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El día en que la rabia de Leo Messi rescató a un Barcelona 'pobre' en posesión
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El día en que la rabia de Leo Messi rescató a un Barcelona 'pobre' en posesión

El Barcelona ha encarrilado la eliminatoria con un 3-0 (goles de Luis Suárez y dos de Leo Messi) en el Camp Nou ante el Liverpool que los deja con un pie en la final de la Champions

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Si se encuentra a alguien que no ha visto el partido entre el Barcelona y el Liverpool y le explica que al equipo de Valverde le dieron un baño durante buena parte de la segunda mitad, pero que ganó 3-0, pensará que le tiene usted manía al Barça. Si encima añade que un 4-0 podía haber sido posible (ese último disparo de Dembélé…), estará seguro de que es un hincha del Madrid enfurecido. Insista sin miedo. Que tiene razón más allá de filias y fobias. Pero el fútbol es suerte, acierto y sobre todo Leo Messi. Un Messi descomunal. El gran damnificado es el Liverpool, que se marchó para casa con un resultado dificilísimo de remontar después de haber sometido al conjunto azulgrana con el que, hasta no hace mucho, era el santo y seña del equipo y de la entidad: el balón.

Después de una primera parte frenética en la que hasta los espectadores terminaron echando los pulmones por la boca y con la alegría del gol de Luis Suárez en el minuto 26, nadie sabía muy bien cuál era el plan de Valverde. Porque en el correcalles apostó por Coutinho y no por Dembélé, que era ideal para esa fórmula que los modernos amantes de la NBA denominan ‘box to box’. Un toma y daca taquicárdico sin control porque se dejó a Arthur —el mismo Arthur que en verano hasta Messi dijo que le recordaba a Iniesta— y alineó a Arturo Vidal. El resultado fue un quiero, pero no puedo. Y ahí empezó Leo su recital, corriendo como si no hubiera un mañana, presionando, robando balones, de lateral, de interior, de extremo. De todo.

En la segunda parte, el Barça tuvo que coger aire y casi se la pega. Ter Stegen sostuvo al equipo con tres paradas de mérito —sobre todo, después de un disparo de Salah— y Valverde no movía el banquillo pese a que se masticaba el desastre.

"La verdad es que sí fue un golazo"

Basta decir que en el minuto 60 la posesión del balón era del Liverpool, con un 62% por un 38% culé. Increíble, pero cierto. El baño era un hecho, el personal comenzó a ponerse nervioso y Coutinho, que con su gesto a la grada ante el United echó todos los boletos en el sorteo, se llevó la bronca después de perder una pelota. Cuando un minuto después el técnico le sustituyó, escuchó silbidos, y no pocos. Y ante el soponcio, volvió a aparecer Messi para marcar en el minuto 75 a placer después de que el chut de Luis Suárez rebotara en el larguero. El argentino lo celebró e inmediatamente pidió a la grada que dejara de pasar cuentas y animara. Dicho y hecho. El equipo de Klopp acusó el golpe, Leo olió la sangre y en el minuto 82, con una falta casi a 30 metros del área, enchufó la pelota por la escuadra de Alisson ante el delirio general. “La verdad es que sí fue un golazo. Entró espectacular. La busqué y tuve la suerte de que entrara por ahí, estaba contentísimo”, admitió Messi al micrófono de Movistar todavía en el césped.

Se cumplían 14 años de su primer tanto con la camiseta azulgrana ante el Albacete y el gol 600 fue una maravilla. Una parábola perfecta, un obús para dejar la eliminatoria casi sentenciada. Leo anhela tanto la “Copa tan linda y deseada” que se multiplicó en el campo arrastrando con su rabia a sus compañeros y a la grada cuando ya no le quedaba ni aire: “Entramos en el juego de ellos, de mucho ritmo, muy físico, de partir el partido, de una contra tras otra. No estamos acostumbrados y nos costó, estábamos un poquito asfixiados, pero era lo que exigía este partido y salió bien. El resultado es muy bueno”.

Con la enésima exhibición del argentino, a nadie le importa ahora que el Barça se olvidara de la pelota y la dejara a merced del Liverpool. Con Guardiola en el palco del Camp Nou, los que añoran tiempos pasados se marcharon del estadio felices como perdices soñando con la final en el Wanda. Pero lo que es seguro es que nadie olvidará jamás que sin Messi, nada hubiera sido posible.

Si se encuentra a alguien que no ha visto el partido entre el Barcelona y el Liverpool y le explica que al equipo de Valverde le dieron un baño durante buena parte de la segunda mitad, pero que ganó 3-0, pensará que le tiene usted manía al Barça. Si encima añade que un 4-0 podía haber sido posible (ese último disparo de Dembélé…), estará seguro de que es un hincha del Madrid enfurecido. Insista sin miedo. Que tiene razón más allá de filias y fobias. Pero el fútbol es suerte, acierto y sobre todo Leo Messi. Un Messi descomunal. El gran damnificado es el Liverpool, que se marchó para casa con un resultado dificilísimo de remontar después de haber sometido al conjunto azulgrana con el que, hasta no hace mucho, era el santo y seña del equipo y de la entidad: el balón.

Leo Messi
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