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Los tres eventos que evitaron una traición histórica a Kuss en la Vuelta a España
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EL GREGARIO QUE TOCÓ EL CIELO

Los tres eventos que evitaron una traición histórica a Kuss en la Vuelta a España

¿Qué se hace cuando los líderes del equipo atacan al líder de la carrera, que a la vez es su gregario?

Foto: Roglic y Vingegaard descuelgan a su compañero en el Angliru. (EFE/Pool/Luis Gómez)
Roglic y Vingegaard descuelgan a su compañero en el Angliru. (EFE/Pool/Luis Gómez)

Sepp Kuss (Colorado, 1994) está a punto de convertirse en el primer ciclista que corre las tres grandes en el mismo año y es capaz de ganar una de ellas, la Vuelta a España. Y lo va conseguir arrancando como gregario para las estrellas de su equipo, Primoz Roglic y Jonas Vingegaard, que le han hecho sufrir más que cualquier otro rival. Porque Kuss, que se hizo con el maillot rojo en una escapada loca por la serranía de Teruel, tenía que ceder el maillot a Vingegaard esta semana, en el Angliru, pero sucedió que al norteamericano, siempre sonriente y presto a echar una mano a sus compañeros, le alcanzaron las fuerzas para llegar hasta arriba. Ahora solo le queda superar la etapa del sábado, en la sierra de Madrid, para certificar la victoria.

"El equipo ha decidido que Kuss ganase la Vuelta; yo tengo sensaciones encontradas al respecto", declaró ayer Roglic en línea de meta. Con estas palabras el esloveno, tricampeón de la ronda nacional, admitía en público que tanto él como su Vingegaard habían intentado birlarle el momento de gloria al más fiel de sus escuderos. Sucedió el miércoles, en las últimas rampas del Angliru, con el asfalto picando al 20% y el trío de Jumbo en gloriosa soledad después de haber liquidado a la competencia. Lo que debería haber sido un paseo triunfal mutó en traición cuando Roglic impuso un ritmo demencial sin mirar atrás. Con él se llevó a Vingegaard, una cabra a efectos monteses, pero descolgó a Kuss, que despareció entre la bruma después de boquear 300 metros.

Se dio así una circunstancia rarísima en el pelotón: la de ver a un líder ser abandonado por sus compañeros en la última semana de carrera. No es lo mismo dejar a un compañero en un llano, donde la pérdida de tiempo se mide en segundos, que reventado en las cuestas del Angliru, a merced de otro desfallecimiento, el psicológico, que finiquite tus opciones de victoria. "Pero dónde vais, cabrones", no pudo contener el siempre correcto Javier Ares en la retransmisión televisiva. Era la opinión de todos y cada uno de los que vieron la etapa: "Cuesta entender que no esperasen a Kuss. Era solo un parón de tres segundos para que se enganchase, porque en ese tipo de puertos, solo, te cae una minutada sin que te des cuenta", afirma a este periódico el exciclista Peio Ruiz Cabestany.

"Deportivamente se puede comprender la decisión de Vingegaard y Roglic, porque todo el mundo quiere ganar; humanamente, me cuesta mucho", continúa Ruiz Cabestany. "En el ciclismo, es clave la parte humana, no solo por la dureza del deporte y la necesidad de estar cerca de tus compañeros, sino por el propio espectador. La gente ha visto a Kuss trabajar durante años para sus compañeros y ahora quiere a él verle ganar una carrera. Atacándole así, Vingegaard y Roglic se echaron a la gente encima".

Todos con Kuss

En efecto, las redes sociales se volcaron al finalizar la etapa con Kuss, recordando que, hace tres años, fue el norteamericano quien tuvo que frenar para rescatar a Roglic en el Angliru, o que no habría podido ganar el Giro de este año sin su apoyo en las cimas transalpinas. El escándalo fue tal que incluso The Wall Street Journal, poco dado al deporte en general y al europeo en particular, le dedicó un espacio en su portada: "Kuss va a ganar la carrera de su vida (si sus compañeros no se la roban)".

No se la robaron. Contra todo pronóstico, el Jumbo apoyó a Kuss en la última etapa de montaña y pudo conservar esos ocho segundos que, a buen seguro, Vingegaard pudo arrebatarle en la llegada a la Cruz de Linares. ¿Influyó la presión social en el cambio de actitud de los ciclistas en la siguiente jornada? Un director de equipo de la Vuelta, que prefiere no revelar su identidad, está convencido de que así fue: "Todos alucinamos con el ataque, no solo el público. En mi autobús no se hablaba de otra cosa. Después, en meta, vimos que las preguntas de los periodistas iban con veneno y ahí supimos que se iba a liar", afirma. "No me cabe duda de que los tres de Jumbo y el director de equipo tuvieron una reunión el miércoles en el hotel y se decidió con firmeza que iba a ganar Kuss. La libertad es buena hasta que se convierte en un problema".

