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Pogacar vs. Vingegaard, el gran duelo del Tour de Francia de 2024 que ya empezó en este Tour
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UNA CARRERA PARA RECORDAR

Pogacar vs. Vingegaard, el gran duelo del Tour de Francia de 2024 que ya empezó en este Tour

El ciclismo siempre se ha alimentado con leyendas, con mitología. Si trae duelos, mejor. Y eso es lo que parece que trae esta rivalidad que apunta a grande en los próximos años

Foto: Vingegaard, campeón del Tour por segundo año. (Reuters/Benoit Tessier)
Vingegaard, campeón del Tour por segundo año. (Reuters/Benoit Tessier)

Se acabó el Tour y todos tenemos una sensación rara, como de orfandad, como de último día en agosto. Tres lágrimas, cuatro besos, un magreo bien echao, un te quiero, un no te olvido, un vaya, me olvidé... Aproximado.

Uno puede contarle a usted historietas para no dormir. La Grande Boucle termina un domingo, que es día para no dormir (ya se duerme el martes o el miércoles, si eso), por lo que cuadra. Podría yo hablarles de la última etapa (la última que importa), que fue por los Vosgos, y en los Vosgos ganó Tadej, y Vingegaard casi pierde toda su ventaja por una tortícolis crónica, de tanto mirar atrás buscando a Tadej. Porque tú tienes siete minutines, tienes al mejor conjunto, tienes fuerzas como para enchufar la Estrella de la Muerte al potenciómetro (consume mogollón una Estrella de la Muerte), pero la psique te delata cuando, aun teniéndolo ganado, te empeñas en que podrías perder... No sé si me explico.

Foto: Vingegaard, entrando con el Jumbo en París. (EFE/EPA/Christophe Petit Tesson)

Que luego ustedes se me pueden poner con no sé qué de Carlos Rodríguez buscando el podio (desde que escribí sobre su mejora en esto de las caídas, no ha parado de pillar esto de las caídas); el Tour calcado de los Yates (los Yates es que navegan todos similar, salvo si son planeadoras con tres motores, que te ficha Jumbo); el gesto (la gesta) imposible de Thibaut Pinot en casa antes de marchar pa' casa. Hay cosas, sí. Pero lo importante es lo otro. Lo otro. Porque todo lo anterior palidece con el gran duelo, el asalto de los asaltos, los puñetazos como panes. Vingegaard versus Pogacar. Vale, diferencias de Armstrong sobre Zülle, pero no hagan caso... Entonces fue el Passage du Gois, este año tuvimos Loze. Hasta ese día...

El ciclismo siempre se ha alimentado con leyendas, con mitología. Y, si traen duelos, mejor. Piensen en los cinco Tours de Merckx... seguro que visualizan Mourenx, igual después llega el Ballon. Pero también anda por ahí Orcières Merlette y el Col de Mente. O Hinault, que fijó más imágenes en Superbagéres (o en Saint-Ètienne) que en Le Pleynet. De Anquetil y el Puy-de-Dôme ni les decimos nada, que bastante fue en su día. Y lo de Coppi con Bartali cae por su propio peso, porque ambos eran más grandes juntos, y todo lo grandes que llegaron a ser trascendió, con mucho, a las bicis. Así que Vingegaard contra Pogacar.

Foto: El danés pulverizó el crono. (Reuters/Benoit Tessier)

A posteriori... masacre. Solo que la masacre duró dos días y el resto anduvo la cosa igualada e, incluso, pareció que inclinaba pendientes para Tadej, con esos arrancares de final eléctrico y cimbreo lejarretesco. Hasta que llegó la crono, y luego el Col de Loze, y en una hizo Vingegaard la mejor performance de cincuenta años (comparen, comparen... no es exagerar), y en el otro entró Tadej con Marc Soler, y si entras con Marc Soler tras un Hors pues... imposible ganarte así el Tour. Lo intentó más tarde en los puertos esos loquísimos de pronunciar que hay por los Vosgos, pero nunca pudo despegarse de Vingegaard Rasmussen (lo juro, es su segundo apellido), y ahí quedó el asunto, con moral pero sin jaune. Hasta entonces, hasta pillar el manillar de Lemond... oye, igualao. Visto ahora, quizá ficticiamente igualado, pero igualado.

