, antes de la final de la Copa del Rey. (Efe)

El 'pecho frío'

Los críticos de Messi en Argentina le califican de ‘pecho frío’ y le culpan de falta de garra y corazón cuando juega con la albiceleste. No comprenden cómo es capaz de ganar muchos partidos, hacer goles fantásticos y levantar títulos con el Barcelona y no hacer lo mismo con la Selección argentina. Anfield es uno de esos días en los que Messi reconoce que, por encima del estilo o el talento individual, está el carácter y la sangre caliente. Que un equipo pude ganar al mejor jugador del mundo. La osadía, vivacidad y bravura con la que les doblegó el Liverpool de Jürgen Klopp. Si Messi también sucumbe con el Barcelona en días señalados y con presión, ya tienen la explicación en Argentina de cómo el Dios es humano. En el Barcelona y con su Selección.

Que no se preocupen en Barcelona ni en Argentina. Messi anuncia que seguirá en ambos sitios, que por su cabeza solo pasa seguir intentándolo y, pese a los golpes, tiene que continuar con su carrera. Faltaría más. A Messi le pasa como a todo hijo de vecino. Hay que tirar para delante cuando vienen mal dadas. Y si es con Ernesto Valverde, mejor. Según Messi, las críticas al técnico no son justas. El capitán salva de la debacle de Liverpool a un entrenador al que, precisamente, se le acusa de ser un ‘pecho frío’.

Messi está más acostumbrado a ganar que a perder. A dar exhibiciones y dejar por los suelos a sus rivales que a que le saquen los colores. A soñar a lo grande que a llevarse un tortazo de realidad. Lo que sufrió en Anfield fue una humillación y por la que se le sigue viendo destrozado. Con el corazón roto hasta que llegue la siguiente Champions. Está en ese largo proceso de reflexión que le lleve a olvidar lo malo y motivarse con nuevos retos. Parece un atrevimiento decir que Messi está desmotivado, pero es así como acaba una temporada en la que puede conseguir Liga y Copa del Rey, toda vez que el Pichichi y la Bota de Oro ya las tiene. El drama de Messi es que la felicidad estaba en la Champions y al Barcelona le dieron un baño de humildad.

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