"Sus compañeros le atacaron, pero Kuss no dio un solo relevo para cogerles"

En ciclismo, los problemas de imagen pública pesan más que en otros deportes. A diferencia del fútbol o el baloncesto, los equipos ciclistas no se identifican con una ciudad, sino con su patrocinador. De modo que para la cadena de supermercados neerlandeses Jumbo, cualquier jaleo de carrera impacta directamente sobre su logotipo. "El patrocinador manda y sus llamadas no solo existen, sino que son habituales. No sé si este es el caso, pero no me extrañaría", explica el director de la Vuelta.

"Es que Kuss no podría haber hecho más por ganarse al público. Un tipo currante, que siempre está de buen humor... y que no dio un solo relevo a Landa, cuando le dejaron descolgado, porque hay una norma no escrita en ciclismo que dice que no puedes trabajar cuando alguno de tus compañeros va por delante", dice Ruiz Cabestany. "Vamos, que sus compañeros se pasaron las normas por el forro atacándole, pero aun así él las siguió al dedillo".

placeholder Kuss, con Vingegaard y Mas de fondo, durante la ascensión al Angliru. (Reuters)
Kuss, con Vingegaard y Mas de fondo, durante la ascensión al Angliru. (Reuters)

Kuss ha puesto de su parte para ganarse a la afición. Emparejado con una catalana y residente en Andorra, no ha habido un final de etapa en el que no encontrase el momento de agradecerle al público su apoyo. ¡"Kuss, Kuss, Kuss!", le gritaban ayer, en las cumbres de la Cruz de Linares, cerca de Oviedo. "Ha habido momentos en los que he estado a punto de llorar de la de gente que me ha estado animando", admitió Sepp.

La visión del director

Sin embargo, las decisiones del Jumbo no se ven igual desde el coche. Manolo Saiz, exdirector del equipo ONCE, valida por completo la estrategia de los neerlandeses: "Solo el director sabe lo que tiene dentro del autobús. Quién va bien, quién parece que va pero no va tanto, quién puede aguantar el peso del maillot de líder..." explica a este periódico. "En el Angliru, la estrategia estaba enfocada a que ganase el Jumbo, no Kuss. Como director, lo que quieres es asegurarte los puestos, no que se haga con un determinado corredor. Y Jumbo ha conseguido el podio completo, no se le puede pedir más".

Para Saiz, cuando un equipo tiene al líder y al segundo clasificado, la clave pasa por proteger al último: "Por una parte, un líder se siente más cómodo sabiendo que tiene una red de seguridad, que si falla, su compañero se pondrá líder", explica. "Por el otro, el tercer y el cuarto clasificados tienen menos alicientes para atacar, porque saben que no les vale con dejar a uno, tiene que ser a dos que encima son compañeros y van a colaborar. En esta línea, creo que Jumbo estaba intentando defender el segundo puesto, no el primero".

"A veces hay que decir cosas duras", dijo Kuss al terminar la etapa

Ayer, por primera vez en la Vuelta, vimos a Vingegaard trabajar para su gregario. Apenas fueron unos kilómetros, suficientes para comprender que se había desbaratado la traición desde arriba. Había caras largas, reproches silenciados, en un juego de pinganillos que quizá algún documental desvele en el futuro. Ni aun así consiguieron frenar los conatos de salvajismo: en el último kilómetro, Kuss salió a rueda de Almeida y, una vez a su altura, le contraatacó. Vingegaard perdió rueda por detrás y empezó a bramarle el pinganillo al norteamericano, que frenó en seco, como lo haría un gregario. En meta, más reposado, Kuss admitió la paz forzosa: "A veces hay que decir algunas palabras duras".

"El cambio de actitud de todos los del equipo ha sido radical. A mí no me ha extrañado que hoy tirase del grupo Vingegaard: lo que me ha sorprendido es que no lo hubiera hecho ni un momento en toda la carrera", dice Ruiz Cabestany.