Es fácil encontrar las oposiciones a Jonas y Tadej. Tanto que, forzosamente, debe ser erróneo. El danés luce a laburo de sol a sol, a controlar hasta el último pedaleo, a medirse cuántos guisantes puede comer tras los doscientos kilómetros en cada campus de altura. Huele a menos espontáneo que una boys band noventera. Insisto, debe ser falso, porque las cosas fáciles casi nunca son ciertas, pero parece así. Y, aunque tengamos razón, aunque Jonas sea un T-800 con mejoras del profesor John I.Q. Nerdelbaum Frink, pues oye, mientras saque vatios cuesta arriba como para mover la isla de Lost, seguro que todos están contentísimos. Su equipo, él, la mozuca esa que recibe llamadas a diario, justo entre que termina la etapa y mando yo crónica. Todos felices.

placeholder El ciclista esloveno Tadej Pogacar. (EFE/EPA/Martin Divisek)
El ciclista esloveno Tadej Pogacar. (EFE/EPA/Martin Divisek)

Pogacar es algo distinto

Con Pogacar pasa algo diferente. Él tiene pinta de inspiración, trabajar a ramalazos puros, despertarse con el talento saleroso. Ver situaciones, aguantar lo imposible, abrir la nevera y preparar con cuatro platos que disfruta Gordon Ramsey. Eso es Tadej... aunque no solo. Falso, una intuición bella pero inexacta, porque no haces tanto en esto de las bicis sin disciplina tipo Teniente O´Neil. Pero funciona tan bien...

A Tadej todos se permiten recomendar cosas y haceres. Claro, como es majo, pues te tomas confianzas, no me veo yo a la gente pillando por el hombro a Hinault y diciéndole, mira, Bernie, tío, Bernie, te tienes que centrar en esto, esto y esto, Bernie, que no tienes ni idea, Bernie. Y, claro, al otro le saltan empastes que llegan hasta el Galibier, en aproximación precisa. Pero con el esloveno, pues eso, que tiene cara simpática, le salen kikis del casco y no amenaza con violencia (casi) nunca. Que si déjate de Rondes, Tadej. Que si la primavera es una pérdida de tiempo, Tadej. Que si Ardenas para los ardeneros, Pogacar, ya vale. A Tadej Pogacar le dicen que se centre en el Tour aquellos idiotas que solo entienden de ciclismo durante el Tour. Llámenlos cuñaos, futboleros, imbéciles o lo que peor les caiga, yo les apoyo. No se hizo leyenda de este bendito deporte solo en París, que también tenemos Arenbergs y Ghisallos. Perdónalos, Tadej, porque no saben lo que dicen.

Foto: Carlos Rodríguez, después de caerse. (Movistar+)

No quisiera yo una temporada con los supuestamente grandes compitiendo solo tres semanucas. Vamos, no quisiera yo lo que tuve y me aburrió hasta casi hacerme morir. No quisiera, no, que los jovencillos se aficionen a estos bailes sin chicha, a estas gominolas sabor brócoli. Haga usted, santísimo Tadej, lo que quiera, y síganos divirtiendo en abriles locos, que es cuando más tiene uno ganas para desmadrar, que los inviernos son duros, por más que el ciclocross mole.

"Tadej, haga lo que quiera, y síganos divirtiendo en abriles locos, que es cuando más tiene uno ganas para desmadrar, que el invierno es duro"

Eliminado el factor calendario... los equipos. Que, miren, tampoco creo yo que haya sido el decisivo en este Tour. Vale, sí, han funcionado mejor (mucho mejor) los aurigas de Jonas que los de Tadej, porque los de Tadej, a ratos, parecían establecimiento con lucecitas rojas y parpadeantes (con Almeida viéndolo desde casa, ¿eh?... Almeida reclamando galones en el Giro, Almeida muerto de risa), pero no me pareció capital. El año pasado, pues sí, porque Vingegaard tuvo patazas, vale, pero el Galibier de Roglic (con Van Aert delante), pesó mucho. En 2023... es que ha sido un duelo directísimo. Vale, Kuss, pero también Yates, ya me entienden. Poco achacable, a mi parecer.

Entonces... ¿qué? ¿Estamos ante una década de danesismos en el Tour, con los ciclistas disfrazaos de Inólfr Arnarson y sus rivales preparando pozos de serpientes con hambre? Pues miren, no sé, porque el año pasado me olisqueaba lo de Jonas a lagunar y, miren, volvió convertido en Shaka de Virgo. Más poderes, más confianza (aunque esas miraditas... ay, esas miraditas), más capacidad para golpear con dolor (con mucho dolor) en el Día D. Inabordable, al menos este julio. Pero, volviendo a Tadej, si alguien puede abordarlo, es él. Porque tiene la táctica, porque posee un motor increíble para terrenos de difícil gestión. Lo que hace en Lombardía o camino de Ourdenaarde. Sin caídas, sin pájaras. Posibilidades. Certezas. No importa quién pierda, porque nosotros ganamos. Bienvenidos sean todos ustedes al Tour de 2024.

Se acabó el Tour y todos tenemos una sensación rara, como de orfandad, como de último día en agosto. Tres lágrimas, cuatro besos, un magreo bien echao, un te quiero, un no te olvido, un vaya, me olvidé... Aproximado.

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