El tercer elemento

Mikel Landa es el ejemplo de que la actitud cuenta en el ciclismo. El corredor vitoriano nunca ha ganado una gran vuelta, pero tiene una legión de fans que siempre se deja ver en las cuentas de los puertos. Porque, a diferencia de Enric Mas, de nivel similar, Landa ataca en cuanto puede, aunque eso signifique desfondarse y no llegar a meta con los mejores. Así nació el landismo.

En el Angliru, cuando los capos abandonaron a Kuss, Landa se encontró entre la niebla a un hombre traicionado, que veía esfumarse su mayor sueño deportivo. Suerte tuvo de encontrarse con el landismo, el de la bici y el de la cuneta, que lo dejó en meta con solo ocho segundos de margen para perder un maillot que nunca le hubieran dejado recuperar. El norteamericano le esprintó, en busca de la bonificación, y tuvo el gesto de pedirle perdón. "Necesitaba los segundos, discúlpame", le chapurreó al oído. "Lo entiendo perfectamente. Que te hayas disculpado dice mucho de tu calidad como deportista", contestó Landa. Sin el vasco, Kuss seguramente habría perdido la Vuelta. "Sin duda, Kuss le debe el maillot rojo a Mikel. Si no le lleva, ese día se deja una minutada", considera Ruiz Cabestany.

"Sin Landa en el Angliru, Kuss habría perdido la Vuelta a España"

En el pelotón, muchos creen que, más allá de la ambición deportiva, los líderes del Jumbo nunca se han tomado en serio a Kuss. Lo ven como un tipo agradable, en quien se puede confiar, pero desprovisto de las aspiraciones del campeón. Consideran que es uno de esos ciclistas que está más en forma cuanto más compite, una forma de decir que no se cuida lo suficiente cuando está en casa. Un caso opuesto al de Roglic, por ejemplo, que ha pasado el verano sin carreras, pero ha llegado a la Vuelta a Burgos y a la Vuelta a España al mejor nivel.

Sin embargo, Kuss, el gregario, será campeón el domingo. La pregunta es durante cuánto tiempo. ¿Se convertirá el gregario en un líder con casi 30 años? O, lo que es lo mismo, ¿ganar te convierte en un campeón, o viceversa? "Lo dije el otro día en privado: Roglic y Vingegaard van a seguir tomando comida de astronauta, pero Kuss es probable que se permita alguna hamburguesa. Esto no quiere decir que sea malo, sino que no todos quieren, ni pueden, asumir el peso de ser el líder de un equipo. Un líder tiene que hacerlo todo perfecto no solo durante la carrera, sino muchos meses antes en la preparación", afirma Manolo Saiz.

Foto: Evenepoel fue el ganador de la decimoctava etapa de la Vuelta. (EFE/Manu Bruque)

En esta línea, Saiz recuerda el caso de la Vuelta a España 1991, que ganó Melchor Mauri. "Melchor no sufrió mientras Marino Lejarreta, también del ONCE, estuvo segundo pues, pero después..." después estuvo a punto de perder la carrera en la sierra de Madrid ante un joven, de apellido Induráin, que meses más tarde ganaría el primero de sus cinco Tours. "Y lo mismo nos pasó en 2003 con Isidro Nozal e Igor González de Galdeano. Mientras un compañero vaya segundo, no hay problema, cuando te llega la responsabilidad a los hombros, pasan otras cosas".

Cabestany tampoco le ve madera de líder al norteamericano: "Creo que seguirá siendo gregario el año que viene, porque es lo que tiene interiorizado. Ser líder es una cuestión de carácter. Mira, en la etapa que ganó, en Javalambre, perdió tiempo saludando a los aficionados antes de llegar a meta. Eso es impensable para alguien que esté luchando por la general. No creo que Kuss quiera asumir la presión que implica ser un líder... ¡seguirá siendo el mejor gregario del mundo, que ya lo quisiéramos muchos!".

Sepp Kuss (Colorado, 1994) está a punto de convertirse en el primer ciclista que corre las tres grandes en el mismo año y es capaz de ganar una de ellas, la Vuelta a España. Y lo va conseguir arrancando como gregario para las estrellas de su equipo, Primoz Roglic y Jonas Vingegaard, que le han hecho sufrir más que cualquier otro rival. Porque Kuss, que se hizo con el maillot rojo en una escapada loca por la serranía de Teruel, tenía que ceder el maillot a Vingegaard esta semana, en el Angliru, pero sucedió que al norteamericano, siempre sonriente y presto a echar una mano a sus compañeros, le alcanzaron las fuerzas para llegar hasta arriba. Ahora solo le queda superar la etapa del sábado, en la sierra de Madrid, para certificar la victoria.

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